En esta época de resaca electoral luego de la sobreabundancia de candidatos para la Presidencia y el Congreso de la República, donde se llevó la presidencia el candidato del progresismo, llega el malhadado momento de promoción de un Acuerdo Nacional que seguramente tiene de fondo el consabido reparto de puestos para gobernabilidad. El llamado Acuerdo Nacional hace carrera y se vende como el necesario mecanismo que pretende utilizar El Establecimiento para limitar el accionar del presidente electo, que justamente el mismo Establecimiento ayudo a elegir. El ejercicio de la política en Colombia se circunscribe al clientelismo electoral, un reparto de beneficios según los intereses personalistas, particulares y de grupo a cambio de votos. El cacareado Acuerdo Nacional tiene tinte clientelar para los que aún están a tiempo de subirse al bus del nuevo Gobierno. Prevalece “El Régimen”, independientemente de donde provenga el candidato, ya sea de la cada vez más siniestra izquierda, de la cada vez menos diestra derecha o del cada vez más ambidextro centro.
Álvaro Gómez Hurtado (1919-1995), que enarboló la tesis de construir un Acuerdo sobre lo fundamental, entendió la política como la manera de cuidar a la Patria, no se trataba de las instituciones sino de la forma cómo se hacía política, cómo se estudiaba la política y se comportaba el político. Hoy cualquiera persona por el simple hecho de tener “likes” y cierta visibilidad en redes sociales se siente avalada para ejercer cargos públicos, así no distinga entre democracia y nepocracia. Para Gómez Hurtado el gran problema de la política colombiana era “El Régimen” consistente éste en un sistema de complicidades clientelares que prevalecía sobre el sistema de solidaridades que debía ser el elemento sustancial de la democracia. “El Régimen” es el que hace posible a investigados y condenados por la Justicia mantener aspiraciones a cargos de elección popular en cuerpo ajeno o apoyar candidaturas y pese a todo, ganar elecciones, como si la ética y la estética no fueren valores consustanciales en el quehacer político. El todo vale no puede ser una regla de conducta moral, menos para el político.
Con el propósito de acabar con ese régimen de repartición de intereses y cargos públicos entre la clientela, Álvaro Gómez Hurtado propuso celebrar un Acuerdo sobre lo fundamental, por medio del cual, los diferentes actores políticos, partidos políticos, movimientos y ciudadanos colombianos pudiesen construir un programa de desarrollo para bien del Estado y de la sociedad colombiana a partir de unos puntos mínimos enmarcados en principios. El Acuerdo Nacional propuesto por el presidente electo no es propiamente un Acuerdo sobre lo fundamental porque tiene base en un programa de gobierno que le permitió ganar las elecciones y no será variado sustancialmente por medio de un Acuerdo Nacional que pretende celebrar El Establecimiento para mantener su estatus quo, por demás inmoral.
El proceso electoral colombiano requiere de un Acuerdo sobre lo fundamental en el que la sociedad política y la sociedad civil privilegien el bien común y el interés general sobre el anhelo de poder particular, no un simple Acuerdo Nacional resultado de la sospechosa generosidad de la campaña ganadora que hasta hace unos días corría la línea ética del quehacer político y que pretende mutar el Pacto Histórico en un Acuerdo Nacional. A diferencia de un Acuerdo Nacional, que no es más que el último llamado para abordar un avión por despegar, un Acuerdo sobre lo fundamental ha de ser resultado de controvertir y debatir ideas no a partir de un programa de gobierno ya votado, ni con el objetivo de arrasar o destruir al contradictor o de repartir cargos. La política debería ser un juego de ajedrez pulcro y no una batahola de máculas como se estila en Colombia.
La construcción de un Acuerdo sobre lo fundamental requiere altas dosis de conciencia, voluntad, compromiso y responsabilidad; se constituye en fuente de responsabilidades por el bien de la Patria y todos sus habitantes para quienes resultaron elegidos, fueren cuales fueren su origen e identidad; no por el bien de un partido político, un género, una etnia, una clase social o una comunidad en particular. Un acuerdo sobre lo fundamental debería contemplar: El imperio de la Constitución y la ley, ningún ciudadano puede estar sobre ellas; sobre los valores éticos de la colombianidad y la construcción de Nación mononuclear y no un estado plurinacional; sobre la justicia y el acatamiento de los fallos para que la tutela deje de ser una instancia judicial y los jueces coadministradores de lo público y lo privado; sobre la educación y la formación en deberes de los estudiantes desde la más tierna infancia hasta el postgrado más encopetado; sobre el modelo de desarrollo económico y social a partir de la libertad de empresa y propiedad privada; y sobre la sustentabilidad de la Vida y conciencia ambiental, garantizando el derecho fundamental a la legítima defensa de la vida y la propiedad privada.
Álvaro Gómez Hurtado fue el pensador político y estadista colombiano más preponderante de la segunda mitad del Siglo XX, y el último gran liberal clásico del conservadurismo. Ojalá en el actual escenario político hubiese hombres y mujeres con su talante moral, intelectual y artístico. Su pensamiento es resplandeciente legado.