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Confidencial Noticias 2025

Etiqueta: Acuerdo de Paz

Coro de Hijas e Hijos de la Paz se estrena oficialmente

El 24 de noviembre del año pasado, con motivo del quinto aniversario del Acuerdo de Paz entre el Estado colombiano y las extintas FARC-EP, un coro de hijos e hijas de excombatientes se presentaron en la Plaza de Bolívar a la vista de Antonio Guterres -secretario general de Naciones Unidas-.

Casi un año después, este coro conformado por 50 niños y niñas fue presentado de manera oficial en Fragmentos, Espacio de Arte y Memoria, recinto en el que la artista Doris Salcedo creó el contramonumento con las armas fundidas que entregaron las extintas FARC-EP.

 

Este coro es formado en el Centro Filarmónico de La Paz y la iniciativa la lidera la Orquesta Filarmónica de Bogotá (OFB) con la ayuda de la Misión de Verificación de Naciones Unidas y la Fundación Ford.

«Se trata de una apuesta por la paz y de futuro, dos temas en los que se insiste en las actividades de las diferentes agrupaciones de la orquesta», señaló David García, director general de la OFB.

Para el acto de lanzamiento hizo presencia la alcaldesa Claudia López, quien habló de la importancia de apostarle a la paz en Colombia y resaltó el papel de la niñez en la capital. «Bogotá se propuso ser epicentro de paz y reconciliación. Para mí es un tema del alma. La única razón por la que decidí dejar una vida académica más tranquila fue porque sabía que construir paz era un propósito indispensable, pero difícil», expresó.

Durante el evento, el Coro de Hijas e Hijos de la Paz interpretó cuatro canciones, que fueron el cierre del nacimiento de un nuevo capítulo de la paz en Colombia y se construye desde el arte. Se espera que más adelante se haga una orquesta con hijos e hijas de excombatientes y que más integrantes se unan a este nuevo grupo.

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*Foto: Orquesta Filarmónica de Bogotá

Duque viaja a Nueva York para mostrar los «éxitos» de su política de paz

El Presidente Iván Duque inicia este domingo una visita de trabajo de tres días  a Nueva York, donde intervendrá ante el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), y presentará un balance de lo que considera grandes avances en la implementación de la política de la Paz con Legalidad durante su Gobierno.

Es la primera vez que el Mandatario colombiano interviene ante el Consejo de Seguridad de la ONU, órgano que está conformado por 15 países, que tiene como misión mantener la seguridad y la paz en el mundo y cuya Presidencia ha sido asumida por el Reino Unido para el periodo del mes de abril de 2022.

 

El Consejo de Seguridad de la ONU estableció la Misión de Verificación de las Naciones Unidas en Colombia, cuyo mandato fue prorrogado hasta el 31 de octubre de 2022.

La agenda del Mandatario en la ONU incluye también una reunión con el Secretario General de Naciones Unidas, António Guterres; un encuentro con el Presidente del Consejo de Seguridad, Lord Ahmad de Wimbledon, del Reino Unido, y una reunión con el Director Global del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), Achim Steiner.

Igualmente, también en la sede de las Naciones Unidas, el Presidente Duque participará en el Foro ‘Paz con Legalidad: La Hoja de Ruta para la Implementación’ e intervendrá en la sesión de la Comisión de Consolidación de la Paz en la ONU.

Además, el Gobierno Nacional presentará el legado transformacional que deja la administración del Presidente Duque en materia de equidad de género y en el tema de la agenda de Mujeres, Paz y Seguridad, que pasó de ser una política de gobierno para consolidarse en una política de Estado.

El viaje de Duque a Nueva York se da en medio de los fuertes cuestionamientos al Ejército por el operativo en Puerto Leguízamo (Putumayo), donde fueron asesinados civiles que fueron presentados como miembos de las disidencias de las Farc.

La política agraria que desprecia Duque

El Preámbulo del Acuerdo Final para la Terminación del Conflicto y la Construcción de una Paz Estable y Duradera de 2016 nos recuerda su razón de ser a juicio del Gobierno Nacional, “las transformaciones que habrá de alcanzarse al implementar el presente Acuerdo deben contribuir a reversar los efectos del conflicto y a cambiar las condiciones que han facilitado la persistencia de la violencia en el territorio”. A juicio de las FARC-EP “dichas transformaciones deben contribuir a solucionar las causas históricas del conflicto, como la cuestión no resuelta de la propiedad sobre la tierra y particularmente su concentración, la exclusión del campesinado y el atraso de las comunidades rurales, que afecta especialmente a las mujeres, niñas y niños”. Por ello, su inclusión y priorización en el Punto 1, “Hacia un Nuevo Campo Colombiano: Reforma Rural Integral”. Esto es, la política agraria como un mínimo de justicia al campesinado colombiano para consolidar la paz y la democracia en el país.

De acuerdo con un análisis de Oxfam del último censo agrario oficial en Colombia – hecho en 2014, primera actualización en 45 años- nuestro país ha concentrado en muy pocas manos la tierra desde la independencia. El 1% de las explotaciones agrícolas de mayor tamaño ocupa el más de 80% de la tierra en Colombia. A su vez, las explotaciones menores a 10 hectáreas representan el 81% del total de explotaciones, pero no llegan a ocupar ni el 5% del área total. Razón por la cual Colombia es uno de los países con mayor concentración de tierra en América Latina y el mundo.

 

Esta inequidad extrema ha sido uno de los principales factores de conflictividad social en el país. Todos lo sabemos. No es el Acuerdo de Paz de 2016 el primero esfuerzo para hacer frente a este problema estructural.

El gobierno de Alberto Lleras Camargo (1958-1962), a través de la Ley 135 de 1961, adoptó una reforma agraria redistributiva, con la entrega de baldíos o tierras de propiedad de la Nación a los campesinos y alguna expropiación de latifundios improductivos. El presidente Carlos Lleras Restrepo (1966-1970), hizo de la reforma agraria uno de los ejes de su estrategia de desarrollo, pensando que la entrega de tierra al campesinado no sólo incrementaría su nivel de vida sino que además fortalecería el mercado interno y el desarrollo industrial.

Se fortaleció así la institucionalidad responsable de implementar la reforma, especialmente el Instituto Colombiano de la Reforma Agraria, INCORA. Se vio en el campesinado no a un enemigo sino a un aliado del Estado y de sus políticas, por lo que estimuló su organización con la creación de la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos, ANUC. Los avances se tradujeron en adjudicación de tierras, créditos a campesinos y creación de algunos distritos de riego.

Pero estos esfuerzos provocaron la resistencia de la élite terrateniente que, con la Ley 4 de 1973, abandonó la reforma agraria y la sustituyó por un modelo de desarrollo rural fundado en la modernización de la gran propiedad. Este modelo, que recogió el Pacto de Chicoral, dividió al movimiento campesino y radicalizó a algunos sectores que impulsaron tomas de tierras para acelerar la reforma agraria. Las tomas de tierras y las protestas campesinas aumentaron en esos años pero fueron violentamente reprimidas, a través de detenciones y asesinatos de muchos de sus líderes.

Fue así que Colombia desperdició la oportunidad no solamente de satisfacer los justos reclamos campesinos por la tierra y de lograr un desarrollo más incluyente, sino también de profundizar la democracia y evitar décadas de conflicto armado y violencia. Una situación muy parecida a la que estamos viviendo hoy con la resistencia de élites semejantes a la reforma rural del Acuerdo de Paz.

El presidente Duque recibió un país con un Acuerdo de Paz y con índices de violencia política reducidos, pero lo devuelve en guerra

 

Esta resistencia de la élite se refleja en lo hecho y lo no hecho por parte del gobierno de Duque. Desde el inicio de su mandato, la implementación de la Reforma Rural Integral del Acuerdo de Paz ha sido precaria.

Por ejemplo, se ha recortado fondos en el Presupuesto de la Nación destinados a la Agencia Nacional de Tierras, ANT. Esta entidad clave sufrió una reducción abrupta del 25,5% para la vigencia 2020 (ley 2008 del 27 de diciembre de 2019) que se mantuvo en el presupuesto de 2021 (ley 2063 del 28 de noviembre de 2020). Para 2022 (ley 2159 del 12 de noviembre de 2021), hay un ligero pero insuficiente incremento.

El punto 1 del Acuerdo incluye los Planes de Ordenamiento Social de la Propiedad Rural y el Fondo Nacional de Tierras como un nuevo intento para democratizar el acceso a la tierra en Colombia. Este último se pensó como el principal mecanismo para distribuir la tierra, con el cual se propuso a adjudicar 3 millones de hectáreas de baldíos de la nación a campesinos sin acceso o con poco acceso a la tierra, al mismo tiempo que pretende formalizar 7 millones de hectáreas más. Pero acorde al último informe de la Contraloría sobre el cumplimiento de las metas del componente para la paz del Plan Plurianual de Inversiones, solo se ha avanzado en un 4% en la meta trazada de entrega de hectáreas a través del Fondo de Nacional Tierras.

A lo anterior se suma el poco progreso en la actualización catastral a través del catastro multipropósito y las fallas de funcionamiento de la jurisdicción agraria, que también alertan sobre el futuro de la Reforma Rural Integral.

Es una verdad inescapable que la desigualdad en el acceso a la tierra es el caldo de cultivo que ha mantenido la conflictividad social en nuestro país por décadas. Si aspiramos a un tránsito a una sociedad más justa y pacífica, debemos movilizar todos los recursos fiscales y políticos disponibles, para lograr avanzar en esta materia.

El presidente Duque recibió un país con un Acuerdo de Paz y con índices de violencia política reducidos, pero lo devuelve en guerra: comunidades asediadas por grupos armados, desplazamientos forzados, masacres, asesinatos de líderes sociales y firmantes del acuerdo de paz, incluso por parte de la fuerza pública. No hay seguridad para quienes han dejado las armas ni solución al conflicto por la tierra que alimenta la guerra.

Estamos en una situación crítica. No debemos olvidar el fracaso del Pacto de Chicoral. Hay que seguir defendiendo la reforma rural a través de la implementación del Acuerdo de Paz.

No a la aspersión con glifosato. Sí al acuerdo de paz.

La Corte Constitucional mediante T-413 de 29 de noviembre de 2021, divulgada ampliamente el 19 de enero de 2022, dejó sin efecto el Plan de Manejo Ambiental, PMA, que expidió la Agencia Nacional de Licencias Ambientales, ANLA, sobre el uso del glifosato para erradicar los cultivos ilícitos de coca que existen en el país.

El alto tribunal confirmó la decisión de tutela de segunda instancia proferida por el Tribunal Administrativo de Nariño, en julio de 2020, que protegió los derechos de las comunidades al debido proceso, participación, consulta previa y acceso a la información.

 

La decisión obedeció a una acción de tutela que presentaron organizaciones de derechos humanos y ambientales, por vulnerar derechos fundamentales de las comunidades indígenas, negras, raizales y palenqueras ubicadas en seis núcleos de 14 departamentos y 104 municipios, escogidos por el gobierno de Iván Duque para realizar las aspersiones con glifosato.

Alegaron los accionantes que en los municipios donde residen las comunidades no tienen una buena conexión a internet que les facilite la participación adecuada a través de los canales virtuales dispuestos por la ANLA. Para ello, trajeron a colación información del Departamento Administrativo Nacional de Estadística, DANE, según la cual, en el país solo el 52.7% de los colombianos tiene conexión a internet, y de esa cifra, únicamente el 16,2% tiene conexión en centros poblados y rural disperso.

¿Qué tumbó la Corte? Dejó sin efectos la Resolución 0095 de 30 marzo de 2020 del Ministerio del Interior, que determinó que no procedía la consulta previa con comunidades afectadas para la modificación del PMA; la Resolución 0694 del 14 de abril de 2021 de la ANLA, que contemplaba trámites para realizar reuniones informativas y audiencias semipresenciales sobre el retorno del glifosato por desconocer el derecho a la participación de las comunidades, y con la cual la ANLA dio su visto bueno al PMA que presentó la Policía Nacional del Programa de Erradicación de Cultivos Ilícitos mediante aspersión aérea con glifosato, PECIG; y la Resolución 001 de 2020 del Ministerio del Interior que certificó la no presencia de comunidades étnicas en las áreas de influencia definidas para el programa.

¿Qué concluyó la Corte? Que no es cierto que en los 14 departamentos y 104 municipios en los que está pensado el plan no haya comunidades, como dijo el Ministerio del Interior, teniendo en cuenta que la ANLA determinó que existen coincidencias geográficas entre los núcleos operativos de San José, Tumaco, Caucasia y Condoto con algunos resguardos indígenas y territorios colectivos de comunidades negras.

Que «la autoridad ambiental no podía tomar una decisión acerca de la modificación del PMA del PECIG sin que antes se realizara el proceso de consulta previa a todas las comunidades étnicas susceptibles de verse afectadas con la actividad de aspersión, teniendo en cuenta que ella misma advirtió traslapes parciales entre esos grupos y las áreas de influencia del proyecto».

Y que la garantía del derecho a la consulta previa no puede postergarse hasta la eventual verificación que se haga en los Plan de Manejo Ambiental Específico, PMAE. La vulneración evidenciada del mencionado derecho fundamental requiere del juez constitucional acciones de protección inmediatas e inaplazables, premisa esencial de la acción de tutela.

¿Que ordenó la Corte? A la ANLA, al Ministerio del Interior y a la Policía Nacional que, en el término de un año, prorrogable hasta por seis meses más, «adelanten un proceso de consulta previa con las comunidades étnicas que tienen presencia en cada uno de los seis núcleos de operación definidos para la modificación del PMA del PECIG, que abarcan un total de 104 municipios en 14 departamentos» y, a la ANLA que, en el marco del trámite administrativo de modificación del PMA del PECIG, programe nuevamente la realización de las reuniones informativas y la audiencia pública ambiental.

¿Qué les recordó la Corte? A la ANLA, al Ministerio de Defensa, a la Policía Nacional, a la Dirección de Antinarcóticos y a la Dirección de la Autoridad Nacional de Consulta Previa del Ministerio del Interior, que cualquier decisión administrativa sobre la actividad de aspersión debe considerar y acatar los parámetros constitucionales definidos por la Corte Constitucional en la Sentencia T-236 de 2017, especialmente aquellos relacionados con la aplicación del principio de precaución.

El 19 de enero la abogada Rosa María Mateus del Colectivo de Abogados José Alvear Restrepo, saludó la decisión de la Corte por reconocer que las audiencias virtuales para abordar el uso del químico en el territorio “no son el medio idóneo para garantizar la participación de todas las comunidades”, puesto que no todas la personas cuentan con medios tecnológicos para conectarse y exponer los riesgos del uso del glifosato.

El 25 de enero el presidente Iván Duque se refirió a la aspersión con glifosato insistiendo en la necesidad de su uso para combatir el narcotráfico, y como ha sido su práctica, atacó a las cortes diciendo que “no podemos seguir viendo un aparato judicial que limita constantemente la capacidad de enfrentar este fenómeno”. Alegó que detrás de los crímenes y el asesinato de líderes sociales están los grupos armados organizados que se nutren del narcotráfico y están asesinando a personas en proceso de reincorporación.

Demasiado simplista la argumentación del señor Duque al descargar la responsabilidad así. El Estado tiene en sus manos una estrategia para solucionar el problema de cultivos ilícitos sin violar los derechos de las comunidades afectadas. Se llama el capítulo 4 del acuerdo de paz de 2016, el cual Duque y su gobierno se han negado a implementar. La insistencia del gobierno en retomar la aspersión con glifosato, táctica fracasada en el pasado, ha sido simultáneamente un desafío frontal a las cortes colombianas y un esfuerzo de socavar al acuerdo de paz. Ni hablar de la responsabilidad del Estado por acción y omisión de los crímenes contra lideres sociales, ex combatientes y los defensores de derechos humanos.

Si el interés del gobierno de Duque de acabar con los cultivos ilícitos fuera serio, debiera ocuparse de la problemática social y económica de los 104 municipios ubicados en 14 departamentos del país. Como fue constatado por la policía en las visitas previas que hizo a esas zonas rurales, las comunidades carecen de adecuados servicios sociales, de saneamiento básico, y de energía y vías de acceso. Según cita la sentencia, los cultivos ilícitos son considerados como la única fuente de empleo e ingresos para dichos habitantes rurales. El problema no es que las cortes protegen los derechos de los ciudadanos colombianos. El problema es que al gobierno no le da la gana invertir el tiempo, esfuerzo y dinero necesario para enfrentar un problema estructural que ha existido por décadas. Es decir, el gobierno se niega a implementar el acuerdo de paz.

Las órdenes precisas de la Corte en beneficio de los excombatientes

En las últimas horas la Corte Constitucional declaró el Estado de Cosas Inconstitucional y ordenó al Gobierno garantizar la seguridad de los excombatientes de las extintas Farc.

La decisión se produjo al fallar varias tutelas que estaban en revisión en el alto tribunal interpuestas por ex combatientes de las Farc de Guaviare y Nariño, quienes argumentaron que sus vidas corren peligro y las medidas del Gobierno han sido insuficientes por la amenaza en que viven de grupos armados.

 

La decisión obliga al gobierno a adoptar una serie de medidas urgentes para garantizar la seguridad de los firmantes del Acuerdo de Paz, entre las que se destacan:

  • La Unidad Nacional de Protección tiene cuatro meses para reevaluar el riesgo que tienen los firmantes de paz e integrantes del partido Comunes, priorizando los esquemas de protección colectiva de los Antiguos Espacios Territoriales de Reincorporación para mantenerlos o fortalecerlos.
  • El Gobierno Nacional deberá adoptar las medidas que hagan cumplir las garantías de seguridad establecidas en el acuerdo de paz, para facilitar la reincorporación efectiva y pronta a la vida civil de los desmovilizados y sus familias.
  • Se deben priorizar las regiones afectadas por grupos armados y la ausencia del Estado, que según un informe de la ONU son 25 municipios ubicados en Antioquia, Cauca, Caquetá, Guaviare, Meta, Nariño, Norte de Santander, Putumayo y Valle del Cauca.
  • El Ministerio del Interior y la Alta Consejería para la Estabilización y Consolidación deberán en dos meses adoptar “medidas concretas para garantizar la articulación entre los PDTS y los programas de sustitución de desarrollo alternativo que a nivel municipal se han venido ejecutando de manera asincrónicamente frente a la estrategia de seguridad”.
  • La Defensoría del Pueblo tendrá un mes para entregar a la JEP y a la Fiscalía General un informe actualizado sobre las alertas tempranas sobre los ex Farc, para que de esta manera se siga avanzando en la investigación de los crímenes en contra de estas personas.
  • La Procuraduría General deberá adoptar, por su parte, un mecanismo de vigilancia para el cumplimiento de la sentencia. Es así que la Corte asumirá, a través de una sala especial de seguimiento, el cumplimiento de las órdenes emitidas con el propósito de superar el Estado Cosas Inconstitucional.

La ponencia de la magistrada Cristina Pardo fue acogida por 5 magistrados y cuatro estuvieron en desacuerdo de declarar el estado de cosas inconstitucional.

Cinco años de impunidad

Bajo la premisa de una nueva era – la era del posconflicto –, se firmó hace cinco años el acuerdo de Paz, o de impunidad, cuyos resultados parecen alejarse cada vez más de la perspectiva de una paz real y duradera.

Las Farc era la principal organización del narcotráfico en Colombia, y con el acuerdo se creó el falso discurso de que este problema se reduciría notablemente; por el contrario, el problema recrudeció y nuevos grupos subversivos han ido ocupando estos territorios que históricamente fueron dominados por las Farc, y ahora son el campo de una batalla encarnizada que disputa por las rutas de la droga. Estas redes han avanzado, han desangrado comunidades enteras, y han asesinado a líderes sociales.

 

Los organismos nacionales e internacionales, responsables de ejecutar políticas, planes y estrategias en relación con el problema de las drogas, (UNODC, FIP, JIFE). Concuerdan en que en el 2013, justo cuando iniciaron las negociaciones de Paz con las Farc, se observa un aumento constante en la siembra de cultivos ilícitos que alcanzó un máximo histórico, niveles récord en los cultivos de coca y el potencial de producción de cocaína en el 2017; año en que superaron las 200.000 hectáreas. Sin embargo, es un indicador insuficiente para comprender la verdadera dinámica y el impacto, son zonas caracterizadas por bajos niveles de presencia efectiva del Estado, altos niveles de inserción a la economía ilegal, territorios marginados en que las reglas del juego nada tienen que ver con la ley.

Después de que las Farc salieran de ciertas zonas las condiciones de esos territorios no cambiaron. Esto se debe en parte, a que el Estado no ha sido capaz de dar una respuesta articulada que conectara ‘seguridad y desarrollo’. Los colombianos han estado financiando un acuerdo de paz búmeran, que no aportó al problema del narcotráfico, a los problemas de violencia en esos territorios, a reducir sus economías ilegales, y que ha sido incapaz de efectuar algún grado de institucionalidad en esa Colombia… Por el contrario, en un hecho excepcional, se modificó la Constitución para darles impunidad, reconocimiento, y voz en el poder legislativo, a responsables de crímenes de guerra y lesa humanidad.

Después de cinco años las Farc continúan reclamando cínicamente que se les cumpla con todos los puntos pactados. Una estrategia para pasar de victimarios a víctimas. El presidente Iván Duque ha sido un garante de los acuerdos de paz, a pesar de que fue elegido por las banderas del NO en el plebiscito. La izquierda no lo reconoce, pero su gobierno ha invertido más de 30 billones de pesos en un acuerdo claramente ilegítimo para miles de colombianos. Hay que reconocerlo, no se le puede tildar al gobierno de Iván Duque como uno que le dio la espalda a la llamada Paz. Han sido las Farc quienes ni siquiera han entregado las rutas del narcotráfico.

Qué decir de la Justicia Especial para la Paz que en más de tres años de funcionamiento no ha emitido la primera sentencia condenatoria contra las Farc. Organismo que inició con un presupuesto de más de 100 mil millones de pesos, y que hasta la fecha ha superado los 300 mil millones anuales, pero que aún no ha dado ni un solo resultado. La JEP del despilfarro. Tal como lo reconoció el mismo Timochenko, es un tribunal diseñado para las Farc. El país continúa esperando justicia para las víctimas.