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Confidencial Noticias 2025

Etiqueta: simón gaviria

Hundir reforma salud

Entre 1993 y 2020, el país pasó de tener una cobertura en salud del 25% a cerca del 99%. Según The Lancet, el sistema colombiano tiene uno de los gastos de bolsillo más bajos del mundo, 20.6%, mientras en América Latina se paga el 42,7%. Dicho logro, sustentado en el modelo de aseguramiento de la Ley 100, permitió integrar a casi toda la población en un sistema mixto que combina subsidios públicos y gestión privada. Al sistema aún le quedan muchas cirugías por hacerle, pero tratar de sabotearlo como justificación para estatizarlo es incorrecto. El congreso debe hundir la reforma a la salud en la comisión vii.

En 2024, el gasto total en salud en Colombia alcanzó el 9,1% del PIB, uno de los más altos de América Latina. A pesar de ello, se acumulan obligaciones que superan los $15 billones con prestadores de salud, $4 billones con hospitales públicos, y más de 80% de los profesionales de salud trabajan bajo formas de contratación tercerizadas.  En varias regiones como La Guajira, aún existen municipios sin médicos permanentes ni servicios básicos como rayos X o laboratorio clínico. Según la Defensoría del Pueblo, en 2023 se registraron más de 180.000 quejas por negación de medicamentos, retrasos en cirugías, y fallas en la atención de urgencias. Lo que dijeron que iban a hacer, no lo hicieron. La filosofía del gobierno solo ha hecho las cosas peor.

 

La reforma propuesta por el gobierno pretendía reemplazar el modelo de aseguramiento con un sistema estatal centralizado. Sin embargo, fue archivada por el Congreso en 2024, tras recibir fuertes críticas por su falta de claridad técnica, inviabilidad financiera, y riesgos de politización. En respuesta, el Ejecutivo intervino EPS como Sanitas, Nueva EPS y Compensar, concentrando la gestión en manos públicas sin una estructura de soporte suficiente. Hoy, estas entidades administran más del 60% de los afiliados del país, pero los retrasos en pagos y quejas aumentan. Lo que no pudieron hacer en el congreso, lo hicieron en intervención administrativa.

Mientras tanto, el ADRES gira más de $6 billones mensuales, pero la falta de auditorías efectivas y problemas en la trazabilidad de los recursos, hace el proceso inefectivo. El mecanismo de giro directo, diseñado para reducir la intermediación, es lo único que mantiene el sistema a flote. El sistema no resiste más diagnósticos sin tratamiento. La crisis ya no es silenciosa: se manifiesta en salas de urgencias colapsadas, médicos sin pago y pacientes que mueren esperando una cita. Si no actuamos con responsabilidad técnica, lo que fue una promesa de equidad social terminará como una advertencia regional de cómo no gestionar la salud pública.

Colombia necesita una reforma, pero no cualquier reforma. El fracaso de la reforma de salud de los profesores es una advertencia temprana sobre estas malas ideas, puede que sea una explicación por la falta de los profesores para salir a marchar a favor de la consulta popular. No se trata de destruir lo que existe, sino de intervenir con bisturí: fortalecer la red pública, garantizar atención primaria universal, blindar los recursos frente al desvío político y profesionalizar la gestión pública en salud. En otras palabras, el sistema necesita profundizar la figura del aseguramiento.

Simón Gaviria Muñoz

Infraestructura invisible

En la era digital, los centros de datos son tan importantes como los puertos y autopistas en el siglo XX. Constituyen la infraestructura invisible que hace posible desde las transferencias bancarias hasta la inteligencia artificial. Colombia esta rezagada en esta infraestructura estratégica. Hoy, más del 80% de los datos que utilizamos se procesan fuera del país, principalmente en EEUU y Brasil. Esto genera mayor latencia, dependencia tecnológica, costos elevados, y riesgos en materia de ciberseguridad. Un país que aspire a cobrar dividendos digitales no puede depender de la infraestructura ajena.

Hoy, Colombia cuenta con apenas 24 centros de datos con certificación internacional (Uptime Institute o TIER III/IV), mientras que Brasil tiene más de 150 y México supera los 90. Colombia representa solo el 4% de la capacidad instalada en la región. Según cifras de Frost & Sullivan, América Latina requerirá una inversión cercana a los USD 10.000 millones en centros de datos hacia 2030.  Estamos por debajo lo que nos corresponde por nuestra importancia económica y estratégica. Nadie está estructurando los proyectos.

 

Además, el rezago impacta directamente la competitividad. Un centro de datos moderno puede reducir la latencia de servicios en la nube de 100 a 10 milisegundos, una diferencia crítica para industrias como la banca digital, la telemedicina, la logística o los videojuegos. Según un estudio de IDC, por cada dólar invertido en infraestructura digital, se generan hasta USD 3,5 en productividad agregada.

Además, los centros de datos son polos de desarrollo. Generan empleo calificado, atraen inversión extranjera y fortalecen el ecosistema tecnológico.  Necesitamos desarrollar una red robusta de centros de datos locales, distribuidos estratégicamente por regiones, con estándares internacionales de seguridad, sostenibilidad y conectividad. Esto no es un lujo, es un requisito de competitividad.

Pero se requieren condiciones habilitantes: energía limpia, conectividad redundante, seguridad jurídica y agilidad regulatoria. Sin estos elementos, los inversionistas buscarán otros destinos, como Chile o México, que ya nos llevan ventaja. Tenemos ubicación estratégica, potencial energético renovable y un mercado digital en crecimiento. Pero necesitamos actuar pronto si por lo menos queremos ser el epicentro de datos del norte de Sur América y el Caribe.

Una política pública nacional para centros de datos no puede ser un anexo del plan TIC, debe ser un eje transversal de transformación productiva.  Esto implica: declarar los centros de datos como infraestructura crítica de interés nacional; crear incentivos tributarios para su construcción y operación; establecer un marco regulatorio moderno para el uso y almacenamiento de datos, garantizando privacidad y soberanía; fortalecer la educación en gestión de datos, ciberseguridad y operación de infraestructura digital. Esta transformación no debe morir en el altar de la permisología pronto seria la mayor fuente de inversión.

Colombia no puede resignarse a ser solo un consumidor de servicios digitales producidos en otros países. Tenemos la oportunidad —y la responsabilidad— de construir nuestra propia infraestructura de datos. La soberanía digital no se decreta: se construye y se protege.

Simón Gaviria Muñoz

Ironía de OPS

Foto: iStock

El trabajo debía ser el corazón de la “economía para la vida” del gobierno Petro. La promesa era clara: dignificar al trabajador, reducir la informalidad y desmontar progresivamente figuras como las órdenes de prestación de servicios (OPS). Sin embargo, el balance hasta ahora arroja una paradoja: mientras el discurso apunta a la justicia social, en la práctica se consolidan modelos que ofrecen las menores garantías laborales. Se hace campana en poesía, pero se gobierna en prosa. La OPS le ofrece al gobierno la posibilidad de contratar la mayor cantidad de activistas. Probablemente, la promesa electoral de 2022 se ha desdibujado ante la presión de lograr la victoria en 2026.

 

Según datos de Función Pública, el número de empleados estatales contratados por OPS en 2022 era de aproximadamente 120 mil; en 2024, esa cifra superó los 150 mil. Más de un tercio de ellos están vinculados directamente a entidades del orden nacional, muchas dirigidas por funcionarios que se declaran abiertamente “defensores del trabajador.” Según la denuncia de Mauricio Cárdenas, basada en datos del SECOP, el incremento en 2025 es aún más drástico: solo en los dos primeros meses del año ya se registran más de 140 mil contratistas.

La OPS es una forma de tercerización laboral dentro del propio Estado. En teoría, debería usarse solo para facilitar labores no misionales de las entidades. Sin embargo, un trabajador contratado bajo esta modalidad no tiene derecho a cesantías, prima, vacaciones pagas, estabilidad ni protección en salud ocupacional. Lo más grave es que esta figura, originalmente diseñada para misiones especializadas y de corto plazo, se ha convertido en la forma habitual de contratación del estado. En el gobierno del “cambio”, lejos de desaparecer, se ha normalizado aún más.

Esta contradicción tiene al menos tres implicaciones graves. Primero, deslegitima el discurso oficial sobre trabajo decente. ¿Con qué autoridad puede el gobierno exigirle al sector privado formalizar sus trabajadores si él mismo terceriza de forma masiva? Segundo, deteriora la calidad del servicio público: un trabajador sin estabilidad ni garantías tiene menos incentivos para capacitarse, innovar o denunciar prácticas irregulares. Tercero, amplía la precarización del mercado laboral colombiano. Atrás quedaron las promesas de vincular al trabajador estatal a la nómina.

Este fenómeno también se conecta con el pobre desempeño del mercado laboral. La tasa de desempleo cerró 2024 por encima del 10%, y la informalidad urbana supera el 45%. Es decir, no solo hay pocos empleos, sino que la mayoría de ellos son precarios. Y si el Estado no lidera con el ejemplo, ¿quién lo hará? El resultado es un sistema esquizofrénico: retórica progresista con prácticas clientelistas. Un Estado que quiere ser empleador ejemplar, pero paga con contratos de tres meses.

¿La solución? No es fácil, pero sí urgente. Es necesario crear un estatuto laboral para el contratista estatal, con garantías mínimas y protección social. Y, sobre todo, ha llegado el momento de que el Estado colombiano abandone el doble discurso: no se puede hablar de justicia social mientras se reproduce la precariedad desde el poder. Si el trabajo es la base del contrato social, el Estado debe ser su primer garante, no su primer infractor.

Simón Gaviria Muñoz

El próximo Papa

La Iglesia Católica entra en un punto de inflexión con la elección del nuevo Papa. Con más de 1.370 millones de fieles, sigue siendo la institución espiritual más grande del mundo, pero enfrenta retos: la acelerada secularización de Occidente, los escándalos de abuso sexual, las divisiones internas doctrinales y jóvenes cada vez más desconectados de tradiciones. El Papa Francisco promovió la agenda más reformista de los últimos treinta años, aunque su estilo unilateral, deja vulnerable ese impulso ante el rumbo que tome el próximo pontífice. Esta elección no será solo un ritual litúrgico: definirá el futuro del catolicismo en el siglo XXI.

El reto más complejo de la historia reciente de la iglesia es la gestión de la crisis de abuso sexual. Aunque el Papa Francisco avanzó en medidas de transparencia y disciplina canónica, el daño reputacional es profundo. El próximo Papa deberá ir más allá del castigo, promover una cultura eclesial centrada en la transparencia. Esto implica crear mecanismos externos e independientes de vigilancia, fomentar una teología del poder menos clerical y más servicial, y entender que pedir perdón ya no basta: hay que reparar la víctimas. La herida tiene que sanar.

 

La juventud no ha dejado de creer, pero sí ha dejado de asistir. En América Latina, por ejemplo, la proporción de católicos cayó del 69% al 59% en apenas una década, según datos del Pew Research Center. Este alejamiento no es solo espiritual, sino cultural: el lenguaje de la Iglesia parece muchas veces anclado en el siglo pasado. El próximo Papa deberá impulsar una renovación litúrgica, usar lenguajes digitales y, crear nuevos espacios de participación juvenil. Si los jóvenes no se ven reflejados en la Iglesia, buscarán otras comunidades. Francisco empezó a posicionar la iglesia como una defensora del medio ambiente, esfuerzos como ese no se pueden abandonar.

Francisco abrió la puerta hacia la “sinodalidad”: una visión más horizontal del poder en la Iglesia, pero todavía en construcción. El próximo Papa deberá institucionalizar esta apertura, descentralizando decisiones clave, fortaleciendo el rol de las conferencias episcopales y promoviendo una Iglesia menos eurocéntrica. Hoy, el catolicismo crece más en África y Asia que en Europa, pero su centro simbólico y administrativo sigue estando en Roma. Es hora de que la Iglesia universal se piense realmente global.

Muchos esperarán señales doctrinales del nuevo pontífice: ¿respaldará el celibato opcional?, ¿abrirá espacios para mujeres en el diaconado?, ¿bendecirá parejas del mismo sexo? Pero, más allá de estas tensiones, su mayor desafío será ejercer una virtud política: discernir lo esencial de lo accesorio, lo permanente de lo contingente. No se trata de modernizar la fe, sino de traducirla a un mundo nuevo sin traicionar su esencia.

Nota recomendada: El juego político en el conclave que elige al Papa

La Iglesia ha sobrevivido imperios, guerras y revoluciones. Su fortaleza no radica en el número de fieles, sino en su capacidad de adaptarse sin perder el alma. Al próximo Papa no solo se le pedirá sabiduría teológica, sino también valentía reformista. Porque hoy, más que un nuevo dogma, lo que necesita el mundo es una Iglesia creíble, humana y comprometida con el bien común. Francisco designo a el 80% de los electores del próximo conclave, ojalá sigan su legado.

Simón Gaviria Muñoz

Aranceles Trump

La política arancelaria proteccionista de Donald Trump puede ser el error de política pública más monumental de los últimos 90 años. Su propuesta consiste en imponer un arancel general del 10% a todas las importaciones y, en los casos en que EEUU registre un déficit comercial, aplicar una sobretasa adicional. Se trata de una guerra comercial basada en la idea imaginaria de que EEUU es una víctima. Ya que, por muchos años Colombia ha tenido un déficit comercial con EEUU, podríamos aprovechar el menor arancel relativo para atraer inversión. Navegar las aguas turbulentas del cambio estructural en el comercio global para atraer inversión y fortalecer nuestra competitividad.

Estados Unidos es nuestro principal mercado, destino del 27% de nuestras exportaciones. Aunque nuestras ventas están concentradas en combustibles y productos agrícolas, el efecto dominó de una guerra comercial impactará sectores no vinculados al comercio internacional. A pesar de la animadversión personal entre nuestros mandatarios, este es el momento de acercar más a Colombia a EEUU, no de alejarnos.

 

En primer lugar, si Estados Unidos cierra sus puertas a productos asiáticos, empezará a buscar alternativas más cercanas. Nuestra proximidad geográfica sumada a los tratados de libre comercio vigentes, facilita el traslado de cadenas productivas a países más cercanos al consumidor final. Esto podría convertirnos en un socio estratégico en sectores como confecciones, agroindustria y manufactura ligera. En el caso del café, la ventaja es evidente, ya que, a nuestra principal competencia, Vietnam, se le impuso un arancel del 46% y, al otro competidor, Indonesia, del 32%.

Colombia podría capitalizar esta oportunidad si ajusta sus políticas de competitividad. Un primer paso sería nombrar un Min Comercio. Alguien debería estar mapeando los sectores en los que podríamos utilizar las ventajas arancelarias para exportar a EEUU. Claro hay mucho por hacer: reducir costos logísticos –actualmente un 15% más altos que el promedio regional–, mejorar la infraestructura portuaria y eliminar la tramitología que obstaculiza el comercio. Hay que posicionarnos como el aliado natural para suplir la demanda estadounidense desplazada desde Asia y que ni EEUU ni México pueden cubrir.

Además, este nuevo escenario debe llevarnos a replantear nuestra matriz exportadora. El 75% de las ventas al exterior siguen siendo materias primas, pero existe chance de mejorar, mientras EEUU habla de producción local, cadenas cortas y soberanía industrial. Adquirir el conocimiento para exportar valor agregado puede ser una posibilidad.

No podemos ser ingenuos: un Estados Unidos más proteccionista traerá volatilidad en los mercados financieros, presión sobre nuestra moneda y una posible contracción del comercio global. Sin embargo, si algo nos ha enseñado la historia económica reciente, es que las disrupciones globales generan ventanas de oportunidad para los países que logran leer la coyuntura y adaptarse con agilidad.

Colombia no puede cambiar la política comercial de Estados Unidos, pero sí decidir si quiere ser víctima o protagonista en esta nueva dinámica global. Trump ya subió los aranceles. La pregunta es: ¿estaremos listos para ocupar el espacio que otros dejarán libre? Por ahora, la respuesta de dejar de comprar aviones F-16 es tan estupida que amerita su propia columna. 

Simón Gaviria Muñoz

Cuarta revolución industrial

En la historia de la humanidad, cada revolución industrial ha marcado un punto de inflexión en la sociedad. La primera trajo la mecanización, la segunda impulsó la producción en masa, y la tercera dio paso a la digitalización. Hoy nos encontramos en la Cuarta Revolución Industrial, caracterizada por la automatización, la inteligencia artificial y la interconectividad. Para Colombia, esto no es solo es cuestión de innovación tecnológica, sino un tema fundamental para el desarrollo. Sin embargo, entre los escándalos y las urgencias del día a día, el país avanza poco en esta materia. Es imperativo que alguien en el gobierno se apersone, para que lo urgente no mate lo importante.

En América Latina, la adopción de tecnologías emergentes ha sido desigual. Mientras Chile y México avanzaron en infraestructura y regulación de la economía digital, en Colombia seguimos con debates atrasados sobre plataformas de transporte o el uso de datos. La inteligencia artificial y la automatización avanzan rápidamente, pero nuestras normas laborales y educativas aún reflejan modelos del siglo XX. El dilema es claro: si no aceleramos la adaptación de nuestro sistema educativo, la infraestructura tecnológica y las políticas de innovación, corremos el riesgo de quedarnos relegados.

 

Con un 60% de la población ocupada en sectores susceptibles a la automatización, la pregunta no es si la inteligencia artificial reemplazará trabajos, sino qué estamos haciendo para preparar a la fuerza laboral para cuando esto ocurra. La respuesta debe comenzar con la educación. Nuestro sistema sigue enfocado en la memorización, mientras el mundo demanda habilidades analíticas, pensamiento crítico y competencias digitales. No basta con ampliar el acceso a la educación superior, hay que reformarla para alinearla con las necesidades del mercado laboral del futuro.

En países como Estonia o Singapur, los niños aprenden programación desde la primaria. En Colombia, aún estamos debatiendo si incluir educación financiera en el currículo escolar. Mientras el mundo entrena a su fuerza laboral en inteligencia artificial, análisis de datos y blockchain, nosotros seguimos graduando estudiantes sin herramientas para competir globalmente.

La innovación tampoco puede prosperar sin un marco normativo adecuado: las startups tecnológicas enfrentan obstáculos burocráticos. Los emprendimientos basados en datos tienen que lidiar con regulaciones anticuadas. Si Colombia quiere atraer inversión en tecnología, el gobierno debe actuar como un facilitador, eliminando barreras y creando incentivos para la investigación y el desarrollo.

La Cuarta Revolución Industrial no es una tendencia del futuro, es una realidad del presente. Colombia tiene potencial, pero si no tomamos decisiones estratégicas ahora, el mundo seguirá sin nosotros. Puede que no estemos a la vanguardia de la innovación, pero sí debemos ser ágiles en adopción. La tecnología no es un enemigo del empleo ni una amenaza para la economía, sino una oportunidad para transformar el país. Necesitamos un cambio de mentalidad: educación de calidad, regulación moderna, y un Estado que impulse la innovación en lugar de frenarla. La verdadera pregunta no es si queremos adaptarnos, sino si estamos dispuestos a hacerlo a tiempo. El futuro ya llegó.

Simón Gaviria Muñoz

Riesgo en Hacienda

El gobierno ha sido definido por la incertidumbre regulatoria, la inversión más baja en una generación, la fuga de capitales y un pésimo recaudo tributario. Aunque los rumores sobre el eminente comunismo del gobierno Gustavo Petro no se materializaron, pero temor sobre su populismo sigue vigente. Los temores de campaña contrastaron con la prudencia de los Min Hacienda hasta hoy, se asumía que la robustez de las instituciones colombianas frenaría cualquier arranque populista. Ahora todo cambia con la llegada de German Ávila, ex militante del M-19, donde la preocupación de los mercados llega a su máxima expresión. Su falta de credenciales en el ámbito económico, sumada a la debilidad política del gobierno, abre la puerta al populismo fiscal, un león herido muerde.

La magnitud del deterioro en finanzas públicas no se justifica en el actual contexto de crecimiento modesto. Sirve mucho el café a cuatro dólares la libra y el oro pasando los US$3.000 la onza para disfrazar el riesgo fiscal que vivimos. Fue tal el desastre de la DIAN en recaudo que, a pesar de un recorte de $28 billones, el gobierno tuvo que recurrir a la cláusula excepcional de la regla fiscal para justificar un déficit adicional de $18 billones. En otras palabras, incluso con un ajuste de $46 billones, los problemas financieros persisten en 2025.

 

Es muy probable que antes de julio perdamos acceso al programa de crédito flexible del Fondo Monetario Internacional. Igualmente, probable es que Moody’s le quite la última calificación de grado de inversión que le queda a Colombia, como ya lo hizo en mayo con la deuda de Ecopetrol. La brecha entre ingresos y gastos prevista en el presupuesto es de $32 billones, pero se debe, por lo menos, a $25 billones de deudas del año pasado que no se pagaron. Esta pérdida de confianza encarecería aún más el servicio de la deuda, que ya se proyectaba en alza de $94.5 a $112.6 billones. Frente a la negativa del Congreso ante un incremento de impuestos, debió haber ocurrido un ajuste, pero este no se dio. Sin caja suficiente para compromisos, silenciosamente se viene aplazando pagos de gasto no financiero. Ahora comienzo un proceso de reprogramar pagos a obras de infraestructura, otro ejercicio costoso.

La salida de Diego Guevara del Min hacienda es grave porque implica la negación a la magnitud del problema, la responsabilidad fiscal fue castigada por ser neoliberal. Las fórmulas que suenan atractivas en la izquierda, como renegociar la deuda o pagar por conservación ambiental, no son soluciones reales. Claro, a parte de la regla fiscal existe un segundo freno que es el mercado de capitales. Si los inversionistas dejan de prestarle a Colombia, el presupuesto se volverá simbólico, pues no habrá caja para ejecutarlo. Nadie lo dice abiertamente, pero romper la regla fiscal este año, podría llevarnos a un dólar por encima de los 5.000 pesos.

James Carville decía que, si pudiera reencarnar en cualquier persona, elegiría ser el mercado de capitales para así intimidar a cualquiera. El gobierno Petro todavía no ha enfrentado un mercado hostil. Las presiones por ganar las elecciones sin duda son malas consejeras. Por ahora, es mejor que el ministro Ávila vaya desempolvando el inglés porque le va a tocar pasar mucho tiempo entre Washington y Nueva York.

Simón Gaviria Muñoz

Talibán ambiental

Hemos visto a varios líderes de la región utilizar mecanismos democráticos para acabar con la democracia. En la oposición, defienden derechos que, una vez en el gobierno, encuentran inconvenientes. Así ocurre con el ordenamiento del territorio, ahora el Min Ambiente quiere imponer su voluntad en Cundinamarca y Bogotá declarando reserva agrícola toda la sabana rural por la puerta de atrás. Basándose en un documento con sesgo ideológico y sin rigor técnico, pretende imponer la tesis del decrecimiento económico. Esperamos que la nueva Min Ambiente corrija este error, que este atropello, no sea más que una maniobra fallida para fortalecer la aspiración de la saliente ministra a la alcaldía de Bogotá.

Efectivamente, la Ley 388 establece que al ordenar el territorio se debe tener en cuenta variables determinantes de interés nacional como infraestructura, servicios públicos, conservación ambiental, y el riesgo no mitigable. En el reciente Plan Nacional de Desarrollo se añadieron nuevos criterios, como el patrimonio cultural, vías ferroviarias y seguridad alimentaria. Bajo este pretexto, el Min Ambiente se tomo atribuciones propias de Min Agricultura y Min Vivienda, argumentando inseguridad alimentaria en Bogotá para indirectamente reglamentar los POTs y licencias ambientales en Cundinamarca/Bogotá.

 

Nota recomendada: Director de la CAR Cundinamarca invita a Bogotá y Nación a encontrar una tercera vía para la Sabana

Más allá de regular sobre temas ampliamente ya consensuados, este documento presenta serios vacíos técnicos y espíritu activista. Por ejemplo, al decretar la protección de humedales, no distingue los de mayor importancia. Adicionalmente, emplea una escala cartográfica de 1:100000, lo que puede generar errores de delimitación de hasta un kilómetro. Para un ordenamiento territorial preciso, la escala adecuada es 1:2000. En el caso de Bogotá, esto podría afectar el humedal Juan Amarillo, ubicado entre Suba y Engativá, dos localidades cuya población equivale a la de Cali.

El borrador de resolución elimina el concepto de mitigación de la política de riesgos. En este caso, utilizando la escala de 1:25000 determina que todas las zonas de amenaza, aun sin estudios de detalle quedan restringidas. Lo que ocurre usualmente es que la zona de riesgo se delimita a 1:2000 y solo si no se puede mitigar, se declara de protección por el riesgo. Con esta lógica en un país de cordilleras ni Medellín, ni Pereira, ni Manizales serian viables como asentamientos.

Nota recomendada: Minambiente da a conocer lo que serían las líneas para el ordenamiento de la Sabana de Bogotá

Lo mas extraño de esta nueva regulación es la determinación que toda la ruralidad de La Sabana de Bogotá debe ser una reserva agrícola. En esta locura se inhabilita la posibilidad de nuevas zonas de expansión o vivienda rural, las edificaciones como colegios o puestos de salud en la ruralidad, la construcción de vías terciarias, entre muchas. Esto lo logra modificando el Decreto 3600 para darle jerarquía no solo a las zonas con alto potencial agrícola sino cualquier terreno que pueda sostener agricultura.

 Esta medida desconoce que Bogotá lleva más de un siglo “importando” alimentos de otros departamentos y que la verdadera clave para la seguridad alimentaria del país no está en solo ampliar tierras de cultivo, sino en fortalecer el almacenamiento, transporte, y cadena de frio. Sería más útil mejorar la vía al llano que forzar este desastre regulatorio. Si a Bogotá pueden imponerle la tesis de decrecimiento, cualquier región del país es vulnerable.

Simón Gaviria Muñoz

Arancel pitufo

No hay mejor herramienta en la lucha contra la corrupción que la libertad económica. Los colombianos llevan esperando décadas que cambien los “corazones” de sus conciudadanos gracias al regreso de la “moralidad.” El narcotráfico y su hermano, el contrabando, utilizan utilidades anormales que construye regulación compleja para financiar sobornos y violencia. Mientras tanto varias fuerzas no dejan que la competencia económica elimine las rentas extraordinarias de la corrupción. Entendiendo que esto choca con ciertos aspectos de política comercial, por lo menos se debería acabar la dispersión arancelaria y normativa para pasar a un sencillo arancel plano, hacer la aduana un ejercicio facil y expedito. 

Las aduanas de Colombia son especialmente ineficientes, la última Misión Logística de DNP identificó que, comparada a sus pares de Alianza del Pacífico, las aduanas colombianas se demoran 48 horas adicionales en un trámite de comercio. Nuestra regulación no solo obliga a hacer inspección física a 30% de las mercancías, sino que el 70% de la carga regulatoria es autoimpuesta, no hace parte de tratados internacionales. Existe un laberinto arancelario tan complejo que se podría pensar que está diseñado para contrabandistas.

 

Nota recomendada: Fiscal confirma el aval de Portugal para extraditar hacia Colombia a alias ‘Papá Pitufo’

Con aranceles que oscilan entre el 0 al 40%, Colombia impone aranceles ad-valorem, específicos y mixtos. Hay que entender que muchas veces el contrabando técnico está basado en pagar aranceles para “legalizar” mercancías, utilizando partidas arancelarias de menor costo, sub-facturando, falsificando el origen o declarando volumen incorrecto. Basados en 21 secciones con 95 capítulos, hay un poco más de 10.000 partidas arancelarias en la DIAN. Lo más grave es que, en los últimos 30 años, pasamos de cubrir al 27% de las importaciones con medidas aduaneras no-arancelarias a superar el 80%. Estas últimas causan trámites innecesarios para fortalecer mafias ilegales.

La captura de Diego Marín, alias Papa Pitufo, pone la lupa nuevamente en el contrabando. Claro, tuvo ayuda para que le cambiaran generales incomodos y le nombraran directores de aduana, pero para sobornar tanta gente tenía que ganar mucha plata. No hay que ahorrar esfuerzos de la mano de la Fiscalía y agencias internacionales para auditar, la ruta de por dónde entra el contrabando es la misma por donde sale el narcotráfico.

Si un marasmo de regulación hace que se demore o sea inviable la mercancía legal, mientras la de Pitufo fluye sin obstáculos, su red obtiene rentas extraordinarias. Si, además, los aranceles son altos, la ganancia será aún mayor. Simplificar los aranceles a uno, no solo agilizaría los procesos, sino que limitaría las ganancias mafiosas al fomentar la competencia del sector formal.  Un solo arancel del 7% o 10% seria mortal para pitufo, si hay que no tocar aranceles agrícolas no habría problema. Cualquier avance en simplicidad es fatal para la mafia.

El caso de Papa Pitufo dará mucho que hablar.  Su amplio poder no podría haberse generado solo con la amistad inspectores de aduana. Si esta red colaboro con organizaciones terroristas del medio oriente, tendremos que ver como avanza la investigación. Ojalá que, al estar el tema de aduanas en la mira, se entienda que, además de ser un instrumento económico, es parte fundamental en la lucha contra las mafias.

Simón Gaviria Muñoz

Algoritmos y fe

En una era dominada por pantallas, la Fe enfrenta la inesperada intermediación del algoritmo. La espiritualidad nutrida de reflexión y comunidad, ahora compite con la inmediatez de los ‘likes’ y tendencias. Así como la imprenta facilitó la masificación de la Biblia y su interpretación, las redes sociales están propiciando un renacer de espiritualidad con lo bueno y lo malo. El éxito en las redes no se mide por la calidad del contenido, sino por reproducciones, comentarios y seguidores. En diez años, desde el 2012, el Papa Francisco acumulo 53 millones de seguidores en Twitter, convirtiéndose, según Burson-Marsteller, en el twittero más influyente del mundo. Sin embargo, las largas encíclicas han sido reemplazadas por mensajes de 280 caracteres. Aunque otras visiones también prosperan, no todas altruistas, la dinámica de la fe está cambiando en Colombia. Nuevas comunidades espirituales 100% digitales están floreciendo, aunque su interpretación puede desviarse de la ortodoxia.  

Durante la pandemia millones de fieles se convirtieron en alfabetos digitales para asistir a misas virtuales y estudios bíblicos. Diferentes religiones aprovecharon estos canales para evangelizar, compartir mensajes de esperanza, y conectar a creyentes dispersos por el mundo. En Colombia donde más del 90% de la población se identifica con alguna religión, las comunidades virtuales de oración y reflexión tuvieron especial eco. Los Caballeros de la Virgen tienen más de 400 mil seguidores en Instagram mientras que La Misión Carismática en Bogotá llega a los 210 mil. La evangelización ahora se manifiesta más allá del púlpito, la comunidad es digital.

 

No obstante, las redes sociales están diseñadas para captar la mayor atención posible, optimizando contenido que genere emociones intensas como indignación, tristeza, euforia o deseo. Esto conlleva el riesgo de trivializar o distorsionar lo sagrado para hacerlo más ‘consumible’. En un intento por ser relevantes, algunos predicadores han comenzado a replicar las dinámicas del entretenimiento digital, ofreciendo discursos simplificados con estética de espectáculo. Todos hemos visto videos virales de sacerdotes y pastores bailando en Tik Tok, el mayor despliegue se puede perder con las burlas. En este ecosistema que privilegia lo fugaz y lo escandaloso, figuras como el pastor Andrés Corson logran generar diálogos sobre valores y ética en el entorno digital. Así mismo, la comunidad de Cristovision, liderada por el Padre Ramon, ha extendido el alcance de su canal de televisión. Aunque lo más impactante es el fenómeno del surgimiento de iglesias 100% digitales como Soplo de Vida, que construyen evangelización con comunidad en un contexto digital.

Sobra decir que otras religiones también están expandiendo su alcance, en el judaísmo, por ejemplo, se facilitan desde citas para solteros hasta el estudio del Kabbalah. La masiva expansión de la inteligencia artificial está facilitando la lectura sofisticada de la carta astral, al punto que el partido comunista Chino ha tenido que emitir una circular limitando ciertos usos entre sus militantes. De todo hay.

La Fe no tiene por qué sucumbir al algoritmo. Las redes sociales pueden ser un puente o un abismo para la espiritualidad, dependiendo de cómo decidamos usarlas.

Simón Gaviria Muñoz

Descertificación de EEUU

Es supremamente odioso pensar en el proceso de certificación de la lucha contra las drogas que hace EEUU como una validación moral. EEUU es el mercado de narcóticos más grande del mundo, con costos de drogadicción estimados por el Departamento de Justicia en US$215 mil millones. Si la herramienta policiva es la mas eficaz es un debate para otro día, el hecho es que, con la proliferación de fentanilo, 27.2 millones de estadounidenses (9.7% de la población) enfrentaron problemas de adicción de drogas en 2024, según los centros de adicción de EEUU. Un tema que venia perdiendo relevancia durante este siglo volvió a ser prioridad electoral, EEUU va a dar esta batalla en todos los frentes. El mandato de Trump es claro, si pensamos que superamos la crisis estamos profundamente equivocados.

La certificación fue creada en 1986 en la ley de ayuda extranjera de EEUU, bajo la histeria de la epidemia de crack. Actualmente, solo tres países no pasan la prueba: Venezuela, Bolivia y Myanmar. La consecuencia inmediata de una descertificación sería la suspensión de la ayuda humanitaria y militar de EEUU hacia Colombia, que se espera en US$413 millones en 2025. A pesar de los problemas fiscales que enfrenta el país, podemos manejar esta situación, incluso también la pérdida del estatus de major non-nato ally que hoy gozamos. Sin embargo, lo grave serían los aranceles y trabas aduaneras que podrían imponernos. Recientemente no bajo la bandera de proteccionismo sino por no cooperar en la lucha contra el fentanilo, EEUU impuso aranceles del 10% a China.

 

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En instancias formales e informales, se menciona la inevitable descertificación de Colombia antes de septiembre. Incluso cuando se logró el año pasado, se notó favoritismo diplomático dado la falta de resultados. Se mencionó el crecimiento exponencial de las hectáreas sembradas de coca, que se estimaba en 250 mil, pero que ahora podrían superar las 300 mil. La validación de los esfuerzos era más bien una apuesta filosófica que enfrenta una respuesta holística versus la tesis del garrote. Si el gobierno está ejecutando el power point que le vendió a EEUU en departamentos como Cauca, claramente no está logrando los resultados esperados. Todo viene en deterioro.

La administración Trump no tiene paciencia ante la falta de resultados, a menos de que se realice un esfuerzo diplomático descomunal mas genuinos resultados, será muy difícil revertir la situación. Esto podría incluir el nombramiento de un nuevo embajador o un enviado especial a Washington en quien confíen los Republicanos, así como la dedicación semi-exclusiva de la Canciller y un compromiso material del nuevo Min Defensa. En complemento, las obras oratorias como las del presidente en Naciones Unidas y Europa se deben suspender. Los problemas se pueden resolver, pero debe haber voluntad para abordarlos.

Con exportaciones a EEUU que alcanzan los US$14,337 millones, estos aranceles podrían ser destructivos. El daño seria especialmente dañino para sectores como el café, flores, aguacate, o el banano que gozan de márgenes apretados. Así el gobierno piense diferente a Trump, debe hacer lo posible para pasar la tormenta. Esa sensibilidad diplomática del gobierno para no ofender ni a Venezuela ni a Rusia, podríamos usarla en EEUU.

Simón Gaviria Muñoz

El desastre en tv

En la historia reciente del país, ningún evento público del gobierno había causado tanto daño a su imagen como el consejo de ministros televisado. Lo que normalmente es una obra de teatro aburrida y cuidadosamente coreografiada, aquí se convirtió en un espacio de denuncia, insulto y traición. Mientras el desastre ocurría en vivo y directo, cientos de miles de personas sintonizaban sus televisores. En las redes sociales, se especulaba en tono de broma si los canales privados tendrían la oportunidad de ofertar por los derechos exclusivos de transmisión. Es probable que en sectores de izquierda se sienta una gran frustración: tras décadas de lucha por el poder, salir con este desastre. Cada vez es más evidente que el proyecto progresista será solo un fenómeno de un periodo presidencial, la única esperanza política será apoyar a un candidato en segunda vuelta para ver qué queda vivo.

No tengo claro si las denuncias sobre los vínculos del gobierno con alias Pitufo son ciertas o son un montaje para perjudicarse mutuamente, pero la situación no pinta nada bien. Las autoridades nos darán claridad sobre el asunto, pero la narrativa de superioridad moral que el Pacto Histórico utilizó en las últimas elecciones ya no estará presente. La exministra de Ambiente fue la que mejor expresó esta frustración, a pesar de creer en las ideas del gobierno, le resultó imposible continuar como funcionaria. Es el típico ejemplo de un gobierno que hace campaña con un discurso, pero gobierna con otro.

 

Independientemente de la óptica moralista sobre estos años de petrismo, es difícil argumentar electoralmente que lo que necesita Colombia es continuidad, cuando los retrocesos económicos son tan evidentes y el deterioro del orden público es profundo. Esto se vuelve especialmente crítico si se confirma el rumor del hueco fiscal, el cual podría superar los $50 billones, esta realidad solo ofrece decisiones políticamente difíciles. Un mensaje de más de lo mismo será perdedor, como lo ha demostrado la experiencia electoral de la última década, Colombia anhela un cambio. Si ese cambio es ideológico, si el país busca a alguien con más experiencia o quiere a un “outsider”, eso aún está por definirse.

Ante esta realidad, es difícil pensar que el Congreso apruebe alguna de las reformas propuestas por el gobierno, especialmente si ninguno de los ministros que las redactó está presente para defenderlas. Además, muchos de los colaboradores “moderados” que se “sacrificaron” en los ministerios para “moderar” el tono de gobierno están renunciando para aspirar a la presidencia o al Senado. Bien haría el Congreso si además de frenar estas reformas innecesarias, ejerce un mayor control político, que ha estado notablemente ausente durante este periodo.

Con el tiempo restante, es altamente improbable que se pueda construir un argumento de continuidad en la Casa de Nariño. También es difícil que nuestras cortes y fuerzas armadas apoyen cualquier intento de romper con la Constitución. Los tiros a tres bandas de suspender elecciones tampoco tienen cómo prosperar. El enfoque nacional será que esto acabe de la mejor manera posible, ayudar si hay esfuerzos de responsabilidad fiscal. Aunque las instituciones han salido lastimadas, ofrecieron el contrapeso correspondiente frente los excesos. Colombia sí tiene futuro.

Simón Gaviria Muñoz

Integración servicios públicos

Las leyes 142 (saneamiento básico) y 143 (energía) son los pilares de la profunda transformación de servicios públicos en Colombia de los últimos 30 años. Permitieron la transición de la ineficiencia politizada, a un modelo de Estado regulador que incentivó la inversión en cobertura y calidad. Su eje central fue la promoción de la competencia, entendiendo que los monopolios sin control, sean públicos o privados, perjudican al consumidor. Adicionalmente, los pírricos presupuestos estatales, no alcanzaban para subsanar décadas de sub-inversión. Los avance tecnológico demandan más inversión y competencia no menos. Con convergencia de telecomunicaciones, energía, y agua en retos de acceso de ultima milla física en el hogar y ultima milla digital en el celular, es hora de coordinar mejor la regulación.

El impacto positivo es indiscutible. Según datos de Andesco, entre 1990 y 2023, las coberturas en millones de usuarios aumentaron de manera exponencial: energía 4.023%, gas domiciliario 62.500%, acueducto 3.884%, alcantarillado 4.057% y aseo 4.843%. Este crecimiento alcanzó, en muchos casos, coberturas cercanas al 97%-99%, siendo la ruralidad extrema el mayor obstáculo para una mayor expansión. Además, bajo los principios de estas leyes, surgieron sectores como internet fijo, telefonía móvil y televisión paga, desarrollados sin necesidad de recursos públicos. Al pasar de empresario a regulador, el Estado logró que actividades que antes generaban pérdidas ahora contribuyan con casi el 11% del total del recaudo tributario.

 

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La regulación del futuro debe abordar desafíos emergentes como el despliegue de infraestructura 5G, la disminución de pérdidas a través de medidores inteligentes, o la promoción de ciudades inteligentes. La última milla es crítica y la coordinación entre la CRA, CREG y CRC es fundamental, no pueden avanzar cada una como rueda suelta. Estas entidades deben alinearse para gestionar la creciente interdependencia entre servicios: la facturación de energía asegura la viabilidad de servicios de aseo o la compartición de infraestructura de ciudades inteligentes. El futuro es convergente, pero persisten retos.

La crisis energética en el Caribe contrasta con los avances logrados por regiones con menores entornos de desarrollo. Las inversiones necesarias para salvar esta región, son tan significativas que solo dos empresas públicas (Pereira y Medellín) asumieron el riesgo, a costa aumentar los privilegios para las empresas previas a la Ley 143. La competencia se puede incentivar si se garantizan condiciones de igualdad, todos en la cama o todos en el suelo, y evitando la peligrosa influencia de la información privilegiada.

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En su momento, la poderosa bancada antioqueña no permitió a separar las funciones de generación, distribución y transmisión. La privatización parcial de las de empresas municipales otorgan a privados ventajas no razonables en el espacio publico. Propuestas de expandir el conglomerado de Ecopetrol a lo divino y lo humano generan mas preocupaciones. Cualquier actualización que regula la convergencia debe profundizar la inversión y la competencia. Antes de hablar de fusionar las comisiones de regulación, una vez el presidente logre nombrar la CREG, estas podrían empezar a hacer reuniones de coordinación de agenda regulatoria.

Simón Gaviria Muñoz

Rey dólar

En los últimos 6 meses, el peso colombiano se ha devaluado cerca de un 10% frente al dólar, mas o menos de $4.000 a $4.400. Así como hay un “descuento Petro”, también en EEUU la fortaleza del dólar tiene explicación: Trump. Sus políticas proteccionistas y tributarias son revaluacionistas. Desde junio, en plataformas de apuestas como RealClear Polling, Trump tomó la delantera, alcanzando un pico después del atentado que solo se freno las dos semanas después del anuncio de Kamala. Los inversionistas apostaron a las consecuencias de la presidencia de Trump, desde que punteo en las encuestas se empezó a fortalecer el dólar.

Los mercados celebraron la designación de Scott Bessent en el Tesoro y Howard Lutnick en Comercio, ambos con hojas de vida admiradas, inspiran la confianza de voces tranquilas en el gobierno. Cabe destacar que, en 2024, Bessent advirtió que el aumento de aranceles comerciales sería inflacionario y conduciría a “revaluar el dólar, lo que sería contraproducente para un renacer industrial.” Aunque este comentario lo podría hacer un estudiante de primer semestre de economía, toma especial connotación cuando es pronunciado por el prospectivo Secretario del Tesoro. Refuerza la teoría que la amenaza de incrementos arancelarios será utilizada, pero no de manera arbitraria sino de manera táctica.

 

Durante estos seis meses, mientras el peso colombiano perdió 10% frente el dólar, el peso mexicano cayó un 18%. Aunque existe la posibilidad de que EEUU imponga aranceles a México, parece más probable que Trump exija aumentar la cooperación en la lucha contra el narcotráfico, y especialmente en frenar la inmigración ilegal. Es difícil pensar que EEUU pueda librar una guerra comercial contra China, abriendo un segundo flanco contra Canadá y México. Durante la presidencia anterior de Trump, la presión política sirvió para actualizar y mejorar el acuerdo comercial de Norte América. Después la elección y nombramiento del gabinete, el peso mexicano lleva un mes estable.

En el contexto colombiano, durante la administración Duque, Colombia cometió el mismo error de Petro, tomar partido en las elecciones de EEUU, perdimos margen de maniobra frente a Biden aunque eventualmente nos recuperamos. Esta vez será mas difícil, la postura actual del gobierno colombiano frente Israel y su neutralidad frente a Rusia, agravan la situación. En el mejor escenario, Argentina podría reemplazar a Colombia como el aliado más cercando de EEUU en América Latina, con los consecuentes recortes en cooperación y inversión. En un panorama más pesimista, la enemistad personal entre Petro y Trump podría involucrar a Colombia en la presión total que se impondrá sobre Venezuela.

El comportamiento del dólar refleja más la fortaleza de la economía estadounidense que una debilidad del peso colombiano. El proteccionismo impulsado por Trump, sin duda, tendrá un efecto de revaluación del dólar frente a todas las monedas. Además, se vuelve evidente que la tasa de impuestos del 21% de EEUU tendrá 10 años más de vigencia. Digamos lo que digamos, el brillo de invertir en Colombia cada vez es menor, especialmente cuando el impuesto en EEUU es menos de la mitad que el colombiano. Una dosis de libertad económica podría no solo fortalecer el peso, sino también impulsar el crecimiento del país.

Simón Gaviria Muñoz

Mercado de esmeraldas

La historia esmeraldera esta marcada violencia y grupos al margen de la ley. Aunque nuestra riqueza es incomparable en esmeraldas, esta no se refleja ni en Boyacá, su principal productor, ni en el resto del país. Se pensaba que las aguas turbias del sector eran cosa del pasado, pero el sicariato del esmeraldero Pedro Aguilar revivió los fantasmas. A pesar de esto, la reciente subasta internacional anual de esmeraldas organizada por Fura Gems ofrece esperanza. Este evento no solo generó ventas por más de US$35 millones, sino que rentablemente pago IVA y regalías. Se requiere transformar el sector, la informalidad lleva frenando su desarrollo, debe convertirse en un gran negocio a pesar de las fuerzas que no dejan.

Colombia es la potencia mundial de esmeraldas, seguida por Zambia, Brasil y Rusia. Produce el 35% del mercado global, el 81% de las de alta calidad y el 95% de mas alta gama. Sin embargo, solo el 20% de estas piedras se cortan y pulen en el país, eso sí, con altísima calidad, pero India es el líder de lejos. La facilidad del sector para el lavado de activos y contrabando construyen fuerzas para la generación de valor agregado. En Colombia deberían desarrollarse no solo las mejores técnicas de corte, sino la joyería más prestigiosa de esmeraldas del mundo. Esfuerzos para formalizar a través de denominación de origen del gobierno Duque fueron frenados por la SIC por temor a la protesta social.

 

Con frecuencia, lo único que queda para el país son piedras preciosas escondidas en el pantalón de un viajero escapándose por El Dorado. Según Fedesmeralda, las exportaciones oscilan entre US$100-150 millones anuales. Sin embargo, otras fuentes, como Resourcetrade.earth, estiman que las ventas internacionales podrían duplicar esas cifras. Las regalías apenas alcanzan los US$2.33 millones, ya que, solo son 449 contratos de concesión minera vigentes, solo 250 están en producción. Se estima que la informalidad sectorial podría superar el 60% del mercado, aunque la verdad nadie lo sabe.

Genera esperanza la Resolución 759 de la Agencia Nacional Minera, que permitirá el lanzamiento de la Plataforma de Trazabilidad de Minerales. Este sistema, abarca desde la extracción hasta la comercialización, unifica plataformas como el RUCOM y GENESIS, permitiendo la trazabilidad. Además, de facilitar certificación de origen, una herramienta clave para construir una marca de país, se requiere certificar en sostenibilidad, calidad, y derechos humanos. Si la esmeralda colombiana, cuyo precio superara en un 50% quilates similares de Zambia o Brasil, tuviera una certificación nacional simplificaría la comercialización internacional. Incluso, algo como un Juan Valdés esmeraldero también sería útil.

El poder político del sector esmeraldero históricamente protege la informalidad, en algunos casos, la ilegalidad. No permitir la creación de estándares le acabó haciendo daño al largo plazo. Con herederos sofisticándose y la llegada de jugadores internacionales, se abren oportunidades de valor agregado. El desarrollo de una industria de renombre tiene un enorme potencial, que podría ampliarse con el incremento del turismo: Porque no regalar anillos de esmeraldas en vez diamantes de compromiso. Al final del día, no todo lo que brilla es oro, pero puede ser hasta más valioso.

Simón Gaviria Muñoz