Ir al contenido principal

Etiqueta: Jaime Polanco

Los astros se alinean a la izquierda

Los nuevos gobiernos en América Latina obligan a repensar el potencial regional.

El mundo permanece atento a los avatares de la guerra entre rusos y ucranianos, mientras otras guerras más estratégicas y geopolíticas se desarrollan solapadamente.

 

Básicamente disputas comerciales, más reñidas, si cabe, que utilizan armas reales, que se desarrollan entre dos grandes potencias: chinos y norteamericanos, en ámbitos más discretos, pero no menos dañinos.

Los campos de actuación varían en función de las oportunidades que se presentan, pero una vez abonadas algunas áreas geográficas especialmente Asia y África, otras zonas del mundo aparecen en la mira de las grandes superpotencias.

Mientras esto ocurre, en nuestra región las cosas van cambiando a pasos agigantados. Una nueva ola de gobiernos progresistas está llegando al poder. La reñida contienda en Brasil, donde Lula da Silva se proclamó presidente por un estrecho margen de votos dejando al país partido en dos, ha supuesto la consolidación de un giro a la izquierda que conlleva algo más que un ideario político común.

Margen de mejora

Latam es una de las zonas del mundo donde todavía hay muchas cosas que mejorar. La previsión de crecimiento para este año asciende al 3.2%, muy alejado de las metas a conseguir, y desde luego en las antípodas si hablamos de la proyección del 1.5 % para 2023.

Los niveles de pobreza extrema del 14.5% se han disparado después de la pandemia y la respuesta de los gobiernos ha sido tibia y poco efectiva. El débil crecimiento previsto, no ayudará a cerrar las brechas en las desigualdades sociales.

Las nuevas corrientes izquierdistas tienen pocos planes en común. Muchas esperanzas en los mensajes demagógicos, pero poco efectivos para conseguir resultados políticos o económicos.

Lea más artículos de Jaime Polanco en sin reservas

El perfil de la enfermedad es igual para casi todos. Alto nivel de inflación, tasas de interés imposibles de digerir, deuda pública por las nubes como consecuencia del esfuerzo por el COVID-19 y un gasto social inasumible.

Todo ello salpicado con un desempleo alto, una muy baja productividad, terrible debilidad del sector público y muy poca capacidad de maniobra en materia fiscal, lo que deja el discurso a medio camino entre la promesa y la realidad.

Transición verde

Algunas políticas regionales pueden verse afectadas positivamente: el discurso de las energías limpias y alternativas, la transición a una economía verde y sostenible, la innovación en la industria agraria, así cómo la mejora de la brecha digital tan necesaria para la incorporación de la ciudadanía.

El fortalecimiento del sector público que debería ser más activo en estos momentos de desequilibrios estructurales, ayudará a mejorar el comercio entre los países. El dialogo Estado-Estado que permitirá una mayor transparencia en los sectores de referencia que lo necesiten, sin discutir la necesidad de complicidad entre lo público y lo privado.

En el orden político también hay tareas que acometer. Chinos y norteamericanos vienen jugando un papel importante en la región. Latam siempre orientada a los grandes vecinos del norte, no ha sabido digerir los cambios bruscos en materia de seguridad que han impuesto algunos gobiernos conservadores en EEUU.

Una creciente desconfianza hacia lo “americano” ha ido creciendo para facilitar la llegada del tsunami oriental, menos sofisticado, pero sin tantos reparos morales, para adueñarse de los grandes mega proyectos, que llevan a la región al desarrollo de infraestructuras necesarias para salir del atraso del último siglo.

Para volver a ser jugador en la región, hay que promover el fortalecimiento de las organizaciones multilaterales existentes y recuperar la idea de UNASUR, que dio tan buenos resultados en el papel y tan pocos logros por la mezquindad de algunos dirigentes de la época.

Una región con una sola voz para los temas importantes y transnacionales. Una región que plantee la necesidad de un espacio común, quizás con una moneda también común, que aprenda de los errores cometidos por otras iniciativas geográficas, dialogando para mejorar sus estándares de intercambio político y comercial.

Cada tanto tiempo, los astros se han alineado para que las diferentes civilizaciones interpretaran el significado y buscaran un futuro mejor para sus ciudadanos. Ahora parece que existe una oportunidad para que la frustración y la pobreza, se adueñen de las ilusiones de salir del rezago histórico en el que vivimos.

 

 

«Petrosky», la opinión de Jaime Polanco

En las últimas semanas, varios personajillos me comentan que les han dicho que “soy petrosky”. El tono de la insinuación es como de asombro, incluso de burla y descalificación, luego viene una risa y una pausa. Los interlocutores me miran con la expectativa de una explicación, un argumento, o una excusa por ese ‘malentendido’. Así estamos, una y otra vez en la superficialidad que gana terreno en el debate entre los empresarios sobre las necesidades del país.

Sin ánimo de echar culpas, sí creo necesario reflexionar en este punto. Estamos ante el riesgo de profundizar en la bobada y no ver o comprender lo interesante que puede resultar para la sociedad colombiana este momento.

 

Qué bobos son los que piensan que querer un cambio que mejore la calidad de vida de la ciudadanía es ser de un partido u otro.

Qué incultos los que piensan que el país mejorará tal cual está, sin la anhelada paz que devolverá la confianza a los inversores y traerá la mejor sonrisa a los que quieren ver mejoras en la calidad de sus empresas, en sus balances y en los de sus proveedores.

Lea más opiniones de Jaime Polanco 

Qué impresentables aquellos que como el chiste ¿Qué prefieres, susto o muerte?, eligieron muerte con la irresponsabilidad que implicaba poner a un desconcertante personaje, solamente por ir en contra de Petro. Llevamos un mes y medio de la nueva administración en Colombia y todo el país quiere sacar conclusiones haciéndose la misma pregunta: ¿Y Petro qué?

La pregunta tiene un sentido dependiendo quién la haga. Si ha estado cerca de la coalición de gobierno se hace para reafirmar que no se han equivocado en una elección tan riesgosa; y si son de los que hubieran querido estar, pero no estuvieron, la hacen para constatar que están a salvo del naufragio. Y si son de la oposición, desde luego, es para reafirmar el desastre apocalíptico que presagiaban sus ‘gurús’ mediáticos.

¡Todo un despropósito!

Claro, después de tantos años de diferentes gobiernos de derechas haciendo lo mismo, y conducidos por los mismos, este nuevo paradigma de la izquierda en el poder levanta ronchas entre los que añoran los tics de siempre.

Contestar a la pregunta del millón sobre las intenciones del nuevo gobierno no es tarea fácil, pero con un poco de esfuerzo, se pueden comprender los ejes del cambio que propone un más que cualificado Jefe del Estado.

El cambio, así sea de Perogrullo, es para que las cosas cambien. Así les duela a los inmovilistas que cohabitan en los atávicos clubes en su permanente debate sobre el devenir del país.

Cambien la manera de hacer y entender la política desde la administración del Estado. Cambien los protagonistas que las hacen posibles tanto en el gobierno cómo en el Congreso de la República. Cambien las reglas del juego para no se beneficien los de siempre, y sí a la mayoría de ciudadanos.

Cambiando el concepto de riqueza visto desde la izquierda está la tan manoseada la expresión “quitar el dinero a los ricos para repartirlo entre los pobres”. Pero probablemente lo más correcto será distribuir la riqueza del Estado entre los más necesitados, buscando reducir las brechas sociales y esperando una mayor colaboración de la sociedad, (no sólo de los supuestos ricos) para intentar mejorar la vida de un porcentaje demasiado alto de ciudadanos que viven por debajo del umbral de la pobreza buscando fórmulas efectivas que reduzcan el tamaño del Estado y que bajen los índices de corrupción para que se avance en el desarrollo buscado.

Es intolerable que levantando los tapetes del gobierno anterior se descubra semejante nivel de favoritismos y repartos de contratos que ayudan a esquilmar el patrimonio de la nación.

La clave de la pacificación

El país tiene la obligación de cambiar y reducir la corrupción de bolsillo. Esa que le gusta a todos. Esa que parece inofensiva porque es de pequeñas cantidades y exonera de culpa a quienes la practican incluidos muchos funcionarios del Estado. Mal de muchos no es consuelo de tontos. El cambio hay que hacerlo en las escuelas y en los centros de formación, para asegurarse que las nuevas generaciones no sientan que haciendo trampa se progresa en la vida.

Por supuesto, los mayores esfuerzos hay que hacerlos tratando de llegar a un acuerdo de cese de la violencia en el país. Nada va a cambiar si los grupos armados y las bandas criminales campan por sus territorios ante la nula respuesta del Estado, salvo para condenar en redes sociales las diferentes matanzas que vivimos a diario.

Hay que pasar al diálogo comprometido y abandonar la creencia de que todo se irá a solucionar con el paso del tiempo. Un nuevo marco jurídico es necesario para albergar a aquellos que realmente quieran volver a la ciudadanía responsable, y penas que condenen a los que mientan sobre sus crímenes o sus propiedades reales.

Los que ganaron tienen todo el derecho a gobernar con sus argumentos y su programa de gobierno. La oposición deberá estar pendiente para denunciar los atropellos o la falta de diligencia política. Los medios de comunicación estarán más atentos a crear entornos de debate, que promuevan un mejor entendimiento para las mejoras que la sociedad necesita.

Y los ciudadanos de a pie como yo, emprendedores e inversores, con muchos años haciendo país, colaboraremos aportando algunas ideas que puedan ser aprovechadas en aras a un cambio, que mejore la convivencia entre la ciudadanía y las instituciones públicas o privadas.

Las otras guerras, la opinión de Jaime Polanco

Atónito está el mundo entero con la brutalidad de la guerra en Ucrania. Impresionados por la crudeza de las imágenes que nos ofrecen los medios de comunicación sobre la barbarie perpetrada por el ejército ruso sobre la población civil ucraniana.

La sociedad vive atemorizada por una posible guerra nuclear, y por eso la diplomacia rusa, siempre rancia y siniestra, se empeña en demostrar al mundo que no le teme a las consecuencias de presionar el botón nuclear.

 

La guerra militar la van ganado los invasores, pero la otra, la de verdad, la que inspira la dignidad y la esperanza, la gana el pueblo ucraniano, empeñado en demostrar que juntos sí pueden parar a este ejército oxidado y falto de motivación para matar ciudadanos inocentes, que en otros momentos fueron primos hermanos.

La guerra civil, también la ganan los países occidentales. Quizás por temor, o peor aún, por falta de visión estratégica de lo que se estaba cociendo al interior del Kremlin, Europa y su escudo militar protector la OTAN, han cerrado filas históricas para sorpresa de todos.

Triunfo de la solidaridad

Algunos países neutrales han cambiado sus políticas, otros reacios a movimientos militares, están mirando con simpatía estar bajo el paraguas de la protección europea en estos momentos de incertidumbre en materia de seguridad. El mundo en general será desde ahora más solidario, después de ver la generosidad de algunos países vecinos ante la avalancha del millón y medio de desplazados por el conflicto bélico.

Pero mientras todo esto ocurre, aquí en Colombia las cosas empeoran. ¡Qué despropósito de la vicepresidencia de la República en la tribuna más importante del mundo, la ONU, ofreciendo las labores de intermediación al conflicto ucraniano, sin tener el mínimo pudor de mirar que es lo que han hecho durante estos años de gobierno, en detrimento de cumplir los acuerdos de paz firmados por el Estado colombiano en septiembre de 2016!

Igual le interese más opiniones de Jaime Polanco

Qué atrevimiento olvidar la matanza permanente de líderes sociales y ex miembros de grupos guerrilleros incorporados a la sociedad civil después de los acuerdos de paz. O la muerte de policías y militares en actos de sabotaje de cuarteles e instalaciones militares. O simplemente el bloqueo de vías y quema de vehículos particulares, mientras el Presidente de la nación a escasos kilómetros de distancia saca pecho con las consignas y las condenas de siempre, que dicho sea de paso, no sirven para nada.

En Colombia también tenemos otras guerras. La guerra de la hambruna y la pobreza. La guerra de la corrupción y el desasosiego social al ver que muchas de las promesas de mejora se vuelven nada. La guerra de los grupos armados al margen de la ley, que siguen ocupando grandes franjas del país sembrando el caos y manejando a sus anchas, contrabando, extorsión y narcotráfico con la complicidad de algunos mandos militares recientemente señalados.

Desigualdades sociales

Guerra entre quienes quieren un cambio de ciclo, que termine de una vez con las desigualdades sociales y los que prefieren la medicina de siempre ,que mejora a unos pocos, en detrimento de la gran mayoría.

Guerra con nuestros países vecinos, quienes en algún otro momento fueron receptores de bienes y servicios de la muy frágil industria nacional, pero ayudaron a mejorar la balanza de pagos y las exportaciones tan necesarias en aquel momento para el avance de la economía.

¿Quizás no basten los resultados de las encuestas para que se den cuenta los más altos dignatarios del país de lo mal que van? Por qué van a finalizar el mandato para el que fueron elegidos en 2018 y los resultados son realmente magros.

La única guerra ganada ha sido la de la vacunación contra el Covid-19, más por méritos de los ciudadanos, que por pedagogía de las instituciones sanitarias. En el resto de las promesas electorales de aquellos tiempos gloriosos han predominado los nubarrones, que como siempre pasa, si están negros, uno va y se moja.

Réquiem por México

Llevamos años tratando de analizar las enfermedades que aquejan a un gran país como México. Intelectuales, periodistas, analistas, chamanes, doctores han tratado de encontrar la dolencia que tiene el país y el remedio que lo cure.

No es un problema sólo del gobierno actual, que también, si no de los diferentes gobiernos que asolaron la confianza y los recursos de la gente. Sexenios perdidos en miradas de corto alcance, más centrados en el enriquecimiento de algunos, que en el beneficio de los más necesitados.

 

Sexenios perdidos por la falta de previsión de sus políticos, la cortedad de miras de los diferentes dirigentes más ocupados en conservar cuotas de privilegios, que trazar líneas de futuro para salir de una vez para siempre de la mediocridad que los rodea.

Gobiernos sin experiencia algunos, ilegítimos otros, sin carácter casi todos y para poner la guinda al pastel, el actual cargado de sueños por el cambio, pero con un desastroso resultado de gestión de los mismos.

No dudo de la buena fe de los que dirigen los designios de los más que entregados ciudadanos. Pero el desperdicio en la concepción del Estado y el empeño en esquilmarlo hacen de México un país poco confiable para inversores que busquen ayudar a desarrollar una maltrecha economía, cargada de sinsentidos y camino del infierno, si siguen poniendo demagógicamente el empeño en emponzoñarlo todo.

El liderazgo que añoraban los mexicanos principalmente en la región, pero siempre con la mirada puesta a ser un jugador confiable en el ámbito geopolítico, se ha esfumado.

Los constantes despropósitos del gobierno actual, empeñado en cobrar pelea allá donde se encuentre, hace muy difícil la correspondencia de otros países para normalizar e incentivar políticas de colaboración.

El añorado cambio con el que soñó el presidente actual no termina de llegar. Más corrupción, más violencia, poco crecimiento económico y lo más peligroso, menos libertades individuales, hacen del sueño un sudor frío y un malestar que cunde día a día.

Buscar enemigos es gratis (siempre nos enseñaron que de uno en uno) pero esa capacidad para encontrar enemigos todos los días hace muy difícil el ejercicio de mirar hacia adelante y diseñar un México diferente, donde reine la concordia, se reduzca la violencia y las desigualdades sociales.

Pasado el meridiano del sexenio, la vista atrás no anima mucho a volver a confiar en esa extraña amalgama política de Morena. Las guerras internas, la falta de liderazgo, la previsible muerte política del partido el día que el líder deje de ser presidente de la República, hacen todavía mas difícil vislumbrar como será la sucesión.

Algunos políticos con oficio están en carrera presidencial, será culpa de ellos que la ciudadanía no los comprenda y acompañen, para terminar de hacer los cambios necesarios en un país que necesita tratamiento a su esclerótica situación institucional.

Desafortunadamente, para la ciudadanía que cree en el sueño del cambio, la oposición está desaparecida y rendida ante la evidencia que contra el karma actual no hay nada que hacer. Van pasando los meses después de esa dura experiencia contra el Covid-19 y nada parece que mejore la convivencia o las ofertas de trabajo digno, para los más afectados por la crisis económica posterior.

Las previsiones de crecimiento económico no hacen nada más que enrojecer a los ‘gurús’ que alimentaban la creencia de unos macro datos históricos. Algunos desatinos en los proyectos estrella, la falta de complicidades con los agentes económicos y la muy mala situación del negocio petrolero, hacen difícil pensar en un crecimiento que ayude a salir de las aguas movedizas de siempre.

Soñar es bonito, si es para cambiar la vida de los ciudadanos, mejor. Los políticos que sueñan tienden a ser generosos con los demás y buscan entornos de cambio y diálogo, que favorezca la consolidación del bienestar social de la ciudadanía y el enriquecimiento de las libertades. Pero la soberbia en la búsqueda de excusas permanentes, la confrontación sin sentido y la negación de una más que mala gestión con la ilusión de la ciudadanía por el cambio, hace que las posibilidades de los que vienen atrás se compliquen de manera inexorable.

Cuando a nadie le interesas: la opinión de Jaime Polanco

Hace años, uno de los más prestigiosos políticos y empresarios mexicanos escribió un libro novelado sobre la verdad de un sexenio cualquiera en la presidencia de México. El libro ‘Si el águila hablara’ describía con toda crudeza el entorno del Presidente durante su mandato. Un hombre rodeado de aduladores y arribistas pero, sobre todo, en el olvido y ante el ninguneo general durante el último año de su gobierno.

Nada es baladí al último año de cualquier dirigente y especialmente si es político. El engorde de halagos y ‘porras’ como dicen los mexicanos, (en Colombia se llamarían ‘barras’) sólo es comparable con el abandono de las instituciones, especialmente del Congreso dónde sus señorías ya sacaron sus réditos políticos y económicos.

 

Los habituales lobistas, satisfechos también, porque facilitaron los negocios a sus representados; los medios de comunicación transaron todas las influencias posibles a cambio de las dádivas de siempre, y los amiguetes como es habitual, aprovechando las influencias porque, obvio, para eso ayudaron en la campaña electoral.

Ese ‘síndrome de palacio’, ese que se da cuando el presidente se refugia para que le halaguen, le está afectando de sobremanera al hombre Iván Duque.

Quizás será recordado como el peor presidente de la historia reciente de Colombia. Y la razón es que lo que hace o dice no incita el interés de nadie. Es como si no hablara. Ni de seguridad, desarrollo económico, corrupción o Medioambiente. Prácticamente los representantes de las instituciones, gremios, sindicatos, empresarios, maestros etc… están mirando el calendario para ver cuando cesa la horrible pesadilla.

Las encuestas de opinión pública lo destrozan mes a mes con los peores indicadores de imagen y capacidad de gobierno. Los medios de comunicación, incluidos algunos visiblemente afectos, lo atienden por compromiso o por presiones de Palacio.

Los de siempre, los que le han llevado a este divorcio con la sociedad le están explicando lo que la gran mayoría de políticos hacen cuando la política doméstica es un desastre. “Viaje Presidente, viaje, allí por educación nos atienden y no nos critican”.

Y como si de una tarea escolar se tratara, el Presidente se ha lanzado a viajar para ser atendido protocolariamente por diferentes líderes del mundo, sin un discurso mínimamente comprometedor que ayude a relajar las malas caras de la comunidad internacional por su falta de voluntad en terminar el proceso de paz, al que el Estado colombiano se había comprometido por tierra, mar y aire.

Fotos y más fotos publican los medios afines tratando de demostrar lo indemostrable. Colombia en este mandato presidencial ha perdido mucha credibilidad ante la comunidad internacional: ha ninguneado a los países europeos que le han ayudado a consolidar el proceso de paz y, sobre todo, ha dejado una profunda herida en el Departamento de Estado norteamericano, que es donde se guardan todos los rencores para los ‘amigos’ que nos traicionan.

Presidente: ya puede dar todas las vueltas por el mundo en ese avión color gris militar horroroso, que si no habla de la verdad, las desigualdades, los asesinatos de líderes sociales, el abandono de buena parte del país, así como del incremento alarmante de la inseguridad por una mayor presencia de grupos armados, nada de lo que dice tendrá la más mínima transcendencia.

Y claro está, la falta de cumplimiento de los compromisos medio ambientales por mucho que repita una y otra vez un discurso de medias verdades, no sirve de nada en su credibilidad doméstica. Nada de lo que dice afuera le interesa a nadie adentro.

Todos los presidentes tienen un muerto o detenido en su haber en la lucha contra el narcotráfico. También éste tiene uno. Captura que no le quita mérito a las fuerzas militares y policiales, pero que dejan un tufo de arreglo con agencias de otros países, como si de una eliminatoria de fútbol se tratara.

El segundo refugio donde a uno le recomiendan ir los asesores porque no le critican es al Ejército. Allí le rinden pleitesía y honores militares. Como comandante de las Fuerzas Militares es atendido y saludado con banderas y cachuchas de diferentes colores. Qué pena que en estos años no haya emprendido la renovación de la policía con la creación de un ministerio de seguridad, ni implementado una política verdadera para profesionalizar las capacidades militares, alejando los temores del pasado y depurando de una vez la corrupción de algunas de sus ‘manzanas podridas’.

Afortunadamente, las elecciones están a la vuelta de la esquina. Colombia tiene el reto de elegir de una vez para siempre a unos políticos menos interesados en sus intereses personales y más volcados a buscar soluciones de igualdad en estos momentos de profunda crisis económica.

También tenemos la tarea de elegir a un presidente que lidere el cambio necesario para dejar atrás las malas mañas que han presidido este país por decenas de años.

Un presidente que asuma sin complejos los compromisos del Estado, que sea grande en sus planteamientos y soluciones. Un presidente que sea de todos los colombianos y que despierte otra vez el orgullo y la credibilidad de la ciudadanía por las instituciones tan denostadas en los últimos años.

Hastío, la nueva enfermedad del mundo, Columna de Jaime Polanco

Aburrimiento, desgana, falta de interés y de atención sobre los asuntos que nos son cercanos y que nos afectan diariamente, así como fatiga de escuchar y de ver en las noticias los mismos temas que nos bombardean incansablemente cada minuto. Todo ello está provocando un alejamiento general sobre aspectos importantes de nuestro futuro.

Se puede afirmar que la pandemia ha creado una nueva enfermedad: el hastío.

 

El mundo sigue viviendo momentos de incertidumbre: enfermedades mortales, guerras políticas entre potencias dominantes, el cambio climático, la amenaza de la supervivencia, falta de credibilidad en las clases políticas, explosión de corrupción sin precedentes o liderazgo mundial de medio pelo; son obstáculos que impiden sentir ilusión de cara al futuro, de emprender nuevos retos.

Por años nos impresionaba la capacidad de las potencias en desarrollar programas espaciales y llegar a la Luna. También admirar los logros y adelantos científicos para acabar con las enfermedades más recurrentes. Los avances sociales y los acuerdos de paz, que ponían fin a guerras y conflictos armados.

Nos sentíamos orgullosos de los premios Nobel de nuestros compatriotas y los éxitos de nuestros atletas y equipos deportivos. También del sentido de pertenencia hacia nuestros países y el orgullo de llevar su nombre por el mundo. Sacar pecho por nuestros logros profesionales, así como presumir del avance personal y educativo de nuestros hijos.

Pensar y debatir sobre situaciones políticas y de libertades. Asistir como si una bandera se tratara, a los conciertos de los músicos más emblemáticos y transgresores de nuestra generación. Manifestarse en pro de las libertades y los derechos de las minorías. Denunciar los atropellos y los abusos de los demás por razones de raza, sexo o condición social.

¿Qué nos lleva a sentir casi con culpabilidad semejante hastío?

En un mundo donde los medios de comunicación han perdido el norte del deber ser, la gente está cada día más empoderada con el manejo de las redes sociales. Las redes ayudan a convocar, pero no a reflexionar sobre los que está bien o mal. Las manifestaciones que antaño expresaban el pesar de una sociedad desigual, han dado paso a otras donde la violencia está por encima de la legítima reivindicación.

Los escándalos de corrupción política o empresarial han dejado de ser noticia por la falta de interés sobre cuál será el fin de este. Como en las malas películas, siempre se adivina el final, casi siempre sin castigo y conchabado con el gobierno de turno. Pasan lo más desapercibidos posibles para mayor impotencia de los denunciantes.

La migración desorbitada, la falta de vacunas, el desempleo juvenil, la hambruna y las desigualdades sociales deberían hacer la agenda de nuestros dirigentes. A cambio de esto, sus retóricos y falsos discursos de progreso y bienestar social, llevan a la ciudadanía al agotamiento, a la desconfianza.

La búsqueda desesperada de soluciones también lleva a los más osados a dejarse llevar por las denominadas noticias falsas, que a base de repetirlas una y otra vez hacen que la gente de buena fe, termine cayendo en la trampa de los que las producen.

La sociedad se está divorciando de la política, de sus líderes y sus promesas. La falta de confianza en las instituciones, y quienes las dirigen, está marcando el comienzo de una brecha de incalculables consecuencias.

La falta de una conversación sosegada y constructiva hará que la radicalización vaya en aumento, lo que provocará más manifestaciones y desordenes sociales.

Quizá sea una tarea de quienes han gobernado el mundo, de quienes han concebido las bases de las democracias modernas. Quienes en verdad se han comprometido, son lo que deben ser capaces de hacer entrar en razón a los mediocres líderes actuales, para desarrollar una agenda capaz de convocar a todas las partes involucradas, en aras a construir un plan de desarrollo a largo plazo, que ayude a solventar algunos de los muchos problemas que afligen al mundo actual.

@JaimePolancoS

El tropiezo de Biden, la opinión de Jaime Polanco

Todo hacía presagiar una cómoda gestión de Biden en sus primeros meses de mandato después del desastre de la era Trump. Los más pesimistas pensaban que en el segundo año del mandato empezarían los problemas del nuevo gobierno por la ambigüedad de algunas posiciones en la política doméstica.

Las sorprendentes críticas internas de los demócratas y, por supuesto, la de los republicanos, sobre la precipitada salida de Kabul, llevan siempre a pensar donde está el consenso de Estado en política exterior y hasta dónde durará la luna de miel con el nuevo Gobierno.

 

Desgraciadamente, la historia se repite bastante a menudo. Las imágenes de la retirada norteamericana en Afganistán se parecían mucho a las acontecidas en Saigón (Vietnám) en 1975. Lo que pudo ser una victoria militar fue una humillación política.

¿Qué le pasa a la diplomacia militar norteamericana para que incluso las victorias parezcan una derrota? Ya le ocurrió al presidente Kennedy en Bahía de Cochinos, en 1961. En la mente de la ciudadanía de más edad siempre está el tortuoso recuerdo de los secuestrados en Irán y el fiasco del rescate del entonces presidente Carter en la primavera de 1980. Por supuesto, el dramático atentado sobre las Torres Gemelas y otros muchos ejemplos, hacen dudar sobre la capacidad de prever los finales por muy victoriosos que sean.

El comienzo del mandato Biden presuponía una vuelta a la concordia internacional. Una nueva complicidad con los aliados de siempre. La vuelta a la normalidad después de los despropósitos de su antecesor en la presidencia. Nada de eso parece que ha cuajado de verdad. Las críticas de los aliados arrecian a medida que van pasando los días en la desastrosa evacuación, del personal militar y civiles asimilados.

Las crisis externas de los EEUU no hacen agenda política, pero ayudan a destruirla. Los problemas domésticos se solucionan con una economía más dinámica, unas cifras de empleo sustanciales y unas variables macroeconómicas suficientes para convencer al electorado de la buena marcha del país. En eso están todos los asesores políticos para revertir la mala imagen de los conflictos exteriores.

La popularidad del presidente Biden comenzó muy elevada a pesar de la desconfianza creada por la fragilidad de su salud. Ahora, tras la crisis de Afganistán, está en caída libre, con un índice de desaprobación del 55% y un frágil apoyo sobre sus programas económicos del 39%.

La llegada de los ataúdes de los 13 militares muertos en los recientes atentados, ahondarán aun más las heridas abiertas por 20 años de conflicto. Al final de los días, no ha contribuido para nada en el bienestar espiritual de la ciudadanía norteamericana.

Todo esto para disfrute de los republicanos, pendientes de las elecciones de mitad de término del 2022, donde verdaderamente se juegan todas las cartas para la vuelta al poder que tanto añoran desde la salida de Trump. Los mismos que son capaces de aprobar algunas medidas presupuestarias, ya piensan en una sesión de censura al presidente por la nefasta gestión en la salida de las tropas.

Las críticas de algunos de los senadores demócratas más liberales no han hecho si no demostrar las desconfianzas que genera el presidente en su capacidad para dinamizar cuanto antes el ‘parón’ institucional creado por el gobierno anterior.

Estas críticas también empiezan a arreciar cuando se habla de la incapacidad de la vicepresidenta Kamala Harris para definir sus roles y su verdadera aportación en asuntos de mayor enjundia. La desconfianza es total, entre quienes ven a Harris como la candidata demócrata en las próximas elecciones, después de la escandalosa salida del gobernador Cuomo, eterno candidato a ganar las primarias del partido.

La moraleja de esta situación es muy sencilla. “Quien mucho abarca, poco aprieta”. La enormidad de la estructura política y militar estadounidense es difícil de manejar y compleja de entender. Los planes trazados por el presidente Biden tienen que ser consolidados pausadamente y sin precipitación, buscando la mayor cantidad de consensos entre sus aliados. De esa manera podrán evitar lo que todos espera; el tropiezo con otra nueva piedra.

@JaimePolancoS

La trifulca española, la columna de Jaime Polanco

No hace muchos años los españoles nos sentíamos orgullosos de nuestro pasado más reciente.

La bien manejada transición democrática, la modernización del Estado, el buen funcionamiento de nuestro sistema parlamentario nos acercaba a nuestros vecinos europeos y eso nos daba un punto de orgullo.

 

También sacábamos pecho por nuestro deporte: tenistas, la élite del fútbol; cantantes, científicos, escritores, directores de cine. España estaba de moda, más de 83 millones de turistas venían a nuestro país a disfrutar del sol, las playas y una de las mejores ofertas gastronómicas del mundo. ¿Pero qué ha pasado para que toda esta realidad se desvaneciera como si de una estrella fugaz se tratase?

La trifulca (desorden, camorra, desconcierto, pelea entre varias personas, según la Real Academia Española de la Lengua) que existe en España en los últimos años, está creando un sinfín de dudas entre inversores, organismos internacionales y turistas, que ven cómo un paraíso bien administrado hace aguas por la falta de liderazgo y visión de futuro de sus dirigentes.

Trifulca la de los partidos políticos, no sólo hacia adentro sino hacia fuera, están dando el peor de los espectáculos en tiempos de crisis sanitaria y económica. Lejos de mejorar sus propuestas y su capacidad de liderazgo se enzarzan en guerras sin cuartel que no les conducen a nada, ni a ellos, ni a la ciudadanía. La aritmética electoral española hace inviable una gobernanza con sosiego y planificación de futuro. Los sucesivos gobiernos en funciones y la alianza anti natura del actual, que cuenta con más asesores que voluntad de resolver problemas, convierten el diálogo político en un circo mediático que hace un daño irreparable a la imagen del país en términos políticos y económicos.

Trifulca la que tienen las instituciones para renovar profesionalmente y sin acentos políticos las altas Cortes, la Defensoría del Pueblo o incluso algunas de las más importantes empresas públicas que inciden en la vida de millones de ciudadanos. Lejos están las buenas maneras de los añorados políticos de la transición que anteponían intereses personales o partidistas en beneficio de una España más moderna y adaptada a su entorno.

Trifulca sin duda la que están originando algunos políticos populistas que crean dudas sobre idoneidad de las instituciones que tanto han ayudado a consolidar la democracia. Desgraciadamente para ellos, cuanto más arremeten, más apoyo popular reciben éstas en detrimento de las ideas torticeras de iluminados políticos con poco fundamento moral y personal para cuestionar las mismas.

Trifulca entre los que tienen que liderar la recuperación económica. Nunca antes han existido tantas diferencias entre empresarios, sindicatos y Gobierno para elaborar un plan común y de futuro que ayude a paliar la desastrosa crisis que la pandemia ha traído a la ya maltrecha economía española. Mas de 4 millones de desempleados, centenares de miles de empresas y pequeños comercios cerrados, industrias enteras arruinadas por la cortedad de la visión gubernamental y lentitud de los instrumentos en manos del Estado, para remediar así sea momentáneamente, la ruina de la economía.

Trifulca permanente entre el gobierno central y las 17 Comunidades Autónomas y (2 ciudades autónomas) que impide coordinar una política sanitaria capaz de dar una respuesta seria y contundente, a los problemas derivados del Covid-19. La lentitud a la hora de tomar medidas desde el gobierno de la nación, ayudado por la ceguera ideológica de algunos asesores, demostraron lo poco que aportaron ante lo que avecinaba. Lo malo es que no han aprendido y no han comprendido las consecuencias después de lamentar más de 100.000 fallecidos.

Pensaron que la corresponsabilidad con los gobiernos autonómicos ayudaría a pasar por alto la torpeza de sus malas decisiones. Se equivocaron. Crearon un reino de taifas entre esas 17 autonomías españolas llevando las respuestas bien lejos de lo que necesitaban los ciudadanos en cada una de ellas.

Poco o nada han sacado nuestros líderes políticos de la crisis vivida este último año. Más desconfianza entre ellos, más distanciamiento con las instituciones nacionales e internaciones. Nunca antes habían estado más alejados de la realidad de los casi 48 millones de habitantes que clamaron desde sus débiles personalismos, consenso, entendimiento y soluciones a sus problemas, por encimas de rencillas baratas de políticos que demostraron ser de segundo nivel.

@JaimePolancoS


Otras columnas de Jaime Polanco:

El silencio de las sirenas

Siempre nos ha impresionado el sonido de las sirenas de las ambulancias. Oír su sonido agudo a lo lejos y sentir como va en aumento a medida que se acerca a nosotros producía una rara mezcla de angustia y confianza. Angustia sobre la pronta llegada a su destino, y confianza al saber que el enfermo ya estaba en manos de profesionales.

¿Por qué han dejado de sonar las sirenas? ¿Por qué las ambulancias cruzan las ciudades velozmente en silencio? ¿Acaso su mutismo no transmite algún mensaje sobre la gestión que se ha llevado en este año de pandemia?

 

Con más de 107 millones de contagios y 2.3 millones de personas fallecidas alguna reflexión tendremos que hacer después de un año en vilo, tramitando la cercanía de la muerte en paralelo a la impotencia que produce la falta de confianza en la clase política que nos lidera.

Quizás no suenan las sirenas porque la eficacia de los sistemas de salud de los países en general, y los desarrollados en particular, han fracasado. Las millonarias inversiones en hospitales, ambulatorios, centros de salud, han sido insuficientes por la improvisación de sus dirigentes, quienes con criterios políticos han abordado la pandemia sin protocolos que ordenaran las situaciones de una crisis que, aunque llegó de repente, dio plazo para conjurarla.

Quizás no suenen las sirenas por la ceguera que los hizo minusvalorar su capacidad de contagio al pensar que era un problema sólo de los ‘chinos’ y que la distancia geográfica los pondría a salvo. Ha quedado comprobado que en 24 horas cualquier virus viaja a los cinco continentes sin considerar, color, raza o religión.

Quizás no suenen las sirenas para poner de manifiesto la falta de reacción de los organismos mundiales a la hora de determinar la gravedad de la pandemia, su efecto global y la letalidad de su contagio.

La guerra de los mundos ha dejado al descubierto lo peor de la clase política de países emblemáticos, que aconsejaron a la opinión pública que se pasaría al ser una pequeña gripa sin consecuencias para la vida de nadie.

Quizás no suenen las sirenas para denunciar la falta de solidaridad de los países. Ni los más comprometidos como la Unión Europea, ni los insolidarios de siempre han sido capaces de ponerse de acuerdo en cómo tratar la pandemia. Tampoco han sabido dar pasos concertados para que la compra de vacunas ayude a mitigar las tasas de contagios. La falta de conciencia del daño producido, vuelve a poner en evidencia las diferencias entre los países desarrollados y los que no lo son, y la política ‘del sálvese quien pueda’. La insensibilidad de los ricos en no apoyar a los que más lo necesitan.

Quizás no suenen las sirenas, porque los analistas más optimistas pensaron que la economía versus la salud saldría a cuenta en el corto plazo. Mantener la primera en detrimento de la segunda era lo acertado. Se equivocaron. Los países cerraron a medias las economías.

Ante semejante nivel de tibieza sus previsiones de crecimiento se vieron arrastradas a mínimos históricos y la cerrazón de los dirigentes de turno, no ha hecho más que constatar que nada de lo planificado ha sido como ellos creían.

Cada día mueren más personas y el colapso del sistema de salud de cualquier país es la cruda realidad que se encuentran los cientos de miles de enfermos. Las previsiones sobre el crecimiento continúan por el efecto desmedido de contagios.

No sé lo que habrán aprendido los responsables políticos de todo lo acontecido este año, probablemente nada. Los ciudadanos siguen sin entender el criterio en la compra de vacunas, de las medidas absurdas de los confinamientos o simplemente en el cierre de sectores básicos de la actividad del día a día.

Tiemblan pensando en la falta de transparencia en la gestión del COVID-19. No comprenden como con el nivel de contagio actual, se siguen convocando elecciones, mítines, manifestaciones como si nada hubiera ocurrido.

Quizás sea el momento de una conferencia mundial, para analizar el ‘mea culpa’ de lo acontecido y sea posible un acuerdo, para que la falta de respuesta y solidaridad no se vuelva a dar en ningún lugar del mundo.

@JaimePolancoS

EEUU- China, un nuevo entendimiento, la opinión de Jaime Polanco

La incertidumbre que suscitó la transferencia de poder en la Casa Blanca, los disturbios y la toma por la fuerza del Capitolio de los Estados Unidos parecen hechos ya muy lejanos. Y ya se empieza a ver que la nueva administración Biden comienza a remendar los daños generados por los despropósitos anteriores.

Las primeras órdenes presidenciales así lo indican. Devuelven a la nueva administración a la senda correcta en materia de migración, Medioambiente y cuidados que la pandemia requiere para bajar en nivel de contagios en todo el país.

 

También revive las relaciones con jugadores regionales que Trump había desgastado. El tiempo dirá qué plantean los demócratas al Reino Unido, que quedó bajo el abrazo del oso del anterior mandato, o la Unión Europea que prepara la carta a los Reyes Magos en espera de mejorar las deterioradas relaciones con su antiguo socio comercial.

Pero realmente el cambio clave en la estrategia global de Biden pasa necesariamente por replantear las relaciones con China. El gigante asiático fue el villano favorito de la administración anterior que creó la idea de que todos los males, incluido obviamente el COVID-19, fueron “construidos” por la máquina infernal china.

La estigmatización durante los últimos años del gobierno Trump no ha hecho más que confundir a los países más significativos en la necesidad de tomar partido por unos u otros.

El comercio, la salud, las armas, el cambio climático, la seguridad regional, pasan por un entendimiento real entre ambas súper potencias.

Nadie espera un cambio cultural o político en ninguno de los dos contendientes. El mundo necesita de su entendimiento y respeto, con unas reglas de juego claras y transparentes que permitan confiar en el normal desarrollo de las alianzas futuras. Los retos del siglo en el que estamos, dependerán mucho de cómo sepan entenderse.

Ni los chinos se van a volver de la noche a la mañana, los mayores defensores de las libertades y el libre mercado, ni los norteamericanos querrán verse sometidos a una cultura intervencionista personal y comercialmente.

Cada uno a lo suyo, pero con puentes que permitan desarrollar estrategias que ayuden a mejorar eficazmente los retos tecnológicos que impiden el desarrollo en telecomunicaciones, los desafíos medio ambientales que en gran medida se producen en territorio chino y sobre todo los comerciales, dejando los marcos adecuados, que permitan la libre competencia y reduzcan la famosa geo localización que ha demostrado, no ser útil para nadie en este momento de crisis mundial.

La presencia del gigante asiático es una realidad en muchos puntos estratégicos del planeta. Las inversiones de sus industrias en el desarrollo de las telecomunicaciones e infraestructuras, les convierte en los nuevos jugadores en zonas tan apetecidas como Latinoamérica. Pero lejos de quejarse a su administración correspondiente, las empresas americanas tienen que vencer el miedo de unas inversiones que quizás en algún momento no gocen de la seguridad jurídica que necesitan, pero son necesarias para cumplir con las expectativas de sus accionistas e inversores.

Los discursos conciliadores del Presidente Biden van por ese camino. Esperemos que la purga de la administración anterior no se demore y consigan proponer nuevos ejecutivos con disposición de dialogo franco y abierto con el mundo, especialmente con China.

De la templanza a la hora de manejar estos primeros 100 días, será el nivel de entendimiento global que el mundo necesita, para volver a la senda de crecimiento económico y la recuperación de las libertades individuales.

@JaimePolancoS

El show de Duque, la columna de Jaime Polanco

En estos días pasados, los geniales creativos de la Luciérnaga, volvían a despertar carcajadas en su importante audiencia parodiando aquel famoso programa ‘El show de Jimmy’, que existió en los años 80’s, con el que actualmente tiene el Presidente Duque.

Todo ello para reflejar el exceso que el ‘anchorman presidente’ está teniendo con su programa vespertino, en el que cada día nos sorprende con una nueva norma o con el cambio de una anterior; una entrevista intrascendente o la escenificación del ministro de turno que informa sobre algo que acontece en su cartera, siguiendo al pie de la letra al Chaparro de Palacio que le hace el libreto. Como dicen en la radio, “la realidad supera la ficción”.

 

Como si de una escaleta se tratara, podríamos organizar por secciones los temas que ocupan la atención de la audiencia.

Sección 1. Entradilla. La salud. Después de casi un millón y medio de contagios y algo más de 40.000 fallecidos, la frescura de la información “brilla por su ausencia”. La desazón de los televidentes, llega de la mano de cientos de “technicalities”, normativas imposibles de cumplir, órdenes y recomendaciones de cientos de expertos que terminan agobiando la buena voluntad de la gente.

Millones de colombianos con el miedo en el cuerpo sin saber qué hacer; si trabajar o no, estudiar o no, si viajar o no, si respirar o no. Todo ello en un caos perfecto que se alimenta de un desatino institucional del gobierno, alcaldías y gobernaciones.

Por no hablar de la confusión sobre la compra de las vacunas, que abre una esperanza, pero mantiene ciertas dudas sobre la forma en cómo se han logrado los acuerdos.

Y el abuso de muchos gobernantes en los contratos para equipos, alimentos y medicamentos para tratar la pandemia, que nos mantiene en los primeros puestos del desagradable podio de la corrupción.

Sección 2. Tema del día. La economía. Cientos de medidas se han dictado en esta sección del programa. Alivios que se crean que luego los tumba la Corte, algunos que saltan a la vista sus intereses partidarios, y las demás se las podrían haber ahorrado, dado el grado de confusión que han creado.

Las optimistas previsiones del guionista de Palacio sobre el crecimiento de la economía, se han esfumado. Igual la ansiada recuperación del empleo. Nuestro país, como nuestra selección de fútbol, no es Alemania. Para rematar la jugada, el Ministro de Hacienda, después de su fiasco como candidato a dirigir el Banco de la República, sigue haciendo cábalas para ver como saca más plata a los contribuyentes de siempre.

El presidente saltándose el guión dice “que no cree necesaria una reforma tributaria en este momento”. Ante todo coherencia y coordinación gubernamental.

Sección 3. El personaje del día. Aquí podríamos poner varios ejemplos. Policías enfrentados, desafíos de la Contraloría, despropósitos de la fiscalía, embajadores mete patas, ministros sin políticas, otros tutelados en sus domicilios, otros sin saber que hacer ante tanto desastre estructural, después del daño producido por el COVID-19.

Habría que elegir cada día uno de ellos y tendríamos personajes para todo el año sin problema alguno. Un mosaico de caras que nadie conoce realmente, para enfrentar el mayor problema que hemos vivido en docenas de años.

Sección 4. Sección Internacional. Aquí realmente está el nudo gordiano del programa. Esta sección es la que sube o baja en rating al hacerse las preguntas pertinentes. ¿Qué hacer para mantener el tipo con la administración americana después de semejante traspiés?, ¿Quizás piensan que no pasarán cuenta de cobro?

“Hello brother, no hard feelings”, sueña Duque decir en primera llamada a Joe Biden. O qué decir a Guaidó después de recibir a Leopoldo López, o qué explicación dar a docenas de países europeos que han apostado dinero y muchos esfuerzos diplomáticos, para consolidar el proceso de paz que casi nadie en el gobierno apoya. Sin mencionar la regañina británica de los últimos días, o la bronca monumental de las Naciones Unidas por la permanente matanza de líderes sociales en el país. Realmente esta es la sección más complicada de presentar para el joven anchorman.

Sección 5. Sección infraestructura y Medioambiente. Aquí todo se desmelena rápidamente, pero hay buenas imágenes que ofrecer. Carreteras inconclusas, túneles inundados o derrumbados, puentes caídos, presas al borde del colapso, desprendimientos permanentes, caos en la atención de los huracanes y claro está, falta de previsión y medios en San Andrés y Providencia. Todo un sinfín de despropósitos que cada año van y vienen, sin que nadie ponga fin al sufrimiento que causan en la población. Quizás un buen chamán ayudaría a hacer mejor las previsiones, para adelantarse unas horas a las consecuencias de semejantes catástrofes.

Sección 6. Cierre. La foto del día. Sin duda la foto es el anchorman Presidente en su silla presentando el programa. Rodeado de sus objetos más queridos: La bandera, el desinfectante, los lapiceros y un cuadernito. Ataviado con saco o camisa con marca comercial, depende del tema que vayamos a hablar, y eso sí, bien entrenado las dos horas anteriores para hacer un buen ‘performance’ ante su público.

Mientras tanto, el país necesita alguien que lo lidere. Las posiciones populistas de la derecha gobiernista está haciendo grande al populismo de izquierda. Los conflictos sociales siguen sin resolverse, la matanza de personas inocentes sigue en aumento (las cifras oficiales dicen que han bajado mucho en este 2020, lógicamente si mantienen a la mitad de la población en sus casas por meses), y con un año preelectoral que se nos avecina, los problemas económicos por tratar después de que pase la anestesia al desempleo, será como un juego de niños.

Al final va a tener razón el más sentido común, ese dicho de ‘zapatero a tus zapatos’. Por favor, presidente, dedíquese a gobernar.