Por: Óscar Villamizar Meneses*
La cifra no puede ser más preocupante: 330 años necesita un colombiano de 9 de edad para salir de la pobreza; 11 generaciones se requieren para superar la marginalidad, la precariedad laboral, la desigualdad, según la Organización de Cooperación y Desarrollos Económicos (OCDE), en un estudio publicado en 2018 y que analizó la situación de 20 países, durante 4 años.
El estudio así mismo recalca que la alta concentración de ingresos impide la movilización social y nos convierte en el país más desigual de América Latina y el cuarto del mundo.
El informe igualmente concluyó que en países como Dinamarca un niño tendría que esperar 2 generaciones, en Finlandia 3 y en Estados Unidos 5 para vencer la pobreza.
¿Qué es lo que está pasando y qué estamos haciendo mal?
Tradicionalmente, los jóvenes de nuestra población han padecido la exclusión, la falta de oportunidades, la incapacidad de construir condiciones para el ejercicio pleno de la ciudadanía y del establecimiento de las garantías sociales e institucionales que requieren para garantizar el futuro.
Como líder político entiendo los reclamos y las movilizaciones sociales recientes, donde los jóvenes han expresado su inconformismo y la necesidad de espacios de participación y de oportunidades que les permitan tener un horizonte claro e impidan que la pobreza se siga reproduciendo de generación en generación.
Capítulo aparte y mención especial merecen los desmanes y los actos de violencia que cobraron la vida de varios colombianos y que dejaron perdidas y destrozos de los bienes públicos del estado y daños a ciudadanos que nada tenían que ver.
Estoy comprometido y decidido a perseverar y liderar iniciativas que les brinden mejores condiciones de vida. Celebro la decisión del Gobierno Nacional al expedir la directiva 01 de 2020 con el propósito de impulsar y acelerar la contratación de jóvenes entre los 18 y los 28 años, aun cuando no tengan experiencia laboral. Se del compromiso del gobierno y la determinación de crear puestos de trabajo para 120 mil jóvenes en 37 entidades del Estado, pero considero que debemos ir mucho más allá y proponer reformas profundas al sistema educativo que posibiliten el acceso a la educación, a espacios de participación donde los jóvenes sean actores estratégicos en la vida política y social de sus comunidades y en la generación de riqueza.
No podemos seguir mirando hacia la pared mientras “casi 3.2 millones de jóvenes de las clases más bajas, que viven en las ciudades colombianas enfrenta precariedad laboral, situación que los aboca a permanecer en condiciones de pobreza de por vida” y entre tanto, se dispara el consumo de narcóticos, de alcohol; la delincuencia juvenil; la paternidad prematura; el suicidio; la violencia; la pobreza y la marginalidad.
Como sociedad estamos obligados a una transformación nacional que nos permita salir del sinsentido social al que nos hemos ido acostumbrando. Es necesario tener presente siempre que sobre los niños y jóvenes descansa el futuro de esta patria.
*Primer Vicepresidente Cámara de Representantes – Columnista invitado