Normalizar la transexualidad, una tarea pendiente

Normalizar significa poner en orden. Es el verbo que la comunidad científica española conjuga sin tregua cuando el sujeto en la oración es la transexualidad. EFEsalud entrevistó a varios especialistas en el reciente congreso sobre el tema que se celebró en Madrid y a una paciente que contó su transición. El predicado está lleno de debates

“Me llamo Sonia Fernández, tengo 40 años, llevo 6 en tratamiento y únicamente me falta la cirugía de reconstrucción genital”. Ella es una de las más de 800 personas transexuales tratadas en la Unidad de Trastornos de Identidad de Género (UTIG) de la Comunidad de Madrid.

Ella podría ser la metáfora de la transexualidad en España en este momento que, todavía, suscita preguntas: qué es exactamente, se debe diagnosticar y cómo deben ser asistidas las personas transexuales, en definitiva, qué camino se debe seguir para normalizar el tema. ¿Por dónde empezar?

“Esto es lo que hay”


El endocrinólogo Antonio Becerra, coordinador de la UTIG, es el primero en admitir que “los profesionales no se ponen de acuerdo a la hora de definir el término”. Para él es “una situación de identidad que provoca alteraciones en la vida diaria que hay que atender”.

El psicólogo clínico de la UTIG de Madrid, José Rodríguez, concluyó en su ponencia que “la transexualidad consiste en sentirse de forma clara y persistente pertenecer al sexo contrario del cromosómico”.

“Una cosa es la orientación sexual y otra la identidad sexual. La primera es que te guste una persona del sexo contrario, una del mismo sexo o ambos. La segunda es la percepción de que se es hombre o mujer. En el mundo transexual hay gays, lesbianas o bisexuales”.

Asegura que en el origen del movimiento reside parte de la confusión: “Históricamente hemos estado relacionadas con los gays. Se pensaba que las mujeres transexuales éramos la manifestación exagerada de los gays y los hombres transexuales el grado exagerado de lesbianismo, hoy hacemos hincapié en diferenciar identidad y orientación”.

Becerra coincide en las dificultades del origen: “cuando se desconoce la etiología de algo es más difícil definirlo y tratarlo, lo que sí apuntamos es que la transexualidad causa sufrimiento en sus primeras fases y eso hay que eliminarlo”. Sobre el sufrimiento y las patologías se debatió largamente.

Psicopatologías asociadas



Antes de que Sonia usara vestidos, pasó por muchos divanes. Cuando su madre la pillaba con su ropa, “me mandaba al psicólogo para determinar si era gay. La idea era que ‘me curaran’. Me sometieron a terapias aversivas”, cuenta. El tratamiento produce discusiones.

Rodríguez fue enfático en su conferencia: “La transexualidad no es una enfermedad mental y no precisa diagnósticos psiquiátricos o psicopatológicos”. Sin embargo, “aunque no exige un diagnóstico, sí requiere tratamiento”.

Otros expertos, como Marta Serrano, psiquiatra del Hospital Ramón y Cajal, explicaron las psicopatologías asociadas al transexualismo: “Hay una tendencia: cuanto más temprano atendemos a estas personas hay una disminución en la disforia”, expuso.

Serrano argumentó que “la transexualidad genera sufrimiento en diversos ámbitos de la vida, como el malestar con el cuerpo y por el rechazo familiar y social que pueden sufrir, especialmente en las primeras etapas”.

Esas dificultades pueden generar “depresión, ansiedad, trastornos psicosomáticos, conductas autodestructivas, abuso de sustancias, trastornos de personalidad”, entre otras psicopatologías citadas por Serrano.


No obstante, dijo que muchos estudios señalan que “no encuentran mayor grado de trastornos que en la población general”.


La psiquiatra Esther Gómez, del Hospital Clínic de Barcelona, afirmó en su exposición que en una investigación sobre psicopatologías habían concluido que “las medidas en todas las escalas se encontraron dentro de la normalidad, excepto la de masculinidad y feminidad”.


En este estudio compararon a los transexuales bajo tratamiento hormonal con los que no estaban recibiendo tratamiento y encontraron que “las personas sin tratamiento se encuentran peor”.


La relación entre transexualidad y psiquiatría, como se llamó una sesión, es compleja y se discute en laboratorios. Antonio Guillamón, catedrático de psicobiología de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), estudia el cerebro desde hace 30 años y hoy investiga “el cerebro transexual”, como se tituló su presentación.

Sonia conoce ese sufrimiento. Tuvo una experiencia traumática de transfobia en 1991 que la aisló socialmente: “no encajas entre los hombres, porque no te identificas como gay, pero tampoco entre las mujeres porque no compartes su anatomía”. Tener una pareja estable era otro caos.

Esas dificultades pueden generar “depresión, ansiedad, trastornos psicosomáticos, conductas autodestructivas, abuso de sustancias, trastornos de personalidad”, entre otras psicopatologías citadas por Serrano.


No obstante, dijo que muchos estudios señalan que “no encuentran mayor grado de trastornos que en la población general”.


La psiquiatra Esther Gómez, del Hospital Clínic de Barcelona, afirmó en su exposición que en una investigación sobre psicopatologías habían concluido que “las medidas en todas las escalas se encontraron dentro de la normalidad, excepto la de masculinidad y feminidad”.


En este estudio compararon a los transexuales bajo tratamiento hormonal con los que no estaban recibiendo tratamiento y encontraron que “las personas sin tratamiento se encuentran peor”.


La relación entre transexualidad y psiquiatría, como se llamó una sesión, es compleja y se discute en laboratorios. Antonio Guillamón, catedrático de psicobiología de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), estudia el cerebro desde hace 30 años y hoy investiga “el cerebro transexual”, como se tituló su presentación.

“Analizamos cómo sería el fenotipo cerebral transexual, es decir, dónde se diferencian de los hombres controles y de las mujeres controles”, explica.

En sus investigaciones ha visto “que esas diferencias se centran en el hemisferio derecho, en regiones que están relacionadas con la percepción visual, con la percepción del propio cuerpo y con la resolución de problemas espaciales y el lenguaje”.

¿Diagnosticar o no?


“Creo que no es posible un diagnóstico eficaz de la transexualidad, porque si no es una enfermedad no sé con qué instrumentos diagnósticos podemos contar para determinar si una persona es o no transexual, salvo la exclusión de una patología que se pueda confundir con la transexualidad”, aseguró en su turno Cristina Garaizabal, psicóloga del Centro Ariadna de Madrid.


Para ella, hay un factor decisivo: “los profesionales tenemos que cambiar la mentalidad y considerar a los pacientes como sujetos activos, con capacidad de decisión”.


Agregó que deben informar con rigor las consecuencias de la transición. La profesional concluyó que es necesario “ampliar la mirada que los modelos médicos han propuesto hasta la actualidad” para tratar la transexualidad.

Normalización y punto


Al margen de las dificultades en materia de salud mental, a Sonia le preocupan las económicas: “me da lo mismo que la transexualidad esté en la lista de enfermedades mentales o no”, afirma mientras mira el estanque de El Retiro.


Continúa: “tenemos que abogar por la normalización, porque precisamos una atención médica, me da igual que nos consideren enfermas mentales o de endocrinología, si me dicen que para operarme tengo que tirarme a este estanque, me tiro ya”. Normalización también es una de las palabras favoritas de Becerra.


Para él, el hallazgo principal del evento es que las unidades de género son cruciales y “tienen que existir” porque “no es cierto que cualquier profesional puede atender transexuales”.

Cuestionó el manejo de esta situación en España: “hay muchas comunidades que no saben o no pueden tratar a estos pacientes porque no tienen profesionales preparados. La administración sanitaria debería asumir el tema”.


Advierte que desde las unidades de género están “haciendo una prevención de riesgos importante económicamente, quitando sufrimientos y evitando complicaciones a largo plazo: estamos colaborando con la salud en general”. Becerra sueña con que su trabajo trascienda fronteras y por eso invitó a representantes de otras geografías.


Segundo Seclén, Presidente de la Sociedad Peruana de Endocrinología, calificó su paso por el congreso como “enriquecedor”. Para él, “en España se han dado grandes avances con leyes que permiten a este grupo acceder a los sistemas de salud”, lo cual aún es una tarea pendiente en Latinoamérica.

“En nuestros hospitales no hay áreas para el manejo específico de transexuales, no hay unidades de género, hay servicios de endocrinología, pero no equipos multidisciplinarios, el tema no ha alcanzado desarrollo dentro del sistema de salud”. En su maleta se llevó un peso extra: nuevas herramientas para cimentar el tratamiento de la transexualidad en su país.

Un ejemplo vivo de la importancia de las unidades es Sonia, que comenzó su transición cuando “salió la noticia de la creación de la UTIG, que nos daba acceso a tratamientos y operaciones”.

Hormonas, cirugía de cuerdas vocales, raspado de nuez y aumento de mamas llenan su historia clínica; sólo espera el toque final para el que se siente preparada “desde hace 20 años”. Su miedo quedó atrás e invita a quienes se sienten extraños dentro de sus cuerpos a buscar ayuda profesional.


La transexualidad no es nueva, pero su tratamiento todavía tiene grietas, porque falta “formación e información hacia la población y ampliar las unidades o el acceso de todas las regiones a unidades de género”, como señala Becerra.


Sonia se siente una “paciente fundadora” de la UTIG local. Aunque dudó por un instante que su transición tuviera sentido pasados los 30, se preguntó: “¿Ahora me voy a meter en este jardín? ¿Por qué no? Nunca es tarde si la dicha es buena”. Tampoco es tarde para normalizar el tema.

Con EFE Salud