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Confidencial Noticias 2025

Etiqueta: Raúl Arce

COP30: Finanzas Climáticas – De las promesas al mutirão

En 2023, escribí sobre la COP28 preguntándome si estas conferencias eran realmente eficaces contra el cambio climático. Concluí entonces que las COP son instancias políticas positivas y fundamentales, pero que su verdadera eficacia dependía de las acciones concretas que las respaldaran. Hoy, en medio de la COP30 en Belém, Brasil, esa pregunta cobra una urgencia renovada, especialmente cuando hablamos de finanzas climáticas: uno de los eslabones crítico entre la ambición climática y la implementación real.

Los números son contundentes. Según el Reporte de Brecha de Adaptación 2025 de United Nations Environment Program , los países en desarrollo necesitan entre 284 y 339 mil millones de dólares anuales solo para adaptación climática. Sin embargo, en 2023, los flujos internacionales de financiamiento público alcanzaron apenas 26 mil millones de dólares, una cifra que incluso disminuyó respecto a los 28 mil millones del año anterior. Estamos hablando de una brecha que es 12 a 14 veces mayor que los flujos actuales.

 

En Belém, hay señales de que finalmente estamos reconociendo la magnitud del problema. La COP29 estableció una nueva meta colectiva cuantificada (NCQG) que llama a escalar el financiamiento climático a los países en desarrollo a al menos 1.3 billones de dólares anuales para 2035, con una meta intermedia de movilizar al menos 300 mil millones de dólares anuales para ese mismo año.

La Hoja de Ruta Baku-Belém, presentada justo antes de la COP30, pretende identificar conjuntos de acciones y medidas para escalar el financiamiento. El desafío está en transformar este documento en flujos financieros reales, predecibles y accesibles, especialmente para los países más vulnerables.

Aquí es donde las finanzas verdes y los vehículos de impacto innovadores pueden marcar la diferencia real. El mercado de bonos verdes, sociales y sostenibles (GSS+) alcanzó 1.1 billones de dólares en 2024, con un mercado acumulado que supera los 5.7 billones de dólares. Los bonos verdes por sí solos representaron entre 669 y 670 mil millones de dólares en emisión alineada ese año.

Sin embargo, estos instrumentos han favorecido desproporcionadamente proyectos de mitigación sobre adaptación, y han fluido principalmente hacia economías desarrolladas o mercados emergentes de mayor renta. Las finanzas de adaptación, que podrían ahorrar hasta 15 dólares por cada dólar invertido en sistemas de alerta temprana, representan solo el 5% del total de los flujos de financiamiento climático.

Para transformar las promesas de Belém en acción tangible, pueden existir cinco líneas de trabajo inmediatas.

Finanzas Mixtas (Blended Finance) a Escala: El sector privado tiene el potencial de aportar hasta 50 mil millones de dólares anuales en financiamiento para adaptación, pero solo con el respaldo de políticas adecuadas y soluciones de financiamiento mixto. Los fondos estructurados en tramos (senior, mezzanine y junior) pueden desbloquear capital privado al reducir riesgos percibidos. El tramo junior, financiado por organizaciones de impacto climático y países de la OCDE, es catalítico: asume los mayores riesgos que típicamente están más allá de la capacidad de los bancos multilaterales de desarrollo.

Bonos de Transición y Bonos Vinculados a Sostenibilidad: No todos los países pueden dar el salto inmediato a economías verdes. Los bonos de transición, propuestos por Japón en 2023 alineados con su hoja de ruta hacia cero emisiones netas en 2050, reconocen que la descarbonización es un viaje, no un salto. Los bonos vinculados a sostenibilidad (SLBs), que vinculan el costo del capital al logro de objetivos predefinidos de sostenibilidad, pueden incentivar progreso incremental en sectores tradicionalmente «marrones» (industrias intensivas en carbono o con alto impacto ambiental negativo).

Bonos Climáticos con Certificación y Garantías: La certificación de bonos climáticos a través del Estándar de Bonos Climáticos puede ayudar a movilizar capital privado al aumentar la confianza de los inversionistas. Complementariamente, las garantías de entidades con alta calificación crediticia como el Banco Mundial (AAA) o garantías de grado de inversión de entidades como GuarantCo pueden hacer que emisiones de países en desarrollo sean más atractivas para inversionistas institucionales.

Instrumentos de Financiamiento para Resiliencia Climática: Los bonos de catástrofe (cat bonds), pioneros como los emitidos por Swiss Re en colaboración con el Banco Mundial para naciones en desarrollo, pueden proporcionar liquidez inmediata tras desastres climáticos. Estos instrumentos de transferencia de riesgo deben escalarse significativamente, especialmente para pequeños estados insulares y países vulnerables que enfrentan pérdidas económicas cada vez mayores por eventos climáticos extremos. Solo en 2024, los desastres relacionados con el clima causaron pérdidas económicas de 320 mil millones de dólares globalmente.

Taxonomías Unificadas y Reporte de Impacto Obligatorio: La coexistencia de múltiples sistemas (desde la Taxonomía de Finanzas Sostenibles de la UE hasta el Catálogo de Bonos Verdes de China) genera confusión para inversionistas transfronterizos. Una taxonomía unificada, idealmente respaldada por la Plataforma Internacional sobre Finanzas Sostenibles, es esencial. Además, el reporte de impacto obligatorio y la verificación por terceros deben convertirse en normas industriales, como ya exige Francia con su regulación Artículo 173.

Ahora bien, por más que innovemos en finanzas verdes, la adaptación climática seguirá descansando fundamentalmente en el sector público. A diferencia de la mitigación, muchos proyectos de adaptación no generan retornos financieros suficientes para atraer capital privado a escala. Infraestructura resiliente al clima, sistemas de alerta temprana, protección costera: estas inversiones salvan vidas y economías, pero rara vez generan flujos de efectivo que justifiquen inversión privada sin subsidios.

La realidad es que el compromiso de 300 mil millones de dólares anuales de la NCQG para 2035 es insuficiente por dos razones. Primero, ajustando por inflación al ritmo de la última década, las necesidades estimadas de financiamiento para adaptación en países en desarrollo aumentan de 310-365 mil millones de dólares anuales (precios 2023) a 440-520 mil millones para 2035. Segundo, estos 300 mil millones cubren tanto mitigación como adaptación, lo que significa que la adaptación recibirá una proporción menor.

La COP30 ha sido llamada la «COP de la verdad». Cerrar la brecha de financiamiento para adaptación es la prueba de fuego de la voluntad política para proteger a los más vulnerables. Esta prueba no se pasará sin un camino claro hacia un nuevo compromiso de financiamiento para adaptación, esfuerzos redoblados para escalar financiamiento privado para adaptación, y una operacionalización real del Artículo 2.1(c) del Acuerdo de París para hacer que todos los flujos financieros sean consistentes con un camino hacia desarrollo resiliente al clima.

Las finanzas verdes y los vehículos innovadores de impacto aquí propuestos pueden marcar una diferencia significativa, pero solo si se despliegan con la urgencia y escala que la ciencia demanda. El tiempo de las buenas intenciones acabó. Ya no estamos negociando; estamos, como dijo el Secretario General de la ONU António Guterres, en tiempo de «implementación, implementación e implementación».

Belém puede ser el punto de inflexión, Brasil, como anfitrión, ha dejado claro que la COP30 debe mover al mundo de la negociación a la implementación. El concepto de «mutirão» (una palabra de la comunidad tupí-guaraní que significa «tarea colectiva») ha guiado la conferencia, y esto es justamente lo que se necesita para que  la innovación financiera se encuentra con voluntad política real y concretemos avances acordes al nivel del desafío.

Raúl Arce

Climate Week NYC 2025: Entre el impulso financiero y la urgencia climática

La Semana del Clima en Nueva York 2025 dejó una sensación agridulce. Por un lado, Wall Street finalmente se presentó con toda su artillería: inversores, banqueros y gestores de activos llenaron las salas de conferencias, señalando que el capital natural ya no es una apuesta marginal de filántropos idealistas, sino parte de las finanzas convencionales. Por otro, los datos científicos siguen siendo alarmantes y la acción concreta continúa rezagada frente a la escala del desafío.

Lo más sorprendente de esta edición no fue cuántos retrocedieron en sus compromisos climáticos —a pesar del hostil clima político en Estados Unidos— sino cuántos mantuvieron o incluso ampliaron sus ambiciones. El Net Zero Stocktake 2025 reveló que países representando el 74% de las emisiones globales y el 77% del PIB mundial mantienen objetivos de cero emisiones netas, con casi dos tercios ya en legislación o política formal. En el sector privado, el 63% de las empresas del Forbes Global 2000 ahora tienen metas neto cero, representando 36.6 billones de dólares en ingresos.

 

Pero aquí está el problema: tener una meta no es lo mismo que cumplirla. Solo el 7% de las empresas, el 6.5% de las regiones y el 4% de las ciudades cumplen con estándares mínimos de credibilidad. Muchos compromisos carecen de hitos intermedios, no incluyen las emisiones de Alcance 3 (las más difíciles de medir y reducir), o son vagos sobre el uso de compensaciones de carbono. Es como prometer bajar de peso sin cambiar la dieta ni hacer ejercicio: suena bien en papel, pero los resultados no llegan.

La naturaleza también tuvo su momento estelar esta semana. El TNFD 2025 Status Report mostró que más de 620 instituciones con 20 billones de dólares en activos se han comprometido a alinear sus reportes con las recomendaciones de la Fuerza de Tareas sobre Divulgaciones Financieras Relacionadas con la Naturaleza. Esto marca un cambio importante: por primera vez, la pérdida de biodiversidad y la degradación de ecosistemas se están evaluando como riesgos financieros sistémicos, no solo como preocupaciones ambientales.

Sin embargo, el entusiasmo por los reportes choca con una realidad incómoda: pocas organizaciones tienen las capacidades técnicas para realmente evaluar y gestionar sus riesgos relacionados con la naturaleza. Los datos son desiguales, las métricas son complejas, y hay una brecha masiva de talento profesional. Como se destacó en las discusiones de la semana, la demanda de profesionales capaces de tender puentes entre modelos de negocio sostenibles y finanzas está explotando, pero el talento disponible es limitado.

La presencia de Wall Street en la Semana del Clima es prometedora, pero el entusiasmo institucional aún no se traduce en flujos de capital suficientes. El dinero, o mejor dicho su ausencia, sigue siendo el elefante en la habitación. El Playbook for Climate Finance 2025 de The Nature Conservancy puso cifras contundentes sobre la mesa: aunque el financiamiento climático global superó los 2 billones de dólares en 2024, las necesidades anuales se estiman en 7.4 billones hasta 2030. Esa brecha de más de 5 billones no se cerrará con buenas intenciones.

Lo interesante es que las herramientas financieras innovadoras ya existen: desde fondos de inversión de impacto hasta refinanciamiento de deuda soberana, seguros de ecosistemas, mercados de carbono azul y finanzas combinadas para adaptación. El problema no es la innovación, sino el despliegue a velocidad y escala. Como se discutió ampliamente durante la semana, necesitamos hacer que las finanzas ambientales sean «aburridas» en el buen sentido: repetibles, bien estructuradas y lo suficientemente predecibles como para atraer capital institucional masivo.

Los mercados de carbono voluntario también acapararon atención. El reporte Catalyzing Carbon Markets del VCMI proyecta un crecimiento de 1.4 mil millones de dólares el año pasado a entre 40 y 250 mil millones en las próximas dos décadas. Las instituciones financieras tienen un papel clave que jugar en asesoría, estructuración de mercados de capital, gestión de fondos y mitigación de riesgos. Pero persisten barreras importantes: demanda incierta, riesgo reputacional, ambigüedad regulatoria y la falta de estructuras financiables para proyectos de carbono.

La buena noticia es que soluciones como seguros para mitigar riesgos de entrega y políticos, mecanismos de financiamiento diversificados y mayor alineación regulatoria podrían transformar los mercados de carbono de un espacio fragmentado y de alto riesgo en una clase de activo convencional. La pregunta es si las instituciones financieras están dispuestas a pasar de observar desde la barrera a realmente entrar al juego como líderes y tomadores de riesgo.

Y luego está la ciencia, que no espera a que nos pongamos de acuerdo. El Planetary Health Check 2025 confirmó que siete de nueve límites planetarios ya han sido sobrepasados. La temperatura global ha alcanzado 1.45°C por encima de niveles preindustriales, con un 50% de probabilidad de superar 1.5°C antes de 2030. Las poblaciones de vertebrados han caído un 69% desde 1970. La deforestación continúa a un ritmo de 10 millones de hectáreas anuales. Los sistemas de agua dulce están bajo estrés severo, con más de 2 mil millones de personas expuestas a alta escasez hídrica.

Lo paradójico es que mientras la capacidad de energía renovable se duplicó entre 2015 y 2024, los subsidios a combustibles fósiles alcanzaron 1.7 billones de dólares en 2024. Estamos pisando el acelerador y el freno simultáneamente. La brecha de financiamiento para biodiversidad se mantiene en 700 mil millones de dólares anuales, mientras que el financiamiento para adaptación se queda corto por más de 200 mil millones al año.

Lo que quedó claro en esta Semana del Clima es que la narrativa está cambiando. Ya no se trata de sostenibilidad como ideología, sino como pragmatismo económico. Identificar temas materiales permite diseñar soluciones innovadoras que impulsan valor, retorno de inversión y ventajas competitivas. Descarbonizar y adoptar economía circular no es solo mitigar impactos, sino reducir costes energéticos y de insumos, evitar riesgos, reducir volatilidad en la cadena de suministro y generar nuevas ventas.

Los datos y la tecnología son ahora el motor de esta transformación: teledetección, monitoreo de biodiversidad con inteligencia artificial, blockchain para seguimiento de créditos. Los datos se han convertido en la nueva moneda ecológica. Y aunque el carbono sigue siendo el principal impulsor de la primera ola institucional de inversión, la atención a biodiversidad y agua está creciendo rápidamente.

Al final, esta Semana del Clima reveló dos verdades incómodas pero no contradictorias: necesitamos regresar dentro de límites planetarios seguros, y al mismo tiempo debemos prepararnos para un mundo ya transformado. Las herramientas, el capital y el conocimiento técnico existen. Lo que nos separa del éxito no es la capacidad, sino la velocidad. Cada año de retraso no solo nos acerca a puntos de no retorno climáticos, también multiplica los costos de adaptación y reconstrucción. La ventana sigue abierta, pero se está cerrando rápido.

Raúl Arce

El lado invisible del AgTech: Conectando lo desconectado

Aunque la agricultura representa típicamente entre el 1% y 4% del PIB en las economías desarrolladas, y raramente supera el 25% incluso en los países más dependientes del sector primario, su importancia trasciende cualquier métrica económica convencional. Como sector primario, la agricultura constituye el fundamento invisible sobre el cual se erige toda la civilización humana: alimenta a más de 8,000 millones de personas, emplea directa o indirectamente a casi el 40% de la población mundial, y sostiene las cadenas de suministro que mantienen funcionando las ciudades y las economías más sofisticadas del planeta. Esta paradoja entre su modesta contribución al PIB global y su rol absolutamente crítico para la supervivencia humana convierte a la agricultura en uno de los sectores más estratégicos para la innovación tecnológica del siglo XXI.

El comportamiento del capital de riesgo al parecer reconocía este rol entre 2019 y 2022, donde la Agrotecnología (AgTech) alcanzó en promedio, valores cercanos a los 9 mil  millones de  dólares  anuales con un número de acuerdos de inversión cercano a 4000 según Pitchbook. El número, tanto de acuerdos como de inversión, se ha reducido en los últimos años siguiendo la tendencia mundial de los Venture Capital debido a las tasas de interés altas, la inflación y la incertidumbre geopolítica, no obstante hay muchos emprendedores con proyectos interesantes que buscan facilitar el acceso y la creación de tecnologías, el intercambio de conocimiento y el uso de datos en el agro.

 

Ahora bien, cuando hablamos de AgTech hay varias áreas que las startups o empresas pueden cubrir, en esta columna hablaré de algunas que he tenido la fortuna de conocer y que a mi parecer contribuyen al desarrollo del agro en distintas partes del mundo.

En el primer eslabón, el de conectar áreas rurales dispersas se encuentra  Dots For Inc, una empresa con fundadores japoneses que estuvo presente en el 4YFN, que tiene como misión solucionar la conectividad rural en África occidental, tiene su solución d.Connect, que a diferencia de los sistemas tradicionales que dependen de torres de telecomunicaciones costosas y centralizadas, funciona como una red de vecinos digitales: cada aldea instala equipos sencillos que se comunican entre sí, creando una «cadena humana» tecnológica que lleva Internet de pueblo en pueblo, reduciendo los costos de instalación y mantenimiento.

En lo relacionado con adopción de la tecnología hacía agricultores, comunidades campesinas y empresas, Más por TIC, empresa colombiana, no solo promueve el ecosistema Agtech en Colombia desde el 2019, sino que gracias a su programa 123xTIC contribuye a la formación de jóvenes y docentes rurales, para brindar soluciones tecnológicas a los retos que se pueden presentar en proyectos agrícolas. Más recientemente ha desarrollado la vertical 123xMinegocio que hace desarrollos tecnológicos para empresas del sector, como la aplicación que desarrollaron para Colombia Rural que es el primer Marketplace especializado en la compra y venta de inmuebles rurales de manera simple, en un país con las complejidades de Colombia en los temas rurales.

Otra startup interesante es Wëia, que aunque en el ColombiaTechReport de 2024 se encuentra relacionada como Fintech  podría estar catalogada más específicamente como Agrifinance. Ellos cuentan con una solución que permite a los pequeños y medianos agricultores acceder al capital de trabajo a través de la financiación de la cadena de suministro. Así, pueden adquirir sus agroinsumos en el momento de sembrar sus cultivos y pagar después de la cosecha, permitiendo además la medición del  impacto ambiental de los cultivos, con la estimación de emisiones de CO2 y produciendo con cero deforestación.

Estas organizaciones pueden no estar en los subsectores de AgTech en los que históricamente se han concentrado los fondos de capital riesgo, como la biotecnología o la agricultura de precisión, pero serán las que habiliten que emprendedores de la base de la pirámide usen tecnologías como la IA para resolver problemas locales y sea el sector agro, una vez más, un puente, en esta ocasión para cerrar la brecha digital y lograr una participación activa en la nueva economía de comunidades que hasta ahora han estado alejadas de la misma.

Raúl Arce

FFD4: ¿Hacia un nuevo rumbo global?redefiniendo la arquitectura financiera para el desarrollo sostenible

En un mundo donde las crisis se entrelazan y multiplican —climática, sanitaria, geopolítica—, la humanidad se encuentra en una encrucijada financiera sin precedentes. La 4ª Conferencia Internacional sobre Financiación para el Desarrollo (FFD4), que tendrá lugar en Sevilla del 30 de junio al 3 de julio de 2025, no será simplemente otro encuentro multilateral más; representa un momento decisivo para redefinir cómo el mundo financia un futuro común desde la óptica de Agencias de Cooperación y Bancos de Desarrollo.

La FFD4 surge en un contexto donde las cifras hablan por sí solas: existe una brecha de financiación para el desarrollo sostenible de aproximadamente 4 billones de dólares anuales. Esta realidad se ha vuelto más apremiante cuando observamos que Estados Unidos, el mayor donante mundial que tradicionalmente cubría alrededor del 30% de la Ayuda Oficial al Desarrollo global, ha experimentado una reducción del 7.1% en 2024, privando al sistema de más de 11,000 millones de dólares.

 

Esta conferencia no nace de la nada. Es la culminación de un proceso que comenzó en Monterrey (2002), continuó en Doha (2008) y se consolidó en Addis Abeba (2015). Sin embargo, la realidad actual exige un enfoque radicalmente diferente. Ya no se trata solo de aumentar los flujos de ayuda tradicional, sino de reimaginar completamente la arquitectura financiera global.

La relevancia de este encuentro radica en tres factores convergentes que hacen de este momento una oportunidad única para el cambio transformacional:

Primero, la urgencia temporal. El progreso hacia los Objetivos de Desarrollo Sostenible está severamente retrasado, y solo quedan cinco años para 2030. Como señala el documento preparatorio de Sevilla, «estamos quedándonos sin tiempo para prevenir el cambio climático catastrófico».

Segundo, la transformación del panorama financiero. La irrupción de nuevos actores —desde fondos soberanos hasta inversores de impacto y criptomonedas— ha creado un ecosistema financiero más complejo pero también más rico en posibilidades. La inversión de impacto, por ejemplo, ha demostrado que es posible generar retornos financieros mientras se abordan desafíos sociales y ambientales.

Tercero, la revolución tecnológica está democratizando el acceso a herramientas financieras. Las monedas digitales de bancos centrales, los sistemas de pago rápido y las plataformas de financiación colectiva están redefiniendo cómo se mueve el dinero globalmente.

El desafío no es solo la falta de dinero, sino la arquitectura defectuosa del sistema actual. Tres problemáticas estructurales emergen como críticas:

1. Fragmentación y Complejidad

El sistema actual sufre de una proliferación excesiva de actores, instrumentos y marcos regulatorios. Existen más de 40 fondos climáticos diferentes, cada uno con sus propios criterios y procedimientos, creando costos de transacción prohibitivos especialmente para países pequeños.

2. Desalineación de Incentivos

Los mercados financieros siguen priorizando retornos a corto plazo mientras que el desarrollo sostenible requiere visión de largo plazo. Esta tensión fundamental se traduce en una penalización financiera concreta: los países en desarrollo enfrentan sobrecostos de financiamiento que pueden alcanzar hasta 500 puntos básicos adicionales (5% extra en tasas de interés) comparado con países desarrollados.

Esta brecha no solo refleja diferencias en riesgo crediticio real, sino también sesgos sistemáticos en las calificaciones crediticias que subestiman la capacidad de pago a largo plazo y sobrevaloran riesgos políticos de corto plazo. El resultado es un círculo vicioso: países que más necesitan financiamiento para desarrollo sostenible pagan más por acceder a él, limitando precisamente las inversiones que podrían mejorar su sostenibilidad fiscal y crediticia futura.

3. Representación Asimétrica

La arquitectura financiera internacional refleja realidades geopolíticas del siglo XX, no del XXI. Los países en desarrollo, que representan más del 80% de la población mundial, tienen una voz desproporcionadamente pequeña en las instituciones que determinan las reglas del juego financiero global.

La FFD4 propone soluciones innovadoras que van más allá de los enfoques tradicionales. Tres áreas emergen como particularmente prometedoras:

1. Finanzas Mixtas 2.0

La propuesta de Sevilla no se limitará a mezclar recursos públicos y privados, sino que propone una nueva generación de instrumentos financieros mixtos que incluyen:

  • Subsidios contingentes al estado, que se activan solo cuando se alcanzan resultados específicos de desarrollo
  • Mecanismos de subasta para asegurar que el riesgo y las recompensas se compartan equitativamente
  • Instrumentos similares a acciones que permiten a los gobiernos participar en las ganancias de proyectos exitosos

2. Arquitectura Financiera Descentralizada

Una de las innovaciones más audaces es la propuesta de crear pools de capital catalítico gestionados por múltiples bancos de desarrollo, con requisitos de acceso estandarizados y transparentes. El capital catalítico actúa como un «primer dinero» que asume los riesgos más altos de una inversión, reduciendo así el riesgo percibido para otros inversionistas y desbloqueando financiamiento privado adicional a gran escala.

3. Digitalización Inteligente para la Inclusión

La FFD4 busca reconocer el potencial transformador de las tecnologías digitales, no solo para mejorar la eficiencia, sino para democratizar el acceso al financiamiento. Las propuestas incluirán:

  • Infraestructura digital pública como bien común global
  • Marcos regulatorios adaptativos que evolucionen con la tecnología
  • Sistemas de medición de impacto que utilicen inteligencia artificial para evaluar resultados en tiempo real

Quizás la innovación más significativa que se espera de la FFD4 sea su enfoque sistémico. En lugar de tratar cada fuente de financiamiento por separado, se propone crear sinergias entre:

  • Recursos domésticos fortalecidos a través de cooperación fiscal internacional
  • Sector privado alineado con objetivos de desarrollo a través de regulación inteligente
  • Cooperación internacional más efectiva y menos fragmentada
  • Comercio internacional como motor de desarrollo inclusivo
  • Sostenibilidad de deuda integrada en todas las decisiones de financiamiento

La Conferencia no será solo sobre dinero; se trata de redefinir el contrato social global para el siglo XXI. Su éxito se medirá no solo en dólares movilizados, sino en su capacidad para crear un sistema financiero en donde todos los países tengan voz en las decisiones que los afectan, que sea capaz de responder rápidamente a crisis futuras y en donde cada inversión contribuya mediblemente al bienestar humano y planetario.

La ventana de oportunidad está abierta, pero no indefinidamente. Como señala el borrador del documento de Sevilla, «no podemos permitirnos un retroceso de la cooperación multilateral». El desafío ahora será transformar estos compromisos en acciones concretas que demuestren que otro modelo de financiamiento global no solo es posible, sino inevitable.

La FFD4 podría marcar el fin de una era de financiamiento fragmentado y el inicio de una nueva época de colaboración financiera inteligente. El rumbo se está trazando; ahora tocará navegar hacia él en un mar convulsionado y en botes de diferente calado.

Raúl Arce

FFD4: ¿Hacia un Nuevo Rumbo Global? Redefiniendo la Arquitectura Financiera para el Desarrollo Sostenible

En un mundo donde las crisis se entrelazan y multiplican —climática, sanitaria, geopolítica—, la humanidad se encuentra en una encrucijada financiera sin precedentes. La 4ª Conferencia Internacional sobre Financiación para el Desarrollo (FFD4), que tendrá lugar en Sevilla del 30 de junio al 3 de julio de 2025, no será simplemente otro encuentro multilateral más; representa un momento decisivo para redefinir cómo el mundo financia un futuro común desde la óptica de Agencias de Cooperación y Bancos de Desarrollo.

La FFD4 surge en un contexto donde las cifras hablan por sí solas: existe una brecha de financiación para el desarrollo sostenible de aproximadamente 4 billones de dólares anuales. Esta realidad se ha vuelto más apremiante cuando observamos que Estados Unidos, el mayor donante mundial que tradicionalmente cubría alrededor del 30% de la Ayuda Oficial al Desarrollo global, ha experimentado una reducción del 7.1% en 2024, privando al sistema de más de 11,000 millones de dólares.

 

Esta conferencia no nace de la nada. Es la culminación de un proceso que comenzó en Monterrey (2002), continuó en Doha (2008) y se consolidó en Addis Abeba (2015). Sin embargo, la realidad actual exige un enfoque radicalmente diferente. Ya no se trata solo de aumentar los flujos de ayuda tradicional, sino de reimaginar completamente la arquitectura financiera global.

La relevancia de este encuentro radica en tres factores convergentes que hacen de este momento una oportunidad única para el cambio transformacional:

Primero, la urgencia temporal. El progreso hacia los Objetivos de Desarrollo Sostenible está severamente retrasado, y solo quedan cinco años para 2030. Como señala el documento preparatorio de Sevilla, «estamos quedándonos sin tiempo para prevenir el cambio climático catastrófico».

Segundo, la transformación del panorama financiero. La irrupción de nuevos actores —desde fondos soberanos hasta inversores de impacto y criptomonedas— ha creado un ecosistema financiero más complejo pero también más rico en posibilidades. La inversión de impacto, por ejemplo, ha demostrado que es posible generar retornos financieros mientras se abordan desafíos sociales y ambientales.

Tercero, la revolución tecnológica está democratizando el acceso a herramientas financieras. Las monedas digitales de bancos centrales, los sistemas de pago rápido y las plataformas de financiación colectiva están redefiniendo cómo se mueve el dinero globalmente.

El desafío no es solo la falta de dinero, sino la arquitectura defectuosa del sistema actual. Tres problemáticas estructurales emergen como críticas:

1. Fragmentación y Complejidad

El sistema actual sufre de una proliferación excesiva de actores, instrumentos y marcos regulatorios. Existen más de 40 fondos climáticos diferentes, cada uno con sus propios criterios y procedimientos, creando costos de transacción prohibitivos especialmente para países pequeños.

2. Desalineación de Incentivos

Los mercados financieros siguen priorizando retornos a corto plazo mientras que el desarrollo sostenible requiere visión de largo plazo. Esta tensión fundamental se traduce en una penalización financiera concreta: los países en desarrollo enfrentan sobrecostos de financiamiento que pueden alcanzar hasta 500 puntos básicos adicionales (5% extra en tasas de interés) comparado con países desarrollados.

Esta brecha no solo refleja diferencias en riesgo crediticio real, sino también sesgos sistemáticos en las calificaciones crediticias que subestiman la capacidad de pago a largo plazo y sobrevaloran riesgos políticos de corto plazo. El resultado es un círculo vicioso: países que más necesitan financiamiento para desarrollo sostenible pagan más por acceder a él, limitando precisamente las inversiones que podrían mejorar su sostenibilidad fiscal y crediticia futura.

3. Representación Asimétrica

La arquitectura financiera internacional refleja realidades geopolíticas del siglo XX, no del XXI. Los países en desarrollo, que representan más del 80% de la población mundial, tienen una voz desproporcionadamente pequeña en las instituciones que determinan las reglas del juego financiero global.

La FFD4 propone soluciones innovadoras que van más allá de los enfoques tradicionales. Tres áreas emergen como particularmente prometedoras:

Raúl Arce

El nuevo marco de sostenibilidad en la UE: simplificación o retroceso?

A finales de enero de 2025, la Comisión Europea publicaba el documento A Competitiveness Compass for the EU. Con esta publicación, la Unión Europea ponía en marcha una nueva hoja de ruta para impulsar la competitividad y la prosperidad sostenibles en todo su territorio.

Entre los aspectos más destacados de este documento , la Comisión plantea tres ejes para reforzar la competitividad en la próxima década:

 

  1. Cerrar la brecha de innovación, fomentando la colaboración entre universidades y empresas, la financiación ágil para start-ups y scale-ups, así como la implantación de tecnologías avanzadas que consoliden el liderazgo de Europa en IA, semiconductores, computación cuántica y otras áreas punteras.
  2. Una hoja de ruta conjunta para la descarbonización y la competitividad, donde la transición ecológica y la industria limpia se perciben como motores de crecimiento, con acciones clave para abaratar la energía, promover los mercados de productos bajos en carbono e impulsar la economía circular.
  3. Reducir las dependencias excesivas y reforzar la seguridad, apostando por la diversificación de las cadenas de suministro, la mitigación de riesgos en materias primas y componentes críticos, el uso de instrumentos de defensa comercial y la inversión en innovación para la autonomía estratégica de la UE.

Hoy, un mes después de la publicación del documento, la Comisión, en su esfuerzo por fortalecer la competitividad de las empresas del bloque, ha adoptado una serie de propuestas encaminadas a reducir las cargas regulatorias y mejorar el acceso a financiamiento sostenible. Estas recomendaciones han sido la base para la reciente revisión de la normativa de sostenibilidad, buscando equilibrar las obligaciones empresariales con los objetivos del Pacto Verde Europeo.

La reciente propuesta de la Comisión introduce cambios clave en la Directiva de Informes de Sostenibilidad Corporativa (CSRD), la Directiva de Diligencia Debida en Sostenibilidad (CSDDD) y el Mecanismo de Ajuste en Frontera por Carbono (CBAM). A primera vista, esta iniciativa busca simplificar y hacer más accesibles estas regulaciones, pero es crucial analizar su impacto real en las empresas europeas y, de manera indirecta, en aquellas de América Latina con vínculos comerciales con el bloque.

Menos empresas obligadas a reportar sostenibilidad

Uno de los cambios más notables es la reducción del número de empresas sujetas a la CSRD. Se estima que alrededor del 80% de las empresas quedarán fuera del alcance de esta normativa, limitando la obligación de reportar a las grandes compañías con mayor impacto ambiental y social. Aunque esta medida puede aliviar la carga administrativa para muchas PYMEs, también genera interrogantes sobre la transparencia y la calidad de la información disponible para inversionistas y consumidores.

El aplazamiento de los plazos de cumplimiento hasta 2028 y la flexibilización en el uso de la Taxonomía de la UE para reportar actividades parcialmente alineadas con criterios de sostenibilidad pueden interpretarse como una concesión a las empresas que aún enfrentan dificultades en su transición ecológica. Sin embargo, este enfoque podría ralentizar la presión para acelerar la transformación sostenible del sector privado.

Menos exigencias en la diligencia debida: ¿avance o riesgo?

En cuanto a la CSDDD, los cambios propuestos alivian significativamente la carga para las empresas. La frecuencia de monitoreo de la cadena de valor se reduce de anual a cada cinco años, lo que, si bien disminuye costos y complejidad, también puede debilitar la capacidad de las empresas para identificar y mitigar riesgos ambientales y de derechos humanos en sus cadenas de suministro.

Para empresas latinoamericanas que exportan a la UE, esta modificación podría significar menos presión inmediata para cumplir con estándares europeos. Sin embargo, en el largo plazo, podría afectar su competitividad si otras economías avanzadas, como EE.UU. o China, imponen estándares más estrictos y las empresas europeas se quedan rezagadas en términos de sostenibilidad.

El impacto del CBAM en América Latina

La simplificación del Mecanismo de Ajuste en Frontera por Carbono (CBAM) es otro cambio clave. Se exime a pequeños importadores (menos de 50 toneladas anuales) y se facilitan los cálculos de emisiones. Aunque esto reduce barreras para algunas PYMEs, la esencia del CBAM se mantiene: las empresas fuera de la UE que exportan productos con alto contenido de carbono seguirán enfrentando costos adicionales si sus países de origen no adoptan medidas equivalentes a las europeas.

Para América Latina, esto significa que sectores como el acero, el cemento y la minería deben adaptarse a estándares de reducción de emisiones si quieren mantener su acceso competitivo al mercado europeo. La simplificación de procesos puede facilitar el cumplimiento, pero no elimina la necesidad de una estrategia de descarbonización para exportadores de la región.

¿Oportunidad o amenaza para América Latina?

La flexibilización de los requisitos de sostenibilidad en la UE puede interpretarse como una oportunidad para empresas latinoamericanas que aún no cumplen plenamente con estos estándares, dándoles más tiempo para adaptarse. Sin embargo, también puede representar un riesgo si la UE pierde liderazgo en sostenibilidad y deja espacio para que otras economías impongan regulaciones más estrictas.

En este contexto, las empresas de América Latina deben anticiparse a posibles cambios regulatorios y continuar con sus esfuerzos de sostenibilidad. La transición ecológica no es solo un requisito normativo, sino una ventaja competitiva en un mundo donde inversionistas y consumidores valoran cada vez más las prácticas empresariales responsables.

En definitiva, la simplificación de las regulaciones de sostenibilidad en la UE es un arma de doble filo: alivia costos para las empresas en el corto plazo, pero puede comprometer la ambición climática y la transparencia en el largo plazo. Para América Latina, representa tanto un alivio como un llamado a no depender exclusivamente de los cambios regulatorios europeos para impulsar su propio camino hacia la sostenibilidad.

Raúl Arce

La dimensión humana del cambio climático

El cambio climático es mucho más que una crisis ambiental; es una amenaza multifacética que afecta directamente la seguridad humana, exacerba la pobreza y profundiza las desigualdades. La Organización de las Naciones Unidas destaca cómo fenómenos como el aumento del nivel del mar, las sequías y las tormentas extremas desestabilizan comunidades, destruyen modos de vida y empujan a millones de personas a situaciones de vulnerabilidad económica y social.

Los organismos multilaterales no son los únicos dedicando tiempo de su agenda al tema, El MIT Technology Review produjo hace dos meses el especial “Addressing climate change impacts”, basado en una encuesta a altos ejecutivos de empresas estadounidenses, revela una creciente preocupación en el sector privado por los impactos del cambio climático. Aunque las empresas comienzan a tomar medidas, como planes de reubicación y estrategias de adaptación, la dimensión humana del fenómeno se encuentra en un segundo plano en las discusiones de políticas corporativas y gubernamentales, así como de las inversiones de los fondos de capital de riesgo.

 

Un dato interesante en la encuesta del MIT, es que el 75% de los ejecutivos encuestados considera la reubicación de infraestructura como una respuesta al riesgo climático y cerca del 30% cuentan con planes específicos para hacerlo. Si bien esta estrategia puede mitigar las amenazas inmediatas a las operaciones, la experiencia ha demostrado que también puede generar reacciones adversas en las comunidades anfitrionas y la competencia por los recursos. El caso de la ampliación de la fábrica de Tesla en Grueneheide,Alemania, o la sequía que enfrentó a la planta de Coca Cola con comunidades en la Calera, ilustran este desafío: las preocupaciones ambientales y sociales surgen rápidamente cuando los planes de la empresa afectan los recursos naturales locales y el tejido social asociado a ellos.

Sin embargo, más allá de los problemas de implementación, este enfoque refleja un sesgo hacia la protección de los activos físicos y financieros de las empresas, ignorando la dimensión humana. La migración climática forzada, ya sea de individuos o empresas, genera tensiones sociales y agrava las desigualdades preexistentes, lo que exige un replanteamiento integral de estas iniciativas y una comunicación fluida entre empresas, gobiernos y comunidades.

A la fecha, tanto el sector público como el sector privado, han optado por dos estrategias frente al calentamiento global: la mitigación (reducir emisiones) y  la adaptación (prepararse para los impactos). Aunque ambas son cruciales, las diferencias en su implementación y alcance son notables.

La mitigación tiene un objetivo a largo plazo: desacelerar el cambio climático mediante la reducción de gases de efecto invernadero. Esto incluye desde cambiar a fuentes de energía renovable hasta iniciativas de captura de carbono. Por otro lado, la adaptación se enfoca en el presente, aumentando la resiliencia ante los impactos que ya son inevitables, como reforzar la infraestructura contra tormentas o diversificar las cadenas de suministro para enfrentar escasez de recursos.

La verdadera dificultad radica en encontrar el equilibrio, como lo expresa Shanta Barley directora científica de Fortescue, una de las mayores mineras de hierro en Australia: «Las empresas pueden adaptarse hasta cierto punto a las condiciones extremas que está generando el cambio climático, pero, en última instancia, si permitimos que las emisiones sigan aumentando, alcanzaremos un límite máximo de adaptación y la productividad se verá afectada.»

Ahora bien, una lección crítica que lastimosamente hemos recordado recientemente, es que el cambio climático no solo amenaza los modos de producción de las corporaciones, sino también los mercados en los que participan. Las comunidades que se ven gravemente afectadas por desastres climáticos representan pérdidas humanas irrecuperables y fracturas del tejido social y de la confianza en el Estado, pero igualmente son consumidores que perderán poder adquisitivo, trabajadores incapaces de desempeñar funciones esenciales y proveedores que enfrentan interrupciones constantes, como lo pudimos ver con la DANA en Valencia, España o las inundaciones en Abu Dhabi, Emiratos Árabes Unidos.

Esta realidad exige un cambio en la mentalidad empresarial. Las empresas no pueden limitar su respuesta al cambio climático a proteger fábricas y oficinas; deben reconocer que el bienestar de sus mercados y comunidades es fundamental para su sostenibilidad a largo plazo.

Un tema que sobresale tanto en el informe del MIT como en la columna de Naciones Unidas, es la dimensión humana de esta crisis. Los impactos del cambio climático no solo destruyen infraestructura y ecosistemas, sino que desestabilizan sociedades enteras. La seguridad alimentaria, la salud y el empleo se ven amenazados, y los efectos recaen desproporcionadamente sobre los más vulnerables.

En este contexto, los trabajadores enfrentan riesgos crecientes: olas de calor que dificultan las labores físicas, desastres naturales que interrumpen sus medios de subsistencia y enfermedades relacionadas con el clima que afectan su salud. Ignorar estas dimensiones no solo es éticamente cuestionable, sino también económicamente insostenible para empresas y gobiernos.

El cambio climático es un problema global que demanda soluciones integrales y colaborativas. Más allá de las estrategias de mitigación y adaptación, es imperativo incluir una tercera dimensión: la justicia climática. Esto significa diseñar respuestas que consideren explícitamente las necesidades de las comunidades vulnerables y promuevan equidad en la distribución de costos y beneficios.

El sector privado tiene un papel crucial en esta transición, no solo como motor económico, sino como agente de cambio. Las empresas deben ir más allá de la protección de sus intereses inmediatos e incorporar la resiliencia social en el centro de sus estrategias climáticas.

De manera similar, los gobiernos deben intensificar sus esfuerzos para regular y apoyar estas transiciones, asegurando que los recursos se destinen a proteger a las comunidades más afectadas y promoviendo la cooperación internacional para abordar desafíos globales como la migración climática.

Finalmente, como individuos, tenemos la responsabilidad de exigir que estas dimensiones humanas del cambio climático sean reconocidas y atendidas. El cambio comienza con conversaciones como esta, pero debe traducirse en acciones concretas y urgentes.

Todos tenemos un interés vital en limitar los impactos del cambio climático y adaptarnos a sus efectos, y la magnitud de los cambios necesarios requerirá trabajo en equipo. Es posible que las empresas no estén de acuerdo con todas las decisiones climáticas tomadas por el gobierno, pero deberían buscar tener una voz en la planificación climática pública. Al comprender los problemas en juego, tanto para sus negocios como para la comunidad en general, y participando en la conversación, pueden trabajar hacia objetivos mutuamente beneficiosos, transformando los desafíos compartidos en oportunidades compartidas.

Raúl Arce

El turno de la S en ESG

Los marcos de regulación, así como otros temas corporativos, están dominados por siglas y acrónimos. En sostenibilidad solemos escuchar hablar del TCFD y el TNFD, los famosos Taskforce para la divulgación financiera de relacionada con el clima y con la naturaleza, respectivamente. Pero no solíamos escuchar hablar sobre lo social.

Finalmente, y en un hito significativo para medir y gestionar los riesgos sociales, al finalizar la Semana del Clima (NY 2024), nace un nuevo marco el TISFD – Grupo de trabajo sobre desigualdad y divulgación de información financiera de carácter social.

 

Este momento marca una expansión significativa de los informes de sostenibilidad, incorporando riesgos financieros relacionados con lo social—como la desigualdad, el capital humano y la equidad social—al ámbito de las divulgaciones corporativas estandarizadas. El nuevo Grupo de Trabajo está diseñado para abordar la creciente necesidad de que las empresas e instituciones financieras reconozcan y reporten los impactos y dependencias relacionadas con factores sociales.

El TISFD llega en un momento crucial dentro del movimiento global por la sostenibilidad y pone los reflectores sobre los riesgos sociales que han sido a menudo pasados por alto en los informes financieros tradicionales, a pesar de que tienen implicaciones significativas para el rendimiento empresarial, la viabilidad a largo plazo y la estabilidad de los sistemas financieros.

Los objetivos del Grupo son claros: desarrollar un marco para que las organizaciones evalúen, gestionen y divulguen los riesgos sociales de manera estructurada y estandarizada. Estos riesgos incluyen la desigualdad de ingresos, las disparidades de género, los derechos laborales, los derechos humanos y el acceso a servicios esenciales como la atención médica y la educación. Al expandir el enfoque de los criterios ESG (Ambiental, Social y de Gobernanza), el TISFD está destinado a desempeñar un papel crucial en cómo las empresas perciben los riesgos sociales y su influencia en la salud financiera.

Al igual que sus dos predecesores, el marco del TISFD se alinea con una estructura de cuatro pilares que se integra perfectamente en los Estándares de Divulgación de Sostenibilidad del International Financial Reporting Standards (IFRS). Estos cuatro pilares son:

Gobernanza: Cómo las organizaciones supervisan los riesgos financieros relacionados con lo social, quién es responsable de gestionar estos riesgos y las estructuras en su lugar para garantizar la rendición de cuentas.

Estrategia: El impacto de los riesgos sociales en el modelo de negocio, la estrategia y la planificación financiera de la empresa, considerando tanto los horizontes a corto como a largo plazo.

Gestión de riesgos: Los procesos por los cuales las organizaciones identifican, evalúan y gestionan los riesgos financieros relacionados con lo social.

Métricas y objetivos: Cómo las empresas miden y monitorean los riesgos sociales y establecen objetivos para abordarlos. Esto incluye cuantificar la exposición a temas como la desigualdad salarial, las condiciones laborales y el desarrollo del capital social.

Al seguir este enfoque estructurado, el TISFD asegura, al menos en el papel, que los riesgos sociales se traten con el mismo nivel de rigor que los riesgos ambientales y climáticos, creando así una visión más holística de la sostenibilidad.

El lanzamiento del TISFD es un hito para las finanzas sostenibles, colocando la “S” de ESG finalmente bajo el mismo foco que el clima y la naturaleza. Quiero destacar algunas razones clave por las cuales esta iniciativa es tan significativa:

Estandarización de las divulgaciones de riesgos sociales: La creación de un marco de divulgación estandarizado para los riesgos sociales. Esto proporciona consistencia en industrias y regiones, ayudando a las empresas, inversores y reguladores a tomar decisiones más informadas.

Enfoque holístico: El Grupo busca poner a las personas como el stakeholder principal, considerando los impactos, dependencias, riesgos y oportunidades de las diferentes dimensiones de la desigualdad en su base conceptual. En principio esto permitirá reconocer desigualdades horizontales (entre grupos de personas, por ejemplo, basadas en el género, la raza, la edad…); desigualdades verticales (entre los que están mejor y peor, por ejemplo, en términos de salarios, esperanza de vida); y desigualdades basadas en la ubicación (dentro de los países y sus regiones, entre países o globalmente).

Evaluación del impacto de la desigualdad en los negocios: La desigualdad—ya sea salarial, de género o en el acceso a recursos—tiene implicaciones financieras directas para las empresas. Al proporcionar herramientas para evaluar y cuantificar estos riesgos, permitirá a las organizaciones comprender cómo los factores sociales afectan sus operaciones, la productividad de su fuerza laboral y su rendimiento financiero a largo plazo.

Transparencia y rendición de cuentas: Con un marco estandarizado en su lugar, las organizaciones serán responsables de su desempeño en temas sociales como los derechos laborales, la equidad salarial y el desarrollo del capital humano. Esta mayor transparencia ayudará a mitigar el riesgo de lavado verde o lavado social y permitirá que las partes interesadas exijan mayores estándares a las empresas.

Aumento de la confianza de los inversores: A medida que más inversores buscan alinear sus carteras con prácticas sostenibles y socialmente responsables, el marco TISFD proporcionará las métricas y divulgaciones necesarias para evaluar el desempeño social de una empresa. Esto puede impulsar la inversión hacia organizaciones que demuestran liderazgo en temas sociales y alejarla de aquellas que presentan mayores riesgos financieros relacionados con lo social.

El lanzamiento del Grupo de Trabajo sobre Desigualdad y Divulgaciones Financieras de carácter Social representa una nueva era para las finanzas sostenibles. Si bien veremos su versión beta a finales del año 2025, y el marco completo un año después, es un avance significativo que después de cerca de 10 años de contar con este tipo de herramientas se busque, por primera vez, reflejar las profundas interconexiones entre la desigualdad y los problemas sociales, por un lado, y los esfuerzos para abordar el cambio climático y la pérdida de la naturaleza, por el otro. Es el momento de celebrar los esfuerzos por un marco completamente integrado e interoperable de personas-planeta. Los resultados se empezarán a ver en el mediano plazo, pero estemos de acuerdo en que es un buen primer paso.

Raúl Arce

Innovación en la transición energética: El papel de las startups

Las últimas semanas han sido muy interesantes para el mundo de la innovación y la tecnología en el país, eventos como la primera edición de la Colombia Tech Week, el GoFest, el Capital Summit, la Platzi Conf y Andicom han traído dinamismo al ecosistema, reforzando la plataforma para el crecimiento y la colaboración entre empresas e inversores a nivel nacional e internacional.

Los eventos coincidieron en poner el foco en tres temas relevantes: el desarrollo del sector de FinTech, que sigue siendo el que mayor representación tiene en las startups del país; la inteligencia artificial, siguiendo la tendencia mundial; y, por último, la importancia y retos de la transición energética.

 

Este último tema ha estado en el centro de la investigación y desarrollo desde hace algún tiempo y, como se ha señalado en columnas anteriores, es uno de los ejes centrales de la inversión de los fondos de capital de riesgo. La semana pasada The Economist publicó el artículo llamado «Clean Energy’s Next Trillion-Dollar Business: Grid-Scale Batteries» en el que detalla el auge del almacenamiento de energía a nivel de red, impulsado por el creciente uso de baterías de gran escala para enfrentar los desafíos de intermitencia que presentan las fuentes renovables como la energía solar y eólica.

La capacidad instalada global de almacenamiento con baterías debe crecer, de menos de 200 GW en 2023, a más de 5 TW para 2050 para alcanzar los objetivos de cero emisiones netas, según la Agencia Internacional de Energía (AIE). En 2023, el mercado de almacenamiento a nivel de red fue de unos U$15 mil millones, pero se espera que crezca al rango entre U$1 y U$3 billones para 2040. Este crecimiento es impulsado por la adopción de baterías de litio en combinación con proyectos de energía solar y eólica, con costos competitivos frente a la electricidad generada por carbón y gas en algunos mercados.

Este marco resulta particularmente relevante para América Latina, y el crecimiento que han tenido las startups de la región vinculadas con estas tecnologías como lo señala el informe “The State of Energy & Environment Startup Industry in LATAM” de StartupBlink. El informe indica que si bien la zona aún no es un líder global, la industria muestra un notable avance, con un enfoque en la energía renovable y tecnologías limpias, especialmente en países como Brasil, Chile y Colombia.

En 2024, el 5.1% de las nuevas startups del sector Energía y Medio Ambiente (o EnergyTech) mapeadas por StartupBlink provinieron de América Latina. La mayoría de estos emprendimientos está en una fase de desarrollo, con un enfoque en la financiación de etapas tempranas y semilla. Aunque hay menos startups en comparación con otros sectores como Healthtech o Foodtech, el sector atrae más capital, lo que subraya su importancia estratégica y su carácter intensivo en capital.

Colombia ha mostrado un notable ascenso dentro del ranking de ecosistemas de emprendimiento en el sector de Energía y Medio Ambiente, consolidándose como uno de los líderes regionales. Bogotá, la capital del país, ha emergido como un centro importante para las startups en esta temática. En 2023, Bia Energy, una startup con sede en Bogotá, consiguió una ronda de financiación Serie A de 10.5 millones de dólares, lo que subraya el creciente interés y el potencial del país en este ámbito. Este tipo de inversiones indican que Colombia está logrando captar la atención de los inversores, particularmente en tecnologías relacionadas con energías renovables y sostenibilidad.

Por otro lado, el desempeño de Medellín en el sector de Energía y Medio Ambiente (5º lugar) es notablemente más sólido que su octava posición en los rankings generales de startups en América Latina. Esto refleja una especialización en tecnologías limpias y sostenibles que le ha permitido mantenerse competitiva frente a otras ciudades de la región.

El sector de EnergyTech en América Latina, aunque todavía en sus primeras etapas, está mostrando un crecimiento significativo. A medida que el sector continúa madurando, es probable que la región siga desempeñando un papel clave en la transformación hacia un futuro más sostenible. Ahora bien, para lograr estas oportunidades de crecimiento los países deben cerrar la brecha existente entre la producción de energía con fuentes renovables y su capacidad de almacenaje, y la forma en que estas energías se puedan vincular a sus matrices energéticas para facilitar su potencial transporte y comercialización.

Raúl Arce

Geometría sostenible: De lo linear a lo circular

Aproximadamente la mitad de las emisiones globales de CO2 están vinculadas a la producción y el consumo de bienes como alimentos, empaques, edificios y textiles. Acelerar la descarbonización requerirá que repensemos los materiales y servicios obtenidos de los proveedores, la distribución y el uso de productos por parte de los clientes, y lo que sucede con los productos al final de su vida útil.

Los miles de millones de dólares que los fondos de capital de riesgo han venido invirtiendo en startups que desarrollan productos, o servicios, que buscan contribuir a mitigar el cambio climático en muchos casos apuntan a solucionar los efectos del mismo que a realizar los cambios que nos han traído hasta este punto.

 

En este marco, la economía circular ha emergido como una respuesta necesaria a los desafíos ambientales y económicos del siglo XXI. A diferencia del modelo económico tradicional, que opera bajo un esquema lineal de “tomar, hacer, desechar”, los modelos circulares tienen como objetivo optimizar el uso de los recursos materiales en las organizaciones, lo que ayuda a reducir las emisiones de carbono y a mitigar la presión sobre los sistemas naturales. A pesar de sus ventajas convincentes, los negocios circulares siguen siendo poco comunes, en gran parte debido al desafío de identificar y operacionalizar modelos adecuados que se alineen con la estrategia y las capacidades generales de una empresa. En el artículo de la revista MIT Sloan Management Review, Find a circular strategy to fit your business model, se explican cuatro rutas diferentes hacia la circularidad y las consideraciones clave para implementarlas de manera efectiva.

Extender la vida útil del producto. La reutilización, reventa, reparación o renovación son algunas de las tácticas de uso prolongado que ayudan a las empresas a maximizar la vida útil de los productos, reduciendo tanto el desperdicio como el consumo de nuevos recursos. El desafío para las empresas que siguen este enfoque es preservar los beneficios que los clientes obtienen de los productos recién fabricados. Algunas formas de operacionalizar esto incluyen: diseñar productos para la longevidad, establecer capacidades de reparación y renovación, y aprovechar los datos y la digitalización.

Recuperar y regenerar recursos. Para las empresas que siguen el enfoque de reutilizar para capturar valor de los materiales de desecho, la distinción entre recursos técnicos y biológicos es clave. Estos dos requieren diferentes enfoques. Así que, remanufacturar o reciclar materiales técnicos, convertir el desperdicio en ingresos, diseñar productos pensando en el reciclaje, y establecer sistemas de logística inversa y asociaciones.

Maximizar el uso del producto. En muchos casos, los consumidores pueden no sentir la necesidad de poseer un producto. Las empresas pueden vender acceso en lugar de propiedad; enfoques basados en compartir, alquilar y en servicios pueden reemplazar la venta de productos. Estos modelos impulsan la circularidad al aumentar la utilización de los activos y alinear los incentivos para alentar a los clientes a adquirir menos, usar por más tiempo y reutilizar. El enfoque de uso diferente también puede ampliar el acceso a productos que de otro modo estarían fuera del alcance de algunos consumidores. Para esto, las organizaciones necesitan: diseñar servicios basados en las tareas que el cliente necesita realizar, aprovechar las plataformas digitales y alinear los incentivos.

Minimizar el uso de recursos. Descubrir cómo usar menos de cualquier recurso siempre debe ser una prioridad cuando la conservación es el objetivo. Con este fin, las organizaciones pueden pensar de manera amplia sobre cómo pueden minimizar el uso de energía, materiales y agua en sus operaciones. Las organizaciones necesitan enfocarse en: eficiencia, diseñar para evitar el desperdicio y aprovechar el análisis de datos.

Esta transformación, no solo promueve la sostenibilidad, sino que también abre un vasto campo de oportunidades para el emprendimiento, permitiendo que las startups se posicionen como actores clave en la transición hacia un sistema económico más resiliente y equitativo debido a su agilidad y capacidad para innovar. Al centrarse en la economía circular, los emprendedores pueden crear valor económico a la vez que responden a la creciente demanda de soluciones sostenibles por parte de los consumidores y las empresas.

Actualmente, existen numerosos ejemplos de emprendimientos que han adoptado con éxito los principios de la economía circular. Un caso destacado es el de Pentatonic, una startup que fabrica muebles y accesorios a partir de residuos reciclados, incluyendo plásticos y textiles. Pentatonic no solo transforma residuos en productos útiles y de alta calidad, sino que también permite a los consumidores devolver sus productos al final de su vida útil, para ser reciclados de nuevo, creando un ciclo cerrado.

Otro ejemplo es Circular Systems, que utiliza residuos agrícolas y textiles para producir nuevas fibras sostenibles para la industria de la moda. Su tecnología Agraloop convierte desechos de cultivos, como el tallo de banano y la paja de arroz, en fibras textiles, reduciendo la dependencia de materias primas vírgenes y minimizando los residuos.

Un caso de estudio interesante de maximizar el uso del producto es la plataforma Hello Tractor, que permite a los agricultores alquilar equipos a otros pequeños agricultores que pueden utilizar la maquinaria para mejorar el rendimiento de sus cosechas y que podría ser implementada en varias regiones de América Latina.

Estas startups demuestran que la economía circular no es solo un ideal sostenible, sino rentable, convirtiéndose en un motor viable de innovación y crecimiento económico. Sin embargo, para que estas iniciativas prosperen, es esencial contar con un marco regulatorio que promueva y facilite la adopción de prácticas circulares como el que viene adelantando la Unión Europea desde 2015.

En conclusión, la economía circular representa un cambio paradigmático que está redefiniendo la forma en que concebimos la producción y el consumo. Las startups y empresas que adopten este modelo no solo estarán contribuyendo a la sostenibilidad del planeta, sino que también se posicionarán como líderes en un mercado global que valora la innovación responsable. Con el apoyo de un marco regulatorio robusto y una creciente demanda de productos sostenibles, el futuro del emprendimiento circular es prometedor, y aquellos que lideren esta transición estarán en el centro de la economía del mañana.

Raúl Arce

La educación en la cuarta revolución industrial

Desde hace mucho tiempo se ha hablado sobre la necesidad de una evolución en la educación que vaya de la mano con los avances tecnológicos del siglo XXI. Mientras que el mundo ha progresado increíblemente en los últimos 60 años, el modelo educativo tradicional sigue anclado en métodos del siglo XVIII, diseñados durante la primera revolución industrial. Nos encontramos en la cuarta revolución industrial y es imperativo que la educación también avance para prepararnos adecuadamente para el futuro.

Si bien hay avances como la educación a distancia y el aprendizaje personalizado, la implementación global de estas innovaciones sigue enfrentando desafíos significativos, especialmente en términos de equidad y acceso. Esto resalta la necesidad urgente de integrar plenamente las tecnologías emergentes en la educación para cerrar las brechas existentes y preparar a los estudiantes para un futuro tecnológico.

 

La inteligencia artificial (IA) puede ser una herramienta poderosa para abordar estos desafíos y transformar la educación. Al permitir a maestros optimizar su tiempo, mejorar la interacción con los alumnos, diseñar instrumentos para adaptarse a diferentes necesidades, y a los alumnos entrenar un pensamiento de procesos y su creatividad. Además, las aplicaciones de IA en la educación deben diseñarse de manera colaborativa y con un enfoque en la equidad, abordando las disparidades entre diversas demografías y asegurando la accesibilidad para todos los estudiantes.

Para alcanzar este futuro, en 2020, el Foro Económico Mundial identificó transformaciones fundamentales necesarias para mejorar la calidad educativa en la era de la Cuarta Revolución Industrial, conocido como el Marco de Educación 4.0. A medida que la IA emerge como la tecnología definitoria de esta era, podemos acelerar la adopción de ésta tecnología y asegurando que los estudiantes estén preparados para prosperar con ella. Los cambios son:

Apoyo a los roles de los maestros mediante la ampliación y automatización. La escasez global de maestros es un desafío significativo. Integrar la IA en la educación puede agilizar las tareas administrativas, dando a los maestros más tiempo para un compromiso significativo con los estudiantes. Al automatizar tareas rutinarias y enfatizar la enseñanza centrada en el ser humano, podemos crear un entorno donde los educadores puedan prosperar. Sin embargo, la enseñanza implica más que impartir información: la IA debe complementar, no reemplazar el rol de los maestros.

Refinamiento de la evaluación y análisis en la educación. La integración de la IA en la educación promete revolucionar el panorama de la evaluación y el análisis. Las evaluaciones habilitadas por IA ofrecen a los educadores información invaluable, desde la identificación de tendencias de aprendizaje hasta el apoyo a la evaluación de pruebas no estandarizadas. Al aprovechar las capacidades de la IA, los educadores pueden acelerar el proceso de evaluación, ofreciendo retroalimentación oportuna a los estudiantes y facilitando un compromiso más enfocado.

Apoyo a la alfabetización digital y en IA. Muchos sistemas educativos luchan por cerrar la creciente brecha de habilidades digitales, crucial para la empleabilidad de los estudiantes y el uso ético de la tecnología. La IA presenta una vía para mejorar la alfabetización digital, el pensamiento crítico, la resolución de problemas y la creatividad, preparando a los estudiantes para las demandas laborales futuras. Integrar la IA en la educación es clave para dar forma a la fuerza laboral del mañana.

Personalización del contenido y la experiencia de aprendizaje. Extensas investigaciones confirman que la tutoría individual mejora significativamente los resultados de aprendizaje. Sin embargo, proporcionar tutoría personalizada para cada estudiante presenta un desafío económico importante. La IA ofrece una solución a este obstáculo, permitiendo adaptar la experiencia de aprendizaje al individuo, mejorando el rendimiento académico mientras se atienden las diversas necesidades de aprendizaje. Las interfaces personalizables emergen como activos invaluables, beneficiando particularmente a estudiantes neurodiversos y aquellos con diversas habilidades físicas.

Modificación de los currículos educativos. Parte de las críticas al modelo educativo tradicional es contar con algunas materias que no brindan herramientas a los alumnos a desempeñarse en su vida diaria, por esto es necesario incluir temáticas que faciliten el desarrollo de habilidades las competencias digitales, la comunicación asertiva, la agilidad mental, la autogestión o la inteligencia emocional. La posibilidad de tener escenarios que cambian cada vez más rápidamente, será un desafío cognitivo, pero también de salud mental y debemos estar preparados para enfrentarlo.

Para que la IA cumpla su potencial en la educación, debemos desplegarla estratégicamente y de manera segura, considerando varios factores clave:

Diseñar para la equidad. Las innovaciones educativas habilitadas por IA deben priorizar la equidad en su diseño, abordando las disparidades entre géneros, escuelas públicas y privadas, así como atendiendo a niños con diversas habilidades y estilos de aprendizaje, eliminando las barreras de idioma y acceso.

Mejorar la pedagogía dirigida por humanos. La IA nunca reemplazará la pedagogía de alta calidad dirigida por humanos. En su lugar, debe proporcionar herramientas que automaticen tareas y alivien el tiempo de los maestros para centrarse en su oficio, ofreciendo capacitación relevante sobre habilidades de IA.

Co-diseñar e implementar con el apoyo de las partes interesadas. Las innovaciones en educación deben reconocer los roles críticos de maestros, padres e instituciones educativas en la adopción de esta tecnología. Soluciones educativas diseñadas colaborativamente aseguran que cumplan con las demandas prácticas del aula, se alineen con los planes de estudio nacionales y protejan los datos de los estudiantes.

Enseñar sobre IA es igualmente crucial que enseñar con IA. La educación debe priorizar la impartición de habilidades relacionadas con el desarrollo de IA y la comprensión de sus riesgos potenciales, formando talento futuro capaz de diseñar y desarrollar herramientas de IA de manera ética.

Viabilidad económica y acceso. Asegurar la viabilidad económica y el acceso a oportunidades de aprendizaje sobre IA es esencial para evitar profundizar la brecha digital existente. La realización de la promesa de la IA en la educación requiere una inversión sustancial en productos, infraestructura, capacitación y protección de datos.

En conclusión, la inteligencia artificial tiene el potencial de transformar radicalmente la educación, mejorando la enseñanza, personalizando el aprendizaje y cerrando brechas educativas. Sin embargo, para lograr esto, es crucial una implementación estratégica, equitativa y colaborativa, asegurando que la IA complemente, no reemplace, los esfuerzos realizados por los diferentes sistemas educativos y proporcione a los estudiantes de todos los contextos las herramientas y habilidades necesarias para prosperar en la era digital.

Raúl Arce

La Sostenibilidad Empresarial: Impactos de las Directivas CSRD y CS3D en América Latina

La Unión Europea (UE) ha sido un referente mundial en la reglamentación de la sostenibilidad empresarial, recientemente ha dado pasos significativos en la integración de la misma en la gobernanza y la información corporativa a través de dos directivas cruciales: la Directiva de Información sobre Sostenibilidad Corporativa (CSRD) y la Directiva de Diligencia Debida en Sostenibilidad Corporativa (CS3D). Estas normativas buscan mejorar la responsabilidad y transparencia corporativas en temas sociales, ambientales y de gobernanza. A medida que estas directivas comienzan a aplicarse, su influencia se extiende más allá de Europa, afectando a las empresas latinoamericanas que operan en, comercian con, o son proveedores de empresas de la UE. Este artículo examina cómo las directivas CSRD y CS3D pueden impactar a estas empresas y las oportunidades y desafíos que presentan.

Primero un poco de contexto, la CSRD, adoptada en 2021, amplía y profundiza los requisitos de informes de sostenibilidad para las empresas europeas. Se aplica a todas las grandes empresas y las que cotizan en mercados regulados, excluyendo a las microempresas. Las empresas deben realizar divulgaciones detalladas sobre factores ambientales, sociales y de gobernanza (ESG) y obtener garantías de terceros sobre su gestión, que viene siendo como una especie de auditoría. Por otro lado, la CS3D, adoptada en el segundo trimestre de 2024, complementa a la CSRD enfocándose en la diligencia debida (due diligence) en sostenibilidad. Requiere que las empresas identifiquen, prevengan, mitiguen y rindan cuentas de los impactos adversos en derechos humanos y el medio ambiente en sus operaciones y cadenas de valor. Además, establece sanciones por incumplimiento y exige que las consideraciones de sostenibilidad se integren en las políticas y sistemas de gestión corporativos.

 

Las directivas CSRD y CS3D están diseñadas para trabajar de la mano, creando un marco cohesivo que mejora la responsabilidad corporativa hacia la sostenibilidad empresarial. La CSRD se centra en la transparencia de los impactos de sostenibilidad, mientras que la CS3D enfatiza la prevención y mitigación de estos impactos a través de la diligencia debida. Los requisitos de diligencia debida de la CS3D proporcionan la base para las divulgaciones requeridas por la CSRD, lo que asegura que las empresas no solo informen sobre sus impactos, sino también demuestren cómo los están abordando.

Para las empresas en América Latina que tienen relaciones comerciales con la UE, las nuevas directivas representan un desafío significativo. Adaptar sus prácticas para cumplir con los nuevos estándares de transparencia y responsabilidad implicará desarrollar sistemas de informes detallados y robustos, así como implementar procesos de diligencia debida que aborden los riesgos ambientales y de derechos humanos a lo largo de sus cadenas de valor. Esto puede generar costos adicionales, como la adopción de nuevas tecnologías, capacitación de personal y obtención de verificaciones independientes. Sin embargo, también ofrece una ventana para mejorar su competitividad en el mercado global. Al alinearse con los estándares de sostenibilidad de la UE, las empresas no solo cumplen con los requisitos regulatorios, sino que también fortalecen su reputación y atractivo ante consumidores cada vez más conscientes de la sostenibilidad.

Para las startups en América Latina, el cumplimiento de las directivas CSRD y CS3D puede ser particularmente desafiante debido a sus recursos limitados. Desarrollar sistemas de informes detallados y establecer procesos de diligencia debida puede resultar costoso y complejo, desviando recursos de áreas críticas como la innovación y la expansión de mercado. Sin embargo, estas directivas también presentan oportunidades únicas. Al adoptar prácticas de sostenibilidad y diligencia debida desde el principio, las startups pueden diferenciarse en un mercado global que valora cada vez más la sostenibilidad. Esta alineación con los estándares europeos puede atraer a inversores y clientes interesados en apoyar empresas rentables, responsables y sostenibles.

Las empresas, por su parte, deben integrar la sostenibilidad en su estrategia central y desarrollar sistemas robustos de información que capturen todas las métricas relevantes. Establecer procesos eficaces de diligencia debida que cubran toda la cadena de valor es crucial para identificar, evaluar y mitigar riesgos relacionados con derechos humanos, medioambientales y de gobernanza. La exigencia beneficiará la calidad de los procesos que se desarrollan en América Latina, obligará a la implementación de los más altos estándares de transparencia y prácticas sostenibles. Fortalecer la gobernanza corporativa y proporcionar capacitación regular a los empleados sobre la importancia de la sostenibilidad también es vital.

La CSRD y la CS3D son pilares complementarios del marco de sostenibilidad de la UE, y su implementación tendrá un impacto significativo en las empresas de América Latina. La normatividad que empieza a regir para las más grandes empresas tendrá un efecto multiplicativo, a medida que las obligaciones se van ampliando a cada componente de las cadenas productivas. Estamos hablando de que la red de comercio internacional empezará a jugar un papel a favor de la sostenibilidad. Alinear las obligaciones de información y diligencia debida permitirá un sector corporativo más sostenible y resiliente, contribuyendo a objetivos ambientales y sociales más amplios.

Raúl Arce

Sostenibilidad en el turismo: Oportunidad de innovación

El inminente inicio de las vacaciones de mitad de año anuncia la llegada del verano en el hemisferio norte, marcando así el comienzo de una de las temporadas más activas para el turismo global. Este aumento en el turismo no pasa desapercibido en términos de actividad económica, que se proyecta representará cerca del 11% del Producto Interno Bruto mundial en 2024, pero tampoco lo hace en términos de su impacto en el medio ambiente, con una contribución del 8% del total global de las emisiones de gases de efecto invernadero con tendencia a aumentar, contribuyendo significativamente al cambio climático.

Si bien el turismo es una fuente vital de ingresos para muchas economías, especialmente después de la pandemia, su crecimiento exponencial también plantea desafíos considerables en términos de uso de recursos y el bienestar de las comunidades locales en destinos turísticos. Es esencial abordar estos desafíos de manera integral, reconociendo las complejidades de una industria con una cadena de suministro extensa y diversa.

 

Cada subsector del turismo enfrenta retos únicos en su viaje hacia la sostenibilidad. Desde la acomodación hasta los operadores turísticos, pasando por la aviación y los cruceros, cada uno debe enfrentar la presión de reducir su huella de carbono y adoptar prácticas más sostenibles.

Las mayoría de las grandes cadenas hoteleras, por ejemplo, se han comprometido a alcanzar cero emisiones netas de carbono para 2050. Sin embargo, la fragmentación del sector y la diversidad de modelos de negocio representan desafíos en la implementación de medidas sostenibles, así como en la adopción de sistemas de medición estandarizados y la coordinación con proveedores locales de energía renovable.

Como mencionaba, esta situación se refleja a lo largo de todas las actividades del sector. Por ejemplo en la aviación, que representa el 25% de las emisiones del sector de viajes y turismo, las aerolíneas enfrentan la presión y necesidad de reducir sus emisiones. El cambio a combustibles de aviación sostenible se presenta como una solución a corto plazo, aunque su implementación a gran escala aún afronta obstáculos en términos de disponibilidad y costo.

Los cruceros también se están moviendo hacia la sostenibilidad, con iniciativas para reducir las emisiones de carbono y adoptar fuentes de energía más ecológicas. Sin embargo, la falta de modernización de la infraestructura en algunos destinos y el limitado alcance de algunas nuevas tecnologías, como el desarrollo de baterías para almacenar la energía que se produzca de fuentes renovables, dificulta la implementación efectiva de estas medidas.

Los operadores turísticos, las agencias de viajes y las agencias en línea desempeñan un papel crucial en la promoción de prácticas sostenibles entre los viajeros. Sin embargo, enfrentan desafíos en la recopilación de datos sobre emisiones y en la colaboración con una amplia gama de socios en la cadena de valor.

Para abordar estos desafíos, se requiere una colaboración sustancial entre todos los actores del sector. Esto incluye no solo a las grandes corporaciones, sino también a las pequeñas y medianas empresas que componen gran parte de la cadena de suministro turístico. La transparencia y la coordinación en tiempo real son fundamentales para anticipar y abordar problemas potenciales.

El rol de los ecosistemas de innovación alrededor del mundo y de los centros especializados como: el BlueTechPort de Barcelona destinado a impulsar la innovación en todos los sectores relacionados con el ámbito marino, o los GreenTech Hubs de Emiratos Árabes Unidos y Australia que buscan aportar a la transición energética y la sostenibilidad, será fundamental para encontrar nuevas formas de hacer las cosas. Igualmente, viendo la tendencia de los fondos de capital de riesgo de invertir en soluciones al cambio climático, los grandes jugadores del sector turismo podrían contribuir en el desarrollo de soluciones innovadoras a través de la financiación startups o el lanzamiento de spinoffs que busquen soluciones a las problemáticas que están siendo obviadas por el mercado.

El turismo sostenible no es solo una aspiración, sino una necesidad urgente en un mundo que enfrenta desafíos ambientales cada vez más graves. Para garantizar un futuro próspero para el turismo, debemos adoptar soluciones trasformadoras que aborden los desafíos únicos de cada subsector, al tiempo que fomentamos una colaboración más estrecha y una mayor conciencia sobre la importancia de la sostenibilidad en nuestras decisiones y hábitos de viaje.

Raúl Arce

Protestas en Europa: El Dilema Verde de la Agricultura

Las escenas que hemos visto en las últimas semanas en Europa son atemporales, protestas de agricultores frente a las edificaciones representativas del poder político en cada uno de los países y de la Unión Europea, podrían leerse en una novela de Alejandro Dumas, en una crónica de la revolución industrial o en un artículo de The Economist de febrero de 2024.

Buena parte de sus motivaciones son similares en todas las épocas, viabilidad económica del sector primario de la economía, competencia desleal entre los países (Francia mira España, España mira a Marruecos, Europa mira a Ucrania… parece un Adivina quién), y reformas normativas que sienten perjudiciales para el sector.

 

Ahora bien, lo que encontramos detrás de estas manifestaciones es diferente en esta oportunidad, en buena parte de los pliegos de peticiones se ve reflejada de una u otra manera la modificación que realizó el Parlamento Europeo a la Política Agraria Común (PAC), tratando de ajustarla a sus lineamientos sobre cambio climático y sostenibilidad.

Antes de entrar en detalles, un poco de contexto, la PAC es una política que se estableció en la Unión Europea en 1962 buscando aumentar la productividad agrícola, asegurando un nivel de vida equitativo para la población agrícola, garantizando la disponibilidad de alimentos y asegurando que los alimentos lleguen a los consumidores a precios razonables.

Esta política es relevante desde el punto de vista presupuestario porque de acuerdo con los datos del parlamento europeo, la PAC representa el 31% del presupuesto total de la Unión Europea, y entre un 20 y un 30% de las rentas que reciben los agricultores europeos según información suministrada por el Gobierno Español.

De 1962 a la fecha, la política ha tenido varias reformas para adaptarse a los cambios en la agricultura y en la sociedad, la más reciente entró en vigor hace poco más de un año y, en principio, estará vigente hasta el 2027. En su estructura cuenta con dos pilares fundamentales: las ayudas directas y las subvenciones a las exportaciones.

Este último pilar es el que centra una parte del malestar de los agricultores, la adaptación que están solicitando en las técnicas agrícolas para que se encuentren a la vanguardia de la lucha contra el cambio climático y mantener las subvenciones de la UE, exige tener un porcentaje de las tierras en barbecho, modificar el tamaño de los gallineros o reducir el uso de fertilizantes y pesticidas (protagonistas de la “revolución verde” de las décadas de los 60 a los 80).

Todo esto, de acuerdo con lo agricultores, mientras Bruselas firma acuerdos comerciales que permiten importar alimentos de otros países con menos reparos medioambientales. Entre tanto, los costes de la energía y de los fertilizantes continúan aumentando como consecuencia de la guerra en Ucrania. Adicionalmente, el sector continúa su tendencia hacía una población rural que envejece (un tercio de los jefes de explotación tiene más de 65 años) y con pequeños cultivos que no superan las cinco hectáreas de producción en su gran mayoría (66%).

El tema se va a mantener encabezando la agenda pública, al menos hasta junio del presente año cuando lleguen las elecciones del Parlamento Europeo y los partidos políticos intentarán sacar el mejor provecho de las movilizaciones. Aquí, el tal paro sí existe y las personas que buscan beneficiarse de él, también.

Pero no debemos olvidar que la agricultura y el uso de las tierras de cultivo es responsable de más del 20 % de las emisiones de gases de efecto invernadero y del consumo del 70 % de agua a nivel mundial según reportes de la FAO, y mientras la temperatura siga aumentando, y nos enfrentemos a períodos de sequía más largos, los cultivos van a enfrentar condiciones más adversas para su crecimiento.

El desafío tiene varias aristas y se debe abordar de una manera comprehensiva, retirar o flexibilizar las medidas impuestas por el Parlamento Europeo puede ser un paño de agua tibia de muy corto plazo, que puede tener redito políticamente, pero efectos perversos frente a la sostenibilidad ambiental y de la producción de alimentos.

Las solicitudes de los agricultores pueden tener sustento, pero las nuevas normativas también. Estamos en una coyuntura donde todos los países debemos empezar a hablar e implementar estrategias de agricultura sostenible, que no solo sean respetuosas con el medio ambiente, rentables, con condiciones laborales dignas y externalidades sociales positivas, con esto veremos crecimientos significativos tanto en la productividad, como en la biodiversidad.

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«Sostenibilidad en 2024: Innovaciones, Desafíos y Oportunidades para las Empresas»

El 2024 se perfila como un año crucial para la sostenibilidad empresarial, con el surgimiento de diversas tendencias que influirán en el ámbito de la responsabilidad corporativa, el impacto social y ambiental. Medios como Forbes o Fastcompany destacan varias tendencias clave para este nuevo año, que van desde avances tecnológicos hasta cambios en el enfoque empresarial y regulatorio.

Algunos expertos plantean que las empresas se han visto inmersas en un ciclo de “gestión de la sostenibilidad”, es decir, que las corporaciones han estado centradas en desarrollar sus funciones de reporte e información estructurando flujos de datos que permitan satisfacer las demandas de los estándares normativos de diversos países. En esta línea es previsible que el primer semestre de 2024 esté dominado por las pautas de la Directiva de la UE sobre Informes de Sostenibilidad Corporativa (CSRD), que entrará en vigor el 1 de enero, y las divulgaciones relacionadas con el clima de la SEC de EE.UU., previstas para abril.

 

No obstante, se espera que en el 2024 se vea el inicio en el cambio de esta tendencia, pasando de la sostenibilidad gerencial a la sostenibilidad empresarial, lo que implica un enfoque más orientado a la innovación, el desarrollo de nuevos productos y soluciones para un impacto social y ambiental sostenible, y la búsqueda de ventajas competitivas.                                              

Dentro de las tendencias Clave de Sostenibilidad para 2024, se destacan las siguientes:

  • Tecnología Financiera Climática (Climate FinTech), que son las innovaciones, aplicaciones y plataformas digitales que sirven como intermediarias financieras entre todas las partes interesadas en el cambio climático, jugarán un papel crucial en la canalización de inversiones hacia la energía renovable, la captura de carbono y la sostenibilidad ambiental y social en general.
  • Innovaciones Tecnológicas Climáticas, avances significativos en tecnologías que ofrecen esperanzas para la lucha contra el cambio climático y la promoción de un futuro sostenible. Entre estas invenciones se destaca el combustible para avión elaborado a partir de dióxido de carbono por Air Company, o los cruceros impulsados por una combinación de energía eólica y solar fabricados por la compañía noruega Hurtigruten.
  • Ampliación del Alcance de la Sostenibilidad: Además de centrarse en la neutralidad de carbono, se espera que las empresas amplíen su enfoque de sostenibilidad para abordar otros aspectos, como la gestión de riesgos climáticos y el uso de inteligencia artificial para la sostenibilidad.

Las empresas de todo el mundo están ajustando sus estrategias para alinearse con las nuevas directivas en sostenibilidad. En este contexto, es fundamental que las organizaciones consideren la integración de las tendencias mencionadas anteriormente en sus planes de expansión. La tecnología financiera climática, por ejemplo, ofrece oportunidades para la inversión en energías renovables y proyectos de sostenibilidad, lo que puede ser clave en la expansión de empresas con un enfoque sostenible.

Las innovaciones tecnológicas climáticas, por su parte, no solo representan una oportunidad para mitigar el impacto ambiental de las operaciones empresariales, sino que también pueden ser un motor de crecimiento a través del desarrollo y la comercialización de tecnologías sostenibles.

En cuanto a la ampliación del alcance de la sostenibilidad, las empresas que consideren aspectos más allá de la neutralidad de carbono, como la gestión de riesgos climáticos y el uso de inteligencia artificial para la sostenibilidad, estarán mejor preparadas para enfrentar los desafíos futuros y, al mismo tiempo, aprovechar las oportunidades que surjan en un entorno empresarial en constante cambio.

En conclusión, el 2024 se presenta como un año de transformación en el ámbito de la sostenibilidad empresarial, con un enfoque renovado en la integración de la sostenibilidad en la toma de decisiones empresariales, el desarrollo de soluciones sostenibles y la adopción de tecnologías climáticas innovadoras. Las empresas que se anticipen y se adapten a estas tendencias no solo estarán en una posición ventajosa, sino que también se destacarán como líderes en un mercado cada vez más consciente y exigente. En este contexto, la consideración de estas tendencias en las estrategias de expansión empresarial puede ser un factor determinante para el éxito a largo plazo y la contribución a un futuro más sostenible.

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