Recuerdo la primera vez que escuché ese nombre; Casa de la Poesía Silva. Un querido amigo bogotano, también poeta, con quien compartía momentos para intercambiar lo que supiéramos sobre literatura, afanados por escudriñar en ese mundo metafórico. hablábamos sobre ese mítico poeta bogotano, autor de los maravillosos Nocturnos. Le contaba sobre mi fascinación por la musicalidad del Nocturno III y comentábamos sobre el viejo billete de 5.000 pesos que cuenta historia. Entonces me dijo con su característico acento rolo, “Y, chuchito, ha ido a la Casa de la poesia Silva?” Le dije que no y entonces me contó que aquella casa donde vivió y murió el poeta era un museo a su vida y obra y a la poesía colombiana, quise entonces conocerla y saber que había allí.
En el primer momento en el que tuve el tiempo fuí hasta esa casa en la Candelaria. ¡Vaya casa! Típica casa bogotana del siglo XVIII. Esos dos hermosos patios interiores, con plantas que hacen sentir tan fresco el lugar y de otro tiempo. ¡Aquella librería llena de tantos poetas colombianos, de tantas metáforas, de tanta poesía andando por ese espacio como fantasmas hermosos! Yo estaba fascinado y más aún en aquella habitación, sentado en el mueble escuchando un poema recitado, lo recuerdo; La Araña de Julio Flórez.
¡Qué lugar tan maravilloso! ¡Qué templo a la poesía! ¡Qué santuario erigido a los grandes poetas colombianos! Fundamentalmente a ese cachaco; José Asunción Silva. Desde entonces, siempre que puedo me acerco, a recargar energías, a permitirme soñar y vivir por instante en aquella época en la que Silva andaba por esa casa o por esas calles de la Bogotá antigua. Silva jugueteando con María Elvira. Silva llorando a solas. Silva escribiendo como si cargara siempre la profecía de un disparo en el corazón.
Ahora me entero de la terrible situación por la que pasa y no puedo sino sentir dolor ante el peligro latente de que pueda cerrar sus puertas gracias a la mala gestión del Director Pedro Alejo Gómez y de la junta directiva encabezada por Jean Claude Bessudo.
La Casa de la Poesía Silva cumple un rol importantísimo para la sociedad bogotana y colombiana. La Casa de la poesía Silva es patrimonio cultural y literario de la ciudad y de este país. La Casa de la Poesía Silva es un monumento nacional. No se puede dejar perder de esta manera un baluarte de la cultura solo por unas personas que no han sabido manejar la fundación. ¿No es, acaso, vergonzoso que la que una vez fue la Atenas latinoamericana deje perder un espacio como La Casa de la Poesía Silva? Es necesario, entonces, que se dé un cambio en la dirección o que sea la Alcaldía de Bogotá quien tome las riendas del lugar como piden los funcionarios de la Casa en su comunicado oficial.
Por su valor literario, histórico, cultural, por su aporte a la identidad de Bogotá no se puede dejar morir. El cierre de sus puertas representa una herida mortal a la memoria de uno de los más grandes poetas colombianos y una herida mortal a la cultura de este país. ¡Es urgente que se haga algo!