Tomar una copa de vino, es mucho más que el simple hecho de catarlo y acompañarlo de un brindis. Hace poco, durante una comida entre amigos, comentamos el origen del brindis, y como siempre, reunirnos con la excusa de preparar una deliciosa paella, nos aporta momentos maravillosos. Volviendo al origen del brindis, y según la mitología griega, Dionisio, dios del vino, reunió en un banquete a los dioses del Olimpo y a los sentidos (olfato, gusto, tacto, vista y oído). En la celebración se sirvió un delicioso vino, apreciado por los asistentes, en concreto, de los sentidos del olfato, gusto, tacto y vista. Quedaba el sentido del oído, que parecía un poco mohíno, al no poder disfrutar como el resto. Dionisio, lo remedió y propuso instaurar el brindis, cada vez que se tomase vino, para que el sentido del oído se deleitase con el sonido del choque de copas.

Hoy os voy a hablar de cómo afecta el cambio climático al vino. Y siguiendo con los brindis, me gustaría brindar por todas esas bodegas que apuestan por la sostenibilidad ante el calentamiento global. Me da la impresión, que a veces pensamos, que el tema del cambio climático afecta a otros países y no tanto a nosotros. Cuando somos conscientes, que los cultivares, el vino y todo el proceso implicado en su comercialización, se puede ver afectado por no poner remedio al calentamiento global, quizás podemos contribuir de forma más activa en ello.
Se considera que los cultivares son viables entre los paralelos 30 y 50 º de latitud norte y entre los 30 y 40 º de latitud sur.

La tendencia de las precipitaciones y temperaturas, nos van a mostrar un clima más cálido y seco en un futuro no muy lejano. Debido a las temperaturas, cada vez más elevadas, los mostos tendrán un pH (medida de la acidez o alcalinidad, va de 1 a 14, siendo 7 pH neutro. Un pH por debajo de 7 es ácido y por encima de 7 es básico o alcalino) más alto, incluirán una mayor concentración de azúcar y una disminución de la acidez. Los vinos tintos que van a desarrollar crianza en barrica van a ser los más afectados, ya que es necesario un pH bajo para mantener el vino protegido de microorganismos.

La sostenibilidad de un proyecto forma parte de la calidad del producto. Si queremos mejorar la calidad debemos poder medir las variables que influyen en ella, ya que todo lo que no podemos medir no existe. La Fundación Circe ha desarrollado la certificación Eco-Prowine. Esta certificación reconoce a aquellas bodegas y productores que demuestran sostenibilidad de sus productos, desde la uva a la botella. Este sello se obtiene a través de una metodología de benchmarking (análisis y estudio sistemático que hace una empresa, de los competidores y líderes de su mercado) con las bodegas participantes, avalada por la Comisión Europea. Esta certificación tiene una validez de 2 años, tras los cuales, la bodega debe superar de nuevo el análisis, y para ello debe presentar al menos un 10 % de mejora en su indicador global y una mejor respuesta a nivel social y económico.

18 bodegas españolas procedentes de D.O. como Rioja, Ribera del Duero, Rueda, Somontano o Navarra, entre otras, poseen esta certificación, entre ellas: Bodegas Borsao, Bodegas Cesar Velasco, Can Blau, Pagos del Moncayo, Grandes Vinos.

Me despido con esta cita de Eduardo Galeano: “Todos somos mortales hasta el primer beso y la segunda copa de vino “

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Sonia Bas, Enóloga por la UPV.