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Confidencial Noticias 2025

Etiqueta: Paz total

ELN pone una nueva condición al Gobierno de Petro

En un comunicado de dos páginas, el Ejército de Liberación Nacional (ELN). condicionó la extensión del cese al fuego con las Fuerzas Militares y de Policía, a que el Gobierno Nacional le quite la categoría de Grupo Armado Organizado (GAO).

“El 3 de agosto se vence la prórroga del Cese Bilateral, Nacional y Temporal. Si es de interés del Gobierno darle continuidad, y aprovechando que su Delegación de Diálogos ha manifestado que ‘existe una resolución presidencial en la que se reconoce de manera explícita el carácter político del ELN y su condición de organización armada rebelde’, entonces la haga efectiva con un decreto presidencial retirando al ELN de la lista de los GAO”, dice el comunicado.

 

El Eln asegura que ha cumplido con los acuerdos firmados, y señala al Gobierno de faltar a su palabra con respecto a lo pactado sometiendo a «crisis el Proceso de Paz, haciendo caso omiso a las solicitudes».

«El Gobierno dice que en el ELN no tenemos voluntad de paz y que solo pretendemos fortalecernos militarmente, en la realidad los incumplimientos del Gobierno sí han afectado la seguridad e integridad de nuestra fuerza y territorios, pues la alianza de las Fuerzas Militares y de Policía del Estado con los paramilitares y todo tipo de bandas venidas de las Ex-Farc ha sido el camino más expedito para incumplir y violar el Cese el Fuego pactado y mejorar sus posiciones en el territorio a la vez que extiende el control de los grupos paramilitares y bandas afines con su proyecto de control con base en la minería extractivista», señala la guerrilla.

Juan Fernando Cristo habló con Aliadas sobre cómo implementar la paz

En el reciente encuentro del ministro del Interior, Juan Fernando Cristo con la Alianza de Asociaciones de Gremios de Colombia (Aliadas), ente que agrupa asociaciones y gremios de distintos sectores económicos del país, el funcionario los invitó a trabajar en la implementación del Acuerdo de Paz, la construcción de una agenda legislativa concertada y a aportar desde su experiencia en la autonomía territorial del país.

“hay un paquete de leyes de la implementación del Acuerdo de Paz que queremos concertar, hay otro paquete de reactivación económica que no va a ser presentado hasta no discutirlo con las bancadas y con los gremios económicos y los sindicatos del país”, dijo el funcionario.

 

Por su parte, María Claudia Lacouture, presidenta de Aliadas, manifestó que los diferentes gremios económicos están prestos para trabajar en ese Acuerdo Nacional y a contribuir con sus puntos de vista para el trámite de las reformas y proyectos que se gestionarán en el Congreso de la República.

“Definitivamente vemos y celebramos la intención y la buena disposición del ministro Cristo en abrirle el espacio al diálogo, desde Aliadas hemos mencionado que estamos dispuestos a escuchar, pero también que nos escuchen y que podamos empezar a pasar de diálogos a consensos que salgan de debates respetuosos… que pasemos de los mensajes a la acción, donde no se menosprecien las diferencias de opiniones y que definitivamente trabajemos mancomunadamente hacia un solo propósito que es sacar adelante a Colombia”, aseguró Lacouture.

Durante la reunión, el Ministro Cristo les expresó la necesidad de aplicar los acuerdos de paz de 2016 para la transformación de los territorios en las zonas PDET. “Revisemos qué es lo prioritario y hágamos un pacto territorial donde los gobernadores nos ayuden y otras instituciones nacionales e internacionales. Nos comprometemos en unos pactos de aquí a 2027 para trabajar en la implementación, un plan de obras para trabajar de la mano con las comunidades”, precisó el Ministro.

El Congreso colombiano debe legislar para la paz

El Congreso de Colombia, como pilar fundamental de la democracia representativa, tiene un rol crucial en la construcción de un país más justo, unido y en paz. Esta no es solo una tarea del ejecutivo en cabeza del Presidente de la República o de la rama judicial. La Constitución Política Nacional establece claramente los deberes y obligaciones de este cuerpo legislativo, subrayando la importancia de velar por la construcción y mantenimiento de la paz, propender por la unidad nacional y buscar el bienestar social de las y los colombianos.

En este periodo legislativo que inició el pasado 20 de julio, el Congreso de la República enfrenta varios desafíos en el cumplimiento de su mandato constitucional. La corrupción, la polarización política y la violencia persistente son obstáculos significativos que impiden el avance hacia una sociedad en paz, equitativa y justa. Dentro de sus obligaciones no solo está la creación de leyes, sino también su aplicación y supervisión adecuadas. El Congreso debe superar la práctica individual de hacer cola en los despachos del ejecutivo para “gestionar” proyectos a favor de sus electores, desvirtuando su labor y convirtiendo su credencial en un pase transaccional de favores.

 

La firma de los acuerdos de paz de la década de los años 90 del siglo pasado, que sellaron mediante la firma de la Constitución un nuevo pacto de unidad para la paz, el acuerdo con los grupos paramilitares finalizado en 2006, y el acuerdo de paz en 2016 con las FARC-EP, han sido hitos significativos. Sin embargo, la construcción de la paz integral y duradera requiere un esfuerzo legislativo continuo y comprometido.

La Constitución Política, en su preámbulo, resalta la importancia de «asegurar a sus integrantes la vida, la convivencia, el trabajo, la justicia, la igualdad, el conocimiento, la libertad y la paz». Además, el Artículo 22 establece que «la paz es un derecho y un deber de obligatorio cumplimiento». No queda duda de que el Congreso tiene la responsabilidad central de legislar para garantizar estos principios, que son la base fundamental del Estado Social de Derecho.

El Artículo 95 impone a los ciudadanos el deber de «obrar conforme al principio de solidaridad social, respondiendo con acciones humanitarias ante situaciones que pongan en peligro la vida o la salud de las personas», y este principio se extiende al rol del Congreso en la promoción de políticas que fomenten la cohesión y la solidaridad nacional. Su obligación fundamental está con el pueblo que les transfiere su poder para crear leyes y no con las personas jurídicas o naturales que aportan recursos económicos o materiales a las campañas.

Honorables congresistas de todas las vertientes ideológicas, su compromiso con el constituyente primario, es la de legislar para la paz, lo que implica la creación y promulgación de leyes que garanticen la equidad, la justicia social y ambiental, faciliten la implementación de los acuerdos de paz, promuevan la reconciliación y aseguren la justicia transicional. Para eso es que el pueblo les paga, para eso es que ustedes juraron ante la constitución y la ley, una vez tomaron posesión de su cargo.

La unidad nacional es otro mandato crucial para el Congreso. En una sociedad marcada por profundas divisiones políticas, sociales y económicas, es imperativo que el Congreso promueva la cohesión social y la inclusión. Su principal misión, en este sentido, es promover y garantizar el correcto trámite de las diferencias al seno del recinto del congreso y por fuera de este, buscando siempre anteponer los intereses de sus representados a los caprichos de su voluntad o a los intereses de la economía de mercado.

El Congreso debe cultivar los más altos valores democráticos y de comportamiento, independiente de lo fuerte que sean sus argumentos a favor o en contra de una propuesta legislativa. Imponer un punto de vista, una opinión o una propuesta, haciendo alarde, desde la cultura patriarcal, de la violencia física o verbal, le quita a los y las congresistas su autoridad moral y política para criticar o señalar cualquier acto violento de cualquier compatriota.

Necesitamos un Congreso que legisle a favor de la inclusión social y política, capaz de desarrollar, fortalecer y crear leyes que protejan y promuevan los derechos de las comunidades afrodescendientes, de los pueblos indígenas, de la población LGBTIQ+, de las mujeres, de las víctimas del conflicto armado, de los campesinos, pescadores, mineros, de empleados y trabajadores. El poder legislativo debe profundizar y garantizar, mediante una reforma política profunda, el ejercicio de la Democracia Directa y el poder soberano del pueblo contemplados en el artículo 3° de la Constitución.

El bienestar social es otro pilar importante en el mandato legislativo del Congreso, en correspondencia con el pacto político de 1991 y de los acuerdos de paz. Para asegurar el bienestar de todos y todas, sin privilegios de clase, estatus o cualquier otra consideración, el Congreso debe centrarse en este periodo que comienza, en garantizar el acceso universal y de calidad a servicios de salud y educación, la reforma rural integral, así como en promover leyes que fomenten el desarrollo económico sostenible, la reducción de la pobreza y el favorecimiento de la equidad en la distribución de los recursos.

Poniendo como ejemplo el proyecto de Ley de reforma a la salud, el legislativo debe prestar especial atención al proyecto de ley propuesto por las asociaciones de profesionales de la salud, para reglamentar la Ley Estatutaria de Salud 1751 de 2015. Esta propuesta contempla, entre otras consideraciones, el desarrollo de un sistema público y descentralizado, con participación de entidades públicas, mixtas y privadas en la prestación de servicios, y garantizando que el sistema no esté a cargo de empresas con fines de lucro. Además, propone el acceso universal e igualitario, no condicionado a la capacidad de pago o afiliación, y garantizar a los trabajadores del sector salud condiciones laborales justas, dignas y estables, además de una política permanente de formación y actualización profesional.

El Congreso tiene la obligación constitucional de legislar para la paz, buscar la unidad nacional y promover el bienestar social. Esta legislatura debe abordar la discusión amplia y generosa de un proyecto de ley de sometimiento o acogimiento a la justicia, que le abra el camino a una solución negociada que beneficie a las comunidades en donde se imponen los grupos herederos del paramilitarismo. La paz integral, la paz con todos los grupos, la paz negociada requiere un congreso rodeando las mesas de negociación, proponiendo y exigiendo el respeto por la población civil y la instalación de diálogos regionales en donde la voz de la sociedad sea escuchada y genere compromisos vinculantes con los acuerdos a pactar.

El legislativo puede contribuir significativamente a la construcción de un país más justo, equitativo y en paz, y al logro de un nuevo Acuerdo Nacional que ponga en el centro la superación de la corrupción, la pobreza y el conflicto armado. Aunque el camino es arduo y lleno de desafíos, el compromiso y la acción decidida, uniendo voces, pueden llevar a Colombia hacia un presente mejor y un futuro más esperanzador.

Luis Emil Sanabria D.

Preocupación de la delegación del Gobierno en los diálogos con el ELN por la cercanía del final del cese al fuego 

La delegación del Gobierno en la mesa de diálogos con el Ejército de Liberación Nacional (ELN) busca una reunión urgente con el equipo negociador de esta guerrilla para establecer un acuerdo que permita la prórroga del cese al fuego vigente hasta el próximo 3 de agosto.

Para el grupo de delegados por parte del Gobierno es urgente definir este asunto y además superar preocupaciones porque los compromisos adquiridos con el desarrollo de la participación de la sociedad civil van a paso lento y además el cese al fuego expira en las próximas semanas de agosto.

 

Sobre esta suspensión, de manera reiterada se ha solicitado a la Delegación de Paz del ELN retomar las labores de la mesa para resolver de manera bilateral y constructiva como las dificultades que se han presentado, siempre anteponiendo a otras consideraciones las necesidades de lograr cuanto antes la transición a la paz y la protección de las comunidades que padecen los efectos del conflicto armado», dice el equipo en el comunicado a la opinión pública.

 La delegación agradece a las Naciones Unidas todo el acompañamiento que ha dado a los diálogos, destacando la labor del secretario general, Antonio Guterrez, lo mismo que la del jefe de la misión de verificación de la ONU en Colombia, Carlos Ruiz.

Segunda Marquetalia anuncia cese al fuego unilateral

Al término de la finalización del primer ciclo de las conversaciones entre el Gobierno del presidente Gustavo Petro, la Segunda Marquetalia liderada por alias Iván Márquez anunció un cese al fuego de carácter unilateral.

El grupo ilegal se comprometió a cesar la violencia en las zonas donde hace presencia y entregar a las personas retenidas en todo el territorio nacional.

 

“la Segunda Marquetalia se compromete a no permanecer armada, ni uniformada en cabeceras municipales, cascos urbanos, ni en vías terrestres ni fluviales primarias y secundarias. Asimismo, se compromete a la entrega de las personas que tenga retenidas y al respecto, y garantías a la población civil, especialmente a las comunidades de especial protección constitucional en los territorios de presencia de la Segunda Marquetalia – EB».

La delegación del Gobierno ´por su parte se comprometió a conformar un equipo técnico que trabaje en la georreferenciación y localización de las zonas en donde el grupo armado ilegal hace presencia.

Se hará tambien hará una reunión en Tumaco donde ambas delegaciones trabajarán en un acuerdo para el desescalamiento del conflicto y definir un cronograma y una hoja de ruta para identificar proyectos productivos de rápido impacto. Este documento deberá ser presentado al país antes del 20 de julio.

El desescalamiento del conflicto tendrá inicio una vez el Gobierno Nacional expida un decreto suspendiendo las operaciones militares en las zonas donde hace presencia la Segunda Marquetalia.

Iván Márquez: El eterno negociador

Alias ‘Iván Márquez’, quien se había dado por muerto a finales del gobierno Duque, reapareció con una prótesis en su mano derecha y una afectación en uno de sus ojos durante la instalación del proceso de negociación entre una delegación del gobierno de Gustavo Petro y la Segunda Marquetalia en Caracas, Venezuela.

Luciano Marín Arango, su nombre de pila, ha sido el eterno negociador con el Estado colombiano. Inició su militancia política en la Juventud Comunista (Juco) en la década del setenta cuando hacía su bachillerato en una escuela normalista. A inicios del ochenta se vinculó a las FARC y asumió la comandancia del Frente Tercero, luego de haber sido profesor de biología en el colegio Corazón Inmaculado de María de El Doncello (Caquetá). A pesar de no hacer parte de la primera mesa de negociación establecida entre el gobierno de Belisario Betancur y las FARC en 1984, se benefició de los ‘Acuerdos de la Uribe’ al ser electo Representante a la Cámara por la Unión Patriótica en 1986. Con el inicio del genocidio contra esta organización política, Márquez regresó a la clandestinidad.

 

Su rápido reconocimiento en las filas de la organización guerrillera lo llevaron a hacer parte de la delegación de la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar (alianza entre FARC y ELN) en el infructuoso proceso que adelantó el gobierno de César Gaviria en Caracas, Venezuela, y Tlaxcala, México, entre 1991 y 1992. Debido al rompimiento de estos acercamientos con la insurgencia y al posicionamiento bélico de los grupos paramilitares, en los noventa Colombia vivió la crisis humanitaria más estrepitosa que se ha tenido en su historia republicana.

En los ‘Diálogos del Caguán’ entre las FARC y el gobierno de Andrés Pastrana (1998-2002), nuevamente se observó en los medios de comunicación el rostro de alias Iván Márquez, en esta ocasión como comandante del Bloque Caribe, miembro del Secretariado y jugando un papel preponderante en el proceso de dialogo. Tras la ruptura de los Diálogos del Caguán, Márquez tuvo inicialmente su campamento en el norte del país y posteriormente se presentaron fugases apariciones con el presidente de Venezuela, Hugo Chaves, la entonces Senadora, Piedad Córdoba y alias Jesús Santrich, en las gestiones para la liberación de secuestrados durante el gobierno de Álvaro Uribe (2002-2010).  

Como jefe del equipo negociador de las FARC en la instalación de la mesa formal de diálogo con el gobierno de Juan Manuel Santos, alias Iván Márquez fue uno de los protagonistas en la elaboración del Acuerdo Final que puso fin a las antiguas FARC en noviembre de 2016. Sin embargo, desde antes de la firma del Acuerdo se presentaron divisiones internas entre dos facciones de la organización guerrillera: una liderada por Márquez y Santrich y otra en cabeza de Rodrigo Londoño y Carlos Antonio Lozada. Márquez en lugar de asumir la curul que le fue asignada por el Acuerdo, decidió irse al Espacio de Reincorporación en Miravalle, Caquetá, que lideraba Hernán Darío Velásquez (El Paisa) y fundar la disidencia denominada Segunda Marquetalia junto con otros disidentes del proceso de dialogo.

La trayectoria de Iván Márquez tiene ventajas y desventajas en el proceso de negociación que se inauguró con la Segunda Marquetalia. Por un lado, su experticia en las negociaciones con los diferentes gobiernos en los últimos treinta años enriquece el dialogo y pueden devenir en unos acuerdos que beneficien a la sociedad colombiana. También, es una persona que conoce a fondo el Acuerdo de Paz de 2016 y podría ser un asesor del gobierno en la implementación del mismo.   

Sin embargo, las desventajas, que son muchas, es que utilice artimañas que dilaten el nuevo proceso de negociación, beneficiando a su grupo y fortaleciéndose militarmente. La definición está en el manejo que la delegación del gobierno y su jefe, Otty Patiño, tengan frente a los tiempos y la materialización de los acuerdos. La negociación con las FARC duró 6 años; con la Segunda Marquetalia no puede pasar de algunos meses para que lo pactado pueda verse reflejado en la realidad.    

Maylor Caicedo

Gobierno inicia diálogos con la Segunda Marquetalia

El Gobierno dio inicio en Caracas a las primeras conversaciones de paz con la disidencia de las FARC Segunda Marquetalia, liderada por aquellos que se desligaron de los acuerdos de paz de 2016 dos años después por el incumplimiento de los mismos por parte del ejecutivo del entonces presidente Iván Duque.

La pasada semana, el presidente Gustavo Petro designó a su mesa negociadora, formada por seis delegados entre los que destacan el exmagistrado Armando Novoa, uno de los artífices de la Constitución de 1991, el exministro de Justicia Parmenio Cuéllar, y el coronel retirado Jaime Joaquín Ariza, entre otros.

 

Según declaraciones de Novoa, la mesa de diálogo no comenzaría con un alto el fuego, sino con una desescalada de las operaciones de la Segunda Marquetalia, que a diferencia de otros grupos armados no tiene como principal objetivo atacar directamente a los poderes del Estado.

Por su parte, la delegación guerrillera estará formada por doce delegados, entre los que sobresale José Vicente Lesmes, alias ‘Walter Mendoza’. Tras establecerse la mesa este lunes, el primer ciclo de los diálogos se prolongarán hasta este sábado, cuando está previsto que se anuncien las primeras conclusiones del encuentro.

La Segunda Marquetalia –que toma su nombre del lugar de origen de las FARC allá por 1964– mantiene una enconada disputa con otros grupos armados, especialmente con la otra disidencia del Estado Mayor Central (EMC), quienes no se consideran como tal, pues nunca se sumaron a los acuerdos de paz de La Habana.

Liderada por Luciano Marín Arango, alias ‘Iván Márquez’, él es el único de los cabecillas que tras renunciar a los acuerdos de paz y retomar la lucha armada sigue con vida. Las operaciones del EMC y del Ejército han dejado seriamente maltrecha al grupo, que cuenta, según algunas estimaciones, con unos 1.200 guerrilleros.

Se cree que la mayoría de los líderes de esta disidencia operan desde las zonas fronterizas en territorio venezolano, a donde incluso el Ejército colombiano ha llegado a penetrar para llevar a cabo operaciones con éxito contra el grupo.

A diferencia del EMC, no ha llegado a crecer tanto, aunque cuenta con una quincena de subestructuras en el suroeste de Colombia, llegando a tejer alianzas también con la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN), con quien también negocia la paz el Gobierno de Petro.

El Gobierno ha acogido con satisfacción la renuncia de la guerrilla a los secuestros como forma de financiación, su predisposición a negociar con ganaderos y grandes latifundistas a fin de lograr un reparto equitativo de las tierras –demanda original de las FARC–, así como su retórica a favor del medioambiente.

No obstante, queda todavía por fijar el marco legal en el que se situará al grupo, ya que podría haber perdido su estatus político –del que goza el ELN– al haberse desligado de los acuerdos de paz de 2016 y por tanto ser catalogado como organización criminal, lo que modificaría por completo el devenir del diálogo.

La negociación que se inicia este lunes en la capital venezolana es una nueva oportunidad para abordar un conflicto enquistado durante décadas y que en los últimos años se ha intensificado. El de Segunda Marquetalia será el tercer proceso de paz iniciado por Petro, después de los del ELN y el EMC.

Atacar la construcción de paz, un acto de perfidia

Es innegable que la construcción de paz en Colombia no transita, como algunos deseamos, por una alfombra roja pletórica de buenos momentos, de aplausos y de abrazos. Seguramente, porque no se está dialogando con hermanitas de la caridad, buscando apoyar una casa de acogida para niños y niñas huérfanas, sino con hombres y mujeres alzadas en armas, entrenados para combatir, capaces de arriesgar su vida y de quitar vidas.

Mujeres y hombres, nacidos y criados en Colombia, en entornos sociales que, en la mayoría de los casos, se han naturalizado la pobreza, la desigualdad, la injusticia, la corrupción, la falta de oportunidades educativas, el narcotráfico y otras expresiones de violencias. De allí la importancia de la paz dialogada, de la paz concertada, incluyente, transformadora, integral, la paz con todos los grupos armados, la paz con la naturaleza y la paz entre todos y todas.

 

La historia de Colombia ha estado marcada por décadas de conflicto armado, violencias y sufrimientos, por decenas de acuerdos de paz y de amnistías, la mayoría incumplidas. Sin embargo, a pesar de las dificultades, muchos y muchas seguimos soñando con ver surgir de nuestras voluntades una Colombia en paz y reconciliada. Los últimos esfuerzos de paz nos llevaron a la firma del Acuerdo con las FARC en 2016, hecho que se convirtió, en un hito histórico, que debemos seguir acompañado, respaldando y cumpliendo.

Miles de hombres y mujeres excombatientes de las FARC se la juegan en campos y ciudades para rehacer su vida, y a los cuales hay que brindarles más y mejores oportunidades. La reforma agraria avanza, no con la velocidad y la profundidad que quisiéramos, pero si con la certeza de que ese es un camino indispensable para la paz. Los valiosos mecanismos de justicia transicional han aportado profundamente a superar la impunidad y a reparar a las víctimas. 

El gobierno de Colombia está inmerso en negociaciones con el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y las dos disidencias de las FARC, y aunque un poco descuidados, se mantienen escenarios para la paz urbana en Medellín, Cali y Buenaventura, todas en el marco del proceso de Paz Total. Son seis mesas de diálogo que seguramente desactivarán la violencia armada en importantes ciudades regiones del país, pero no suficientes si queremos gozar a plenitud, la inmensidad de nuestro país.

Las negociaciones vigentes son esenciales para el presente y el futuro, pero deben complementarse lo más pronto posible con la instalación de otros procesos. Debemos hacer todos los esfuerzos políticos y jurídicos, para que los grupos herederos del paramilitarismo como las ahora autodenominadas Ejército Gaitanista de Colombia y los Conquistadores de la Sierra Nevada, se encaucen por el camino de la negociación de paz.

Sin embargo, es necesario recordar que el concepto de Paz Total o Paz Integral, va más allá de la firma de acuerdos. Se trata de una visión que busca profundizar en las raíces del conflicto y construir soluciones. La Paz Total no se centra solo en desarmar a los grupos armados, sino también en transformar las condiciones sociales, económicas y políticas que han perpetuado el conflicto y esa es la “magia” que hay que entender, reconocer y respaldar, aspiración que algunos critican porque su mezquindad no les permite pensar generosamente.

Las negociaciones de paz son el camino más efectivo para reducir la violencia. La historia ha demostrado que la confrontación militar perpetúa el ciclo de muerte y destrucción. Dialogar políticamente con el ELN y las disidencias de las FARC, establecer diálogos socio jurídicos con los grupos herederos del paramilitarismo y las bandas criminales, puede conducir a un cese al fuego multilateral y, eventualmente, al fin de las hostilidades. Esto no quiere decir, que automáticamente desaparezcan todos los grupos armados y bandas delincuenciales de nuestro territorio, pero si, que se desactiven los principales focos de confrontación.

La paz es un requisito indispensable para el desarrollo económico y social, para la profundización de la democracia, la participación ciudadana y la soberanía del pueblo. Las regiones antes afectadas por el conflicto pueden comenzar a construir o implementar planes de vida a largo, mediano y corto plazo, mejorar su infraestructura, ofrecer oportunidades de empleo y educación, mejorar el servicio de salud, promover la minería responsable, legal y tradicional, proteger el medio ambiente y generar energías limpias.

La paz permite que las víctimas reciban reparación integral y justicia. La verdad sobre los crímenes cometidos durante el conflicto es esencial para sanar las heridas y construir una sociedad reconciliada. Las negociaciones deben seguir incluyendo mecanismos de justicia transicional para balancear la justicia y la paz. El proceso debe retomar su sentido, promover la acción ciudadana, llamar al respeto del Derecho Internacional Humanitario y defender sin ambages los Derechos Humanos.

Aunque el Estado no debe ni puede renunciar al uso de la fuerza legítima, su prioridad debe seguir siendo la defensa de la vida, el cuidado de la ciudadanía y la acción integral en el territorio. Esto implica un trabajo de gobierno coordinado y sostenido a nivel regional, con más y mejor inversión social, promoviendo el encuentro permanente de la ciudadanía para construir mediante diálogos regionales, los acuerdos, los planes y programas que permitan superar la exclusión y la pobreza extrema. Diálogos en los cuáles deben participar los empresarios interesados en promover la producción y generar riqueza, si verdaderamente tienen interés en construir paz.

Para que el proceso de Paz Total sea exitoso, es fundamental contar con el apoyo de toda la sociedad colombiana, movilizándose y actuando en campos y ciudades. Es increíble que mientras las comunidades, las organizaciones sociales y el gobierno nacional hacen esfuerzos hacia la paz, algunos sectores políticos, económicos y sociales, amplificados por algunas empresas de comunicaciones, se dediquen a buscar y magnificar las fallas del proceso y exacerbar con sus relatos la violencia y la polarización. Optan por la perfidia y la traición al pueblo, buscando solo su beneficio económico o la defensa de posiciones dogmáticas.

Debemos unirnos en torno a la causa de la paz. La Paz Total no es un sueño inalcanzable, sino una meta que, con esfuerzo y compromiso, puede convertirse en realidad. Colombia merece la oportunidad de vivir en paz, y todos debemos ser parte de este gran esfuerzo que se teje a diario con mano ciudadana.

Luis Emil Sanabria D.

La delegación del Gobierno en la mesa de paz con la Segunda Marquetalia

El Gobierno Nacional confirmó los nombres de las personas que conformarán la delegación de paz que acompañará a Armando Novoa en los diálogos con la Segunda Marquetalia, disidencia liderada por Iván Márquez, que arrancará formalmente este 24 de junio en Caracas (Venezuela).

Estas personas que conformarán la delegación del Gobierno Nacional en esta mesa de paz serán: el empresario Tulio Gómez; el coronel del Ejército Jaime Joaquín Ariza; la columnista Gloria Arias Nieto; la abogada María Camila Moreno, experta en justicia transicional y reconocida por su trabajo en la organización ICTJ; Gabriel Bustamante, actual subdirector de la Unidad de Restitución de Tierras (URT); el exgobernador de Nariño y excongresista Parmenio Cuéllar.

 

Esta delegación contará con un Comité Consultivo técnico que asesorará y brindará apoyo a los negociadores.

ELN dice que el proceso de paz puede concluir en una Constituyente

Luego de finalizar su VI Congreso, el Ejército de Liberación Nacional (ELN) responsabilizó al Gobierno Nacional por la crisis que atraviesa el proceso de paz y dice que esta no se superará hasta tanto la contraparte no rectifique su posición.

”En el momento actual, el proceso de conversaciones de paz atraviesa por una grave crisis producida por incumplimientos de acuerdos por parte del Gobierno, pero en la medida que se rectifique de manera cierta podrán reanudarse las actividades de la mesa”, subraya el comunicado.

 

La organización armada ilegal afirmó en su comunicado que continuará en la búsqueda de una salida negociada a la confrontación armada, luego de ver el surgimiento de un gobierno con una tendencia ideológica diferente a la clase dirigente del país.

Durante el VI Congreso fue ratificado Antonio García como su máximo comandante y vocero y además se celebró el acuerdo firmado para que la sociedad civil tenga participación en la mesa de diálogo. Dice además que este proceso de paz con una abierta participación de la sociedad civil puede ayudar en la celebración de una Asamblea Nacional Constituyente.

“Este proceso de paz, construido con la participación de la sociedad, al recoger las expectativas de cambio de las mayorías puede abrir o confluir en un proceso constituyente”, dice el texto.

«Mientras las disidencias continúen con actividades ilícitas no habrá diálogos de paz», dice el primer mandatario

Al rechazar los atentados en Popayán (Cauca) y Jamundí (Valle del Cauca), el presidente Gustavo Petro advirtió a las disidencias que mientras continúen estos ataques y ellos no desistan de las economías ilegales, los diálogos de paz se mantendrán en el congelador.

«El Estado Mayor Central, EMC, en el Cauca, vive de la exportación de cocaína. Por eso quería un cese al fuego sin dejar de matar y controlar la población», escribió el primer mandatario en su cuenta de X.

 

Dijo además que la orden dada a la Fuerza Pública y a la Policía es la defender a la ciudadanía, mientras los grupos ilegales no desistan de las economías ilícitas que ejercen en territorios como el Cauca y el Valle del Cauca.

«Mientras no decidan desmantelar las economías ilícitas no habrá conversaciones de paz y la ofensiva del ejército será total. La orden es neutralizar el EMC en el Cauca y el Valle», puntualizó.

Nota relacionada: Recompensa por información que permita capturar a quienes atentaron contra el Comando de la Policía en Popayán

Gobierno Petro abre una tercera mesa de paz, esta vez con la Segunda Marquetalia

Las delegaciones del Gobierno del presidente Gustavo Petro y de la disidencia de las extintas Farc, conocida como Segunda Marquetalia liderada por alias Iván Márquez, anunciaron la instalación de la mesa de negociaciones en Caracas, Venezuela el próximo 24 de junio, luego de sostener una serie de reuniones para lograr los acercamientos.

Los puntos que se dialogarán según la agenda acordada son en primer lugar, el desescalamiento del conflicto y alistamiento de los territorios de paz; reparación a las víctimas; convivencia pacífica y por último, implementación y verificación.

 

El primer ciclo de negociaciones se realizará entre el 25 y el 29 de junio. Los ciclos tendrán una duración de una semana y se podrán prorrogar por mutuo acuerdo con intervalos no superiores a 30 días.

El Gobierno Nacional sostiene negociaciones de paz con el Ejército de Liberación Nacional y con el Estado Mayor Central. De concretarse un proceso con la Segunda Marquetalia, se estaría conformando un tercer proceso.

Y los ricos, ¿qué papel juegan en la paz de Colombia?

Un país con profundas desigualdades sociales como Colombia, marcado por el conflicto armado interno más prolongado del mundo, lo que a su vez genera polarización y debate, genera inevitablemente preguntas sobre el papel que cumplen o deben cumplir los ricos en la construcción de la paz y, por ende, en la superación de la pobreza y las inequidades. ¿Pueden ser los ricos aliados o enemigos en la construcción de una paz integral, duradera y estable?

No se puede negar que algunos ricos-ricos, muy pocos para mi gusto, pertenecientes al pequeño círculo de empresarios y de capital financiero, han contribuido con las intenciones de los gobiernos en la construcción de la paz. Sin embargo, aunque han apoyado con la inversión de capital y la implementación de proyectos en algunas zonas tradicionalmente afectadas por la exclusión y la pobreza, estas iniciativas han estado más enfocadas en los intereses del empresario que en las necesidades de las comunidades.

 

En la mayoría de los casos, la participación activa de las personas del común en las decisiones de la planificación y ejecución de los proyectos, o en la identificación de planes de responsabilidad social empresarial, que son fundamentales para la construcción de paz territorial y estabilidad social, ha sido periférica y en ocasiones nula. Limitándose exclusivamente al interés de la empresa en obtener una licencia ambiental.

Ahora bien, ante la profundidad del fenómeno de la violencia armada, ante la crisis de producción local y generación de empleo, como resultado de políticas económicas (cargas impositivas altas, escaso o nulo acompañamiento, respaldo y desarrollo tecnológico, etc.) que no distinguen a la hora de respaldar, promover o incentivar la economía, entre pequeñas y medianas empresas creadas por la clase media (alta, media o baja) y las creadas por los grandes capitalistas o el capital golondrina, y ante la crisis de las políticas económicas heredadas, que ha conducido a la exclusión y el empobrecimiento de millones de compatriotas, se requieren nuevas estrategias económicas y sociales que hagan posible una mayor certidumbre de quienes desde la iniciativa local promueven empresa y crean empleo.

El país demanda una política de generación de empresas (rurales y urbanas) inclusive para participar en la implementación de políticas públicas, más ligadas a la iniciativa colectiva, solidaria y popular, de la mano de las y los profesionales jóvenes y dueños de capital criollo, y requiere, de aquellos que se reconocen, por tradición y estatus heredado, como empresarios tomadores de decisiones, más compromiso, más generosidad, más oportunidades, menos espíritu monopolista, aunque esto represente, a corto plazo, una tasa de retorno de inversión más lenta o menos ganancias que las proyectadas.

Más allá de lo estrictamente económico en términos de inversión de capital y generación de plusvalía, se requiere que tanto los ricos más ricos colombianos o con inversiones en Colombia (casi todos asentados en el extranjero), los ricos emprendedores y la franja de profesionales creativos, que se enfrenta día a día al poder monopolistas de los primeros y a las condiciones adversas que el Estado y el entorno le imponen, tomen la decisión, sin ambages, ni mezquindad, de participar en los escenarios que se abren a propósito del Plan de Participación acordado para sacar adelante el proceso de paz con las guerrillas del ELN. Allí se podrá opinar y proponer nuevas iniciativas de carácter político, tributario o económico que hagan posible el fortalecimiento de la economía criolla. No hay que tenerle miedo a la democracia directa y menos a la democracia participativa.

Las condiciones de inestabilidad social y política, las equivocadas decisiones de una oposición poco reflexiva, que considera a la paz como una bandera del gobierno a la que hay que oponerse sin consideración, requieren por parte del sector productivo y empresarial en todas sus expresiones, una actitud responsable con la sociedad, involucrando un verdadero y genuino compromiso político con la justicia social y la equidad; esto incluye necesariamente, su vinculación a la construcción, mediante un diálogo abierto y honesto, de un Gran Acuerdo Nacional que fortalezca la democracia, la justicia y el establecimiento de un sector empresarial robusto en términos de calidad, diversidad y cantidad.

Es urgente adelantar una cruzada nacional y territorial contra la corrupción privada y pública en todas sus expresiones, con ejercicios de rendición de cuentas sobre los recursos públicos que maneja el sector privado, una unidad de acción contra el contrabando, el lavado de activos, la evasión de impuestos, el narcotráfico, la minería ilegal y depredadora, el tráfico de especies y la trata de personas.

La implementación de soluciones a las problemáticas internas, no es una tarea solo del pueblo y de las clases medias tradicionalmente víctimas de las violencias. Los grandes y privilegiados tomadores y tomadoras de decisiones empresariales, que también dominan parte del escenario político y de medios de comunicación, así como velan con todo su derecho, por mantener vivas a sus empresas, también deben velar por la democracia y la participación ciudadana. No está bien que exijan compromisos a la nación mientras algunos son señalados de financiar campañas políticas para luego constreñir veladamente la independencia del Congreso de la República y, por esta misma vía, intervenir el poder ejecutivo y judicial.

La paz y la democracia claman por la implementación de la Reforma Rural Integral que haga productivo el campo, que armonice la labor del productor agropecuario con los intereses de los campesinos y campesinas; el país reclama más y mejores políticas de bienestar que garanticen salud y educación adecuadas para quienes habitan los cinturones de miseria en campos y ciudades; por más y mejor investigación científica que haga posible la soberanía nacional y el mejoramiento tecnológico y productivo de las empresas nacionales. El país requiere transitar hacia la producción de energías limpias amigables con el ambiente, apoyándose en el potencial hidrográfico de nuestros territorios.

La promoción de la inclusión social y el apoyo a políticas públicas que reduzcan las desigualdades, son pasos indispensables para el logro de la Paz. En momentos de crisis permanente como la que vive nuestra Colombia, solo el diálogo, el encuentro sincero y transparente podrán hacer posible que los fusiles se silencien. Unamos nuestras voces para construir país, rompamos los abismos que nos separan y hagamos posible una nueva democracia para que las deliberaciones amplias iluminen el oscuro salón donde se reunen la pobreza, la componenda y la corrupción.

Luis Emil Sanabria D.

Unir nuestras voces, para descalificar las violencias

El 20 de mayo pasado, se cumplieron 60 años del envío de la carta de paz que los habitantes de la zona de Marquetalia (Tolima), en límites con Cauca y Huila, liderados por Manuel Marulanda Vélez (Pedro Antonio Marín), enviaron al entonces presidente de la República, Guillermo León Valencia (abuelo de Paloma Valencia). En esa carta, además de pedir inversión social, construcción de vías, escuelas y centros de salud, se solicitaba el retiro de las tropas del Ejército Nacional, que días antes habían ingresado a la región a sangre y fuego, en respuesta a las reivindicaciones campesinas acumuladas por años de violencia y abandono. La respuesta a la carta de un puñado de colombianos y colombianas fue la represión, el bombardeo, la guerra y la muerte. Este pasaje de la historia se enmarca en los orígenes de las llamadas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).

Una decisión que privilegió el uso de la fuerza y de la guerra, en lugar de la respuesta oportuna, dialogada y eficaz del Estado, nos condujo, hasta la fecha, a más de sesenta años de violencia guerrillera (que no debió nunca suceder), confrontación social y polarización del país. Seis décadas de dolor que pudieron evitarse si quienes ostentaban el poder no hubieran preferido, bajo el amparo de la llamada Doctrina de Seguridad Nacional (que algunos exmilitares y políticos se resisten siquiera a evaluar), el camino de la guerra, en lugar de la reconciliación y el reconocimiento de las diferencias.

 

Algunos grupos armados, que se reivindican como FARC, alejados de la voluntad de paz del acuerdo firmado en 2016, quisieron recordar aquellos hechos dolorosos de mayo de 1964. Nada más distante de la lucha por los derechos sociales y políticos de los sectores populares que pretender que la toma a sangre y fuego de poblaciones, el asesinato y las amenazas contra poblaciones indígenas, afrodescendientes, obreras y campesinas, el uso del terror y el miedo, y estar vinculados a los negocios ilícitos de narcotráfico, la trata de personas, el tráfico de especies, o la extorsión a los mineros tradicionales y ancestrales, pueda considerarse parte de la lucha por un mejor país, y menos aún, una conmemoración en memoria de los y las campesinas rebeldes asesinadas en medio de la violencia conservadora-liberal y los planes de pacificación del Frente Nacional.

El país vive una situación diferente a la vivida durante las convulsionadas décadas de los años sesenta y setenta, cuando se conformaron los grupos guerrilleros revolucionarios de ideología de izquierda, tanto comunistas como socialdemócratas, indigenistas o socialistas. La sociedad colombiana tiene una Constitución Política (1991), más garantista e inclusiva, diferente a la vetusta y conservadora constitución de 1886 impuesta con dolor y muerte, que debe ser desarrollada y aplicada a cabalidad. Se cuenta, por primera vez en la historia, con un gobierno de transición progresista, no ligado a las tradicionales esferas de poder. Se plantean inversiones sociales en educación, salud e infraestructura que beneficien a las comunidades y se comienza a desarrollar la eternamente aplazada Reforma Rural, que forma parte de las causas estructurales que originaron el conflicto armado interno.

Lo más revolucionario, en toda la amplitud y generosidad que esta palabra encierra, es comprender que la sociedad colombiana clama, suplica, resiste y lucha para que la paz sea una realidad. Más allá del apellido que se le ponga a la paz, sea este la Justicia Social, Total, Integral, Transformadora, Territorial, etc., lo que la gente quiere es la paz que finalmente silencie los fusiles; la paz para poder hablar, para poder dialogar, para concertar y ejecutar las políticas, los planes, programas y proyectos que hagan posible una Colombia nueva, pacífica, democrática, incluyente y justa, para que nunca más, por ningún motivo, a un compatriota se le ocurra apuntar o disparar un arma contra otro compatriota.

El pueblo caucano, así como algunos habitantes de Nariño, Valle, Chocó, Putumayo, Antioquia, Córdoba, Bolívar, Norte de Santander y Arauca, sufren a mayor escala el rigor de una confrontación impuesta por los mercaderes de la muerte, por los dueños de las economías ilegales ligadas a la minería del oro y al narcotráfico, por quienes, bajo el pretexto de las difíciles condiciones de pobreza y exclusión impuestas por el modelo privatizador y la economía de mercado, se empeñan en sostener una violencia armada demencial y profundamente dolorosa, ya sea para mantener privilegios económicos o como estrategia política.

El Gobierno Nacional y los gobiernos locales deben hacer uso de todas las herramientas políticas que hagan posible la construcción de la paz. Nada puede ser subestimado o desechado cuando se trata del bien preciado de la vida; en estas regiones es claro que se deben co-construir acuerdos de territorialidad para la paz, vinculando a todas las fuerzas políticas, económicas y sociales, los cuales deberán quedar contemplados en Pactos por la Paz y la Vida, en donde se conjuguen estrategias claras que comprometan a la sociedad civil, ligadas a acuerdos de inversión estratégica en materia de salud, educación e infraestructura vial. Para ello se requiere una mayor coordinación interinstitucional, estrategias territoriales para la superación de las economías ilícitas y la instalación de cadenas productivas y de crecimiento económico que beneficien a todos y todas, unido a la generación de una cultura de paz, derechos humanos, reconciliación y protección a la vida, a partir de estrategias pedagógicas, comunicativas, de autocuidado y autoprotección, que fortalezcan los valores, los derechos y los deberes de la ciudadanía.

No estoy proponiendo con esto que el Estado renuncie al uso legítimo de la fuerza para proteger la vida y los bienes públicos y privados, labor que se hace más necesaria en tiempos de crisis y de ataques indiscriminados que infringen el Derecho Internacional Humanitario. Al igual que muchos y muchas, estoy convencido de que la sola estrategia de fortalecimiento del pie de fuerza, buscando vencer a los grupos armados por la vía militar o el sometimiento a la justicia, ya hace rato se comprobó, que no nos conduce a la paz. Puede que estas estrategias instalen un superficial clima de tranquilidad, como en otras ocasiones ha ocurrido; sin embargo, la llama de la violencia seguirá encendida, hasta que vuelvan a darse las condiciones para perpetrar otros ataques armados y la muerte violenta vuelva a transitar por campos, veredas y calles.

Las comunidades queremos la paz, pero esta no emergerá si no nos comprometemos a construir las condiciones para que eso ocurra. Hay que juntarnos, unir nuestras voces, movilizarnos, dialogar y construir compromisos posibles y realizables a corto, mediano y largo plazo, para descalificar las violencias. El Gobierno Nacional y los gobiernos locales deben continuar por la ruta de la participación con poder de decisión y avanzar hacia una estrategia territorial más sostenible e incluyente, más deliberativa y democrática, a todos los niveles y con todos los actores sociales, para hacer posible la ampliación y el fortalecimiento del tejido social y político que resiste, persiste e insiste en la Paz.

Luis Emil Sanabria

Delegaciones del Gobierno y del ELN cierran primer punto de acuerdo de paz

Las delegaciones de paz del Gobierno Nacional y del Ejército de Liberación Nacional (ELN), firmaron un acuerdo sobre la participación ciudadana en la construcción de los acuerdos de paz.

“Este ya es un consenso para la mesa de diálogos y, por ello, en la búsqueda de la mayor participación posible para las transformaciones necesarias. Adelantamos un proceso histórico sin precedentes”, aseguró Rodrigo Botero, integrante de la delegación del Gobierno.

 

El pacto destaca la conformación del Comité Nacional de Participación (CNP), que llevó a cabo 78 preencuentros y encuentros , con la participación de 8.565 representantes de organizaciones sociales de 30 sectores, así como 3.217 organizaciones en todas las regiones del país.

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Se desarrollaron además se desarrollaron los ejes de diálogo sobre régimen político, modelo económico, política ambiental, educación y cultura.

Vera Grabe, destacó el cierre de este acuerdo porque -consideró- no es fácil encontrar «el camino a la paz» y de la «superación de tantos años de guerra, de violencia». Pablo Beltrán por su parte, señaló que la mesa de diálogo quiere aportar a los cambios que «urgen» en Colombia,