La resignación materna describe lo que muchas mujeres, como madres, experimentan en algún momento: poner a un lado sus propias aspiraciones y deseos personales ante las exigencias cotidianas de la maternidad.
Este fenómeno, que se enraíza profundamente en las expectativas culturales y sociales, resume las presiones y desafíos diarios que enfrentan las madres. Por ejemplo, quizás recuerdes ese momento en que decidiste poner en pausa tu carrera profesional, algo que te apasionaba, para dedicarte más tiempo al cuidado de tus hijos e hijas, siguiendo la idea de que como madre, tu lugar “debería” ser en casa. O tal vez, dejaste de lado tus hobbies, como ir al gimnasio o encontrarse regularmente con tus amigas, porque el tiempo libre que tenías, se veía completamente copado por las responsabilidades del hogar y la familia.
También, es común que muchas mujeres prioricen las actividades y educación de sus hijos e hijas sobre sus propios intereses y desarrollo profesional, manteniendo un ciclo en el cual, sus necesidades siempre parecen esperar o necesitan ser aplazadas, convirtiéndose en sueños imposibles de cumplir.
Estos ejemplos ilustran cómo la resignación materna puede influir en la trayectoria de vida de una mujer, incidiendo en la identidad y la autoestima de las madres.
El Sacrificio Materno
Aunque la maternidad puede ser una parte importante de la vida de muchas mujeres, no define la totalidad de sus aspiraciones ni sus capacidades. En la tarea de contribuir a que existan más mamás felices y menos resignadas, es fundamental:
1. Equilibrio entre el trabajo y el hogar: Muchas madres luchan por encontrar un balance entre sus responsabilidades laborales y el tiempo que desean y necesitan dedicar a sus familias. Esto puede incluir desde coordinar horarios para asistir a eventos escolares hasta asegurarse de que haya comida saludable en casa, todo mientras cumplen a cabalidad en sus empleos.
Levantarse muy temprano o acostarse muy tarde, si bien tienes la responsabilidad materna, también necesitas cuidar de ti misma.
Un cuidador que se cuida, puede cuidar.
2. Manejo del tiempo para sí mismas: Encontrar un momento para el autocuidado puede ser excepcionalmente difícil. Actividades simples como leer un libro, hacer ejercicio o simplemente descansar, a menudo se posponen indefinidamente debido a las necesidades constantes de los hijos e hijas y las demandas del hogar.
Para, la ropa se puede lavar después, la loza no va perder su color por estar un rato más en el agua, prioriza tu salud mental, tu cuidado corporal.
No vivas solo a través de tus hijos e hijas, vive para ti.
3. Responsabilidades domésticas: Las tareas del hogar a menudo recaen desproporcionadamente en las madres, incluso cuando trabajan a tiempo completo. Esto puede incluir desde la limpieza diaria y la preparación de comidas hasta la gestión de las reparaciones del hogar y la planificación de las actividades familiares.
No eres la mujer maravilla y no tienes que serlo, es verdad que con frecuencia dirás que “si no lo haces tú, nadie lo hará” pero… Recuerda que estás educando personas que deberán ser responsables de sí mismas, asigna las labores, ten paciencia mientras aprenden y delega.
Eres la líder del hogar, liderar es enseñar, permitir el error y asignar a cada quien lo que puede lograr para que desarrolle habilidades, talentos y capacidades.
No hay razón para resignarte. Maternar también es soñar con ser tu mejor versión fuera del rol de ser mamá.
Tú eres tu prioridad, recuerda lo valiosa que eres cada vez que algo no salga como esperabas, no te den un abrazo o un simple gracias.
Neuropsicóloga y pedagoga