Por: Margarita Sarmiento Osorio* – Columnista invitada
Conocí a Ángela María Robledo cuando en el 2000 me vinculé al programa desarmarnos con amor del Bienestar Social del Distrito liderado por ella y otras mujeres que reivindicaban la política social como derecho y que promovieron en Bogotá toda una revolución feminista de la política y del abordaje de la misma. No era mi jefe directa pero escuché siempre de lo exigente, pila y estricta que era. Cada que tenía la oportunidad asistía a los eventos donde ella hablaba larga y contundente sobre el abordaje de las violencias, las ciudadanías de la calle, los niños como sujetos de derechos y me parecía que una mujer como ella debería ser oída por mucha gente.
La administración cambió y Ángela María se fue como Decana de Psicología de la Javeriana, donde luego estuve anotada en una especialización y la vi de lejos un par de veces, atareada, rodeada de estudiantes y cargada de libros.
Volví a saber de ella cuando comenzó la ola verde y aspiró a la Cámara de Representantes en una lista cerrada que sacó tres congresistas, hice campaña por ella a través de amigas activistas y me la encontré luego cuando la cresta de la ola verde iba subiendo y me invitó a acompañarla como voluntaria en el combo de mujeres verdes.
Después de que la ola se deshizo me fui a trabajar con ella, hice parte de su mítica minga de la Cámara de Representantes y pude re-conocer a una mujer política que inició un proceso colectivo de trabajo con una mística difícil de poner en palabras. Se autodenominó primípara veterana y pese a su falta de experiencia en ese mundo del Congreso marcó claramente su derrotero; la vi siempre defendiendo con tenacidad sus posiciones y nunca se doblegó a las exigencias de nadie y de nada contrario a su libertad y a sus convicciones.
Estuve muy cerca de una mujer tenaz, sólo atada por sus principios, su coherencia y su libertad y comprendí que aquella mujer de apariencia frágil no se doblegaría ante nadie. La vi dar las batallas por la defensa de los derechos de las mujeres y los niños, el rechazo contundente y la derrota a la cadena perpetua, la justicia alternativa para jóvenes en conflicto con la ley … y su voz se alzó innumerables veces para defender aquellas causas que a veces parecen perdidas en nuestra sociedad: la vida misma y la dignidad humana.
Me parece verla caminando en medio de una multitudinaria convención partidista mientras se vestía una camiseta negra con un Me Niego para oponerse a alianzas que sólo ella rechazaba. Era como una especie de heroína a contra corriente sólo aferrada a sus convicciones, a su libertad y a su voz que nunca ha dejado que nadie opaque.
Estuve allí cuando fue la primera en levantar la voz para salir a apoyar la salida negociada al conflicto armado del país y sin rubor anunció su voto por quien había sido el contradictor en la ola verde. Una esperanza de paz lo valía y la hizo su bandera para volver aspirar a la Cámara, desde dónde fue su acérrima defensora.
Así desatada, libre y convencida la vi tomar la decisión de apoyar la bellísima ilusión de la Colombia Humana. Otra vez, Ángela María no pensaba en ella, ni hacía cálculo alguno. Su apoyo significaba la salida del Congreso de ella y de su equipo al que tanto quería. Me consta que fue una decisión de poco tiempo, mientras los abogados de aquí y allá se aseguraban que no había ninguna inhabilidad y participaba a su familia de la decisión.
Ángela María reivindica todo el tiempo la política como una ejercicio colectivo y por eso no me sorprendió cuando luego de declinar la invitación para ser candidata a la Alcaldía de Bogotá y luego de insistir, insistir, insistir en una convergencia programática (para ella será la única opción de convergencia) se sumó con convicción y alegría a la campaña de Claudia López.
Nunca Ángela María será desleal con nadie, es abierta, directa, estricta, honesta hasta la médula. El tiempo dará su veredicto pero ha sido totalmente injusto lo que pasó con la curul de la paz que hoy se escapa ante una decisión arbitraria, misógina e injusta.
Ángela María encarna sin duda los valores de la política postmoderna que quisiéramos lideraran las mujeres, ocupada de los asuntos de toda vida digna, totalmente democrática, diversa, desatada de odios y pesares y por el bien de las mayorías.
Nos enseñaste que lo más importante es el amor, querida Ángela María. El tiempo dará su justo veredicto.
*Comunicadora social y periodista. Especialista en Política Social de la Pontificia Universidad Javeriana y Magíster en Estudios Políticos de la misma universidad. Tiene experiencia en comunicación para el desarrollo, comunicación y estrategia política, asesoría, gestión e implementación de proyectos sociales de comunicación con perspectiva de género, así como la dirección de campañas comunicativas.