¿Dónde está el límite para alcanzar el placer sexual?

Dejarse llevar y no controlar lo que va a pasar es lo que les resulta más placentero a muchos en su vida íntima. El sadomasoquismo es una conducta sexual que implica dolor físico y juegos de dominación, pero ¿dónde está el límite para alcanzar el placer?

Sadomasoquismo es una palabra que viene de los términos “sadismo” y “masoquismo”. El Marqués de Sade, escritor y filósofo francés del siglo XVIII, fue el primero que utilizó este concepto en sus obras y el que dio nombre a esta práctica sexual.

Con el tiempo, muchas parejas se han atrevido a combatir la rutina de su vida sexual con nuevas formas de avivar la pasión. Sin embargo, algunos han llegado a extremos como adoptar los roles de amo o sumiso. Para analizar estas conductas, EFEsalud ha conversado con José Bustamante Bellmunt, secretario general de la Asociación Española de Especialistas en Sexología y director del Centro de Psicología, Sexología y Pareja, con sede en Elche y Alicante.

El sadomasoquismo se utilizaba para hablar de una patología que tiene que ver con personas que necesitan ejercer la dominación, la violencia o la agresividad para sentir excitación, o bien aquellos que necesitan lo contrario, es decir, sentirse humilladas, en una actitud sumisa o recibir dolor para conseguir placer sexual.

A pesar de ello, hay muchos casos de personas que no llegan a convertirlo en patología como tal, sino que simplemente se aficionan a este tipo de prácticas en mayor o menor medida. “Es una distinción muy importante, ya que hay veces que no se trata de un trastorno y es solo una conducta sexual gratificante”, explica el experto.

La delgada línea entre trastorno y conducta


¿Dónde está el límite? Está en la necesidad. Hay quienes, para disfrutar del sexo, sienten la necesidad de incluir estos juegos y no se ven capaces de disfrutar de una relación sexual sin practicar la dominación y la sumisión. Jugar a forzar no llega a ser sadomasoquismo como tal, sino que es una práctica sexual como otra cualquiera.

“Hay muchos ejemplos de personas que han añadido dentro de sus rituales sexuales este tipo de prácticas y no supone un problema, sino que las disfrutan. Les sirve para romper la monotonía de una vida sexual. Incorporarlo dentro de tu vida sexual no es un problema, siempre y cuando las dos partes estén de acuerdo”, dice José Bustamante.

“Cuando se necesita el sadomasoquismo a toda costa, estaríamos ya hablando de patología”, añade el sexólogo.


El problema llega cuando, el que tiene la actitud masoquista, busca satisfacer la necesidad sádica fuera de su relación de pareja. Ahí llega la ayuda en terapia o la ruptura de la pareja.

Juegos sexuales de alto voltaje


“Disfruto cuando me someten” o “me siento bien cuando tengo una actitud de dominación” son dos pensamientos que las personas masoquistas o sádicas tienen en sus mentes a la hora de enfrentarse a su vida íntima.

En ocasiones, el sadomasoquismo se convierte en un simple juego de interpretación de roles. Sin embargo, en estos casos, el dolor sigue siendo la fuente de placer. De hecho, esta conducta sexual implica dos conceptos de dolor:

Dolor físico: en las prácticas más puramente sadomasoquistas, se realizan quemaduras con velas, pellizcos, ataduras realmente fuertes, golpes y bofetadas durante el acto sexual, además de mordiscos en la zona genital y en la del pecho.

Dominación: todo tiene que ver con la obediencia. El bondage, por ejemplo, requiere que haya ataduras en las manos y en los pies, vendas en los ojos o mordazas en la boca.

Cada pareja busca y explora aquellas prácticas que les resultan más excitantes. Normalmente, una persona sadomasoquista encuentra placer en las dos actitudes, tanto con dolor físico como en la parte de dominación, aunque también hay quienes solo lo alcanzan mediante una de las dos opciones.

Perfil de un sadomasoquista


No se puede hablar claramente de un perfil. Sí que es cierto que la sexualidad, en este tipo de conductas extravagantes, cumple una función de compensación. Cuando una persona tiene que tomar decisiones en su día a día y llevar las riendas, pasa a ser sumiso en el terreno sexual. De esta forma, descargan la responsabilidad, no son juzgados y se dejan llevar.

Al otro lado está quien en su vida normal se siente frustrado y no tiene un cargo donde ejercer la dominación. Esa persona desea tener un poder de control y lo saca a relucir en su vida íntima. “Estas personas se muestran débiles en el trabajo, pero en el ámbito sexual sí pueden ser los amos y eso les resulta placentero”, dice el psicólogo.

“Cualquier persona puede ser sadomasoquista en algún momento de su vida, pues la dominación y la sumisión siempre puede estar presente sin llegar a ser un trastorno”, subraya el experto.

¿Tiene tratamiento?


Cuando se trata de una patología, se puede trabajar sobre ello y reorientar el deseo; es casi siempre la solución que los expertos proponen a sus pacientes. Sin embargo, muchas veces es difícil de dominar solo con el tratamiento psicológico y, en ocasiones, se requiere el uso de fármacos.

En la mayoría de las ocasiones se utilizan antidepresivos porque tienen una función que aumenta los niveles de dopamina. Esto hace que los comportamientos compulsivos se frenen. “El sadomasoquista tiene que dar el primer paso y reconocer que la fuerza de su adicción a estas prácticas está dominando su vida. Una vez que el paciente quiere y está convencido de hacerlo, la ayuda está servida en la consulta”, concluye Bustamante.

Tomado de EFE Salud