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Confidencial Noticias 2025

Etiqueta: Hugo Acero

Ni Bancolombia ni Fidubancolombia le responden a Hugo Acero por la posible estafa de la que fue víctima

El analista político y exsecretario de Seguridad y Convivencia de Bogotá, Hugo Acero,  reveló a través de sus redes sociales que fue víctima de estafa por la cual perdió su apartamento pagado en su totalidad a en su totalidad a Fidubancolombia.

“Junto con mi esposa Ana María Camargo compramos un apartamento sobre planos con la firma Constructora Torres la Salle SAS en el año 2015, terminamos de pagarlo en 2017 y nos lo entregaron en 2019. Un proyecto que contaba con la participación de la Fiduciaria Bancolombia y del Banco de Colombia, a quienes les pagamos la totalidad del valor del apartamento, y quienes todavía nos reportan, cada seis meses, que no tenemos deuda con ellos”, narró el analista.

Acero señala que a pesar de haber cancelado los gastos de escrituración que fueron firmados por el constructor remitida a Fidubancolombia para que la firmaran, al día de hoy no le han entregado el documento al que tiene derecho.

“Entre el constructor, la Notaría 68 y  Fidubancolombia nos mamaron gallo” todo este tiempo”, afirmó.

El politólogo narra además que a pesar de que la Superintendencia de Industria y Comercio, en un fallo a su favor dio la orden a Fidubancolombia para que haga entrega de las escrituras, esto no se ha cumplido.

“Luego nos enteramos que Bancolombia había demandado al constructor y a la Fidubancolombia porque no le había pagado parte del crédito y que por eso no nos entregaban la escritura, proceso penal que ya ordenó el embargo de mi apartamento. De este proceso quisimos hacernos parte, pero el juez nos negó esa posibilidad porque no eramos propietarios”, indicó.

“Llama la atención como en medio de este pleito Fidubancolombia nos dijo que no tenía nada que ver con Bancolombia y a su vez lo hizo el Banco, como si fueran empresas independientes. Bancolombia no responde por lo que hace Fidubancolombia”, puntualiza.

La contabilidad de los muertos

Hugo Acero Velásquez

Definitivamente, con el concepto de “Homicidio Intencional” las cifras que hoy está entregando Bogotá no incluyen los homicidios que se ejecutan en “uso legítimo de la fuerza” (abatidos por la Fuerza Pública), legítima defensa, homicidios preterintencionales y accidentales.

Estos cambios se sustentan en que las cifras de la Policía -SIEDCO- se están ajustando con base en el documento de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito UNODC “Clasificación Internacional de delitos con fines estadísticos” que define el homicidio intencional como “La muerte ilícita causada con la intención de causarle la muerte o lesiones graves” .

Frente a estos cambios, que seguramente tienen su justificación, surgen una serie de interrogantes y cuyas respuestas son necesarias para garantizar la confiabilidad de las cifras y la posibilidad de ser contrastadas entre los departamentos y municipios del país, con otros países y ciudades de la región y del mundo y entre periodos de tiempo más a menos largos.

  • ¿En qué periodos de tiempo, años, se van excluir los homicidios que se ejecutaron en Colombia (departamentos y municipios) en “uso legítimo de la fuerza” (abatidos por la Fuerza Pública), legítima defensa, homicidios preterintencionales y accidentales, 10 años, 20 años, 30 años? Esto para poder determinar los periodos de comparación.
  • ¿En qué países de la región y del mundo se está adelantando esta tarea de exclusión de estos tipos de homicidios? Esto para saber con qué países, municipios y ciudades nos podemos comparar.
  • ¿Esta exclusión está siendo discutida con el distrito y las demás ciudades del país que manejan sistemas de información y observatorios de violencia y delincuencia?
  • ¿Esta exclusión está siendo discutida con la Rama Judicial? Esto porque al final del proceso de investigación de cualquier homicidio es el juez el que determina, con base en acerbo probatorio, el tipo de homicidio y toma la decisión de absolver o condenar.
  • ¿Esta exclusión está siendo discutida con el Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses?
  • Cómo evitar lo que pasó con los “falsos positivos”, donde las víctimas en su momento fueron presentadas como “abatidas en combate” y años después se vino a confirmar que fueron dadas de baja de manera ilegítima? Hasta ahora se sabe que fueron más de 6000 los casos registrados en el país.
  • En esta misma línea ¿Quién determina cuándo un caso de homicidios se da en “legítima defensa”, es “preterintencional” o es “accidental”? ¿Los investigadores de la Policía, de la Fiscalía o los jueces con base en las pruebas recogidas por estos investigadores y el análisis forense?
  • De acuerdo con la respuesta anterior ¿Cuándo se toma la determinación de incluirlos o excluirlos de las cifras que manejan las instituciones y que deben ser públicas y transparentes?

Estas y seguramente otras preguntas que van a aparecer con la discusión pública sobre la exclusión de los homicidios referenciados en este artículo, las autoridades de seguridad y justicia, que están adelantando esta tarea las deben asumir como un derecho de petición.

Todo esto para seguir avanzando en la confiabilidad de las cifras de violencia y delincuencia, que permiten contar con adecuados diagnósticos y la definición, ejecución y seguimiento de planes y acciones para enfrentar los problemas de inseguridad que hoy preocupan a la mayoría de los colombianos.

 

¿Nueva policía local de Bogotá?

Por: Hugo Acero Velásquez

La idea de la alcaldesa Claudia López para presentar en la próxima legislatura un proyecto de ley que permita crear una policía local para la ciudad, se da en medio del incumplimiento al compromiso del Gobierno Nacional de entregar 1500 uniformados para Bogotá, y de ver cómo disminuye el pie de fuerza existente en la ciudad.

Hay que esperar el proyecto de ley que, en concreto exponga claramente cuántos hombres y mujeres va a tener esa policía ¿Cómo y cuándo se van a seleccionar y capacitar? ¿en qué instalaciones se van a formar? ¿Cuál es el contenido de esa formación?, ¿Cómo va a ser su estructura? ¿Cuál es el costo anual y permanente? etc.

Por otro lado, esta idea requiere reformas constitucionales y legales profundas, que seguro el Gobierno Nacional no las va a apoyar como corresponde en medio de la gran cantidad de reformas que está tratando sacar adelante.

Una propuesta que no tiene en cuenta la realidad política actual, donde el Gobierno Nacional está empeñado en sacar la Policía del Ministerio de Defensa, sin que hasta el momento se conozca cómo se va a hacer, ni la complejidad de la misma, en la medida que supondría una reforma profunda de tres sectores de gobierno, como son Defensa, Justicia e Interior, si de verdad  quiere hacer una reforma seria y responsable que fortalezca a la Policía en materia de civilidad, operatividad y bienestar y mejore la seguridad de los ciudadanos.

Por otro lado, por lo menos en América Latina, no existen referentes de policías locales buenas. En México, Brasil, Argentina y los demás países donde hay policías municipales, son poco profesionales, ineficientes, corruptas, mal pagas, mal dotadas y se convierten en “guardias pretorianas” de los alcaldes que cambian a su antojo con cada cambio de gobierno. Esto mismo puede repetirse con la idea que hoy se plantea para Bogotá.

Por este camino no es conveniente avanzar, lo qué hay que hacer es volverse a sentar con el presidente y el ministro de Defensa para que cumplan con los compromisos que tienen con Bogotá o ajustarlos a las realidades actuales.

Reuniones que pueden servir también para fortalecer la inteligencia y la investigación criminal (Policía y Fiscalía) con más personal, profesionalización y trabajo en equipo para enfrentar una criminalidad cada vez más organizada y diversificada en sus rentas crimínales.

Si este proyecto de ley se radica y se aprueba, se le deja un chicharrón al nuevo alcalde, sin saber si lo va a continuar o lo va a sostener como corresponde.

Respecto a las otras dos propuestas, con relación al Régimen de Tratamiento Penal Alternativo, un proyecto de ley que ya hace curso en el Congreso de la República y qué pasa a segundo debate, hay que apoyarlo para que los municipios inviertan y puedan apoyar como corresponde en materia de sanción y resocialización a los infractores de la ley penal con instalaciones para tal fin. Adicional a estos esfuerzos locales, Bogotá tiene que invertir en la nueva cárcel distrital en el predio de La Picota, que el Ministerio de justicia le va a dar viabilidad en los próximos días.

Y la tercera propuesta tiene que ver con otro proyecto de ley que busca que funcionarios públicos en Bogotá, diferentes a policías, puedan imponer órdenes de comparendos. Para esto hay que reformar el Código Nacional de Seguridad y Convivencia Ciudadana que focalizó esta acción en cabeza de la Policía, que, en algunos lamentables y censurables casos, se han convertido, desafortunadamente, en foco de corrupción de algunos policías.  Hay que tener mucho cuidado que este comportamiento se traslade a otros servidores públicos.

Los consejos del presidente

Por Hugo Acero Velásquez. 

En materia de seguridad el gobierno del presidente Gustavo Petro ha caído en la mala costumbre de convocar consejos de seguridad después de ocurridos los hechos, cuando ya no se puede hacer casi nada. Frente al incremento de los feminicidios y el asesinato de indígenas menores de edad en la Comunidad el Estrecho, en los límites entre Amazonas y Caquetá, la respuesta gubernamental ha sido convocar consejos de seguridad.

Los Consejos son instancias de coordinación interinstitucional permanente, entre distintas instituciones del Estado para mejorar la seguridad de los ciudadanos y de los territorios, a través de acciones planeadas de disuasión, prevención y control de las instituciones responsables de la seguridad y la justicia, bajo el liderazgo del presidente, los gobernadores y los alcaldes.

Desafortunadamente los Consejos de Seguridad en muy pocas ciudades, municipios y departamentos sesionan de manera regular y a nivel nacional casi no se reúnen, a no ser por hechos lamentables como los registrados en los últimos días. De esta manera, difícilmente se podrán enfrentar y disminuir los crecientes hechos de violencia que se registran en el país.

Bienvenido el Consejo de Seguridad que el presidente va a convocar esta semana para analizar y atender la creciente violencia feminicida que se registra en el país. Esta es una buena oportunidad para convocar a otras instituciones del Estado para atender esta y otras problemáticas de violencia y delincuencia. A este Consejo deben asistir el Fiscal General de la Nación, la Procuradora, el Defensor del Pueblo, como lo establece el Decreto 647 de 2021. Además, deben asistir el ICBF y Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses, que tienen información importante para abordar de manera integral esta problemática, en sus bases de datos hay miles de mujeres que están en alto riesgo de ser asesinadas y no hay que esperar a que esto suceda.

Es una buena oportunidad para comprender que la violencia y la delincuencia son problemas de Estado y no de gobierno, que se requiere trabajo en equipo de todas las ramas de poder público, dejando de lado las diferencias y rencillas políticas, donde parece que hoy está el problema. Mientras los violentos y delincuentes están organizados y en muchos casos trabajan en equipo, las instituciones del Estado están trabajando cada una por su lado, no coordinadamente como se debiera.

Es una buena oportunidad para comprender, en el caso de los feminicidios y en general de la violencia de género, que:

  1. Los hechos de violencia en el ámbito privado en contra de mujeres, niños y niñas se siguen atendiendo, predominantemente, desde las instituciones de bienestar social y no desde la seguridad y la justicia.
  2. Las políticas de seguridad y la justicia siguen centrándose en lo público, dejando de lado lo privado.
  3. Si bien en la Constitución y las leyes existe el reconocimiento a las diversidades, en lo operativo y en la práctica de la seguridad y la justicia ese reconocimiento está todavía por desarrollarse, existe mucha discriminación violenta y no reconocimiento pleno de los derechos de las poblaciones diversas.
  4. Los indicadores que tienen las instituciones de seguridad y justicia, en materia de violencia de género todavía son muy generales y en algunos casos ni siquiera se tienen, como es el caso de la violencia hacia poblaciones Trans, LGTBI, ciudadanos y ciudadanas en actividades sexuales pagas, entre otras.
  5. Hasta hace menos de 10 años no se hablaba de feminicidio, se decía que era un asesinato por pasión y no se investigaba como correspondía y menos se condenaba.
  6. Es marginal el enfoque de género en temas como trata de personas, conflicto interno, guerras, migraciones, etc.
  7. Se tiene un manejo institucional, muy débil. A nivel nacional e inclusive local, el manejo sigue siendo de la “primera dama”, una consejería y en muy pocos casos secretaría de la mujer.
  8. La legislación no es tan clara en términos de los tipos de violencia en contra de las mujeres y de género.

En términos generales, se puede asegurar que la perspectiva de género en los sectores de seguridad y justicia, frente a otras instituciones del Estado, apenas se está tratando como tema, sin que todavía se refleje en la práctica y operatividad de las instituciones que las componen.

Finalmente, es una buena oportunidad para definir una hoja de ruta de trabajo en equipo y permanente entre las distintas instituciones del Estado para atender los graves problemas de violencia, delincuencia y orden publico por que esta atravesando el país.

Consumo responsable de alcohol y otras drogas

El prohibicionismo y el control policivo en las calles definitivamente no ha funcionado. Antes bien ha aumentado el consumo y la conflictividad entre los jóvenes y entre estos y las autoridades, como, de alguna manera, se hizo evidente en las protestas desde 2018.

Por: Hugo Acero Velásquez

Lo primero que hay que decir, respecto a la orden dada por la Corte Constitucional para que los concejos distritales y municipales regulen las condiciones para restringir el porte y consumo de sustancias psicoactivas en parques y espacios públicos con el objetivo de “proteger los derechos de los niños, niñas y adolescentes” es que esta medida no aplica cuando se trata del porte con fines de consumo propio (dosis personal o dosis medicada).

Segundo, hay que resaltar la intención de la Corte de “proteger los derechos de los niños, niñas y adolescentes” y por extensión la convivencia de los ciudadanos, que en muchos casos ven este consumo como un “problema de inseguridad y de un mal ejemplo para los niños y demás ciudadanos no consumidores”.

Lo tercero, es que hasta ahora frente al consumo de sustancias sicoactivas en el espacio público, ha prevalecido la expedición de normas que prohíben el consumo en determinados territorios, especialmente urbanos, y de control policial, medidas que no han dado los resultados esperados, como se puede evidenciar tras la expedición del Decreto 825 de 2019, que, si se hubiera aplicado como se debía, solo en el 10% del territorios de Bogotá si hubiera podido consumir drogas, de ahí la imposibilidad de aplicarlo por parte de la Policía.

Frente a esta situación, no solo los concejos distritales y municipales tienen un gran reto, también las administraciones locales, para no repetir medidas que en el pasado no han funcionado y que se quedan en el papel.

Debe haber una discusión amplia y especializada sobre este tema, que pasa por los consumos de alcohol y otras drogas. Este no es un problema solo de abogados de los concejos, de las secretarias jurídicas y de la Policía. Es un tema que debe involucrar las secretarías de salud, integración social, educación, cultura, seguridad, convivencia y justicia y otras secretarías que pueden ayudar a definir una política integral sobre consumo responsable de uso de alcohol y otras drogas.

En 1997 ante los problemas de consumo de alcohol, riñas, violencia, lesionados y muertos, tras su ingesta, Antanas Mockus hizo una propuesta que generó mucha polémica entre autoridades y ciudadanos en general, que era “enseñarles a los muchachos de los grados 10 y 11 de los colegios a consumir licor”.

Desde luego el objetivo no fue ni distribuir licor en los colegios, ni crear una cátedra sobre el tema, sino sostener diálogos con los estudiantes sobre el consumo de alcohol, con la participación de especialistas de la Secretaría de Educación y Unidad Coordinadora de Prevención Integral.

Estos conversatorios se aplicaron en sesenta y ocho (68) colegios, durante el segundo semestre de 1997, con el titulo de «Saber antes de beber.  Uso responsable del alcohol» y se fundamentaron en el desarrollo de procesos de socialización secundaria que promuevan la regulación y la autorregulación social con respecto al consumo de alcohol.

Los objetivos de estos conversatorios fueron:

  1. Abrir un espacio al diálogo sobre el uso responsable del alcohol.
  2. Reflexionar sobre la experiencia individual y colectiva del uso del alcohol.
  3. Abordar las implicaciones que genera el uso inadecuado del alcohol.
  4. Hacer respetar la acción de aquellas personas que manifiestan no querer beber y que son consideradas como «zanahorias» y resaltar el valor que tienen los que no beben y pueden divertirse sin consumir alcohol.

La información que se daba en los colegios y que se discutía con los alumnos, era la siguiente:

  1. Cómo es el consumo del alcohol en Bogotá.
  2. Qué efectos produce el alcohol cuando se consume sólo una vez, cuando se hace un uso inadecuado de él, cuando se abusa de su consumo, cuando hay dependencia y sobre los efectos sociales del uso inadecuado del alcohol. Violencia y lesiones en general.

Con esta información, los alumnos, padres de familia, profesores y directivos reflexionaban sobre el consumo del alcohol y, de manera individual, se invitaba a decidir sobre no consumir o hacerlo de manera responsable, contribuyendo así a reducir los efectos del alcohol en la violencia cotidiana.

Esta experiencia hoy puede servir para cumplir las órdenes que impartió la Corte Constitucional “para que los concejos distritales y municipales regulen las condiciones para restringir el porte y consumo de sustancias psicoactivas en parques y espacios públicos con el objetivo de “proteger los derechos de los niños, niñas y adolescentes”. Sirve para trabajar con muchos jóvenes, escolarizados y no escolarizados, sobre el consumo responsable de alcohol y otras drogas en el espacio público y privado.

El prohibicionismo y el control policivo en las calles definitivamente no ha funcionado. Antes bien ha aumentado el consumo y la conflictividad entre los jóvenes y entre estos y las autoridades, como, de alguna manera, se hizo evidente en las protestas desde 2018.

Los concejos distritales y municipales, así como las administraciones locales deben pensar en la posibilidad que las ciudades y municipios cuenten con centros de consumo manejados por especialistas y donde se pueda trabajar con los jóvenes, reducir el daño de las drogas y del alcohol reconociendo los riesgos que existen con estos consumos y se puedan minimizar con actitudes responsables, para que no se atente contra la integridad y vida propia y las de los demás ciudadanos.

Cuanta falta nos hace Antanas Mockus para abordar este y otros tantos problemas por los que esta atravesando el país desde la mirada practica y pedagógica de la cultura ciudadana.

 

 

 

Inseguridad y trasteo de la Policía Nacional

En medio de la situación de violencia y delincuencia que se registra en el país, persiste, en algunos funcionarios del gobierno, la idea de sacar la Policía del Ministerio de Defensa, situación que, de cierta manera, ha afectado la operatividad regular de esta institución en materia de seguridad.

Cabe anotar que hasta el momento solo se conoce el documento “Traslado ministerial de la Policía Nacional” elaborado a comienzos de este año por el Departamento Nacional de Planeación, el cual toca unos interesantes puntos que hay que tener en cuenta a la hora de pretender sacar a la Policía del Ministerio de Defensa.

Mantiene las tres propuestas que se han hecho en torno a este tema, crear un nuevo ministerio o trasladarla al Ministerio del Interior o al de Justicia. De acuerdo con el documento, es claro que esto no es un mero trasteo de la Policía. En todos los casos supone reformas administrativas de dos o tres sectores de gobierno.

Es decir, en principio hay que reformar el sector Defensa para definir funciones claras en materia de seguridad pública entre las Fuerzas Militares y la Policía, que hoy se comparten en materia de seguridad y orden público. Si la idea es crear un nuevo ministerio, los retos son grandes, ya que se requerirían recursos significativos para su estructura administrativa, en medio de las limitaciones fiscales que hoy afronta el Plan de Desarrollo y las distintas reformas que está promoviendo el Gobierno Nacional en el Congreso de la República, donde parece no existe el consenso necesario para crear un nuevo ministerio.

Si la idea es trasladarla al Ministerio del Interior o al de Justicia, habría que reformar los respectivos sectores de Defensa, Justicia y/o Interior. Esto supone reformas profundas, donde deben participar, además de los ministerios mencionados, el de Hacienda y el Departamento Administrativo de la Función Pública con estudios importantes sobre carga fiscal de las reformas, lógicas presupuestales, reformas administrativas de los sectores comprometidos y políticas y lineamientos sobre estructura del Estado. Como se ve, esta propuesta no es un mero trasteo de la Policía a otra dependencia. Hasta ahora Función Pública no ha sido consultada sobre estas posibles reformas.

Dada esta complejidad de esta reforma, en los últimos meses el Gobierno Nacional estudio la posibilidad de trasladarla al Ministerio de Justicia. De avanzar en esta línea, se estaría ubicando la Policía en uno de los ministerios más débiles: desapareció en 2003 como ministerio y fue convertido en viceministerio del Ministerio del Interior. En 2011 fue revivido como ministerio y aunque ha avanzado en su organización todavía presenta grandes falencias, como el desgobierno que existe en el Sistema Carcelario y Penitenciario, donde el INPEC y la USPEC son ruedas sueltas con grandes problemas de corrupción e ineficiencia, sin que los distintos ministros hayan podido gobernar estas instituciones. Si se insiste en trasladarla a este Ministerio hay que hacerle reformas profundas para que no solo gobierne el sistema carcelario, sino para que tenga la capacidad de gobernar la Policía y atender los distintos problemas que hoy tiene esta institución y en general la seguridad de los ciudadanos.

Tampoco parece que el Ministerio del Interior sea la mejor opción para trasladar a la Policía, porque podría quedar expuesta a intereses de los partidos que gobiernen. Más bien se propone trasladar de este Ministerio, hacia donde quede la Policía, el Fondo Nacional de Seguridad y Convivencia Ciudadana (FONSECON) y otras actividades de seguridad ciudadana que en la actualidad ejecuta.

Como se puede ver, este no es un simple trasteo de la Policía. Se está ante una reforma estatal compleja que involucra distintos sectores de gobierno y que pueden afectar de manera grave la gobernanza de la seguridad y la justicia, en la medida en que las instituciones intervenidas, generalmente, entran en un estado de parálisis e incertidumbre.

Si se hace con la urgencia que se han presentado otras reformas, seguramente los resultados serán desastrosos para la institución y para la seguridad de los ciudadanos, y si se hace como se debe el proceso será largo o seguramente se puede llegar a la conclusión que es mejor reformar solo el Ministerio de Defensa y convertirlo en el Ministerio de Seguridad Ciudadana y Defensa, desde donde también se puede avanzar hacia una Policía más civilista.

Mientras se toman decisiones al respecto, se puede asegurar que la “barrida masiva” del alto mando de la Policía a comienzos de este Gobierno, la posible reforma de la institución y la falta de ordenes claras respecto a como asumir los graves problemas de seguridad en algunos territorios y ciudades, esta afectando la seguridad de los ciudadanos y del Estado.

Hugo Acero 

 

¿Nueva policía local para Bogotá?

La solicitud de la alcaldesa Claudia López al presidente Gustavo Petro para que “tramite una ley que permita crear una policía local para la ciudad” se da en medio del incumplimiento del compromiso del Gobierno Nacional de entregar nuevos policías para Bogotá y de ver cómo disminuye el pie de fuerza existente en la ciudad.

Esto es solo una idea, seguro no existe un proyecto concreto que exponga claramente cuántos hombres y mujeres va a tener esa policía, cómo y cuándo se van seleccionar, capacitar, en qué instalaciones se van a formar, cuál es el contenido de esa formación, cómo va a ser la estructura de esa nueva policía, cuál es el costo anual de esa policía, etc.

Por otro lado, esta idea requiere reformas legales profundas, que seguro el Gobierno Nacional no las emprenderá, en medio de la gran cantidad de reformas que está tratando sacar adelante.

Una propuesta que no tiene en cuenta la realidad política actual, donde el Gobierno Nacional está empeñado en sacar la Policía del Ministerio de Defensa, sin que hasta el momento se conozca cómo se va a hacer, ni la complejidad de la misma, en la medida que supondría una reforma profunda de tres sectores de gobierno, como son Defensa, Justicia e Interior, si de verdad el Gobierno quiere hacer una reforma seria y responsable que fortalezca a la Policía en materia de civilidad, operatividad y bienestar y mejore la seguridad de los ciudadanos.

Por otro lado, por lo menos en América Latina, existen muy pocos referentes de policías locales buenas. En México, Brasil, Argentina y los demás países donde hay policías municipales, la gran mayoría son poco profesionales, ineficientes, corruptas, mal pagas, mal dotadas y se convierten en “guardias pretorianas” de los alcaldes que cambian a su antojo con cada cambio de gobierno. Esto mismo puede repetirse con la idea que hoy se plantea para Bogotá.

Por este camino, hoy no es conveniente avanzar, lo que hay que hacer es volverse a sentar con el presidente y el Ministro de Defensa, para que cumplan con los compromisos que tienen con Bogotá o ajustarlos a las realidades actuales. Reuniones que pueden servir también para fortalecer la inteligencia y la investigación criminal (Policía y Fiscalía) con más personal, equipos, profesionalización y trabajo en equipo para enfrentar una criminalidad cada vez más organizada y diversificada en sus rentas criminales

Subsidios para jóvenes a cambio de no robar

No es la primera vez que el presidente de la República Gustavo Petro justifica la propuesta de entregar subsidios a los jóvenes que están delinquiendo para que dejen de hacerlo, a cambio de estudiar, realizar labores sociales y comportarse bien, como lo hizo en Soacha hace una semana. Durante la campaña en una entrevista en el programa “Mejor hablemos” del Canal City TV aseguró que cuando fue alcalde de Bogotá “A 10 mil pandilleros les pagamos lo que ganaban robando, así redujimos hurto a celulares”. Pero ¿qué tan efectiva puede ser esta estrategia para reducir el delito, en particular los hurtos?

Si se miran las cifras de hurtos a personas, celulares, bicicletas y a comercio, que en muchos casos son los delitos que cometen los jóvenes que apenas están ingresando a actividades delincuenciales, durante el periodo de gobierno del hoy presidente Gustavo Petro cuando fue alcalde de Bogotá, se tiene que estos delitos no disminuyeron, antes bien aumentaron.

El hurto a personas, según las cifras reportadas por la Policía Nacional, pasó de 17.057 casos denunciados en 2011, último año de Gobierno de Samuel Moreno y Clara López, a 27.564 en 2015, último año del gobierno de Gustavo Petro, es decir, este delito aumento en un 51%, como se puede ver en la siguiente gráfica:

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El hurto a celulares pasó de 5392 casos denunciados en 2011 a 11.187 en 2015, aumentó en un 107%, como se puede ver en la siguiente gráfica:

 

graf 1 by Confidencial Colombia on Scribd

El hurto a comercio creció en los primeros años de gobierno del alcalde Gustavo Petro y los años subsiguientes disminuyó, como se puede ver en la siguiente gráfica, pasó de 3172 casos denunciados en 2011 a 5921 en 2015.

 

graf 2 by Confidencial Colombia on Scribd

Finalmente, el hurto de bicicletas también creció durante ese periodo, pasó de 933 casos denunciados en 2011 a 1775 en 2015, es decir aumentó en un 94% (ver en la siguiente gráfica):

graf 5 by Confidencial Colombia on Scribd

Como se puede ver el programa de entrega de subsidios no tuvo incidencia en la inseguridad, en particular en la reducción de los hurtos.

Sin embargo, no se puede desconocer que este tipo de acciones pueden ayudar a prevenir que muchos jóvenes terminen en actividades delincuenciales y violentas o que algunos puedan salir de estas actividades y volver a estudiar, trabajar y compartir con sus familias.

Si el presidente Gustavo Petro insiste en esta propuesta, debe trabajar directamente con los municipios, pero especialmente con las iglesias, las juntas de acción comunal, los líderes y policías barriales que saben cuáles son los jóvenes involucrados en asuntos de violencia y delincuencia, para que los políticos locales no conviertan este programa en una bolsa de empleo de sus seguidores y dejen por fuera jóvenes con los que de verdad hay que trabajar.

Tampoco se debe aceptar que sean las organizaciones criminales las que entreguen los listados de jóvenes, ya que convierten estos recursos en otro ingreso más y no se logra la desvinculación de los jóvenes de los grupos delincuenciales. Finalmente, ojalá este programa no se ejecute en medio del proceso electoral de este año, porque corre el riesgo de convertirse en fuente de recursos para atraer electorado y comprar votos.

Hay que definir de manera clara a qué tipo de jóvenes se les puede dar el subsidio, qué actividades deben desarrollar en sus municipios y comunidades, con el acompañamiento de servidores públicos locales y comunidades, qué planes de estudios y trabajo van a desarrollar, cuál va a ser el seguimiento y evaluación del programa y de cada uno de los jóvenes y cómo, de manera periódica, se va a rendir cuentas públicas sobre los resultados de este programa a las comunidades donde se vaya a realizar.

Hay experiencias importantes que hay que recoger. Por ejemplo, los programas de Guías Cívicos de Misión Bogotá, “Gestores de Convivencia”, “Trapecistas” del Padre Javier de Nicoló y “Caminando Relajado” de Carlos Marín de IDIPRON, que hoy cuenta con más de 5000 jóvenes; “Parceros” en Medellín y Bogotá, en Barranquilla “Va jugando” en Cali Gestores Paz y Cultura Ciudadana y otros tantos programas que hay que tener en cuenta si se quiere de verdad acertar sacando jóvenes de la violencia y la delincuencia.

Hay que anotar que estas experiencias tampoco han sido evaluadas como corresponde en materia de su impacto en reducción de violencia y delincuencia, pero ahí hay suficiente material para saber que hacer y no hacer en el programa que propone el Gobierno del presidente Gustavo Petro.  (ver siguiente articulo Paula Doria de la Sella vacía.   https://www.lasillavacia.com/historias/silla-nacional/jovenes-en-paz-de-petro-tuvo-reditos-mixtos-en-bogota-y-riesgo-de-politizacion/).

El Minjusticia tiene la llave para solucionar el hacinamiento

Importante el anunció del Ministro de Defensa Iván Velásquez de mirar, en conjunto con el Ministerio de Justicia, la posibilidad de generar nuevos espacios en las cárceles para descongestionar las estaciones de policía y las URI, donde se registra un hacinamiento del 144% con más de 22 mil personas recluidas en condiciones infrahumanas y liberar más de 3000 uniformados que están destinados a trabajar en las calles, pero se encuentran como guardianes en las estaciones y URI.

Durante este año e inclusive el próximo, la única institución que puede solucionar este problema de hacinamiento en las estaciones y URI, es el Ministerio de Justicia, a través del INPEC, abriendo las puertas de algunas cárceles para que las personas que están puedan estar en mejores condiciones. Hay que anotar que estas personas, desde hace ya varios meses e inclusive años sobreviven las 24 horas del día, los siete días de la semana en un metro cuadrado y por lo menos en una cárcel podrían salir a un patio a recibir el sol, redimir pena con actividades, ir a un baño, entre otros derechos.

¿Por qué el Ministerio de Justicia es el único que puede solucionar este problema? Porque los municipios y departamentos, que también tienen obligaciones en estas materias, no han cumplido y seguramente no van a alcanzar a cumplir la orden de la Corte Constitucional para “construir o adecuar inmuebles con condiciones adecuadas para recluir temporalmente a las personas que no han sido trasladas a una cárcel”. El plazo dado por la Corte vence en marzo de este año (Sentencia SU-122-22 que amplio en estado de cosas inconstitucional).

Los entes territoriales no van a cumplir porque seguramente no dejaron recursos este año para tal fin, además es el último año de gobierno y las ciudades capitales y departamentos están esperando el tramite de un proyecto de ley en el Congreso, que se presento con el liderazgo de Asocapitales, y que les permitiría invertir en este rubro con mayor tranquilidad. Solo podrían dejar comprometidos algunos recursos para la vigencia de 2024 y serán los nuevos alcaldes y gobernadores quienes tomen la decisión de construir los inmuebles ordenados por la Corte. Es decir, como se puede ver, en menos de dos años los entes territoriales no van a contribuir a solucionar esta problemática.

Salvo las ciudades de Medellín, que tiene un proyecto, que viene elaborando desde 2018 para construir una cárcel por Alianza Público Privada -APP- y Bogotá que construyo en un 50% el Centro Especial de Reclusión -CER- para 480 personas en la localidad de Puente Aranda y el proyecto de la nueva cárcel distrital en predios de La Picota, que no ha avanzado, las demás ciudades y departamentos no tienen proyectos y parece que tampoco recursos para construir centros de reclusión.

Por el lado del Ministerio de Justicia, el Proyecto de Ley “Por medio de la cual se humaniza la política criminal y penitenciaria para contribuir a la superación del estado de cosas inconstitucional¨, que busca eliminar algunos delitos, ampliar el acceso a la suspensión de pena y a la prisión domiciliaria y lograr que la pena máxima en Colombia quede en 40 años, hace tramite en el Congreso y seguramente, si es aprobado, los resultados no se verán antes de un año.

Como se puede ver, la única institución que, durante los próximos dos años, puede resolver la situación de hacinamiento inhumano de las URI y estaciones es el Ministerio de Justicia. Ojalá el INPEC y los cerca de 80 sindicatos estén dispuestos a caminar en esa línea, de lo contrario el estado de cosas inconstitucional persistirá y se incrementará, es decir, habrá mas hacinamiento en URI y estaciones, no habrá espacios para recluir nuevos delincuentes y la seguridad ciudadana seguirá siendo afectada por esta situación, como bien lo vio el Ministro de Defensa en el consejo de seguridad en el departamento de Antioquia.

Por: Hugo Acero Velásquez

 

Paz Total, seguridad y metas

Por: Hugo Acero Velásquez. 

En un país cuyo nombre no será mencionado,

se produce algo nunca visto: la muerte decide suspender su trabajo letal…

“Las intermitencias de la muerte” José Saramago.

El Encuentro Internacional de Conflicto y Crimen Organizado que la Fundación Ideas para Paz (FIP), la Fundación Konrad Adenauer (KAS) y la Iniciativa Global Contra el Crimen Organizado Transnacional (GITOC), el pasado 31 de enero y 1 de febrero de 2023, sirvió de escenario para escuchar al Presidente del Congreso Roy Barreras, al senador Ariel Ávila, al Fiscal General Francisco Barbosa y a distintos expertos nacionales e internacionales sobre uno de los temas centrales del Gobierno del presidente Gustavo Petro, como es el de la Paz Total.

Uno de los objetivos centrales de la Paz Total, a través de los diálogos de paz con el ELN y algunos grupos de las disidencias de las FARC, así como el sometimiento o “acogimiento” con distintas grupos criminales organizados, se orienta fundamentalmente a reducir las variadas manifestaciones de la violencia que se presentan en áreas urbanas y rurales del país, protagonizadas por estas organizaciones criminales, que afectan de manera grave la seguridad y bienestar de los ciudadanos, los derechos humanos, en particular el derecho a la vida, la integridad personal, la libertad de tránsito y el disfrute del patrimonio.

En concreto, se busca reducir el asesinato de líderes comunitarios y de DD HH, las masacres, los desplazamientos, los confinamientos, las amenazas, en general reducir los homicidios en el país y avanzar en el control Estatal de algunos territorios que gobiernan las distintas organizaciones criminales; una estrategia de reducción de la violencia y de la delincuencia focalizada, que hasta el día de hoy tiene un ejemplo para mostrar con el cese de enfrentamiento entre dos bandas en Buenaventura, los “Shotas” y los “Espartanos” con la reducción de los homicidios que venían creciendo en los últimos años en esa ciudad, se pasó de 113 casos en 2019 a 194 en 2021 y el año pasado bajó a 111 homicidios registrados.

Hay que anotar que hoy cerca del 70% de los homicidios dolosos corresponden al accionar de estructuras criminales, a través del sicariato y del asesinato de ciudadanos en medio de un hurto y otros actos delincuenciales. Con estas cifras resulta relevante los esfuerzos de la Paz Total, que deben ir acompañada de una contundente política de seguridad ciudadana que enfrente, en el marco del Estado de Derecho, a las organizaciones delincuenciales que persisten en su accionar criminal.

El derecho a la vida garantiza el disfrute de los demás derechos.

 El proyecto del Plan Nacional de Desarrollo “Colombia, potencia mundial de vida 2023, 2026” que presentó el Gobierno de Gustavo Petro al Congreso contiene dos metas que apuntan a reducir las muertes violentas en el país, los homicidios y las muertes en siniestros viales, una muy conservadora y la otra muy ambiciosa.

En el caso de los homicidios, en Colombia en 2022 se cometieron, según cifras del Ministerio de Defensa, 13.896 homicidios; en promedio se registraron 38 asesinatos diarios, que representó una tasa de 26,9 homicidios por cada 100.000 habitantes. Frente a esta tasa de violencia homicida el Gobierno actual propone en cuatro años reducirla a 24,4[1], es decir una reducción anual de 180 homicidios, como se puede ver en el siguiente cuadro:

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Una meta poco ambiciosa si se tiene en cuenta que el objetivo central de la Paz Total es reducir las distintas manifestaciones de violencia, que generan las organizaciones armadas y delincuenciales que operan en el país, en particular reducir los asesinatos de líderes, ciudadanos en general y de personas vinculadas a actividades delincuenciales.

Frente a la cifra de 38 homicidios diarios en promedio que se cometieron el año pasado, se podría poner una meta de reducir un homicidio diario en todo el país, lo que daría una reducción de 365 homicidios anuales y al final del periodo (2026) se tendría una tasa de 23 homicidios por cada 100.000 habitantes, y si fueran dos homicidios diarios, es decir que en el país no mataran en promedio 38 personas diarias, sino 36, al final del periodo, en 2026, se tendría una tasa de 20,4, como se puede ver en el siguiente cuadro:

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La apuesta y logro de una meta ambiciosa y posible por parte del Gobierno en este campo sería el resultado más importante de la Paz Total. Una meta de país donde el Presidente, con base en la Constitución y las leyes, puede comprometer a los gobernadores, alcaldes e instituciones de seguridad y justicia en su logro. Hay que anotar que la meta que se imponga el gobierno no es solo para que la asuma y la cumpla la Policía, debe ser una meta de todas las instituciones de seguridad y justicia, incluidos los alcaldes y gobernadores.

En lo que hace a la meta de reducción de fallecidos en siniestros viales, en el documento del Plan Nacional de Desarrollo, primero, hay que ajustar la línea base al año 2022, donde se produjeron 8301 fallecidos, y segundo, si se mantiene la meta de bajar esta cifra a 5.723 en 2026, como lo expone el Plan, se pasará de una tasa de 15,6 fallecidos en siniestros viales por cada 100.000 habitantes en 2022 a 10,6 en 2026, es decir que hay que reducir en 645 casos anuales durante los próximos cuatro años, como se puede ver en siguiente cuadro:

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Una meta muy ambiciosa si se tiene en cuenta que desde 2018 los fallecidos en siniestralidad vial no han dejado de crecer, salvo el año 2020 que por los aislamientos por el COVID se redujeron los riesgos de siniestralidad; se pasó de 6.754 fallecidos en siniestros viales en 2017 a 8301 en 2022, como se puede ver en la siguiente gráfica:

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[1] En el documento del Plan Nacional de Desarrollo “Colombia, potencia mundial de la vida 2022, 2026” maneja dos cifras distintas de la tasa de homicidios por cada 100.000 habitantes, Una con las cifras de la Policía Nacional SIEDCO (13.442. ver Indicadores de primer nivel pág. 54) y la otra con las cifras que maneja el Ministerio de Defensa (13.896. Pág. 57), que incluye los “abatidos” en uso legítimo de la fuerza.

 

¿Qué implicaciones tiene un cese al fuego bilateral?: Análisis de Hugo Acero y John Marulanda

En entrevista para Confidencial Colombia el coronel en retiro y presidente de la Asociación de Oficiales Retirados de las Fuerzas Militares de Colombia (Acore), John Marulanda, junto al analista político Hugo Acero analizan todo lo que implica un cese al fuego bilateral.

El presidente de Acore respondiendo a si puede haber un cese bilateral al solo encontrarse la intención de parte del gobierno, indicó que este en un imposible: “no podemos hablar de un cese al fuego bilateral, cuando son cinco los participantes de un lado, cuando el cese lo declara unilateralmente el gobierno, y cuando uno de los cinco dice que eso no ha sido discutido”.

Hugo Aceró, por su parte indicó que este ha sido la “costumbre” que ha tenido el gobierno en estos meses de gestión. Esta aseveración la hizo el analista por los anuncios que se hacen a través de las redes sociales” e indicó que considera que el ELN “no se siente cómodo con la vinculación que se le da con los otros grupos, “a pesar de que todos estos grupos han tenido alguna relación con temas de narcotráfico, allí existen organizaciones “puramente criminales y delincuenciales, sin ningún sentido ideológico. Como si lo tiene el ELN”, afirmó.

El coronel (R) y presidente de Acore, considera además que, aunque los militares y la Policía Nacional están subordinadas al poder que tiene el comandante supremo, que es el presidente de la república, esto no significa que el primer mandatario no deba consultar previamente los temas que tienen que ver con el orden público y la seguridad nacional.

El Dr. Hugo Acero, por su parte considera que es necesario definir una agenda más completa para comenzar a discutir en medio de un proceso de paz.

Reviva el diálogo:

 

Primeras damas y caballeros de la nación

Este articulo lo escribí en 2007 y no le voy a cambiar una sola coma porque creo que la gran mayoría de los gobiernos de Colombia, del pasado y presentes, tienen la costumbre troglodita de nombrar “primera dama”. Lo hacen los presidentes, los gobernadores, los alcaldes y algunos funcionarios públicos que ocupan cargos importantes; costumbre que se ve cuestionada cuando se elige una mujer para desempeñar tales funciones. En ese momento a nadie se le ocurre tener un despacho para el “primer caballero”.

Con la elección de alcaldesas y gobernadoras en Colombia, se pone en evidencia que con las votaciones democráticas los pueblos eligen presidentes, gobernadores y alcaldes y no a sus esposos, esposas, madres y demás familiares, quienes deberían continuar su vida laboral y profesional sin entrometerse en las funciones del Estado, a no ser que ya estuvieran cumpliendo tales tareas. Ahora, si a estos familiares se les nombra en cualquier cargo del Estado por sus conocimientos, los funcionarios elegidos podrían estar incurriendo en nepotismo.

En algunos casos, para defender estos “cargos” que cuentan con oficinas, funcionarios asignados, vehículos y demás recursos públicos, se argumenta que el trabajo que desarrollan estos familiares es ad-honoren y lo hacen por el bien público. La pregunta que hay que hacer es: ¿Por qué no lo hacían antes de la elección del funcionario?.

Suele suceder que a la “primera dama” se le asignan labores sociales, tareas que algunos, de manera errónea, consideran poco importantes y que no requiere de la dedicación especial del funcionario elegido. En este campo se cometen muchos errores. Es el caso de la asignación de responsabilidades a la “primera dama” en temas tan importantes y delicados como la atención de los problemas de familia, mujeres, niños, niñas, violencia intrafamiliar y maltrato infantil, sin que tenga conocimiento de esos temas y solo porque es mamá y por ser la esposa del funcionario (si no tienen esposa designan a la mamá o a una hija).

Por esta consuetudinaria y obsoleta costumbre nuestros Estados hoy no cuentan con una política pública en esta materia, la cual debería estar liderada por los presidentes o por los mandatarios locales, independientemente de que sean hombres o mujeres. Hay que tener en cuenta que la violencia al interior de los hogares es una de las causas más importantes de la violencia. Antes que la pobreza y el desempleo, lo que alimenta y mantiene la violencia es el maltrato infantil y la violencia intrafamiliar, como lo aseguran algunos expertos. Quien crece maltratado ejercerá violencia como adulto.

Por otro lado, este tipo de cargos entorpece el normal y racional funcionamiento del Estado, en la medida en que la “primera dama”, con conocimiento o sin el, se mete de manera indebida en funciones que le corresponden a algunas entidades que sí cuentan con funcionarios profesionales para desempeñarlas.

Desde todo punto de vista, este cargo no debería existir, la sola presencia de estos familiares desempeñando funciones de Estado y cerca al poder se presta para corrupción o para no hacer las cosas en el marco del ordenamiento legal. Son muchas las ocasiones en que las instituciones y los funcionarios profesionales han tenido que oír que hay que hacer esto o aquello porque la “primera dama” lo ordenó. ¿De cuándo acá ellas, o cualquier otro familiar del funcionario elegido, tienen poder legal o constitucional para dar órdenes a los funcionarios del Estado?.  Esos cargos ad-honoren son nada funcionales y le salen muy costosos al Estado y a la sociedad.

Si se continua con esta costumbre arcaica y por un momento las mujeres elegidas decidieran nombrar un “primer caballero”, ¿cuáles serian las funciones que este señor desempeñaría?. Se oyen propuestas”.

 

La vida está en juego en medio de una disputa política

Las diferencias en torno a la puesta en marcha de la Central Hidroeléctrica Ituango entre el alcalde de Medellín Daniel Quintero y el Director de la Unidad Nacional de Gestión del Riesgo de Desastres (UNGRD), Javier Pava pasaron de lo técnico a lo político. Una discusión donde se confunden las responsabilidades estatales de estos dos servidores públicos, con los intereses personales.

Para el Director de la UNGRD, Javier Pava, con base en dos informes, la puesta en marcha de Hidroituango pone en riesgos a los habitantes aguas abajo de la presa. “El primer informe, del Servicio Geológico Colombiano, sostiene que se identificaron problemas de inestabilidad en la presa y dificultades de erosión en áreas subterráneas, y el segundo, de un experto, se refiere a lo que podría suceder por la inestabilidad del macizo rocoso, su colapso y la posible avenida torrencial que se daría sobre la presa” https://www.eltiempo.com/colombia/medellin/hidroituango-inicia-operacion-comercial-entre-advertencia-726032.

Frente a las declaraciones del director de la UNGRD, el Alcalde de Medellín, Daniel Quintero, señaló que los informes en los que se basan las advertencias de Pava no son sustentados en estudios, porque asegura que se demostró que el proyecto es estable, y aseguró “parecen más un ejercicio de represalia asociada al parecer a una relación política de Pava con la senadora Isabel Cristina Zuleta. Lamento que un proyecto tan importante quede metido en un tema político”.

A estos dos servidores públicos, representantes del Estado, uno nacional y otro municipal, se les olvidó que su principal obligación es garantizar la vida y bienestar de los ciudadanos. El director de la UNGRD, como representante del Presidente de la República en este tema, no solo debe advertir sobre los posibles riesgos -no es una ONG, es un representante del Estado-, sino que debe ordenar lo que sea necesario para proteger la vida de los ciudadanos. Su jefe, el presidente, es el máximo responsable de la seguridad de los ciudadanos y los alcaldes y gobernadores son subalternos del presidente en este tema. Al Gobierno Nacional le corresponde ordenar, no advertir, en una situación donde de por medio está en riesgo el derecho a la vida de los ciudadanos; derecho que debe garantizar el Presidente de la República

Si la evidencia es contundente, si las advertencias y estudios son serios, el director de la UNGRD, por orden del presidente, debe ordenar que se pare la puesta en funcionamiento de Hidroituango o como una medida preventiva debe reubicar definitivamente a los ciudadanos de la ribera del río, hasta donde crea que pueden ser afectados. Esto último, trabajando en conjunto con los alcaldes y el gobernador de Antioquia, quienes deben obedecer la orden del presidente.

De lo contrario, si pasa algo, el director y el presidente serán igualmente responsables, al igual que quienes hoy toman la decisión de poner en funcionamiento Hidroituango. Si no lo hacen, ni pasa nada, desde ya son responsable del miedo, zozobra y angustia en la que van a vivir por siempre las familias cerca al río, por las declaraciones públicas que han hecho hasta ahora.

Por favor doctor Pava y alcalde, asuman las responsabilidades constitucionales y legales en materia de seguridad y trabajen en equipo, es lo que les corresponde.

Los delincuentes no son el único problema

Cuando se trata la inseguridad ciudadana, inmediatamente se enumeran las problemáticas y los distintos grupos criminales que ejercen violencia y delincuencia, se identifican escenarios locales y territoriales donde con mayor frecuencia ocurren los hechos y las autoridades de seguridad y justicia proponen alternativas para enfrentar esos problemas y reducir los delitos.

Sin embargo, existen otros problemas que no permiten al Estado colombiano dar respuesta adecuada para garantizar la seguridad de los ciudadanos y no son propiamente los delincuentes, ni sus actos violentos, es la baja confianza que tienen los ciudadanos en las instituciones de seguridad y justicia, la descoordinación de esas instituciones, la ausencia de liderazgo presidencial y la falta de recursos para fortalecer las instituciones para enfrentar las organizaciones criminales, que sí tienen recursos, en muchos casos trabajan coordinados y gozan de cierto reconocimiento territorial y comunitario sustentado en acciones de intimidación violenta y terror.

  1. Percepción de inseguridad y desconfianza en las instituciones de seguridad y justicia.

Los ciudadanos sienten, cada vez más, que la inseguridad está empeorando, sin que las autoridades responsables del tema le pongan la atención debida a este indicador que no ha dejado de desmejorar.

De acuerdo con la última encuesta de Invamer del mes de octubre, solo el 7% de los ciudadanos consideró que la seguridad estaba mejorando. Esta situación comenzó a deteriorarse desde septiembre de 2010, en el último gobierno del presidente Álvaro Uribe, cuando se pasó de un promedio de 39% de los ciudadanos que consideraban que la seguridad estaba mejorando, a 17% durante los dos gobiernos del presidente Juan Manuel Santos y al 9% promedio, durante el gobierno del Presidente Iván Duque, como se puede ver en la siguiente gráfica:

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Esta percepción ciudadana de deterioro de la seguridad no es homogénea en las ciudades más importantes del país, de acuerdo con la Encuesta Pulso País del DANE de agosto de este año, Cartagena, Riohacha, Quibdó, Neiva, Valledupar, Barranquilla AM, Sincelejo, Bogotá, Ibagué, Villavicencio, Bucaramanga AM, Popayán y Pasto se ubican entre las ciudades donde más del 50% de los ciudadanos se sienten inseguros día y noche, como se puede ver en el siguiente cuadro:

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A esta sensación de inseguridad creciente, se agrega el deterioro de la confianza ciudadana en las instituciones de seguridad y justicia. Hoy la confianza ciudadana ha caído a los niveles más bajos de los últimos 20 años, de acuerdo con los resultados de la encuesta de Invamer Poll de octubre de 2022, siendo el año 2010 cuando se registraron los resultados más favorables:

  • Las Fuerzas Militares, que en todas las encuestas siempre tuvieron los niveles más altos de confianza entre los ciudadanos, pasó de 81% de los ciudadanos que tenían una opinión favorable en 2010 a 53% en julio de 2022.
  • La Policía Nacional cayó de 79% en 2010 a 40%.
  • La Fiscalía pasó del 59 % a 28%
  • El Sistema Judicial Colombiano, de 34% a 16%.
  • La Corte Constitucional de 57% de opinión favorable entre los ciudadanos a 34%.
  • La Corte Suprema de Justicia de 56% a 27%, como se puede ver en el siguiente cuadro:

Como se puede ver, las instituciones de seguridad y justicia han tenido un notable deterioro en su credibilidad y esto tiene una relación directa con la percepción de inseguridad del país por la falta de protección que sienten los ciudadanos.

Temor y desconfianza ciudadana que afectan de manera grave la gobernanza de la seguridad, que debe estar mediada por la colaboración y trabajo coordinado entre las instituciones del Estado y entre estas y la ciudadanía en general. Como bien lo plantea un reciente estudio del Banco Interamericano de Desarrollo, Confianza, La clave de la cohesión social y el crecimiento en América Latina y el Caribe[1] “la confianza favorece la colaboración en tareas complejas dentro de los organismos públicos. Los funcionarios deben trabajar junto con sus colegas, los ciudadanos y los funcionarios públicos de otros organismos, para implementar los programas de gobierno”. “Cuando la confianza está ausente de estas interacciones, la sociedad y todos sus miembros sufren; la política es inestable, la calidad de las políticas públicas se deteriora, el crecimiento económico se desacelera, y la equidad social y el bienestar individual disminuyen”.

En materia de seguridad, la desconfianza en las instituciones en Colombia ha generado graves problemas, como la “justicia por mano propia, la seguridad paraestatal, el no pago de contribuciones e impuestos para fortalecer los servicios de seguridad y justicia y el aumento de la corrupción como una forma de relación de los ciudadanos con las instituciones.

2. Liderazgo y descoordinación interinstitucional.

n materia de gestión de la seguridad, a los últimos gobiernos les ha faltado el liderazgo requerido del presidente, así como la participación activa de los alcaldes y gobernadores, Hoy los consejos de seguridad nacionales y locales no se realizan de manera periódica, dejaron de ser escenarios de prevención, planeación y coordinación de las instituciones de seguridad y justicia; se reúnen de manera reactiva, después de ocurridos los hechos, cuando ya hay muy poco que hacer. Esto afecta de manera grave la seguridad de los ciudadanos en los territorios.

La relación de alcaldes y gobernadores, gobierno nacional y demás instituciones de seguridad y justicia, se realiza a través de las redes y en muchos casos no se da en los mejores términos, ni con ánimo de coordinar acciones para reducir los hechos de violencia y delincuencia. Las redes se están convirtiendo en la forma riesgosa de gobernar este tema delicado que requiere prudencia y en algunos casos reserva. Hoy, con cada tuit, más emotivo que racional, se hace más difícil la gestión y el trabajo en equipo.

La coordinación con las instituciones de seguridad y justicia es limitada, cuando no inexistente. Hay que anotar que, en materia de seguridad ciudadana, de manera directa, intervienen las siguientes instituciones, que desde la Presidencia pueden y deben ser coordinadas, los ministerios Defensa, Justicia, Interior, el Departamento Nacional de Planeación, el ICBF, Migración Colombia, la Unidad de Información y Análisis Financiero -UIAF- del Ministerio de Hacienda y los alcaldes (1103) y gobernadores (32) que tienen obligaciones constitucionales y legales en seguridad y convivencia ciudadana.

Se puede asegurar que las acciones estatales de seguridad y de justicia hoy se ejecutan sin mayor coordinación interinstitucional, afectando tareas que no deberían separarse en el diseño, ejecución y seguimiento de la política integral de seguridad, como es el caso de la prevención (incluye la atención de los riesgos y de las distintas poblaciones vulnerables, el cambio de comportamientos ciudadanos), la vigilancia, la disuasión, la detección de conductas delincuenciales y contrarias a la convivencia, la persecución, la detención, el juzgamiento, la sanción de los infractores y la resocialización.

3. Falta de recursos para ejecutar las políticas de seguridad y convivencia a nivel municipal.

Se puede asegurar que más del 90% de los municipios en Colombia no cuentan con recursos para financiar sus políticas de seguridad y convivencia ciudadana, lo que imposibilita, en gran medida, las soluciones de los problemas que en estas materias tienen. No se cuenta con recursos suficientes para apoyar y fortalecer la labor de la Policía, de la Fiscalía, los jueces, ni para desarrollar políticas locales de prevención, justicia cercana a los ciudadanos, a través de las inspecciones de policía, comisarías de familia y unidades de mediación, entre otros temas.

4. Qué hacer.

  • Primero es que el presidente Gustavo Petro asuma el liderazgo constitucional y legal que le corresponde en materia de manejo del orden público y de la seguridad ciudadana.
  • Segundo, que el Presidente convoque a todas las instituciones responsables o involucradas en estos temas a trabajar en equipo de manera permanente. Que el Consejo Nacional de Seguridad y Convivencia Ciudadana, por lo menos, sesione una vez al mes como una instancia preventiva de coordinación de trabajo y de definición de acciones, para reducir los riesgos que afectan la seguridad de los ciudadanos y de los territorios. Que no sea una instancia reactiva, después de que suceden hechos lamentables, cuando ya no se puede hacer nada. A estos Consejos pueden ser invitados las otras ramas del poder público, garantizando la independencia de poderes, los ciudadanos y otras instancias del Estado.

De la misma manera hay que trabajar con todos los alcaldes y gobernadores, quienes también deben asumir el liderazgo que les corresponde en materia de seguridad y convivencia y trabajar en equipo con todas las instituciones de seguridad y justicia a través de los Consejos

  • Tercero, que, con el trabajo coordinado, liderado por el Presidente, con acciones oportunas, contundentes y con claros y públicos resultados en contra de todas las organizaciones criminales, las instituciones de seguridad y justicia comiencen a recuperar la confianza de los ciudadanos. La reducción de los indicadores de violencia y delincuencia, el trabajo con resultados y la difusión pública de los mismos, permiten recuperar la legitimidad y confianza ciudadana en las instituciones.
  • Cuarto, dado que los recursos que dispone la Ley de Orden Público, del 5% de obra pública contratada, son insuficientes para que más del 90% de los municipios puedan atender, como corresponde, los problemas de convivencia y seguridad ciudadana, es necesario que el Congreso de la República legisle sobre las “tasas y sobretasa de seguridad” para que puedan contar con recursos adicionales.

 

[1] Banco Interamericano de Desarrollo BID. 2022 https://publications.iadb.org/publications/spanish/document/Confianza-La-clave-de-la-cohesion-social-y-el-crecimiento-en-America-Latina-y-el-Caribe.pdf

 

 

Militares en la seguridad pública

“Cuando era candidato, Andrés Manuel López Obrador criticaba el rol de los militares en la guerra contra el narcotráfico y prometía sacarlos de las calles de México, píero en el transcurrir de su gestión solo les ha dado más poder. En 2019 eliminó la Policía Federal y en su reemplazo creó la Guardia Nacional, a la que integró en un 80 por ciento por militares. Y en agosto pasado informó que el nuevo cuerpo dedicado a combatir el delito dejaría de estar bajo el mando civil y pasaría a la Secretaría de Defensa”. Este párrafo hace parte del acertado artículo “La creciente influencia militar en América Latina” que pública El Tiempo https://www.eltiempo.com/mundo/latinoamerica/la-creciente-influencia-militar-en-america-latina-717392, que plantea cómo por conveniencia y necesidad se están utilizando las fuerzas militares en materia de seguridad pública.

Este aumento de la intervención de los militares en la seguridad pública, también se ha hecho evidente en otros países de la región, como bien lo expone el artículo, donde por diversos motivos se ha avanzado en esa línea; motivos que van desde el interés de algunos gobiernos que buscan el apoyo de los militares para mantenerse en el poder, hasta para enfrentar los grandes retos del crimen organizado trasnacional y nacional que en algunos casos superan la capacidad de las autoridades policiales.

En Colombia, si bien la Policía, por su capacidad y creciente profesionalismo, ha mantenido el liderazgo en materia de seguridad pública, no ha sido extraña tampoco la utilización de las Fuerzas Militares para atender problemas de seguridad pública; los problemas históricos de “orden público” han dado pie a la presencia y accionar de las FF.MM. en distintos territorios y ciudades del país.

Hoy, cuando solo queda un grupo armado con orientación política en su accionar en contra del Estado y algunos otros grupos delincuenciales con estructuras militarizadas y narcotizadas, cabe preguntarse, una vez más, ¿Cuál va a ser el papel de las Fuerzas Militares en materia de seguridad pública, especialmente en aquellos territorios donde la única presencia del Estado son las Fuerzas Militares y donde actúan distintos grupos de delincuencia organizada explotando las rentas criminales del narcotráfico, la minería ilegal y la explotación ilegal de los recursos naturales?

Son distintos territorios donde viven poblaciones campesinas, afros, indígenas, colonos, y donde la Policía tiene una limitada y casi nula presencia para enfrentar el crimen organizado que actúa en esos lugares y para desarrollar su labor de seguridad y convivencia ciudadana, cercana a las comunidades y las necesidades de los ciudadanas y ciudadanos colombianos presentes en esas zonas del país. No va a ser posible en corto tiempo aumentar y profesionalizar el pie de fuerza de Carabineros, de por si ya poco (ojalá, para aumentar el número de policías, especialmente Carabineros, no se caiga en el reclutamiento y desmejoramiento de la calidad de la formación de los policías como se hizo a comienzos de este siglo y que afectó de manera grave el profesionalismo y la disciplina interna de la institución).

Los retos de seguridad en esos territorios, especialmente rurales, son grandes, no se cuenta con suficientes policías y se tiene una fuerza militar que ya no enfrenta los grupos guerrilleros ni paramilitares que se conocieron a finales del siglo pasado y comienzos del presente y que está en esas zonas, donde la desconfianza entre las autoridades y los ciudadanos es mutua. Un reto grande de seguridad rural y donde las Fuerzas Militares pueden jugar un papel muy importante si se hacen los cambios adecuados.

Finalmente, hay que reconocer que garantizar la seguridad, la convivencia ciudadana y el desarrollo alternativo de esos territorios no es de responsabilidad exclusiva de las Fuerzas Armadas, se requiere una intervención integral e interinstitucional que involucra a todas las instituciones de seguridad, justicia y desarrollo social del orden nacional, municipal y departamental, con una alta participación y reconocimiento de las organizaciones sociales de las comunidades y ciudadanos asentados en esos territorios. Para esto también se requiere del liderazgo del Presidente y de la coordinación de un ministerio, que organice y ordene la intervención integral de las demás instituciones del gobierno y del Estado.