Hacer y pedir favores son dos habilidades que normalmente las personas no tenemos en buen balance. Los que son hábiles para pedir favores no tienden a ser tan generosos para realizarlos, y quienes se desviven por cumplir con el llamado de terceros les cuesta trabajo acudir a otros para que les ayuden con alguna tarea. Resulta necesario que ambas condiciones se pongan bajo análisis porque en algún punto de nuestra vida necesitaremos apoyo o seremos llamados para colaborar.
Los que piden con facilidad están acostumbrados a ser complacidos, les parece extraño que sus peticiones no sean respondidas con celeridad y sienten que tienen derecho a pedir lo que sea; declinar a uno de sus requerimientos es una ofensa mayor y llega a convertirse en motivo de grandes divisiones. El tamaño del favor pedido nunca será un problema para ellos y en cambio esperan que a quien le piden ayuda actúe siempre con la mayor flexibilidad posible. Estos personajes hacen para ellos, pero no para otros. Sienten que el mundo debe girar sobre su eje y es apenas entendible que cuando necesitan algo, las fichas se pongan en marcha de forma instantánea, sin preguntas, ajustes o revisiones.
Por su parte, los que son buenos haciendo favores y a quienes les parece normal ayudar, rara vez solicitan apoyo. Creen que si piden, estarán incomodando, imponiendo su voluntad o distrayendo de algo importante a su contraparte. Pedir es casi una grosería, una intromisión en la vida privada de otras personas. Prefieren demorarse más y pasar horas complejas, antes que “molestar”.
En esta dualidad nos pasamos gran parte de nuestra vida, pidiendo o haciendo y no tan fácilmente haciendo y pidiendo. Hace falta conversar más a menudo sobre esto en casa, los centros de estudio y los lugares de trabajo, al fin y al cabo, ¿qué sería de las relaciones humanas sin una estrecha interacción entre solicitar y gestionar? ¿Dónde quedaríamos sin poder consultar y encontrar soluciones? ¿Cuánto más avanzaríamos si entendiéramos lo que podemos hacer y lo que necesitamos construir conjuntamente?
Si existe algo claro, es que la colaboración es una de las mayores habilidades que tenemos como humanidad en este cambiante mundo. Ha quedado demostrado que unir esfuerzos, conocimientos, destrezas y ponerlas al servicio de un proyecto, resuelve los más desafiantes retos. Esto tiene que hacerse más evidente en la educación que impartimos hoy a nuestros hijos y debería ser una línea de trabajo constante para que nuestra sociedad, normalice la idea de saber pedir y saber ejecutar.
Alejar de nuestras mentes la idea fastidiosa de que pedir un favor es desconocer la tranquilidad del otro y acercarnos en la forma de entender cuándo alguien está en necesidad de que yo le extienda la mano, sería una buena manera de evaluar en cuál de los dos grupos estamos: los que somos buenos pidiendo, pero malos haciendo, o los que somos grandes ejecutores pero pésimos solicitantes. Abriendo nuestra mente podemos ver que nos conviene más pararnos en un punto medio, tanto como individuos y como sociedad, ya que precisamente nos necesitamos para resolver los problemas que nos llegan y que normalmente son los mismos que ya fueron resueltos o afectan a tantos otros que están buscando el mejor camino para salir adelante.
Empecemos por citarnos a nosotros mismos, seguro que necesitamos apoyo y que podemos ayudar a alguien.
Alfonso Castro Cid
Managing Partner
KREAB Colombia