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Confidencial Noticias 2025

Etiqueta: Cambio climático

Cambio Climático está acabando con el encanto de una isla

Casi una cuarta parte de los glaciares de uno de los últimos ecosistemas prístinos del mundo se han derretido debido al cambio climático, según una nueva investigación de la Universidad de Monash.

Se trata de la remota Isla Heard, una isla subantártica y territorio externo australiano al sur del Oceáno Índico a unos 4.100 kilómetros al suroeste de Perth.

 

La investigación, realizada por la Universidad de Monash, y publicada en la revista The Cryosphere, reveló que aproximadamente 64 kilómetros cuadrados, o el 23,1 %, del paisaje helado se han perdido desde 1947.

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El Dr. Levan Tielidze, investigador del SAEF (Securing Antarctica’s Environmental Future) en la Escuela de Tierra, Atmósfera y Medio Ambiente de Monash, afirmó que, a pesar de su ubicación, estudiar este entorno remoto puede revelarnos mucho sobre cómo se enfrenta el resto de nuestro planeta al cambio climático.

La isla más remota de la Tierra

«Estos hallazgos son un indicador del cambio en nuestro sistema climático global», afirmó en un comunicado el Dr. Tielidze. Si bien la Isla Heard es prácticamente la más remota de la Tierra, ha sufrido profundas consecuencias del calentamiento climático, que se debe casi con certeza al aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero en los siglos XX y XXI.

La ubicación de la isla en el Océano Antártico la convierte en un elemento clave del sistema climático global y un indicador importante de la salud del planeta, por lo que los cambios que observamos presentan un panorama muy claro y preocupante.

Dado que gran parte de la Isla Heard ha sido poco estudiada debido a las dificultades para llegar y atravesar el terreno remoto, los investigadores de Monash utilizaron mapas topográficos de 1947 e imágenes satelitales de plataformas de observación terrestre históricas y actuales para estudiar la isla.

El inventario de glaciares resultante cataloga 29 glaciares, trazando sus contornos en 1947, 1988 y 2019.

También documenta características morfológicas clave, como el área, la pendiente, la orientación y la elevación, lo que proporciona datos para estimar el balance de masa, el volumen glaciar, la velocidad superficial y el impacto de la actividad volcánica. y otros desechos superficiales.

Los investigadores esperan profundizar en este trabajo durante una visita planificada a la Isla Heard con el Programa Antártico Australiano a finales de este año para estudiar cómo el retroceso de los glaciares amenaza la biodiversidad de las montañas.

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El profesor Andrew Mackintosh, director de la Escuela de Tierra, Atmósfera y Medio Ambiente de Monash e investigador principal del SAEF, afirmó que el equipo utilizará modelos informáticos para predecir cómo responderán los glaciares de la isla al calentamiento global.

«Exploraremos dos posibles futuros: uno en el que se tomen medidas contundentes para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, y otro en el que se haga poco y las emisiones se mantengan como de costumbre», declaró el profesor Mackintosh.

«Aunque este mapeo muestra un marcado retroceso de los glaciares y que una mayor pérdida de hielo es inevitable, la conservación de los glaciares o la pérdida total de la mayor parte de ellos dependerá de la actividad humana y de la trayectoria que sigamos para las emisiones de gases de efecto invernadero.

«También podría marcar la diferencia entre un futuro en el que la biodiversidad se vea devastada o uno en el que se conserven partes clave».

La Isla Heard es Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO y se encuentra a unos 1700 kilómetros al norte de la Antártida.

Está cubierta de hielo en un 61 % y dominada por un volcán activo, el Big Ben, con una altura oficial de 2745 metros, aunque estudios recientes sugieren que ha superado los 2800 metros.

La isla acaparó titulares recientemente cuando el presidente estadounidense Donald Trump impuso un arancel del 10 % sobre ella y la cercana isla McDonald, a pesar de que no se registran operaciones comerciales ni visitas humanas desde 2016.

Migración climática: una crisis silenciosa que toma fuerza en América Latina

Una de las realidades más desafiantes que enfrenta la humanidad es el cambio climático, y América Latina se encuentra entre las regiones más vulnerables debido a su limitada capacidad de adaptación y respuesta.

Lo que antes eran relatos lejanos de sequías o inundaciones hoy son historias cotidianas. Familias enteras empacan lo poco que les queda, niños dejan las escuelas porque ya no hay agua y comunidades ancestrales desaparecen del mapa tras un huracán o el desecamiento de un río. La migración climática ya está aquí y, sin embargo, seguimos tratándola como un problema del futuro.

 

Las cifras son cada vez más alarmantes y, en muchos casos, ignoradas. El Banco Mundial estima que, para 2050, 17 millones de latinoamericanos podrían verse forzados a desplazarse dentro de sus países debido a causas climáticas. Pero los desplazados están más cerca de lo que imaginamos: son los campesinos del Corredor Seco Centroamericano, donde las cosechas se han reducido a la mitad en la última década; son los pescadores de Chiloé, en Chile, cuyas playas desaparecen por la erosión costera; y son los indígenas Wayúu en La Guajira, quienes caminan días en busca de un pozo de agua.

En 2020, los huracanes Eta e Iota no solo arrasaron pueblos enteros en Honduras y Nicaragua, sino que también dejaron una lección sobre lo repentino y devastador del cambio climático. Medio millón de personas quedaron desplazadas, muchas de ellas hacinadas en ciudades que ya no pueden absorber más población, exacerbando sus problemas ambientales, sociales, políticos y económicos.

Uno de los puntos más críticos de esta crisis es la falta de reconocimiento legal para los migrantes climáticos. Actualmente, no existe una figura de protección internacional para quienes se ven obligados a huir debido a desastres ambientales. A diferencia de los refugiados políticos, los desplazados climáticos carecen de un estatus legal que les garantice derechos y asistencia. Mientras Europa debate acuerdos para reubicar a afectados por desastres naturales, en América Latina el tema sigue sin claridad ni precisión. ¿Cuántos gobiernos han incorporado el desplazamiento climático en sus políticas migratorias? Casi ninguno.

Aún más preocupante es la falta de preparación de las ciudades para recibir a estos migrantes. América Latina enfrenta un problema que crece más rápido que su capacidad urbana: el 30% de su población ya vive en asentamientos precarios (ONU-Hábitat, 2023), y cada año llegan miles más, empujados por sequías, inundaciones y huracanes.

Las cifras hablan por sí solas: Lima, una ciudad desértica, recibe 40,000 migrantes climáticos anuales, mientras el 40% de su población lucha por acceder al agua (INEI, 2023). Bogotá enfrenta la presión de 1.2 millones de desplazados y un déficit de 320,000 viviendas (ACNUR, 2023). Ciudad de México, por su parte, se hunde mientras absorbe a campesinos de zonas secas, extrayendo el 60% de su agua de fuentes sobreexplotadas (UNAM, 2023).

El resultado es un cóctel explosivo: el 80% de estos migrantes termina en barrios marginales, el 25% de sus jóvenes es reclutado por pandillas y el 60% de los conflictos sociales están relacionados con la escasez de recursos. Las ciudades latinoamericanas no están esperando el impacto climático: ya lo están pagando. La pregunta es cuánto más podrán resistir.

Es urgente tomar medidas. Se necesitan procesos de reconocimiento legal para la protección temporal de los desplazados climáticos, fondos dirigidos a la adaptación, la prevención y la gestión del riesgo, así como políticas que prioricen los derechos humanos de quienes han perdido sus hogares debido al clima.

América Latina tiene una elección: actuar ahora con políticas claras o esperar a que la crisis climática se convierta en la mayor catástrofe humanitaria de nuestra región. El momento de decidir es hoy.

Por: Angie Tatiana Ortega Ramírez, docente del programa de Ingeniería Química de la Universidad de América

Este cuento no es woke

El expresidente Donald Trump, en su primer lunes de regreso a la Casa Blanca, emitió una serie de órdenes ejecutivas que revierten las políticas climáticas de la administración Biden y ordenan a las agencias federales acelerar la concesión de permisos energéticos. Entre ellas, una disposición clave instruye a las agencias a eliminar los cálculos del “costo social del carbono” en todas las decisiones regulatorias y de permisos federales.

“El cálculo del ‘costo social del carbono’ está marcado por deficiencias lógicas, una base científica empírica pobre, politización y la ausencia de un fundamento en la legislación”, establece la orden. “Su abuso retrasa arbitrariamente decisiones regulatorias y, al hacer que la economía de los Estados Unidos no sea competitiva a nivel internacional, fomenta un mayor impacto humano sobre el medio ambiente al otorgar a los productores extranjeros de energía menos eficientes una mayor participación en el mercado global de energía y recursos naturales”. (AIP, 23 de enero de 2025)

 

Durante su campaña, Trump atacó con vehemencia las políticas climáticas, vinculándolas con el movimiento woke, un término cuyo origen se encuentra en las comunidades negras de EE.UU. Originalmente, woke (de wake up, «despertar») describía a personas conscientes de las injusticias sociales y raciales. Por su parte, el Oxford English Dictionary incorporó el término en 2016 con la definición:

Alerta ante la injusticia en la sociedad, especialmente el racismo.

Sin embargo, en la actualidad, la palabra se ha politizado y en muchos contextos es utilizada con connotaciones negativas. Según el mismo diccionario:

Esta palabra a menudo se usa con desaprobación por parte de personas que consideran que otros se ofenden con demasiada facilidad por estos temas o los discuten en exceso sin lograr cambios significativos.

En EE.UU., donde la polarización en torno al término es más marcada, sectores conservadores culpan al woke de la corrección política (la tendencia a evitar expresiones consideradas ofensivas o excluyentes) y de la cultura de la cancelación, en la que figuras públicas pierden oportunidades tras controversias políticas o acusaciones de conducta indebida.

¿Qué relación existe entre el woke y el cambio climático?

Omitir u olvidar los objetivos ecológicos y éticos puede ya no ser bien visto. Adoptar metas de sostenibilidad, comprometerse con la descarbonización y electrificación del transporte se ha convertido en parte del ideario woke. Sin embargo, este fenómeno va más allá de una supuesta “corrección política”.

¿Los activistas han llevado demasiado lejos el debate sobre la sostenibilidad? ¿O la crítica ambiental y ética a las corporaciones es legítima y necesaria?

Según Micha Narberhaus (Medium), en el libro Diversifying Power, la experta en energía Jennie Stephens sostiene que la clave para abordar eficazmente la crisis climática es diversificar el liderazgo para que las prioridades antirracistas y feministas sean centrales.

En este sentido, organizaciones ambientales como Friends of the Earth han adoptado este mensaje. Por ejemplo, la cuenta en X (antes Twitter) de Friends of the Earth International expresó su apoyo a Black Lives Matter, incluyendo el hashtag #DefundPolice. Esto refleja el vínculo entre movimientos antirracistas y la lucha contra el cambio climático.

La intención detrás de esto parece ser construir un movimiento más amplio y poderoso, integrando múltiples causas en una lucha común. Pero ¿ha sido efectiva esta estrategia? ¿Se ha consolidado un movimiento internacional?

El cambio climático como parte de la reacción anti-woke

Si el cambio climático se volvió parte de la agenda woke, la respuesta anti-woke no tardó en llegar.

Es hora de despertar y tomar conciencia del woke, un movimiento fanático que se apodera del mundo gritando ‘somos mejores que ustedes’, de la misma manera que los nazis decían a los judíos ‘somos superiores a ustedes’. (Ravi Shankar, 16 de noviembre de 2024, The Indian Express)

Shankar continúa señalando que woke es una amalgama de justicia racial, derechos LGBTQ+, islamofobia, política de identidad y cultura de cancelación izquierdista. En su opinión, la palabra más “bacteriana” del día es “sostenibilidad”, un concepto noble en esencia, pero lleno de contradicciones en su aplicación.

Este rechazo ha impactado directamente en la inversión ESG (Environmental, Social, and Governance). Un ejemplo es la decisión del fondo de inversión Texas Schools de retirar más de 8.000 millones de dólares de BlackRock, en respuesta a una ley estatal “anti-woke” de 2022 contra la inversión ESG.

Hasta hace unos años, el acrónimo ESG era una etiqueta técnica. Hoy, en ciertos sectores, se ha convertido en un símbolo de la guerra cultural. Para algunos conservadores, la desinversión en combustibles fósiles impulsada por gestores como BlackRock no es una estrategia ambiental, sino un ataque ideológico contra la industria energética tradicional.

¿Woke vs. Anti-Woke es realmente el debate?

Vivimos en una era donde los datos lo son todo (Infocracia, Byung-Chul Han). Sin embargo, lejos de generar un debate informado, la polarización en redes sociales ha convertido la interacción entre personas, en cámaras de eco donde el disenso se cancela. En este sentido, el cambio climático no ha escapado a esta dinámica. En lugar de discusiones fundamentadas, el tema se ha reducido a un enfrentamiento pasional y vacío donde, claramente, el perdedor es el planeta y las acciones necesarias para protegerlo.

¿Cuál es la solución?

Más que debatir si la lucha contra el cambio climático pertenece a la agenda woke o no, es fundamental tomar distancia y analizar cómo llegamos a este punto de confrontación estéril, donde el otro es automáticamente invalidado sin importar la solidez de sus argumentos.

En los últimos años, incluso verdades científicas ampliamente aceptadas han sido cuestionadas, como si la Tierra es plana o redonda. ¿Por qué hemos llegado a dudar de lo evidente? ¿Es una elección propia o el resultado de la manipulación mediática y algorítmica?

Antes de entrar en una guerra ideológica, es crucial reflexionar: ¿vale la pena destruir un argumento solo porque proviene del lado opuesto del espectro político? ¿O debemos evaluar su validez en función de la evidencia científica e histórica?

En un mundo amenazado por el cambio climático, la prioridad debería ser la acción basada en hechos, no la retórica partidista.

La civilización no tiene necesidad de nobleza ni de heroísmo. Estas cosas son síntomas de ineficiencia política. En una sociedad adecuadamente organizada como la nuestra, nadie tiene oportunidades de comportarse noble o heroicamente. Un mundo feliz,  Aldous Huxley.

Juan Camilo Clavijo

Falacias climáticas

Una falacia es una idea argumentativa que sirve para soportar una afirmación o una negación sobre algo. El sustento de la falacia parece válido y convincente, pero en realidad es engañoso, erróneo y desdice de la realidad. En otras palabras, detrás de cada falacia hay una mentira como consecuencia de un error en la forma como se razona, el cual puede ser intencional o resultado de ignorancia o desconocimiento. Ejemplo de una falacia de la argumentación, sería afirmar que tomar agua puede atraer pinchazos de mosquitos, porque en una experiencia previa la persona fue pinchada mientras tomaba un vaso de agua.

Las falacias han existido desde que existe el lenguaje y los seres humanos se comunican por medio de la palabra, ya sea oral o escrita. Las falacias son utilizadas para trazar acciones a nivel mundial y políticas de Estado represivas que dejan estelas de terror. La falacia más célebre es la denominada “El cambio climático”, que fue precedida por la falacia denominada “El calentamiento global”, mentiras que se argumentan con datos científicos cuantitativos que se utilizan según la conveniencia. Los índices de contaminación de los ríos van en alza y se destruyen ecosistemas, es a penas natural y propio de la vida. Todo lo que esté vivo tiene ciclos y no permanece para siempre; la extinción y modificación son propias de los seres vivos. El Planeta Tierra no era igual a como lo es hoy, hace 20.000 años, o como lo era en el Siglo XVII, se ha transformado de manera consecuente en la medida que la huella humana va en aumento.

 

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El cambio climático es una falacia que ha encontrado defensores oficiosos para promover una agenda política y económica, como la famosa Agenda 2030 que, forma parte de una serie de acciones globalistas que pretender homogeneizar el mundo, de tal manera que toda acción sea vista con efecto general, para atribuir responsabilidades. Verbo y gracia, es tan falaz, que se impide el desarrollo de los países amazónicos so pretexto de conservar el ecosistema amazónico, y en contraprestación los países desarrollados siguen aumentando su producción y producción de gases de efecto invernadero y para ello emiten bonos verdes para conservar la Amazonía, cuyos dineros terminarán empleando los estados amazónicos para pagar productos fabricados mediante procesos contaminantes de los países desarrollados.

En otras palabras, los estados desarrollados con su doble moral seguirán desarrollándose pero trasladarán la obligación de no contaminar jamás a los países subdesarrollados, para que sigan siendo subdesarrollados, mientras los estados desarrollados contaminan cada vez “menos” justificados por el pago de tasas verdes. En otras palabras, se puede contaminar siempre y cuando se pague por ello. Ese tipo de falacias climáticas, son vendidas por grupos de interés que hacen de ello su modus vivendi. No en vano, personajillos como la sueca Greta Thunberg (2003) han construido un discurso de odio proambientalista. Si desaparecieron los dinosaurios y los neardentales, por qué otras especies como la humana no pueden desaparecer.

La naturaleza se transforma, nada permanece para siempre, pretender lo contrario es negar el sentido de la existencia. Negar la economía extractivista so pretexto de proteger la vida, es una falacia, no en vano, gracias a la riqueza producida por el extractivismo hay bienestar para individuos y comunidades; gracias a la economía extractivista los humanos no se transportan a pie, no se sientan en el suelo y no se comunican a gritos. Es importante el imperativo categórico enunciado por Hans Jonas (1903-1993), actuar responsablemente frente a los demás y a las generaciones futuras, pero también es importante sopesar y entender que, el futuro no existe, sólo existe el presente que es finito y constante. Es el ahora dónde se debe actuar, no se puede pensar en riqueza para las naciones regresando a épocas primitivas, negando el cemento y argumentando que la vida se conserva al conservar el ambiente. El sentido de la vida es transformarse para morir. El futuro es el presente eterno.

León SandovalFerreira

La lucha contra la crisis climática es cosa de ricos

Donald Trump
 «El concepto de calentamiento global fue creado por y para los chinos para hacer que la manufactura estadounidense no sea competitiva.» — (Tweet de 2012)
«El aire y el agua de Estados Unidos son los más limpios que jamás hemos tenido. No permitiremos que unos ambientalistas radicales destruyan nuestra economía con sus exageraciones sobre el cambio climático.» — (Declaraciones durante su presidencia, 2019)

Jair Bolsonaro
«Es una falacia decir que la Amazonía es el pulmón del mundo. La deforestación no existe como la están pintando. Es todo un juego para limitar nuestro desarrollo.»— (Discurso de 2019 en la Asamblea General de la ONU)
«No podemos dejar que el ambientalismo interfiera con nuestro derecho a utilizar nuestros recursos naturales para el progreso.»
— (Declaraciones en entrevistas públicas, 2020)

 

Rupert Murdoch
«El movimiento climático está impulsado por una élite urbana que quiere imponer restricciones costosas a la gente común mientras sigue disfrutando de sus privilegios.»— (Declaraciones en reuniones internas de News Corp, 2014)

Estos son algunos ejemplos donde se refuerza la idea de vincular la lucha contra el cambio climático con un discurso elitista, o de una élite en específico. Pero a diario vemos manifestaciones de estas ideas en Fox News, con el gobierno de Milei, con Putin, o con el Heartland Institute. No me sorprendería que este discurso llegue a las próximas elecciones colombianas en 2026.

Sin embargo, la idea de que la lucha contra la crisis climática es elitista no es nueva. Según la revista Shado, el elitismo ambiental ha existido desde el surgimiento del movimiento ambiental moderno a finales de la década de 1960. En 1986, los sociólogos Denton Morrison y Riley Dunlap identificaron tres tipos de elitismo que se critican a los movimientos ambientalistas:

Elitismo composicional: Los seguidores del ambientalismo provienen principalmente de clases socioeconómicas privilegiadas o altas, y la preocupación ambiental es más alta en estos sectores.


Elitismo ideológico: Las reformas ambientales tienen el propósito subyacente de distribuir beneficios exclusivamente a los ambientalistas, dejando de lado a los no ambientalistas y a las personas menos privilegiadas.


Elitismo de impacto: Ya sea de manera intencional o no, las reformas ambientales pueden «crear, exacerbar o mantener inequidades sociales».

En el mismo artículo, los sociólogos afirman que el elitismo composicional es una exageración, ya que, aunque los ambientalistas suelen tener un estatus socioeconómico por encima del promedio (al igual que la mayoría de los activistas sociopolíticos), pocos pertenecen a la clase alta. El elitismo ideológico puede ser válido en algunos casos, pero los ambientalistas han mostrado una creciente sensibilidad hacia las preocupaciones de equidad y hay pocas evidencias de una búsqueda consistente de intereses propios.

Finalmente, el elitismo de impacto es el problema más importante y también el más difícil de evaluar. Parece que ha existido una tendencia general a que las reformas ambientales tengan impactos regresivos. Sin embargo, se reconoce cada vez más que problemas como la contaminación laboral y la contaminación por desechos tóxicos afectan de manera desproporcionada a los estratos socioeconómicos más bajos, por lo que las reformas dirigidas a tales problemas probablemente tendrán impactos más progresivos.

Los pecados del movimiento ambiental y la lucha contra la crisis climática

Con la sostenibilidad ahora respaldada con los «sellos sostenibles» por el capitalismo, las marcas de lujo, la élite económica e incluso grandes empresas que se comercializan como sostenibles y éticas han utilizado cada vez más a los activistas climáticos e influencers de sostenibilidad como una forma de acumular y justificar sus crecientes ganancias. A través de la asociación con los activistas climáticos, los poderes que promueven productos obtienen la licencia social para seguir operando dentro de estructuras capitalistas defectuosas, lo que constituye un tipo de «greenwashing» insidioso, o «social-washing».

En el último año, un número creciente de empresas de lujo sostenibles y marcas de moda sostenible han vestido a activistas climáticos e influencers con sus prendas en diversos premios. Marcas como Stella McCartney, Gabriela Hearst y Coach (a través de su ramificación sostenible, Coachtopia) han vestido a activistas con sus prendas, cuyos precios oscilan entre los $300 USD y los $18,000 USD por pieza.

Otro ejemplo de captura por parte de las élites es la creciente inclusión de activistas climáticos en ocasiones sociales que históricamente solo reunían a la élite social, económica y política en la misma sala. Eventos como la Gala TIME100, la Cumbre Forbes 30/50, la fiesta Vogue Forces for Change y los Green Carpet Fashion Awards han premiado a los activistas climáticos y les han dado tiempo de palabra en nombre de distribuir atención al movimiento climático, utilizando a los activistas como representantes del movimiento.

Estas empresas utilizan la idealización de individuos, activistas y estilos de vida aspiracionales incentivados por nuestro sistema roto en beneficio material de la élite económica, las grandes empresas y las celebridades. Al mejor estilo de las tesis de Toni Negri o el neo-operaísmo.

Además, no olvidemos que los multimillonarios y sus inversiones son responsables de 3.1 millones de toneladas de emisiones de carbono por multimillonario anualmente, más de un millón de veces superior al promedio de un individuo en el 90% inferior del mundo (2.76 toneladas de CO2 equivalente).

No es de la élite, todo lo contrario

Según la OMS, el cambio climático ya está contribuyendo a 150,000 muertes anuales por causas relacionadas con el clima, como el aumento de enfermedades respiratorias, enfermedades transmitidas por el agua y desnutrición, afectando de manera desproporcionada a las poblaciones más pobres. Igualmente, se espera que los cambios en los patrones climáticos, como las inundaciones y las sequías, aumenten las enfermedades transmitidas por el agua, afectando principalmente a las comunidades más pobres que carecen de acceso a infraestructura sanitaria.

Las personas que viven en la pobreza son hasta 10 veces más propensas a morir como consecuencia de desastres naturales (como huracanes, inundaciones y sequías) que las personas en países ricos, según la ONU. Se estima que el cambio climático podría desplazar a 200 millones de personas para 2050, principalmente de las regiones más pobres y vulnerables del mundo, como el sudeste asiático, África subsahariana y América Latina.

La FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) alerta que 1.7 mil millones de personas que dependen de la agricultura de subsistencia corren el riesgo de ver sus medios de vida gravemente afectados por el cambio climático, debido a sequías, inundaciones y otros fenómenos climáticos extremos. Se estima que con el cambio climático podría reducirse la producción global de alimentos en un 2.6% para 2050, afectando particularmente a las poblaciones rurales y de bajos ingresos que dependen directamente de la agricultura.

El Banco Mundial estima que 700 millones de personas podrían vivir por debajo de la línea de pobreza debido a los efectos del cambio climático para 2030, si no se toman medidas urgentes de adaptación y mitigación. El 80% de las víctimas de desastres naturales son personas que viven en situaciones de pobreza, según el PNUD. Las comunidades más vulnerables tienen menos capacidad para adaptarse a los desastres climáticos.

Incluso The Guardian afirma que «Mientras que los ricos se pueden proteger de los desastres naturales mediante seguros y medidas de adaptación, los pobres no tienen acceso a esas herramientas y son los que sufren las peores consecuencias.»

¿Entonces los empresarios que favorecen políticas verdes son de la élite manipuladora?

A pesar de que las políticas ESG (por sus siglas en inglés) pueden ser percibidas como elitistas, la discusión debe ir mucho más allá. Existen medidas que los pequeños y grandes empresarios pueden tomar para escapar de esas falsas acusaciones:

Integración de la justicia social en la sostenibilidad: Pueden financiar proyectos que ayuden a mejorar la infraestructura en comunidades vulnerables.
Acceso equitativo a soluciones sostenibles: Podrían implementar tarifas progresivas de energía renovable o crear modelos de negocio que permitan a las personas de bajos recursos acceder a energías limpias a precios asequibles, como paneles solares comunitarios.
 Colaboraciones con comunidades vulnerables: Un fabricante de productos agrícolas podría colaborar con comunidades agrícolas de bajos ingresos para ayudarles a adaptarse a la sequía y las temperaturas extremas mediante prácticas agrícolas sostenibles.
Transparencia y rendición de cuentas: Las empresas pueden crear informes anuales que muestren cómo las iniciativas sostenibles han tenido un impacto positivo en la reducción de la pobreza, el acceso a recursos básicos y la creación de empleo en comunidades de bajos recursos.
Proponer políticas públicas inclusivas: Las empresas pueden abogar por subsidios o incentivos fiscales para las energías renovables en zonas de bajos ingresos o en países en desarrollo, para que el acceso a soluciones climáticas no dependa del poder adquisitivo

Apuesta por la creación de empleo verde inclusivo: Las empresas de energías renovables pueden invertir en la formación y contratación de personas de comunidades desfavorecidas para trabajar en la instalación y mantenimiento de paneles solares o en la gestión de residuos.
Promover el consumo responsable y la economía circular: Implementar programas de reciclaje y reparación de productos en los que las personas de bajos ingresos puedan participar y beneficiarse económicamente.

Actualmente, como en muchos otros ámbitos, en estos tiempos de desinformación, noticias falsas y basura virtual, debemos ser capaces de identificar cuándo influenciadores, políticos o cualquier persona con acceso a una cámara afirman que la lucha contra la crisis climática es exclusiva de las élites. Está más que demostrado que estos actores carecen de la capacidad, la decencia y, en muchos casos, el interés por realizar una investigación rigurosa que les permita entender lo que exponen en redes sociales.

Es responsabilidad de la ciudadanía ejercer un filtro ante este tipo de informaciones. Debemos leer, comprender y apropiarnos cada día más del conocimiento necesario para establecer nuestros propios criterios y aplicar filtros ante la gran cantidad de información errónea que circula.

La batalla contra las noticias falsas no la ganan las plataformas de tecnología ni los políticos. La ganan las personas que deciden pensar críticamente, informarse y no dejarse arrastrar por la marea de desinformación.” — Sundar Pichai, CEO de Google.

Juan Camilo Clavijo

La dimensión humana del cambio climático

El cambio climático es mucho más que una crisis ambiental; es una amenaza multifacética que afecta directamente la seguridad humana, exacerba la pobreza y profundiza las desigualdades. La Organización de las Naciones Unidas destaca cómo fenómenos como el aumento del nivel del mar, las sequías y las tormentas extremas desestabilizan comunidades, destruyen modos de vida y empujan a millones de personas a situaciones de vulnerabilidad económica y social.

Los organismos multilaterales no son los únicos dedicando tiempo de su agenda al tema, El MIT Technology Review produjo hace dos meses el especial “Addressing climate change impacts”, basado en una encuesta a altos ejecutivos de empresas estadounidenses, revela una creciente preocupación en el sector privado por los impactos del cambio climático. Aunque las empresas comienzan a tomar medidas, como planes de reubicación y estrategias de adaptación, la dimensión humana del fenómeno se encuentra en un segundo plano en las discusiones de políticas corporativas y gubernamentales, así como de las inversiones de los fondos de capital de riesgo.

 

Un dato interesante en la encuesta del MIT, es que el 75% de los ejecutivos encuestados considera la reubicación de infraestructura como una respuesta al riesgo climático y cerca del 30% cuentan con planes específicos para hacerlo. Si bien esta estrategia puede mitigar las amenazas inmediatas a las operaciones, la experiencia ha demostrado que también puede generar reacciones adversas en las comunidades anfitrionas y la competencia por los recursos. El caso de la ampliación de la fábrica de Tesla en Grueneheide,Alemania, o la sequía que enfrentó a la planta de Coca Cola con comunidades en la Calera, ilustran este desafío: las preocupaciones ambientales y sociales surgen rápidamente cuando los planes de la empresa afectan los recursos naturales locales y el tejido social asociado a ellos.

Sin embargo, más allá de los problemas de implementación, este enfoque refleja un sesgo hacia la protección de los activos físicos y financieros de las empresas, ignorando la dimensión humana. La migración climática forzada, ya sea de individuos o empresas, genera tensiones sociales y agrava las desigualdades preexistentes, lo que exige un replanteamiento integral de estas iniciativas y una comunicación fluida entre empresas, gobiernos y comunidades.

A la fecha, tanto el sector público como el sector privado, han optado por dos estrategias frente al calentamiento global: la mitigación (reducir emisiones) y  la adaptación (prepararse para los impactos). Aunque ambas son cruciales, las diferencias en su implementación y alcance son notables.

La mitigación tiene un objetivo a largo plazo: desacelerar el cambio climático mediante la reducción de gases de efecto invernadero. Esto incluye desde cambiar a fuentes de energía renovable hasta iniciativas de captura de carbono. Por otro lado, la adaptación se enfoca en el presente, aumentando la resiliencia ante los impactos que ya son inevitables, como reforzar la infraestructura contra tormentas o diversificar las cadenas de suministro para enfrentar escasez de recursos.

La verdadera dificultad radica en encontrar el equilibrio, como lo expresa Shanta Barley directora científica de Fortescue, una de las mayores mineras de hierro en Australia: «Las empresas pueden adaptarse hasta cierto punto a las condiciones extremas que está generando el cambio climático, pero, en última instancia, si permitimos que las emisiones sigan aumentando, alcanzaremos un límite máximo de adaptación y la productividad se verá afectada.»

Ahora bien, una lección crítica que lastimosamente hemos recordado recientemente, es que el cambio climático no solo amenaza los modos de producción de las corporaciones, sino también los mercados en los que participan. Las comunidades que se ven gravemente afectadas por desastres climáticos representan pérdidas humanas irrecuperables y fracturas del tejido social y de la confianza en el Estado, pero igualmente son consumidores que perderán poder adquisitivo, trabajadores incapaces de desempeñar funciones esenciales y proveedores que enfrentan interrupciones constantes, como lo pudimos ver con la DANA en Valencia, España o las inundaciones en Abu Dhabi, Emiratos Árabes Unidos.

Esta realidad exige un cambio en la mentalidad empresarial. Las empresas no pueden limitar su respuesta al cambio climático a proteger fábricas y oficinas; deben reconocer que el bienestar de sus mercados y comunidades es fundamental para su sostenibilidad a largo plazo.

Un tema que sobresale tanto en el informe del MIT como en la columna de Naciones Unidas, es la dimensión humana de esta crisis. Los impactos del cambio climático no solo destruyen infraestructura y ecosistemas, sino que desestabilizan sociedades enteras. La seguridad alimentaria, la salud y el empleo se ven amenazados, y los efectos recaen desproporcionadamente sobre los más vulnerables.

En este contexto, los trabajadores enfrentan riesgos crecientes: olas de calor que dificultan las labores físicas, desastres naturales que interrumpen sus medios de subsistencia y enfermedades relacionadas con el clima que afectan su salud. Ignorar estas dimensiones no solo es éticamente cuestionable, sino también económicamente insostenible para empresas y gobiernos.

El cambio climático es un problema global que demanda soluciones integrales y colaborativas. Más allá de las estrategias de mitigación y adaptación, es imperativo incluir una tercera dimensión: la justicia climática. Esto significa diseñar respuestas que consideren explícitamente las necesidades de las comunidades vulnerables y promuevan equidad en la distribución de costos y beneficios.

El sector privado tiene un papel crucial en esta transición, no solo como motor económico, sino como agente de cambio. Las empresas deben ir más allá de la protección de sus intereses inmediatos e incorporar la resiliencia social en el centro de sus estrategias climáticas.

De manera similar, los gobiernos deben intensificar sus esfuerzos para regular y apoyar estas transiciones, asegurando que los recursos se destinen a proteger a las comunidades más afectadas y promoviendo la cooperación internacional para abordar desafíos globales como la migración climática.

Finalmente, como individuos, tenemos la responsabilidad de exigir que estas dimensiones humanas del cambio climático sean reconocidas y atendidas. El cambio comienza con conversaciones como esta, pero debe traducirse en acciones concretas y urgentes.

Todos tenemos un interés vital en limitar los impactos del cambio climático y adaptarnos a sus efectos, y la magnitud de los cambios necesarios requerirá trabajo en equipo. Es posible que las empresas no estén de acuerdo con todas las decisiones climáticas tomadas por el gobierno, pero deberían buscar tener una voz en la planificación climática pública. Al comprender los problemas en juego, tanto para sus negocios como para la comunidad en general, y participando en la conversación, pueden trabajar hacia objetivos mutuamente beneficiosos, transformando los desafíos compartidos en oportunidades compartidas.

Raúl Arce

El petróleo sigue siendo el rey

Luego de la Conferencia de las partes de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Cambio climático (COP21) en 2015 y la firma del Acuerdo de París, el petróleo quedó en el lado equivocado de la historia, dado que su consumo y el de sus derivados constituyen la principal fuente de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) causantes del Cambio climático y el propósito fundamental para contrarrestarlo es la descarbonización de la economía.

Con razón la ex secretaria de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), Christiana Figueres, sentenció: “hay que agradecerles a los hidrocarburos por lo que han hecho de la economía de Colombia, porque este país no sería lo que es si no fuera  por la exportación de carbón y petróleo. Por esta razón no se pueden meter dentro de la cajita de los diablos y satanizarlos. Sin embargo, llegó la hora de reconocer que es una actividad que tuvo su momento de sol, pero hoy ya está en el atardecer y tenemos que, prudentemente buscarle alternativas rápidas ya”. No cabe, entonces, la menor duda de que los hidrocarburos tendrán menos futuro que pasado.

 

Todos los países signatarios del Acuerdo de París contrajeron el compromiso de reducir sus emisiones en un porcentaje, en el caso de Colombia en un 51%, hacia el 2030, considerado como la meta volante para alcanzar la carbono-neutralidad en el 2050. Pero la COP 26 tuvo el cuidado de establecer que la responsabilidad adquirida por cada país aunque es común es diferenciada. Y, tal como quedó consignado en la Declaración final de la COP 28, que tuvo lugar el año anterior en Dubai, se le pide a las partes que contribuyan “con una lista de acciones climáticas, de acuerdo con sus circunstancias nacionales” y “acelerar la Transición energética sostenible, asequible y inclusiva, teniendo en cuenta los diferentes puntos de partida, circunstancias y vías nacionales”. Esto, para significar que cada país se debe dar su propia Hoja de ruta para la Transición energética.

No obstante, el actual gobierno, que preside Gustavo Petro, se ha dejado llevar por el voluntarismo renunciando prematuramente a los hidrocarburos, dándole la espalda, cuando el resto del mundo se limita a tomar distancia, alejándose gradualmente de ellos. Tanto la ex ministra de Minas y Energía Irene Vélez como el Ministro actual Andrés Camacho han sido categóricos y reiterativos al afirmar que durante este cuatrienio no se firmarán nuevos contratos de exploración y producción de hidrocarburos.

En la COP 28, el Presidente Petro fue más lejos aún, al firmar el Tratado de no proliferación de combustibles fósiles, paso este en falso que compromete a Colombia no sólo a no firmar nuevos contratos sino a frenar en seco tanto la actividad exploratoria como la producción de hidrocarburos. El mismo dispone, según lo remarcó el mismo Presidente Petro, “cero exploración nueva” y “cero proyecto de explotación nueva en el mundo”.

}Declaraciones como estas han desalentado la actividad de las empresas petroleras en Colombia. Es así cómo, según la Cámara colombiana de bienes y servicios de petrolero, gas y energía (CAMPETROL), en el 2023 se perforaron sólo 51 pozos exploratorios, representando una caída del 45.2% con relación a los 93 perforados en 2022. También se vio afectado el número de pozos perforados en desarrollo, los cuales cayeron el 9.1%, al alcanzar no más de 597 pozos en 2023. Así mismo se contrajo la actividad sísmica 2D equivalente, limitándose a los 1.367 kilómetros, 28.2% menos que el año anterior. Finalmente, en diciembre de 2023 se reportaron, en todo el territorio nacional, 117 taladros activos en total, para una disminución del 23.5% respecto al mismo mes de 2022.

Mientras tanto lo que denotan los registros en el resto del mundo es una febril actividad de las empresas petroleras. Lo que informa la Agencia internacional de energía (AIE) es que en 2022 la producción mundial de crudo se incrementó el 5.4%, superando la tasa de crecimiento de 1.6% en 2021 y la media del intervalo 2010 – 2019, de la prepandemia, de 1.3%, jalonada por la reactivación de la economía global y en un contexto de ajuste progresivo de la oferta de crudo por parte de la OPEP+. Y, según su más reciente pronóstico la oferta de crudo subirá 1.5 millones de barriles más al día hasta alcanzar un nuevo máximo histórico de 103.5 MMBD en 2024, después de los 102 MMMBD en 2023.

A ello habrán de contribuir el récord de producción por parte de EEUU, que supera la de Arabia Saudita, ubicándose en el primer lugar entre los productores, Brasil que, según ha anunciado tiene entre sus planes pasar de producir 3.7 MMBD actualmente a 5.4 MMBD en 2028, para convertirse en el cuarto productor mundial de crudo, Canadá y la revelación en la que se ha convertido Guyana que ya produce 600.000 barriles y a poco andar, alcanzará la producción de 1 MMBD, del cual se ha venido alejando Colombia desde el año 2016. Dicho de otra manera, el petróleo que deje de producir Colombia no le hará falta al mundo y como lo afirmó Sergio Cabrales, experto de la Universidad de Los Andes, “dejar de firmar nuevos contratos de exploración y producción no tiene ningún efecto en la reducción de CO2 a nivel global”, como lo cree el Gobierno pensando con el deseo.

Amylkar Acosta

El cambio climático afectará a los tiburones

Los efectos combinados del calentamiento y la acidificación de los océanos podrían provocar una disminución catastrófica de la supervivencia de embriones de tiburón para el año 2100.

Es la conclusión de un estudio que también ha sido el primero en demostrar que la variación mensual de la temperatura desempeña un papel destacado en la mortalidad de embriones de tiburón.

 

El calentamiento y la acidificación de los océanos son causados por mayores concentraciones de CO2 que se disuelven en los entornos marinos, lo que da lugar a un aumento de las temperaturas del agua y una caída de los niveles de pH.

«Los embriones de las especies que ponen huevos son especialmente sensibles a las condiciones ambientales», afirma Noémie Coulon, estudiante de doctorado en el Laboratoire de Biologie des Organismes et des Écosystèmes Aquatiques, Francia. «El éxito de la eclosión de los embriones es un factor crucial para la dinámica de la población. En el caso de las rayas y los tiburones, que tienen un ritmo de vida lento, las bajas tasas de eclosión podrían ser críticas para la renovación de la población».

Los tiburones gato (Scyliorhinus canicula) son una de las especies de tiburón más abundantes en Europa. «El tiburón gato moteado ya está sufriendo una pérdida de hábitat en las zonas costeras, en particular durante los meses de verano, cuando la puesta de huevos alcanza su pico», afirma Coulon.

La investigadora y su equipo compararon la supervivencia de embriones de tiburón gato en tres escenarios ambientales: un escenario de control que utiliza datos de temperatura y pH de referencia de los años 1995 a 2014, y dos que utilizan escenarios climáticos previstos para el año 2100 llamados Trayectorias Socioeconómicas Compartidas (SSP, por sus siglas en inglés), como se describe en el Sexto Informe de Evaluación del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas publicado en 2021.

SSP2, conocido como el escenario de «Camino Intermedio», representa un futuro en el que existe un progreso lento y no uniforme hacia la lucha contra el cambio climático, pero no se alcanza el cero neto, y predice un aumento de temperatura de 2,7 °C y una caída del pH de 0,2 para el año 2100.

SSP5, conocido como el escenario de «Desarrollo impulsado por combustibles fósiles», representa un futuro en el que los recursos de combustibles fósiles continúan explotándose más rápidamente en todo el mundo, y predice un aumento de temperatura de 4,4 °C y una caída del pH de 0,4 para el año 2100.

Para evaluar el impacto de estos diferentes escenarios, Coulon y su equipo midieron el crecimiento del embrión y el consumo de yema en los huevos de tiburón gato moteado cada semana durante un período de 4 meses, mientras registraban el éxito de la eclosión y el crecimiento de los tiburones bebés supervivientes durante los 6 meses posteriores a la eclosión.

Si bien el equipo encontró una alta tasa de supervivencia tanto para el escenario de control como para el SSP2 (81% y 83% respectivamente), hubo una probabilidad mucho menor de supervivencia para el escenario SSP5. «Nos sorprendió la baja tasa de supervivencia observada en el escenario SSP5, con solo el 11% de los embriones eclosionando», dice la Sra. Coulon. El equipo indicó que la mortalidad estaba relacionada con tasas más bajas de consumo de yema, tasas más bajas de crecimiento y falta de transición a branquias internas.

Esta investigación también destaca la importancia de la variación estacional de la temperatura, que puede aumentar significativamente la mortalidad durante los períodos críticos de puesta de huevos. «Esta mortalidad fue más pronunciada en agosto, coincidiendo con las temperaturas más altas (que alcanzaron los 23,1 °C), y durante una etapa del desarrollo en la que los embriones experimentan la reabsorción branquial», explica Coulon.

Coulon y su equipo observaron que el 11 % superviviente no exhibía el patrón de crecimiento típico de los otros tiburones, lo que puede haber contribuido a su resistencia al cambio ambiental: «Lo que hace que estos individuos sean especiales sigue sin estar claro, pero al reconocer la variación interindividual entre los organismos marinos jóvenes, podríamos evaluar mejor el futuro éxito ecológico de las especies».

Esta investigación ofrece tanto una seria advertencia como un faro de esperanza para las especies marinas. «En primer lugar, sirve como advertencia sobre las respuestas de otras especies que pueden ser incluso más sensibles al cambio ambiental», explica Coulon. «En segundo lugar, nuestros hallazgos demuestran que el escenario SSP2 más moderado puede limitar el daño infligido a especies como el tiburón gato moteado, lo que nos da un incentivo positivo para reducir nuestras emisiones de gases de efecto invernadero».

Esta investigación se presenta en la Conferencia Anual de la Sociedad de Biología Experimental en Praga del 2 al 5 de julio de 2024.

Cambio Climático e Inteligencia Artificial: una apuesta por nuevas herramientas

«La IA puede tener el potencial de resolver algunos de nuestros mayores problemas, y estamos haciendo un llamado a los solucionadores de problemas más brillantes del planeta para que aporten sus ideas visionarias«. Lauren Sanchez, Vicepresidenta Earth Fund

Un mundo donde los avances tecnológicos brinden soluciones a los retos que plantea el cambio climático y adicionalmente generen rentabilidad para los inversores, ese es el sueño. Según datos de Naciones Unidas y de Goldman Sachs, en los últimos años se ha visto un incremento importante en las inversiones relacionadas con dos temas principalmente: cambio climático e inteligencia artificial.

 

Desde hace un tiempo actores del ecosistema de inversión (incluidos los fondos de capital de riesgo) han incursionado en estas temáticas, bien con subvenciones o con financiación directa; sin embargo, más recientemente han decidido apostar por la intersección entre estos dos grandes asuntos.

Esta aproximación es la que tomó el Earth Fund, creado por Jeff Bezos, que anunció el pasado 16 de abril el lanzamiento del Gran Desafío de Inteligencia Artificial para el Clima y la Naturaleza. El desafío otorgará hasta $100 millones de dólares para financiar en soluciones basadas en Inteligencia Artificial dirigidas a contener el cambio climático y la pérdida de la naturaleza.

El Gran Desafío, en su primera ronda, promoverá soluciones en tres áreas prioritarias: proteínas sostenibles, conservación de la biodiversidad y optimización de la red eléctrica. También incluirá una categoría «Wild Card» para ideas novedosas que se encuentren fuera de las áreas de interés. En la primera fase, se concederán hasta 30 subvenciones iniciales a ideas prometedoras de IA que aborden las áreas señaladas.

Hay gran expectativa por los avances que se presenten en cada materia,  En el apartado de proteínas sostenibles, de acuerdo con la revista Nature, la Inteligencia Artificial tiene un gran potencial para el desarrollo y la adopción de alternativas a los productos de origen animal, facilitando el mapeo de combinaciones de proteínas vegetales para imitar las texturas y sabores; reducir los costes optimizando los medios de cultivo celular en laboratorio; el descubrimiento de cepas microbianas productivas y diseñar nuevas enzimas.

En materia de conservación de biodiversidad la IA está desempeñando un papel creciente,de acuerdo con el World Economic Forum, hoy en día ya se cuenta con aplicaciones para el monitoreo de hábitats, la protección de la vida silvestre, el análisis de datos y el reconocimiento de patrones.. Además, la IA se utiliza cada vez más en la toma de decisiones y formulación de políticas de conservación para acelerar las respuestas a amenazas emergentes, como la vigilancia de brotes de enfermedades.

Ahora bien, hoy contamos en el país con importantes esfuerzos planteados con Soluciones Basadas en la Naturaleza que se adelantan en diferentes regiones, se espera que los desarrollos de la IA amplíen las capacidades y complementen las herramientas, estamos hablando de modelos predictivos para estimar la distribución de especies y la idoneidad del hábitat, ayudando a identificar áreas de alta prioridad para la conservación; el uso de ADN ambiental (eDNA) para detectar especies elusivas y mejorar el monitoreo de la biodiversidad; y el desarrollo de algoritmos que analicen datos climáticos y variables ecológicas para modelar los impactos del cambio climático y mejorar la resiliencia ecológica.

Por su parte, la optimización de la red eléctrica es un tema de vital importancia. Según el MIT en su Technology review, el crecimiento de fuentes de energía renovable está complicando la gestión de las redes eléctricas en el mundo, contando con cada vez más pequeños generadores de electricidad variable, un clima cada vez más impredecible y una tecnología para almacenar energía aún en sus primeras etapas, equilibrar la oferta y la demanda se vuelve desafiante.

Para manejar esta complejidad, los operadores de red están recurriendo cada vez más a la IA para tomar decisiones informadas y predecir problemas potenciales; estudiar la integración de los vehículos eléctricos a la red, como demandantes de energía pero también siendo una potencial fuente de almacenamiento; y construyendo una especie de sistema de alertas temprana con la inspección y gestión de la infraestructura física o con un modelo del clima que permita prever los niveles de los embalses cuando lleguen fenómenos como El Niño. Adicionalmente, en países que aún no tengan la interconexión eléctrica plena, la podrían usar para determinar la mejor energía renovable, o combinación de generadores,  a usar a partir de las características propias de cada región.

La Inteligencia Artificial es una herramienta potente, sus capacidades y los años de desarrollo e investigación que puede ahorrar para aportar a nuevas soluciones son increíbles, el futuro es promisorio sin duda. Sin embargo, es importante reflexionar sobre al menos dos implicaciones, en primer lugar la IA en sí misma tiene un impacto medioambiental, sobre todo en términos de consumo de energía y emisiones de carbono. Por lo tanto, es crucial adoptar prácticas de IA sostenibles, como las tres R (reubicar, redimensionar y rediseñar), para reducir la huella medioambiental de las tecnologías de IA.

En segundo, existe el riesgo de perpetuar sesgos que pueden perjudicar a comunidades o ecosistemas sobre los que no se tiene suficiente información. Por tanto, es crucial un entrenamiento adecuado del personal para entender qué tareas son apropiadas para la tecnología y cómo evitar posibles consecuencias negativas.

En conclusión, el cruce entre el cambio climático y la inteligencia artificial representa una oportunidad única para transformar la manera en que enfrentamos la crisis ambiental. Sin embargo, es crucial abordar de manera proactiva los desafíos que plantea la propia IA, desde su huella medioambiental hasta los posibles sesgos inherentes a sus algoritmos. Solo adoptando prácticas sostenibles y garantizando una capacitación adecuada, podemos aprovechar todo el potencial de esta tecnología para forjar un futuro más sostenible y equitativo.

Por: Raúl Andrés Arce Calderón

Crisis climática: un problema de economía y geopolítica

“El Norte Global sigue dependiendo de la «apropiación imperialista» de recursos y mano de obra del Sur Global, que anualmente asciende a 12.000 millones de toneladas de equivalentes de materias primas incorporadas, 822 millones de hectáreas de tierra incorporada, 21 exajulios de energía incorporada y 188 millones de años-persona de mano de obra incorporada, por un valor de 10,8 billones de dólares a precios del Norte, suficiente para acabar con la pobreza extrema 70 veces». Esta frase tan impactante es extraída del artículo de investigación “Apropiación imperialista en la economía mundial: Drenaje del Sur global a través del intercambio desigual, 1990-2015” desarrollado por Jason Hickel en conjunto con 3 investigadores más (Hickel, Dorninger, Wieland, & Suwandi, 2023)

Jason Hickel es profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona (una de las dos mejores en España y en varios rankings globales clasificada entre las 200 mejores del mundo), es PhD de Antropología de la Universidad de Virginia; ha sido profesor de otras varias destacadas universidades del mundo, entre ellas la London School of Economics. Sus libros causan todo tipo de reacciones (tiene una producción editorial sobresaliente) y a través de ellos es parte activa del movimiento de cambio de mentalidad que tiene que afrontar la humanidad para superar la crisis climática; sus temas pico son decrecimiento y descolonización para enfrentar el cambio climático y la desigualdad mundial. En nuestro medio, tan conservador (ideológicamente) estos temas son considerados de izquierda, pero como se verá, sus alcances superan por lejos las discusiones criollas y constituye toda una invitación a superar este legado castrante que hemos recibido de nuestra historia, exacerbada desde la época de “la violencia”. Tiene una particularidad: nació en el reino de Eswatini, un pequeño enclave rodeado por Suráfrica y con límites marítimos con Mozambique; el pequeño país conserva un 28% de población con HIV. Sus padres fueron médicos que fueron a luchar contra la enfermedad y por ello él nació allí.

 

El concepto del Norte Global y del Sur Global es una clasificación entre países del hemisferio norte y Oceanía, desarrollados e industrializados, en donde predominan los sectores de manufactura, tecnología y finanzas, con alta renta per cápita, con mayor acceso a educación, salud y tecnología, y con poder económico y político dominante en el concierto internacional, y los países del Sur que se caracterizan por lo contrario: subdesarrollo (en vías de desarrollo, eufemísticamente) basados en agricultura y extracción de recursos (minería y materias primas), baja renta per cápita, menor acceso a educación, salud y tecnología, y desde luego, menor poder económico y político. No es una mera clasificación geográfica, aunque su nombre así lo hiciera parecer.

El asunto central viene desde el siglo XIX, en que el Norte conquistó y colonizó al Sur para apropiarse de sus recursos a sangre y fuego, y así “integrarlo al capitalismo”. Por ejemplo, lo sucedido en la India fue brutal: más de 100 millones de muertes de forma prematura, caída de la expectativa de vida, baja de salarios, aumento de la pobreza extrema del 23% en 1810 a 50% a mediados del siglo pasado, y hasta hambrunas inducidas (lamentablemente suena conocido) (Hickel J. , Cómo los colonizadores británicos causaron la hambruna de Bengala, 2022). Las medidas económicas aplicadas condujeron a que el colonialismo inglés haya sido devastador  (Sullivan & Hickel, Cómo el colonialismo británico mató a 100 millones de indios en 40 años, 2022).

Critica al capitalismo justo en su mayor argumento: los datos empíricos muestran que la expansión capitalista a partir del siglo XVI estuvo asociada con una disminución del bienestar humano; el progreso comenzó alrededor del siglo XX, con el surgimiento de movimientos sociales radicales (Sullivan & Hickel, Capitalismo y pobreza extrema, Un análisis global de los salarios reales, la estatura humana y la mortalidad desde el largo siglo XVI, 2023)

Pero no es un asunto referido al relato de la historia únicamente, sino a hechos que aún siguen sucediendo.

 Afirma que los países ricos son responsables del 74% del uso excesivo de recursos a nivel mundial durante el período 1970-2017, y están causando el colapso ecológico. Son responsables también del 92% de las emisiones globales que exceden las cuotas justas de los límites planetarios que no tienen ninguna justicia con el Sur. Concluye con base en estos hechos, que el cambio climático se está desarrollando siguiendo el mismo esquema colonial (Hickel J. , Cuantificación de la responsabilidad nacional por el colapso climático: un enfoque de atribución basado en la igualdad para las emisiones de dióxido de carbono que exceden el límite planetario, 2020).

Por otra parte, desaprueba la estrategia de desarrollo económico de «crecimiento verde» que busca conciliar el crecimiento económico con la sostenibilidad ambiental pero que en la práctica mantiene el exceso de energía en el Norte global y concilian esto con los objetivos de París al limitar el uso de energía en el Sur global y apropiarse de tierras del Sur para biocombustibles. Es tremendamente injusto y por increíble que parezca, también es de naturaleza colonial (Hickel & Slamersak , Los escenarios de mitigación climática existentes perpetúan las desigualdades coloniales, 2022).

Esto induce a reflexiones sesudas al respecto, que debemos hacer para contribuir al bien de la humanidad, lejos de las ideologías politiqueras y económicas dogmáticas. En el ámbito mundial, los países del Norte global deben pagar por los servicios ambientales que reciben, abandonando el monumental error de la teoría económica dominante, que la naturaleza era un recurso ilimitado, y que hoy nos tiene en peligro. En el modelo económico dominante que tenemos hoy, lo que no tiene precio, no tiene valor; hay que ponerle precio a la naturaleza para que tenga valor. Es el mayor valor que podemos tener, ya que sin ella perdemos la vida.

Para detener la crisis ecológica será necesario que los países ricos apliquen políticas transformadoras de poscrecimiento y decrecimiento (Heckel, O’Neill, Fanning, & Zoomkawala, 2022). Hickel (y otros) proponen toda una serie de estrategias en “El decrecimiento puede funcionar: así es como la ciencia puede ayudar” (Hickel, y otros, 2022), que incluyen reducir la producción menos necesaria, mejorar los servicios públicos (garantizar el acceso universal), introducir una garantía de empleos verdes (instalación de energías renovables, aislamiento de edificios, regeneración de ecosistemas y mejora de la atención social), reducir el tiempo de trabajo (reduciendo la edad de jubilación, fomentando el trabajo a tiempo parcial o adoptando una semana laboral de cuatro días), posibilitar el desarrollo sostenible (condonar las deudas injustas e impagables de los países de ingresos bajos y medianos, frenar el intercambio desigual en el comercio internacional y crear las condiciones para que la capacidad productiva se reoriente hacia el logro de objetivos sociales).

Al estar tan inmersos en el paradigma actual, a algunos les sonarán estas frases a utopías, o incluso a tonterías; como en el terraplanismo, negando las evidencias de las ciencias, sin caer en cuenta de que la peor ignorancia es aquella que ocurre cuando, disponiendo de la información, se prefiere ignorarla. Hasta que, como escribió Dostoievski, nos toque cambiar porque habremos tocado fondo (Los hermanos Karamazov, no literal). Ojalá que en ese momento, el cambio climático no se haya vuelto irreversible del todo.

Rafael Fonseca Zárate

@refonsecaz

#economíaecológica

Bibliografía

Heckel, J., O’Neill, D., Fanning, A., & Zoomkawala, H. (2022). Responsabilidad nacional por el colapso ecológico: una evaluación de la participación equitativa en el uso de los recursos, 1970-2017. The Lancet Planetary Health, 6(4), e342-e349. doi:https://doi.org/10.1016/S2542-5196(22)00044-4

Hickel, J. (2020). Cuantificación de la responsabilidad nacional por el colapso climático: un enfoque de atribución basado en la igualdad para las emisiones de dióxido de carbono que exceden el límite planetario. The Lancet Planetary Health, 4(9), E399-E404. doi:https://doi.org/10.1016/S2542-5196(20)30196-0

Hickel, J. (21 de enero de 2022). Cómo los colonizadores británicos causaron la hambruna de Bengala. New Internationalist. Obtenido de https://newint.org/features/2021/12/07/feature-how-british-colonizers-caused-bengal-famine

Hickel, J., & Slamersak , A. (julio de 2022). Los escenarios de mitigación climática existentes perpetúan las desigualdades coloniales. The Lancet Planetary Health, 6(7), e628-e631. doi:https://doi.org/10.1016/S2542-5196(22)00092-4

Hickel, J., Dorninger, C., Wieland, H., & Suwandi, I. (marzo de 2023). Apropiación imperialista en la economía mundial: Drenaje del Sur global a través del intercambio desigual, 1990-2015. Global Environmental Change, 102467. doi:https://doi.org/10.1016/j.gloenvcha.2022.102467

Hickel, J., Kallis, G., Jackson, T., O’Neill, D., Schor, J., Steinberger, J., . . . Ürge-Vorsatz, D. (12 de diciembre de 2022). El decrecimiento puede funcionar: así es como la ciencia puede ayudar. Nature(612), 400-403. doi:https://doi.org/10.1038/d41586-022-04412-x

Sullivan, D., & Hickel, J. (2 de dic de 2022). Cómo el colonialismo británico mató a 100 millones de indios en 40 años. Aljazeera. Obtenido de https://www.aljazeera.com/opinions/2022/12/2/how-british-colonial-policy-killed-100-million-indians

Sullivan, D., & Hickel, J. (enero de 2023). Capitalismo y pobreza extrema, Un análisis global de los salarios reales, la estatura humana y la mortalidad desde el largo siglo XVI. World Development, 161, 106026. doi:https://doi.org/10.1016/j.worlddev.2022.106026

¡Hoy el día de la tierra!

“La tierra proporciona lo suficiente para satisfacer las necesidades de cada hombre, pero no la avaricia de unos cuantos”Mahatma Gandhi

Con ocasión de la celebración de El Día de la Tierra, la Pacha mama, que es como la llaman nuestros aborígenes, este 22 de abril, he querido compartir con mis lectores algunas disquisiciones sobre la importancia de llamar la atención sobre la carrera alocada en la que se ha empeñado la humanidad y que está poniendo en riesgo su propia supervivencia, al romper el equilibrio y la armonía propios de la naturaleza. Su promotor, el Senador estadounidense Gaylord Nelson, se propuso crear una conciencia común sobre los problemas que comportan la sobrepoblación, la contaminación ambiental, en procura de enfrentar eficazmente el cambio climático y sus estragos.

 

De la teoría geocéntrica a la heliocéntrica

Desde tiempos inmemoriales nos percatamos de que el Planeta Tierra nos antecede, que existió por miles y miles de años sin la especie humana y sin las demás especies que hoy lo habitan. Primero fue el big bang, hace 12.000 millones de años, el cual dio lugar a la formación del Planeta Tierra. Se estima que la edad de la tierra oscila alrededor de los 4.470 millones de años, entre tanto el Homo sapiens, especie primigenia a la que pertenecemos, surge mucho después, hace “apenas” 200.000 años. Razón suficiente para persuadirnos de que el Planeta Tierra pudo sobrevivir sin la especie humana, pero ninguna de las especies hasta hoy conocidas puede sobrevivir sin el Planeta Tierra.

Cuando la especie humana tuvo uso de razón se le metió en la cabeza que el Planeta tierra era el único en el universo, pero bien pronto se dio cuenta que no era así, que no estábamos solos, que el Planeta Tierra era una más entre ocho, a los que se vinieron a sumar los llamados por parte de la Unión Astronómica Internacional los “planetas enanos”, tales son Ceres, Plutón, Eris y Makemake. El globo terráqueo ni siquiera es el más grande de ellos, lo superan en tamaño Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno, mientras que Venus, Marte y Mercurio son de menor tamaño. Más recientemente fue descubierto un nuevo Planeta, al parecer gemelo de la Tierra y eventualmente habitable, Keppler – 22b y cuyo radio es 2.4 veces el de la Tierra y 30 más grande que este.

Por muchísimos años se impuso como verdad sabida la teoría geocéntrica del egipcio Claudio Ptolomeo (Siglo II A. C), que había sido formulada inicialmente por Aristóteles y Platón (Siglo IV A. C) en la antigua Grecia, para la cual el Planeta Tierra era el epicentro del universo y según ella todos los astros, incluido el sol, giraban en torno suyo. Esta teoría perduró hasta el Siglo XVI, El primer cuestionamiento a esta teoría corrió por cuenta del polaco Nicolás Copérnico (1536), con su teoría heliocéntrica, que sitúa al sol – que empezó a brillar hace aproximadamente 5.000 millones de años – como el astro Rey, alrededor del cual giran el Planeta Tierra y otros cuerpos, incluidos entre estos otros planetas, asteroides, meteoroides y cometas, todos los cuales conforman el así denominado Sistema solar. Él pudo establecer, además, que la Tierra giraba sobre su propio eje una vez al día y tardaba un año en dar la vuelta completa alrededor del sol. El astrónomo, filósofo e ingeniero italiano Galileo Galilei (Siglo XVII) la defendió con ardentía y le dio un gran impulso. Esta teoría se pudo confirmar científicamente y se consolidó con los aportes que hizo posteriormente Isaac Newton (Siglo XVII), entre los cuales se destaca la Ley de la gravitación universal, que es la fuerza que les permite a los planetas mantenerse en órbita.

El archipiélago de cinco continentes

Los 5 continentes poblados que componen el globo terráqueo (América, Europa, África, Asia y Oceanía) están separados, o mejor están unidos, entre ellos por 5 océanos (Pacífico, Atlántico, Índico y los glaciales Ártico y Antártico) aunque por muchos años se volvió un lugar común hablar de los “siete mares”. Es de anotar que el 70% de la superficie terrestre está cubierta por cuerpos de agua, de los cuales 94% corresponde al agua salada de los océanos, el agua es el recurso que más abunda en la naturaleza. Sólo el 2.75% es agua dulce, la cual tiene distintas fuentes, ya sea producto de la precipitación atmosférica en forma de niebla, nieve y lluvia, amén de los páramos, que son una especie fábrica de agua, gracias a los cuales esta se almacena, se protege y regula.

Ahora bien, parte de esta agua es de escorrentía, que fluye a través de los ríos, las caídas, los arroyos y quebradas o se estanca en lagos, lagunas o embalses artificiales, construidos con distintos fines. Parte de esta se evapora y va a parar a la atmósfera, ya sea directamente o través de los procesos de evapotranspiración de los organismos, particularmente de las plantas. Parte del agua de escorrentía y de la que se estanca se infiltra y termina en reservorios conocidos como acuíferos en las profundidades de la Tierra, los cuales se nutren de las zonas de recarga hídrica. El agua superficial representa el 0.01% de la totalidad del agua dulce, mientras que el agua subterránea representa entre 0.7% y 0.8% (¡!), de allí su gran importancia como fuente de abastecimiento de agua potable para la población. Huelga decir que el agua constituye un recurso vital sin el cual sería imposible la supervivencia de todos los organismos vivos que habitan este Planeta2.

Peligra la casa común

En el Planeta Tierra, “nuestra casa común”, que es como la denomina el Papa Francisco en su Encíclica Laudato sí, alberga los tres reinos, animal, vegetal y mineral, los cuales, hasta la obra magistral del científico naturalista británico Charles Darwin El origen de las especies, publicada el 24 de noviembre de 1859, eran concebidos como compartimentos estancos y desde entonces se impuso su teoría de la evolución de las especies, que terminó por consagrarse por la fuerza de sus argumentos. En esta especie de arca de Noé coexisten y cohabitan el género humano con la flora, la fauna y los recursos fósiles, que forman parte de su hábitat y de los cuales se sirve. Los problemas empiezan cuando sobreviene la degradación del medioambiente, al convertir nuestra Casa común, como lo afirma el Papa Francisco, “en un inmenso depósito de porquería” por los humanos, por eso se les atribuye a causas antropogénicas esta debacle.

Se impone, entonces, la necesidad de actuar sin tardanza para contener y atajar el calentamiento global, que es su consecuencia, al tiempo que se debe contar con planes de contingencia que permitan evitar y prevenir los desastres, la adaptación frente a la recurrencia de los fenómenos extremos de sequías e inundaciones y el fortalecimiento de la resiliencia de las poblaciones. Bien dijo Darwin, que “las especies que sobreviven no son los más fuertes ni las más inteligentes, sino aquellas que se adaptan mejor al cambio”.

Ahora o nunca!

Amylkar Acosta

Petro tilda a Miguel Uribe de «ignorante» y Miguel Uribe responde señalándole de «mentiroso, matón de barrio y cobarde»

Un fuerte enfrentamiento verbal y vía Twitter se ha desatado en las últimas horas entre el presidente de la república, Gustavo Petro y el senador del Centro Democrático, Miguel Uribe Turbay, en donde ambos se han tratado de «mentirosos».

El primero en atacar fue el primer mandatario quien llamó al congresista «ignorante» al debatirle por temas medio ambientales, «Miguel Uribe Turbay dijo que era mentiras que existiera la crisis climática… Irresponsable, ignorante. A mí me gustaría tenerlo aquí de frente para que nos dijera lo mismo», dijo el presidente desde Cartagena.

 

El senador Miguel Uribe Turbay por su parte respondió de la siguiente manera: «no sea cobarde y deje de mentir. Cuando quiera debatir estoy listo. El gran problema de Colombia, como lo fue el de Bogotá hace 10 años, es Gustavo Petro que es un charlatán».

Y añadió: «Estoy en Cartagena saliendo del congreso de Asofondos y me acabo de enterar de que el presidente Petro, una vez, me ataca con mentiras. Presidente, no sea cobarde. Usted sabe que estoy aquí y si quiere debatir, dígame cuándo y dónde, pero a mí no me va a intimidar como matón de barrio»

El presidente Gustavo Petro hizo referencia al debate por el cambio climático que se libró durante su alcaldía en Bogotá, tiempo en el que Miguel Uribe Turbay ejerció como concejal de Bogotá por el Partido Liberal.

Si los que lideran no lo hacen ¿Por qué lo voy a hacer yo?

Taylor Swift está recibiendo muchas críticas por las emisiones de su avión privado que calientan el planeta. Swift no solo encabeza las listas, sino que también ocupa el primer lugar en la lista de celebridades con las mayores emisiones de Co2 por volar, según una iniciativa que rastrea a las celebridades que vuelan de forma privada. El uso de su avión privado representó aproximadamente 8.300 toneladas de emisiones de carbono en 2022, es decir, aproximadamente 1.800 veces las emisiones anuales promedio de un ser humano, o 576 veces las del estadounidense promedio y alrededor de 1.000 veces las del europeo promedio. (Carbon Market Watch, Febrero 13, 2024)

La cantante estadounidense es solo una muestra del estilo de vida de los ricos y famosos, la cual es causa de un gran porcentaje de las emisiones de carbono en el planeta. Según el rastreador de vuelos comerciales WingX, hubo 882 aviones privados que entraron y salieron de Las Vegas para el Super Bowl, el fin de semana pasado. El mismo evento en 2023 en Glendale, Arizona, registró más tráfico aéreo privado con 931 vuelos.

 

Muchos de los aviones privados se utilizaron para viajes muy cortos. Un vuelo estuvo en el aire menos de 30 minutos y 81 jets privados iban y venían a Los Ángeles, que está a menos de una hora de distancia. Esto es significativo porque los aviones privados emiten entre 5 y 14 veces más contaminación por pasajero que los aviones comerciales y 50 veces más que los trenes, según el grupo europeo sin fines de lucro de transporte limpio Transport & Environment.

Para poner los números en contexto, en solo una hora, un avión privado puede emitir 2 toneladas de CO2 en comparación con una persona promedio de la Unión Europea, que emite 8,2 toneladas en el transcurso de un año completo. Así mismo, Greenpeace descubrió que los aviones privados emitieron un total de 5,3 millones de toneladas de CO2 en los últimos tres años, y que el número de vuelos se disparó de casi 119.000 en 2020 a 573.000 en 2022. Esa cantidad de dióxido de carbono es más de lo que Uganda -un país de unos 46 millones de habitantes- produce en un año.

Los políticos tampoco se salvan. Rishi Sunak (primer ministro del Reino Unido) se enfrenta a una nueva indignación por parte de los activistas climáticos después de que se supo que el primer ministro, el rey y el secretario de Asuntos Exteriores, David Cameron, viajaron en aviones separados a la conferencia Cop28 en Dubai. Downing Street confirmó que los tres principales representantes británicos en la crucial cumbre –destinada a reducir las emisiones globales– usarían cada uno su propio avión privado.

Pero esto no se reduce solo a los famosos, ni a los aviones privados. Según un reporte de Oxfam de noviembre de 2023, el 1% más rico de la población mundial produjo tanta contaminación de carbono en 2019 como los dos tercios más pobres de la humanidad.  Estas enormes emisiones del 1% más rico causarán 1,3 millones de muertes excesivas relacionadas con el calor, aproximadamente el equivalente a la población de Dublín, Irlanda. La mayoría de estas muertes ocurrirán entre 2020 y 2030.

El 1% de los mayores emisores a nivel mundial tuvo cada uno una huella de carbono de más de 50 toneladas de CO2 en 2021, más de 1.000 veces mayor que la del 1% inferior de los emisores. Estos grandes contrastes reflejan grandes diferencias en ingresos y riqueza, y en estilos de vida y patrones de consumo.

En Estados Unidos, un estudio publicado en la revista PLOS Climate, encontró que el 10% más rico de Estados Unidos, cuyos hogares ganaban más de 178.000 dólares, eran responsables del 40% de la contaminación del país causada por el hombre y que calienta el planeta. Sólo los ingresos del 1% más rico (hogares que ganan más de 550.000 dólares) estaban relacionados con entre el 15% y el 17% de esta contaminación.

¿Dónde está el ejemplo?

Los ricos, los famosos y los políticos deberían ser quienes lideren con el ejemplo. Para quienes todavía no entiendan esto es: guiar a los demás a través de sus comportamientos e inspirarlos a hacer lo mismo que usted. Es un estilo de liderazgo (liderazgo de servicio) en el que usted modela el comportamiento que desea ver en su equipo.

Estas personas, quieran o no, son líderes para el resto de la sociedad. Están en un lugar de privilegio, donde tienen el poder de influenciar a millones de personas, por ende, hacen parte del debate de sostenibilidad y lucha contra la crisis climática. Son ellos quienes están llamados a mostrar el camino, no solo, por su posición, sino porque son los grandes contaminantes del planeta.

Esto no debe hacerse desde la bondad y el buen corazón, pues jugar a la superioridad moral no tiene ningún efecto positivo, al contrario, divide. Estas personas deberían ver la reducción de sus emisiones en términos de beneficios de marketing, valor reputacional y sostenibilidad de su negocio. Es sencillo, al tener estilos de vida más sostenibles, el negocio será más duradero.

Por otro lado, nosotros como consumidores de todo lo que esta gente hace o deja de hacer (en mayor o menor medida), debemos asumir el rol responsable de seguir jugando o no, con los likes y/o reenviar todo lo que esta gente postea. Igualmente, se hace evidente que la brecha entre ricos y pobres no solo se mide por acceso (a servicios médicos y demás), sino por emisiones. En 2021, el norteamericano promedio emitió 11 veces más CO2 relacionado con la energía que el africano promedio.

Si los que lideran no lo hacen ¿Por qué lo voy a hacer yo?

Y esto mismo se puede aplicar a la corrupción, a la política, a lo profesional, etc.

Juan Camilo Clavijo

«Colombia en Llamas: El Costo del Cambio Climático»

En estos días cruciales, los incendios forestales en Colombia revelan una verdad que no podemos seguir ignorando. Nos preguntamos: ¿Dónde se esconden ahora los negacionistas del cambio climático? No necesitamos ir lejos para encontrar las respuestas. El IDEAM reportó que el año pasado perdimos cerca de 170,000 hectáreas de bosque, un número alarmante que recalca la necesidad imperiosa de replantear nuestra relación con el medio ambiente.

No estamos ante un fenómeno aislado. Datos del World Resources Institute muestran un crecimiento en la frecuencia e intensidad de eventos climáticos extremos en Colombia, destacando los incendios forestales que han devastado alrededor de 200,000 hectáreas en solo el último año. Estas cifras no son solo estadísticas; son un llamado a la acción.

 

La magnitud de estos incendios va más allá de la pérdida de biodiversidad. Afectan elementos cruciales como la generación de agua y la fertilidad del suelo. Reflexionemos: ¿Cuánto nos está costando como nación combatir estos incendios? ¿Cuál es el valor de nuestros páramos, vitales para el suministro de agua?

Frente a esta emergencia, propuestas como el «Impuesto a la Contaminación» buscan responsabilizar a los grandes emisores y generar recursos para la restauración ambiental. Sin embargo, las soluciones deben ser más amplias, abarcando desde la educación ambiental hasta la transformación de nuestras prácticas industriales.

Este desastre natural es un reflejo de nuestras acciones y decisiones humanas, pero todavía tenemos la oportunidad de revertir el rumbo. La responsabilidad recae en todos: ciudadanos, empresas, y gobiernos. Es crucial alinearnos con políticas sostenibles como las propuestas por Petro, alejándonos de visiones negacionistas como las de Milei. Solo así podremos esperar un futuro más verde y prometedor para Colombia.

Encuentre aquí más columnas de Esteban Restrepo

El cambio climático podría reducir la esperanza de vida en medio año

La revista ‘PLOS Climate’ publica un trabajo de Amit Roy de la Universidad de Ciencia y Tecnología de Shahjalal (Bangladés) y de la Nueva Escuela de Investigación Social (Estados Unidos) según el cual el cambio climático puede reducir la esperanza de vida en medio año.

En concreto, los resultados de este trabajo indican que, de forma aislada, un aumento de la temperatura global de 1°C se asocia con una disminución promedio de la esperanza de vida humana de aproximadamente 0,44 años, o alrededor de 5 meses y 1 semana.

 

Se espera que un aumento de 10 puntos en el índice compuesto de cambio climático (que tiene en cuenta tanto la temperatura como las precipitaciones) reduzca la esperanza de vida promedio en 6 meses.

Además, apunta a que las mujeres y las personas de los países en desarrollo se verían afectadas de manera desproporcionada.

Para aclarar esta relación, se evaluaron datos promedio de temperatura, precipitaciones y esperanza de vida de 191 países entre 1940 y 2020, utilizando el PIB per cápita para controlar las diferencias drásticas entre países.

Además de medir los impactos aislados de la temperatura y las precipitaciones, el autor diseñó un índice compuesto de cambio climático, el primero de su tipo, que combina las dos variables para medir la gravedad general del cambio climático.

Más allá de los resultados de este estudio, Roy tiene la esperanza de que el índice compuesto de cambio climático estandarice la conversación global sobre el mismo.

Según el autor, es de particular importancia mitigar las emisiones de gases de efecto invernadero y adaptarse a un entorno cambiante.

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