Los Estados Unidos están dando las últimas peleas posibles para conservar el primer lugar como potencia mundial. Sin embargo, la segunda guerra de los Bush contra Irak, fue el último triunfo absoluto que logró. De ahí en adelante han tenido que compartir victorias con otros, como en Siria contra ISIS, o aceptar derrotas como en Afganistán y nada que hacer en Ucrania. Los rusos dijeron “alto ahí”, y una nueva guerra fría está en desarrollo. En lo militar, la Rusia de Putin, en veinte y tantos años, reconstruyó el sistema militar y aeroespacial, fruto de sus avances científicos y tecnológicos. Rusia no está resurgiendo sola, otro imperio la acompaña y son amigos estratégicos, la China Popular, que en veinte o treinta años dominará el planeta en el campo que quiera, algo que planificó desde los años 1980s. He ahí la importancia de pensar a largo plazo, algo que Colombia no hace ni siquiera como ejercicio de ciencia ficción.
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Pues bien, en estos días una de las noticias en el mundo es la guerra de Trump contra Huawei, para intentar frenar el desarrollo de las industrias chinas de hardware, también conocidas como industrias inteligentes, siendo la electrónica la principal de ellas. La decisión de Trump de prohibirle a las grandes industrias norteamericanas vender componentes electrónicos a la gigante asiática para frenar su avance en la tecnología 5G, anticipo de la futura revolución 5.0, muestra que la nueva guerra económica mundial es por la electrónica, la madre de todas las industrias, no es el software. Por el software ya nadie amenaza al mundo, porque las cosas no pasan de los temas de seguridad, de expansión informática y de los fake news del fanatismo.
Quien quiera dominar el mundo, una parte de el, o tener un pie en la economía y en la tecnología de la mañana siguiente, debe desarrollar una industria electrónica, del tipo y tamaño que considere, pero debe ser una industria estratégica de las política de desarrollo productivo, del sistema nacional y de los sistemas regionales de ciencia, tecnología e innovación, de la política de emprendimiento, de las empresas, y por supuesto de la educación. Unos pocos datos: el 83% del comercio mundial de industrias inteligentes de alta tecnología, es de la industria electrónica: las otras dos son, la industria aeroespacial y la farmacéutica. Más del 85% de la inversión de las empresas en investigación, desarrollo e innovación (I+D+i) es en industrias inteligentes (que a más de la electrónica, aeronáutica y farmacéutica, incluye sistemas de movilidad, energías alternativas, industrias de bienes de capital y de nuevos materiales de nueva generación). De ese porcentaje, el 36% es en electrónica. China, desde el año 2002 se convirtió en el primer exportador mundial de electrónica, y la brecha respecto a los países que vienen detrás, liderados por Estados Unidos, es cada vez más grande, por eso Trump reculará en poco tiempo, porque esa guerra la pierde, pues China tiene el mercado interno y de otros países para hacer todas las economías de escala en investigación y producción.
En Colombia había más industria electrónica antes de la apertura de la economía en el año 1991, sin embargo, aún se forman más ingenieros electrónicos que en otras áreas de la ingeniería, por eso, ahí hay una disfuncionalidad estructural entre universidades y economía, razón por la cual la tasa de desempleo en el sector es dos puntos más alta que el desempleo promedio de Colombia, lo cual es muy grave, porque es un indicador demasiado alto para un sector de personas calificadas, que es además el más innovador, el que más crece y el que más produce en el mundo. Cuando se da un proceso de desindustrialización las primeras industrias que se castigan son las de los sectores más avanzados porque estos requieren de un estado emprendedor, como lo concibe Mariana Mazzucato, que explica el éxito de los países avanzados y emergentes del mundo.
En Colombia, no hay la menor intención ni preocupación por desarrollar esta industria como parte de una estrategia integral y superior por impulsar las industrias inteligentes, que es una apuesta estratégica multisectorial y multidimensional, y no una apuesta sectorial. Entonces, la electrónica y otras industrias inteligentes no están en las políticas de desarrollo productivo y de ciencia y tecnología, ni la electrónica aparece en los sistemas regionales de competitividad y de CTeI. Además está escondida en los ejercicios de especialización estratégica inteligente que impulsan Bogotá y Medellín, donde la electrónica va colgada en las áreas de energía o en las TIC o en cualquier otro sector donde alguna electrónica se hace. Es como si fuera un sector vergonzante y que nadie quiere. Tampoco está en el radar de los gremios, de las incubadoras y aceleradoras de start ups, de los centros de estudio, y en los centros de investigación desde los cuales suscitar una dinámica de proyectos electrónicos innovadores (spin offs).
Nada o poco se resuelve con que la electrónica esté en el listado de convocatorias de Innpulsa o de Colciencias. Se necesita algo más complejo, pensado, sofisticado y planificado que requiere de visión y de gran voluntad política para desarrollar una industria nacional de carácter global que incluye la integración con otros países y multinacionales. La dependencia tecnológica absoluta en esta industria y en otras inteligentes, es igual a una persona que solo sabe leer y escribir, sin desarrollar pensamiento crítico, conocimiento y creatividad.
Las industrias 4.0 emergieron para llevar a un nivel superior el desarrollo industrial y de paso los servicios y las actividades primarias. Impulsar las industrias 4.0, sin impulsar al mismo tiempo industrias inteligentes, es como tener una televisión, un computador y un celular de alta gama, que luego de prenderse y mostrar una imagen nítida, al rato aparecen en toda la pantalla lunares negros del tamaño de unas monedas. Con la desindustrialización, Colombia quedó en manos de algunas industrias 2.0, de actividades primarias 1.0 y con algunos asomos en la industrias 3.0 por cierta actividad en TIC para desarrollar aplicaciones. Con la llegada tardía a las industrias 4.0, Colombia logrará algunos desarrollos nuevos, pero limitados por el rezago de la matriz productiva y de investigación.
Colombia, a más de las industrias naranja, necesita de una política de desarrollo productivo que tenga dos planes estratégicos interrelacionados: uno, de industrias 4.0 y otro de industrias inteligentes, con la electrónica como industria principal. Sin embargo, esto no quedó en el Plan Nacional de Desarrollo a pesar de que algunos insistimos una y otra vez. Sin embargo, hay una serie de acciones para las 4.0 y alguna referencia para las industrias inteligentes desde las cuales podría colgarse una estrategia nacional que se debe liderar desde la presidencia de la república.
Entonces, la guerra de la electrónica pasa por Colombia como noticia de otro planeta en otra galaxia, porque ni siquiera, al apostarle los gobiernos de la apertura a la especialización en bienes primarios y en algunas industrias ligeras, desarrollaron una estrategia potente de largo plazo, para invertir en ciencia y conocimiento de vanguardia, que obligaba a un desarrollo industrial de las cadenas de alimentos y minería para luego dar el salto a otros sectores. Ahí cabe la electrónica.
Producir bienes primarios e industrias de menor complejidad, no es malo, lo malo es no desarrollar industrias asociadas y otras más avanzadas, así como educación, ciencia y tecnología de punta. Hay industrias nacionales que se basan en recursos naturales, pero al mismo tiempo hacen ciencia y tecnología para agregar valor, ser más productivas, competitivas y diversificadas. Ese es un buen camino, si esas mismas industrias invierten en nuevos sectores, lo hacen en áreas de la vida y sustentadas en una fuerte actividad en I+D+i.
Colombia destruye sin compasión recursos naturales finitos, todo por el narcotráfico y la minería, y por una idea perversa de modelo extractivista y feudalista, que piensa que si conserva ciertos equilibrios macroeconómicos y prebendas fiscales para las empresas, lo demás es secundario. Esta precaria visión conduce a la desindustrialización, a una escasa diversificación, limitada sofisticación, y al rezago en el sector más importante de la economía global: la industria y los servicios del complejo sistema electrónico, del cual depende toda la producción y el funcionamiento del sistema capitalista del planeta.
La desindustrialización de Colombia fue impulsada por una mala apertura y por los TLC con países N veces más avanzados. Ahora deberá elevar la tasa de inversión por encima del 40% del PIB durante dos o tres décadas, para invertir en desarrollar nuevas industrias y servicios, y hacer crecer la inversión en educación, ciencia y tecnología de manera exponencial, algo imposible con crecimientos del 3% de la economía. En otras palabras, está presa en una trampa que ella misma creo.
Twitter: @AcostaJaime