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Confidencial Noticias 2025

Etiqueta: Pobreza

América Latina se enfrenta a una «grave» crisis social y a tasas de pobreza superiores a 2019

Foto: tomada de notifides.com

La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) ha alertado de que la región de América Latina se enfrenta a una «grave crisis social» y de que los niveles de pobreza para el año 2022 se situarán en el 32,1% de la población total, una cifra superior a la que se registraba antes de la pandemia, en 2019.

En la presentación del informe anual ‘Panorama social 2022’, el secretario ejecutivo de Cepal, José Manuel Salazar-Xirinachs, ha señalado que la coyuntura económica es «extraordinariamente dura» por la sucesión de varias crisis, lo que está provocando un impacto negativo a nivel social que «urge» abordar. «Hay que evitar el riesgo muy real de tener una generación pérdida en América Latina», ha explicado.

Sobre las cifras, Salazar ha destacado que se estiman 201 millones de personas en riesgo de pobreza en el año 2022, lo que supone más de una tercera parte de la población de América Latina (32,1%). «Es sumamente preocupante», ha apuntado. Además, las personas en riesgo de pobreza extrema se elevan al 13,1%, lo que equivale a un total de 82 millones de personas. Según Cepal, este dato no se veía en 25 años y supone «un retroceso» para la región.

Estas cifras implican que 15 millones de personas adicionales estarán en la pobreza con respecto a la situación previa a la pandemia y que el número de personas en pobreza extrema será 12 millones más alto que el registrado en 2019.

Además, al igual que en años anteriores, la Cepal ha explicado que la incidencia de la pobreza es mayor en algunos grupos de la población en la región: más del 45% de la población infantil y adolescente vive en la pobreza y la tasa de pobreza de las mujeres de 20 a 59 años es más alta que la de los hombres en todos los países. De igual forma, la pobreza es considerablemente más alta en la población indígena o afrodescendiente.

Entre los motivos de este aumento de la pobreza, la Cepal ha destacado la desaceleración del crecimiento económico, la dinámica del mercado de trabajo y la inflación. De no actuar ahora, el organismo ha advertido que hay la posibilidad de que se dé «un efecto de cicatriz social» a largo plazo que es muy preocupante.

Durante la presentación del informe, la Cepal ha hecho un llamamiento a los países de América Latina a «invertir decididamente» en educación y a convertir esta crisis en una oportunidad para transformar los sistemas educativos.

En este sentido, el secretario ejecutivo ha recordado que la inversión en educación en la región se sitúa en el 4,1% del PIB. «Si bien el promedio del gasto público en educación de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) en 2019 alcanzó el 4,9% del PIB, cifra levemente superior a la de la región (4% del PIB en 2019), el gasto en educación por nivel educativo es 5,7 veces la cantidad por estudiante de América Latina y el Caribe en primaria, 5,3 veces en secundaria y 6,1 veces en educación terciaria», especifica la publicación.

Por estos motivos, Salazar ha resaltado que es un momento para «políticas transformadoras, inclusivas y audaces» para avanzar hacia un Estado de bienestar «fortalecido». «Se requieren esfuerzos intersectoriales de política pública que vinculen la oferta educativa con la salud, el trabajo y la protección social, y que permitan asentar mecanismos para garantizar un nivel de bienestar e ingresos en una era de volatilidad e incertidumbre», ha reiterado.

Desigualdad ¿qué significa? (para no economistas) (5): la espiral descendente

Llegamos a este momento de la historia del país, y de nuestra explicación, con una desigualdad enorme, impuestos regresivos y un monto importante en exenciones, que hacen que el recaudo sea muy bajo para los requerimientos de inversión social que puedan ayudar a reducirla, y ya enunciamos que las trasferencias tienen problema de eficiencia del gasto público. Vamos a ahondar en las trasferencias que es la otra cara de la misma moneda.

Las trasferencias son las inversiones en que se usan parte de los impuestos (fuera de los gastos de funcionamiento y del pago de la deuda incluyendo sus intereses; las tres salen de los recursos que recauda el Estado por impuestos) y que deberían dirigirse a atender las necesidades más urgentes e importantes de la población mas necesitada. Pero no sucede así en nuestro país por diversas razones: algunas, como pensiones y educación superior terminan beneficiando a personas de mayores ingresos; inversiones sociales en nutrición, educación, salud básica, agua y saneamiento y subsidios directos a personas en condición de pobreza pueden ser desviados por falta de priorización (andenes y parques cuando falta agua potable y saneamiento básico); o malgastados en proyectos mal planeados que cuestan mucho más, o no sirven bien para lo que se pensaron o por proyectos que no terminan (elefantes blancos); o el desvío de los recursos por corrupción (las cifras de los “expertos” dicen que pueden ir desde 50 hasta 200 billones al año; nadie lo sabe realmente). Es terrible. Como se nota, las trasferencias tienen problemas de mal diseño de la política (cómo debieran ser), de falta de priorización de su uso, de falta de planeación, de mala ejecución y/o de que se roban la plata en la contratación.

Una verdadera espiral descendente: no alcanza la plata por muy poco recaudo, mala asignación (mala priorización), la corrupción, un Estado ineficiente que cuesta más de lo que haría uno que trabajara eficientemente y el servicio a la deuda. A su vez, esta deuda crece para conseguir lo que falta para el funcionamiento del Estado y las inversiones, que no alcanza porque hay muy poco recaudo, corrupción y servicio a la deuda. Con el grave problema adicional de no tener un verdadero doliente, ya que los Gobiernos son transitorios al fin y al cabo, y los errores y delitos que cometen los políticos poco se derivan en algún castigo sobre ellos, pero eso sí, mientras están a cargo se creen y se empoderan de su papel como si fueran los dueños para gastar mal y a ruedos. El botín por el que se pelean tan duramente.

Con respecto a la desigualdad y dicho en resumen, tenemos dos problemas y no uno solo: uno, por el bajo recaudo (la plata que se recoge por impuestos no alcanza para todo lo que se debería invertir, porque el recaudo es bajo y además hay que pagar primero el funcionamiento del Estado y el servicio a la deuda) y dos, por la pésima inversión que no llega, ni en monto ni en calidad, a donde debería llegar para bajar la desigualdad. Por eso, medida por el índice de Gini después de impuestos y trasferencias, la desigualdad no se arregla casi nada (como sí pasa en muchísimos países, salvo en Latinoamérica donde campea la desigualdad por los mismos problemas; ver artículo 4).

El primer problema surge del escaso recaudo como señalan las comparaciones en los países del mundo y de la región en % sobre el PIB, y como lo señala Urrutia, es fundamental que la política tributaria no esté desconectada de la política de gasto que incluya las metas sociales establecidas en derechos en la Constitución política. Pero es políticamente difícil incrementar la tributación efectiva de las personas (por el trámite de la reforma en el Congreso) como lo observamos en la cita del BID. Se requiere una reforma tributaria (ver más en artículo: 8 reformas estructurales…) que aumente el recaudo con una tributación progresiva, corrigiendo la estructura basada en las personas naturales y no en las empresas y en tributos a la renta y no al consumo (IVA). En el Congreso históricamente se ha ejercido la influencia del poder económico sobre el poder político como hemos anotado (los economistas los llaman “los ricos”; pero son los más ricos en realidad: menos del 1% de la población de mayor ingreso). La causa del problema y parte del meollo de la desigualdad está entonces en la comprensión que tenga este pequeñísimo grupo de poder económico sobre la situación real y las afugias de los pobres a los que corresponde atender y ayudar el Estado (no debería ser para toda la vida si la política fuera realmente orientada a sacarlos de la pobreza y que pudieran integrarse a una economía virtuosa en la que encuentran oportunidades de mejora, desarrollo y bienestar).

Parte de esa comprensión pasa por entender que pagar más impuestos no significa “perder su dinero”. No hay duda de que la primerísima prioridad es reducir la corrupción y ojalá acabarla para que los ingresos del Estado no se desperdicien en los bolsillos de unos pocos corruptos. Suponiendo que bajara la corrupción, (con base en Urrutia, letras inclinadas) bajar la desigualdad reduce también la inestabilidad política y económica, la incapacidad de llevar a cabo reformas (las sociedades desiguales son más propensas a “capturas” del Estado por parte de grupos de interés particulares: que es el susto permanente de los del poder económico), y el “desperdicio” del capital humano, todo lo que puede afectar de manera negativa el crecimiento económico y la productividad, sin olvidar que los países más desiguales crecen menos y por períodos más cortos. Todo lo anterior se traduciría en que los ricos pueden ser aún más ricos pero disfrutando de un país estable y seguro, lo cual dispararía su rentabilidad y bienestar.

Cuando los más ricos comprendan que pagar impuestos no es un gasto sino una inversión, que su influencia sobre lo político debe ser a través de los gremios y con mecanismos transparentes que no se basen en lobby (la presión que hacen los del poder económico a los del poder político; o cabildeo en español) sino en la exposición abierta de argumentos a ser tenidos en cuenta por los legisladores (poder político sin presiones o relaciones corruptas con el poder económico), que sus beneficios sean reinvertidos en nuevas inversiones de riesgo en nuestro país, entonces podríamos iniciar una transición sin traumas (en paz primordialmente) al primer mundo en pocas décadas. Son los más ricos y los economistas que han trabajado para su servicio, quienes han “ajustado” la política económica para favorecer sus intereses y nos han conducido a la mala situación actual, y han podido hacerlo porque han actuado con la complicidad y servilismo de una clase política que ha traicionado al pueblo que representa y debía haber defendido[i]. Pero al mismo tiempo, también son quienes pueden desatar esa transición.

Será en el próximo artículo de esta serie que podremos terminar de deshilvanar esta complejidad en torno a qué significa realmente la desigualdad. Solo entendiendo, individual y colectivamente, podremos decidir los cursos de acción necesarios para avanzar y vencer a la pobreza, y enfilarnos a construir un mejor país entre todos. Y no se puede esperar a que suceda algún milagro. No lo habrá.

@refonsecaz

[i] Siempre habrá excepciones a generalizaciones hechas con base en la mayoría de los datos en un conjunto.

Desigualdad ¿qué significa? (para no economistas) (3): cómo se mide

En el artículo (1) de esta serie mencionamos el reporte recientemente publicado sobre los datos de la OCDE en la que Colombia tristemente puntea la desigualdad de ingresos en la región, medido a través del índice Gini: Colombia 0.542 por encima de Costa Rica 0.497, Chile 0.460 y México 0.418. Es el momento de entender la forma de medir la desigualdad de ingresos.

Primero veamos la curva de Lorenz (economista norteamericano, 1905) que permite entender en forma sencilla el concepto (gráfica ajustada de esta base).

En el eje horizontal se encuentra el acumulado de la población expresado en %. En el eje vertical se encuentra el acumulado de los ingresos de la población expresado en %. La población hay que ordenarla de acuerdo con rangos de ingresos, desde los que menos ingreso tienen hasta los que más ingresos reciben para que la curva tenga la posibilidad de explicar la realidad de la situación económica.

En la recta llamada “igualdad en la distribución del ingreso” (a 45 grados) siempre se encuentra la siguiente condición: el % acumulado de población recibe el mismo % de ingreso. Ejemplos: el 20% de la población recibe el 20% de los ingresos de la población; el 60% de la población recibe el 60% de los ingresos de la población.

Pero la realidad es la que muestra la curva roja “distribución real del ingreso” que refleja la situación en que un % acumulado de la población recibe menos que el % acumulado de ingresos que le correspondería si hubiese igualdad en la distribución. Ejemplo (en la gráfica exhibida): el 20% de la población recibe el 7% de los ingresos. Debe leerse correctamente de la siguiente manera: el 20% acumulado de la población de menores ingresos (debido a que se ordenó la población previamente en rangos de ingresos de menores a mayores) recibe el 7% de los ingresos.

La flecha roja es una representación visual de la desigualdad, o sea, qué tanto se aleja la curva de distribución real de la condición de igualdad (la recta a 45 grados). Entre más se aleje, más desigualdad. El índice Gini (estadístico, demógrafo y sociólogo italiano) mide esto en forma estandarizada así: el área entre la línea recta a 45 grados y la línea curva (roja) se divide entre el área de todo el triángulo formado entre la recta a 45 grados y los dos ejes (horizontal y vertical); tal división arroja un número entre 0 y 1: entre más cercana la curva roja a la recta, menos desigualdad habrá (la flecha más pequeña) y por tanto el coeficiente será más cercano a 0. Por el contrario, si la curva roja es más lejana mayor desigualdad habrá y el coeficiente será más cercano a 1.

Sabiendo esto, ahora si es interesante mirar los últimos resultados que arroja el Banco Mundial (último reporte en su web) para 60 países y fijarse en qué posición relativa estamos, cuáles son los menos desiguales y cuáles los más.

Lamentablemente, también en el mundo Colombia está liderando el campeonato de los más desiguales. Las comparaciones con otros países permiten levantar alertas, en este caso fuertes, y también la muy importante visualización de que hay sistemas económicos mejores, teniendo en cuenta que la desigualdad también se correlaciona en forma inversa con el bienestar. Esto nos debe preocupar, tanto a ricos como a pobres. Lo hemos repetido en anteriores columnas: a los pobres evidentemente por sus malas condiciones de vida, a los ricos porque a pesar de su acumulación de riqueza no viven ni tienen su riqueza fincada en un país seguro (especialmente inseguro para no llamarnos a engaños), y a todos porque podrían tener un nivel de bienestar mucho mejor al actual si tuviéramos un país menos desigual.

Pero hay más sobre esto, y es qué pasa con las acciones que emprende el Estado para mitigar la desigualdad a través de los impuestos y las trasferencias, que marca un antes y un después (de impuestos) en el índice Gini. En el próximo artículo podremos comprender cómo los países del norte de Europa bajan fuertemente la desigualdad que se produce en sus economías con una importante acción del Estado, cómo en Corea del Sur su economía no produce mayor desigualdad y por tanto no requiere de esas acciones, y cómo en Colombia, donde su economía produce enorme desigualdad este tipo de acciones del Estado no bajan prácticamente nada (significativo) la desigualdad, que ya vimos, es de las mayores del mundo.

Como se ve, cada vez más nos alejamos de esa percepción fofa de que “la desigualdad no es mala” o que la “desigualdad es natural” o que “el pobre es pobre porque quiere” y demás tontadas, a punta de estudiar en forma fácil lo que realmente significa. Y eso que no hemos aún tocado la desigualdad en la justicia y en otros derechos fundamentales, en los que la situación es aún más preocupante. Ya vamos llegando al meollo.

Manos para combatir el hambre y la pobreza

La inflación tiene al mundo en jaque. Se combinaron factores que bien podrían ser la peor de las tramas de una novela apocalíptica: las consecuencias de una pandemia, que paralizó por completo al mundo, se tocaron con una guerra que nadie esperaba y que está colapsando a dos gigantes productores de alimentos y de materias primas del planeta. Los mercados, y por ende nosotros los ciudadanos, estamos padeciendo los efectos en nuestro bolsillo; de acuerdo con el más reciente informe sobre el índice del costo mundial de alimentos de las Naciones Unidas, este se incrementó en un 13% en el mes anterior.

Los números no paran de sorprender a nadie, semana tras semana son más desoladoras las proyecciones, y es por ello que hay que tener en mente que el conflicto entre Ucrania y Rusia continuará generando mayores estragos, ya que solamente estas dos naciones producen el 19% de la cebada del mundo, 14% del trigo y un 4% del maíz, algo que de acuerdo con la FAO representa una tercera parte de los cereales que se exportan en el planeta.

Adicionalmente, el más reciente informe de OXFAM, indica que “más de 260 millones de personas adicionales podrían verse sumidas en la pobreza extrema en 2022 como consecuencia de la COVID-19, el aumento de las desigualdades a nivel global y el incremento desorbitado de los precios de los alimentos, todo ello exacerbado por la guerra en Ucrania.” El reporte además estima que para finales del 2022 tendríamos un mundo en el que 860 millones de personas vivirían en pobreza extrema, esto es con 1,9 dólares por día, unos 7,100 pesos colombianos.

Estos datos deberían convencernos de que debemos tomar con fuerza el timón y dar un giro a nuestras prioridades, fijando mayor interés por el campo y el desarrollo agrícola de cada territorio; obviamente pensemos principalmente en Colombia, un país al que siempre hemos escuchado que podría ser “la gran despensa del mundo”.

Puede que no seamos tan optimistas como para creernos una gran alacena global, pero sí que podemos apuntarle a mejorar lo que ya tenemos y a explorar mayores caminos para que el campo colombiano se vea beneficiado del gran desarrollo tecnológico y comercial que existe hoy en el mundo. El cambio de gobierno que tendremos en pocos meses debería ser una nueva oportunidad para entender de una vez por todas, que es en el campo en donde hay que hacer fuertes inversiones, y que es precisamente ahí en donde tenemos grandes oportunidades de transformación social.

Existen ya muchas muestras de que es posible cambiar la cara de territorios completamente tomados por cultivos ilícitos y labrados por campesinos, que se debaten entre la fuerza de quienes sí hacen presencia en sus municipios y la frustración de que nadie les compra sus cosechas. Es así como terminan cultivando lo que les piden u obligan, lo que les pagan por adelantado y lo que les recogen en la puerta de sus parcelas. Esa realidad necesita una transformación de fondo.

En 2018 Colombia hizo ya el trabajo de determinar la frontera agrícola nacional que en su momento era de 39.23 millones de hectáreas, área totalmente aprovechable para su desarrollo. Tres años después se estima que 31 millones de dichas hectáreas siguen inutilizadas; solamente se ha utilizado el 19% de un espacio que nos generaría grandes réditos como sociedad. Las oportunidades son todas y el camino requiere de un fuerte apoyo del Estado que debe fortalecer su presencia, abrir más y mejores caminos, generar mayores oportunidades de capacitación y transferencia de conocimientos, así como articular estrategias que tengan el sello país.

En el pasado deberían quedar las constantes noticias de cientos de miles de campesinos que son noticia, no porque sus cultivos estén prosperando sino, porque sus cosechas se pudren por falta de compradores o de buenas vías para llevarlas a tiempo a los mercados. Es tan grande el vacío, que con poco esfuerzo se haría mucho. Sería genial ver cada vez más proyectos que nos ayuden a intensificar los cultivos en los que podemos ser competitivos y en los que podemos ayudar a mejorar nuestra presencia como país (tema para otra columna sobre aquellos productos que nos quieren hacer creer que podemos cultivar eficientemente en un país tropical).

Impactados y aislados por la suma de una gran variedad de factores que parecen no dar tregua, nuestras naciones y nuestros líderes no necesitan grandes ideas o discursos rimbombantes; con planes sencillos pero realizables, inversiones inteligentes y que fortalezcan los puntos de mayor dolor, la tarea se irá haciendo de forma consecuente. El campo colombiano para ser competitivo necesita tres cosas: 1) Mayores y mejores conexiones con los centros poblados, traducidas en vías e infraestructura de calidad; 2) Tecnificación y transferencia de conocimiento y 3) Capacitación local y entrenamiento en la zona. Si se empieza ahora, en unos años recogeremos los frutos. Hay que replicar las experiencias de sectores específicos que ya lo han hecho, con mucho esfuerzo y grandes inversiones, pero que tienen la evidencia irrefutable de los resultados.

Un mundo con hambre, un planeta caminando en la cornisa de una crisis aún mayor, necesita todas las manos que puedan hacer la tarea, otro llamado para invertir en donde toca y en lo que es prioridad.

@AlfonsoCastrCid
Managing Partner
Kreab Colombia

Políticas de humo y pobreza, éxitos de la nada y para todos

¿Cuál es la causa de la pobreza? Ya sea la de una persona o un país cualquiera. La respuesta es NINGUNA. La pobreza es el estado original de todo, el punto de partida por defecto, no es el resultado de una causa. No hay que preguntarse que causa la pobreza… lo que hay que preguntarse realmente es ¿Qué causa o que origina la riqueza o cuál es la razón por la que ésta se incrementa, se disminuye o se destruye por completo?

La riqueza, nos lo ha dicho la historia, se construye trabajando, innovando, produciendo valor a las cosas… o robando (también, por desgracias el mundo es muy imperfecto) Mientras que la pobreza, básicamente, se sustenta de no hacer nada, de la pereza, la inacción, de la indigencia intelectual, o de todas las anteriores juntas.

Para el desarrollo real de esto, la política es determinante como elemento dinamizador o desmotivante de los procesos. Los políticos son la mayor fábrica de construcción o destrucción de riqueza económica en un país. Y especialmente en las mujeres, que suelen tener una situación más inestable en lo laboral, por múltiples motivos.

Ciudadanos mediocres eligen políticos mediocres

No tengo pruebas, pero sí la convicción (certeza) personal, de que mucho político contemporáneo supuestamente progresista le hace el mayor de los daños posibles a las mujeres con sus políticas de género, en teoría dispuestas a ‘empoderar’, pero que en realidad sólo buscan una deconstrucción de la realidad, de la forma de como relacionarse con los hombres y que normalmente terminan en la hipérbole, en el absurdo. Y más tristemente, el puerto final de esta opereta sin gracia es la anulación de la propia persona para convertirla en un bulto, en parte de un colectivo homogéneo sin capacidad de opinión propia ajena a ese colectivo. Eso sí, el político o política de turno bien se llena los bolsillos mientras tanto.

Polémica en el deporte femenino

Ejemplo: el escándalo, y de los grandes, en el deporte estadounidense y mundial. Atletas y nadadoras transexuales compiten en igualdad de condiciones con mujeres. Claramente, los ‘trans’ tienen más potencia biológica natural y más velocidad. Es un hecho innegable. Conclusión: ya raramente una mujer ganará una competición deportiva si seguimos en esta espiral de absurdo. Las mujeres perderán el incentivo competitivo y del esfuerzo en el deporte. ¿A qué idiota legislador de los Estados Unidos le dio por aprobar una ley en las que sale perjudicada la mujer? Y no crean que exagero, en los campeonatos nacionales que se celebraron hace unos días en EEUU, la medalla de Plata y bronce, invitaron a la cuarta clasificada a tomarse la foto juntas en el podio, porque ignoraron al transexual Lia Thomas como la legítima vencedora de la prueba. A ese punto llegamos: ‘boicot de género’. Seguro que mucho político progresista apoyó la medida en su día, pero aterrizada a la vida real, a la ‘Real Politik’, es un despropósito se mire por donde se mire.

Dónde existe justicia no hace falta caridad, ni sentimiento de lástima o una igualación forzada. Y las leyes ya amparan la igualdad entre sexos desde hace muchas décadas, al menos en la mayoría de países. Y si falla el sistema y no se cumple esa igualdad no hay que cambiar las leyes, sino a quienes las aplican. Salvo que estos legisladores charlatanes lo que quieran sea cambiar precisamente el modelo de Estado que hay para adaptarlo a su negocio.

En este mismo espacio de opinión ya he lanzado el reto varias veces en los últimos años a cualquier lector. Quién conozca algún caso de desigualdad salarial entre un hombre y mujer rogamos que nos pase la información para que Confidencial Colombia, como medio de comunicación, denuncie el hecho ante la opinión pública. Sigo esperando. Cero denuncias recibidas. Y Básicamente porque no pasa. No pasa que una mujer gane menos que un hombre en ninguna empresa por el hecho biológico de ser mujer. Si gana menos será porque tiene un contrato por menos horas, o menor experiencia, menor cualificación o menos años al interior de la compañía. Los motivos pueden ser varios, pero no por sus ovarios. Si eso pasara, la empresa tendría que cerrar al día siguiente.

Guerra de sexos

El neofeminismo sigue errando en la estrategia de la división, de la guerra de sexos. Después de repetir un millón de veces que los hombres son posibles agresores potenciales y todas las mujeres son potenciales víctimas en muchos ha calado el mensaje. Muchas mujeres tienen miedo a los hombres y viceversa. Ellas porque temen caer en garras de una bestia salvaje que las pueda maltratar, que pasa… y ellos porque piensan que cualquier mujer los puede demandar y arruinarse la vida por las leyes de género, que claramente benefician a la mujer, y que también pasa.

Mientras que las feministas del siglo XX se jugaron la vida por las mujeres, por la igualación justa y definitiva, el neofeminismo actual celebra cualquier logro intrascendente como si fuera un éxito histórico. Celebra que los transexuales compitan con las mujeres en pruebas deportivas o celebran que se diga ‘todos y todas’ o ‘bienvenidos y bienvenidas’ en un discurso… wowww, un ‘avance extraordinario’ que cambia la vida de millones de trabajadoras en el mundo, sin duda lo mejor que les puede pasar para mejorar su calidad de vida. No sé como no se les cae la cara de vergüenza.

Políticas de beneficio propio

Tengo la certeza, que tampoco las pruebas, de que lo que menos les importa es la situación de la mujer y sí más bien tejer sus redes clientelares con las que ganar buen dinero y colocar a sus amigos en puestos de trabajo y salarios que en la vida podrían tener en el sector privado. De eso se trata, de privilegios, mientras desvían la atención de todos, todas y todes.

¿Ustedes creen que si de verdad hubiera emergencia social real los políticos nos tendrían en cuenta para ese cambio de paradigma? ¿Desde cuándo los políticos han contado con el pueblo para tomar decisiones ¿Desde cuándo nos han dicho toda la verdad sin intentar sacar rédito de ello? Todo esto es un negocio, del que viven muy bien unos cuantos.

Todo cambió cuando la política pública volvió la subvención un recurso de atracción de votos y no la manera en cómo se transforman vidas. Cuando se volvió políticas de nada, solo generadoras de pobreza y división. Y es una pena porque el punto de inicio no era tan malo.

Aborto: desencuentros de dos realidades distintas

Al menos dos realidades distintas: la de los que hablan desde la comodidad de sus privilegios versus de los que hablan desde la dificultad de sus carencias. Esto no es dicotómico, por supuesto, como todo en sociología, economía y política, aunque el esfuerzo de los líderes ideológicos trate de hacerlos ver así, especialmente los religiosos, en su búsqueda de polarización.

En el país el desencuentro de realidades es muy común.

Los mejor acomodados, incluyendo los ricos y la clase media alta, conocen una realidad que no incluye la de todos los demás, que son la enorme mayoría de clases bajas, (pobres y la pequeña clase media restante) que tampoco conocen la realidad de los primeros.

En el mejor esfuerzo de no sesgar las frases con posiciones ideológicas, lo cual es más fácil, y de consideraciones éticas, lo cual es mucho más difícil, quedan los hechos a partir de las realidades desconocidas de los demás, asunto que requiere una dosis especial de empatía, virtud que poco tenemos los colombianos.

Las lecciones que se aprenden de todo tipo de analistas que se han expresado en las últimas semanas, se podrían resumir así:

  • El hecho de despenalizar el aborto hasta la semana 24 no quiere decir que las mujeres saldrán dichosas a abortar en la semana 24. Por estúpida que parezca la frase, increíblemente ha sido el estandarte de los reaccionarios ante la decisión de la Corte.
  • En países como Inglaterra, donde la despenalización es similar, solo el 1% de los abortos pasan de la semana 20 y solamente el 0.1% llega a la semana 24.
  • Ningún aborto debería existir, salvo los netamente humanitarios como los que surgen de potenciales enfermedades y muertes de la madre y del feto, que ya estaban debidamente contemplados.
  • Las violaciones, de ninguna intensidad y circunstancia, deberían existir.
  • Una sentencia de la Corte para cubrir el vacío legislativo no debería existir. La falta de legislación por parte del congreso no debería existir. Las influencias políticas con sesgo fuerte religioso como la de los cristianos no deberían existir en el congreso de un país laico.
  • Los “abortos” que de hecho practican los hombres en forma indiscriminada y demasiado frecuente, al abandonar a la madre y a su hijo, no deberían existir.
  • La negación o la falta de la atención en su debido momento por el sistema de salud no debería existir.
  • Los embarazos juveniles, y menos los de niñas prácticamente infantes, no deberían existir.
  • La mala educación de la población, en general, y especialmente sobre temas sexuales, responsabilidades y posibilidades de vida, no debería existir.
  • La pobreza no debería existir.
  • La doble moral de quienes defienden la vida en este caso pero que son partidarios de la guerra y de combatir la violencia con más violencia, no debería existir.
  • La incoherencia en que necesariamente caen quienes son partidarios de la despenalización del aborto hasta etapas muy avanzadas como 24 semanas, pero que son defensores de la paz y de la no violencia, no tendrían por qué existir.

Si nada de lo anterior existiera ni siquiera estaríamos hablando del tema, y mucho menos enfrentados por un asunto tan complejo para una sociedad.

La próxima vez que un marciano visite la Tierra, intente el lector explicarle por qué quienes están a favor del aborto también se oponen a la pena de muerte”.  Nassim Taleb, autor de El cisne negro.

Ha hecho carrera en los sectores más privilegiados de nuestra sociedad entendimientos errados sobre quienes han tenido el infortunio de nacer en clases pobres, tales como “que si no progresan es porque no se esfuerzan, que quieren todo regalado y un desprecio permanente porque no contribuyen a una sociedad que progresa”, alimentando una notoria aporofobia. Cualquier discusión al respecto rápidamente cae en la citación de un caso, o con suerte dos casos, de gente que el interlocutor conoce sobre personas pobres que han salido adelante con esfuerzo. Esto se conoce como el sesgo de confirmación, una falacia lógica clásica que consiste en forzar una conclusión sobre todo un universo a partir de unas poquísimas observaciones. El origen de esto es que sin salir del entorno del Chicó, del Poblado, de Ciudad Jardín, o de Miami, o de Madrid, es muy difícil visualizar y menos comprender las penurias en Altos de Cazucá, La comuna 13 o Siloé.

Y viceversa.

Mas objetivamente, a partir de esos hechos que no “deberían ser”, tenemos que plantearnos cómo es que vamos a construir un país mejor, y no desgastarnos aún más con una violencia intestina por las consecuencias de todo aquello que no hemos sido capaces de haber logrado.

@refonsecaz

Hay que acabar con los pobres

En Colombia este título puede ser alarmante, dada nuestro prontuario de masacres y asesinatos permanentes. Pero no se trata de esa violencia. Se trata de economía y de sociología pero que también presenta resultados tristes y que golpean.

La ANIF publicó recientemente un documento técnico de la Pobreza Multidimensional. Este indicador de pobreza integra datos de cinco dimensiones, por eso es multidimensional: Condiciones educativas, Condiciones de la niñez y juventud, Trabajo, Salud, Condiciones de la vivienda y servicios públicos. Pasó de 17.5% en 2019 a 18.1% en 2021. Muestra que no pasó mayor cosa con la pandemia. Es probable, porque los cinco grupos no tienen relación directa y rápida con el ingreso (un poco la dimensión de trabajo) y es de más largo plazo porque mide más las consecuencias de la pobreza. Las conclusiones de ANIF, técnicas ellas, pueden ser entendidas por alguien neófito (como somos casi todos los colombianos en este tema) que el choque de la pandemia contra los pobres no ha sido grande y que el actuar inercial del capitalismo sigue su lento pero seguro camino de sacar de la pobreza a los menos favorecidos (aunque desde 2012 es especialmente lento y en 2018 la tendencia se acabó, pero retornó en 2019).

No corresponde a los reclamos que se escuchan de la gente pobre. Según el informe de Prosperidad Social con la metodología del Banco Mundial para calcular la Pobreza Monetaria:

  • Los pobres pasaron de 35.7% en 2019 a 42.5% en 2020; pobres son aquellos que tienen menos de 5.5 USD/día/persona (equivalente a 276,600 $/mes/persona). Entre ellos, la pobreza extrema pasó al 15.1% (menos de 2 USD/día/persona, equivalentes a 126,000 $/mes/persona).
  • Los vulnerables pasaron de 32% en 2019 a 30.4% en 2020 (se fueron a los pobres); la clasificación se hace entre 5.5 a 13 USD/día/persona, es decir, por debajo de 653,781 $/mes/persona).
  • La clase media pasó de 30.1 a 25.4% (impacto más fuerte) (se clasifica por estar entre 13 y 70 USD/día/persona, es decir, por debajo de 3’520,360 $/mes/persona).
  • Y hasta la clase alta fue impactada porque pasó del 2.2% al 1.7% en el mismo periodo (¡que pequeña porción, solo 210,000 colombianos!) en donde se encuentran aquellas cuyo ingreso está por encima de 70 USD/día/persona, o 3’520,360 $/mes/persona.

Y tiene unos ejemplos que vale la pena observar para una familia de 4 personas (padres y 2 hijos, o la madre y 3 hijos): si vive con $549,400 por mes o menos, ya está en pobreza extrema, o con 1’326,752 por mes será pobre (no es ni un salario mínimo), o con $2’615.124 por mes será clase vulnerable (no alcanza con 2 salarios mínimos), o con $14’081.440 por mes o menos será clase media. Son cifras de 2020 que hay que actualizar a 2022 por tasa de cambio y por inflación, ambas al alza. Se ve duro. Se comprende como poco a poco, en estas condiciones frente a los salarios e ingresos esperables en el mercado, la gente se va empobreciendo y cada vez sea más difícil escapar de la llamada trampa de la pobreza.

Este indicador de Pobreza Monetaria que mide más las causas, sí muestra bien que pasó un desastre con la pandemia. Aquí hay conclusiones fuertes. La pandemia echó la escena 12 años atrás en cuestión de pobreza, con una advertencia: no es cierto que el capitalismo siga “sacando” gente de la pobreza poco a poco; al menos en Latinoamérica paró desde 2012 (CEPAL en su informe Panorama Social en América Latina, 2021): llevamos una década en que no es así. En Colombia paró la tendencia en 2018.

Y afectó la desigualdad, por supuesto. Con la pandemia el indicador de GINI (no es el mejor indicador pero es el usual) pasó de 0.505 a 0.537 después de las trasferencias del Estado a los más pobres.

En esta semana que pasó vimos a un Gobierno reclamando a la FAO su informe en que advierte de una posible crisis alimentaria, no de alimentos. Pero ¿qué puede tener de sorprendente según la información anterior (en este artículo) y si además la advertencia no era nueva?: ya el año pasado lo habían advertido en igual sentido (Caracol, 2021). Y los expertos locales también: “En Colombia, el 54,2 % de la población vive en inseguridad alimentaria mientras que se desperdician 10 millones de toneladas de alimentos anualmente”, concluye el informe de la Red de Bancos de Alimentos Nacional (Abaco) y la Cámara de la Industria de Alimentos de la Asociación Nacional de Empresarios (Andi), presentado a principios de diciembre pasado” (El Universal, 2022). Lo realmente importante es que la historia muestra que el hambre sigue a la pobreza, y las revoluciones siguen al hambre. Revoluciones que tanto tememos pero que poco prevenimos.

Si a esto se le suma que la inflación que va subiendo, no solo localmente (lo cual no es buena noticia porque quiere decir que los instrumentos monetarios disponibles (subir la tasa de interés) pueden no funcionar), le pega directamente y más fuerte a los pobres. Es decir, empeorando la condición de los pobres. El acumulado anual del IPC en enero para hogares pobres y vulnerables fue de 8.29 y 8.31%, lo cual significa que el regalo del aumento del salario mínimo con el que el Gobierno quería mostrarse como gran benefactor, era un regalo fugaz como advertimos, y peor, a través del error circular que tenemos (y que hay que corregir) en la indexación de precios de bienes y servicios al salario mínimo terminó ayudando a que la inflación fuera mayor en enero.

En esta época, atafagada con miles de comentarios por el asunto político con miras a las elecciones, se encuentra uno con advertencias del tipo “aún estamos a tiempo”. Yo veo que siempre hemos estado a tiempo, siempre hemos tenido las evidencias en nuestras narices. Pero los dirigentes que hemos elegido perseguían otro objetivo. El resultado está a la vista: el país sumergido en corrupción con una pobreza creciente y sin esperanza. Y claro, la gente por obvias razones sintiendo que hay que cambiar pero sin cultura política para encontrar cómo cambiar. La desidia en general con la que la gente ha entendido (o no ha entendido) la importancia de las elecciones es la causa habilitadora: los que les parece aburrido el tema y no votan, los que venden el voto “por un tamal”, los recalcitrantes de la derecha que no han querido entender que no se debe avalar la corrupción con la disculpa de una ideología, y todos los que ya metidos en el tema se dejan encantar por los caudillos con sus promesas que ya sabemos que no van a cumplir (nuevamente por ideología).

Tomé de las redes esta partecita de una película de 1964 (¡hace 58 años!) de Cantinflas, El Padrecito, que de “cantinflesco” no tiene nada: “¡No! si es un error querer acabar con los ricos.
Hay que acabar primero con los pobres. Acabando con la pobreza… pues habrá más equidad en el mundo
”. Y la equidad devuelve la seguridad y abona la prosperidad. ¡Sí teníamos tiempo! Los dirigentes (políticos y económicos) que hemos tenido son los culpables ejecutores. No queda duda.

@refonsecaz