Empezó con una amistad, se convirtió en una historia de amor y terminó como una innovación para salvar vidas de pacientes con cáncer.
El chico que conoce a la chica enferma de gravedad; él casi deja en bancarrota su empresa para salvarle la vida, ella se recupera y él se da cuenta que ha construido un negocio exitoso que podría ayudar a salvar millones de vidas. Ambos viven felices para siempre.
Jorge Cortell arriesgó la empresa que fundó, sus costumbres y todo su mundo con el único propósito de salvar al amor de su vida del cáncer de mama. Como fruto de su esfuerzo, actualmente figura como miembro de un equipo científico junto con el Servicio Nacional de Salud (NHS, por sus siglas en inglés) del Reino Unido y Microsoft, para que sus inventos estén al servicio de la oncología.
Lo que comenzó como un reto personal, ha revolucionado la manera en la que se abordan las patologías de cáncer, que en 2012 acabaron con la vida de 8,2 millones de personas en el mundo, de acuerdo con las más recientes cifras de la Organización Mundial de la Salud.
El logro de Cortell no sucedió en un laboratorio, no hubo tubos de ensayo o experimentos científicos. Él utilizó su computador para enfrentar el cáncer, crear diferentes programas. Microsoft Azure fue la plataforma sobre la que construyó la solución para que los doctores compartieran, de manera sencilla (con un click), imágenes de tumores en el cuerpo humano, revisaran el historial médico de los pacientes y determinaran qué medicamentos podían funcionar para cada caso particular.
Lo cierto es que Cortell ha encontrado una solución para un problema de fondo que existe en el mundo médico, que por lo generar cuenta con presupuestos limitados. En la medicina hay múltiples sistemas de computación, sin embargo ninguno de ellos trabajaba entre sí, hasta este momento.
Jorge entendió qué tan frustrante y fatal era un diagnóstico de cáncer cuando hace cuatro años conoció a Stephanie, una paciente con cáncer de mama, en Nueva York, a quien acompañó a numerosas citas en el hospital, y quien tuvo que aguantar que las muestras de su tumor tomaran semanas en regresar, que se tuvieran que hacer nuevamente y que los oncólogos no tuvieran acceso a las muestras de tejido o por lo menos a las imágenes.
En ese entonces, Kanteron, su empresa de seis años de antigüedad, se enfocaba sólo en manejar y distribuir imágenes médicas y escaneos a los doctores. Era una empresa exitosa en un mercado de más de 200 firmas que hacen lo mismo.
Todo cambió durante el tratamiento de Stephanie
“Les dije a mis desarrolladores que pararan lo que estuvieran haciendo y que invirtieran todo lo que teníamos en investigación y desarrollo para crear esos componentes que faltaban”, comentó Cortell, de 44 años de edad.
Kanteron, una empresa con oficinas en España, Reino Unido, Estados Unidos y Perú, de pronto cambió su rumbo para enfocarse en tres áreas: patología digital, genómicos y bio-sensores.
La primera parte estableció la manera de estandarizar los escaneos para que los radiólogos los pudieran ver sin importar qué sistema utilizaban. En la actualidad, existen muchos escáneres digitales de patología y todos producen imágenes en su propio formato; por lo tanto, si un radiólogo envía una imagen a un colega, es probable que él o ella no puedan verlo, un escenario que Cortell define como “ridículo”.
Después se concentró en genómicos. Se propuso encontrar una solución al problema que representa que la mayoría de los medicamentos sean prescritos con base en prueba y error: a un paciente se le da una medicina, la toma pero no funciona, así que regresa con su doctor para que el proceso comience de nuevo. “Necesitas cambiar a otra y luego a otra; y cada vez que haces esto es tiempo y dinero desperdiciados y pones en riesgo al paciente”, revela Cortell, y agrega que entre 25% y 75% de los medicamentos no funcionan para una persona.
Kanteron creó una sola base de datos que permite a los doctores ingresar a ella en segundos y ajustar los medicamentos a pacientes específicos, basados en su perfil genómico.
Por último, apoyándose en sensores biométricos como dispositivos wearable que miden estadísticas corporales, Cortell creó un programa que les permite a los médicos ver todos los datos recopilados de productos como la Microsoft Band, en una pantalla. “El doctor puede decir: ‘este día usted dijo que no pudo dormir bien o tuvo dolor de cabeza’…así los médicos pueden ver las mediciones y entender qué pasó un día antes para tener una perspectiva clara y rápida de lo que sucede con el paciente”.
Toda la idea era una gran apuesta y una que, según admite Cortell, no tenía sentido desde un punto de vista corporativo. Sin embargo no podía quedarse sin hacer nada.
“Casi dejé en bancarrota a la empresa. Todo era muy irracional. Cuando tomas decisiones basado en proyectos, mercados y estadísticas, en ocasiones los números cambian, así como tu visión y todo se complica. En este caso, eso no importaba… Ver cómo se desvanece ante tus ojos el amor de tu vida es una gran motivación… Esto era personal, y yo era dueño de la compañía, así que tomé el riesgo”.
Cortell pasó por seis cirugías en cada rodilla que fueron fruto de una lesión producida mientras jugaba básquetbol. En un giro del destino, fue esta terrible lesión la que puso a Cortell en el camino para crear Kanteron. El futuro hombre de negocios se obsesionó con ver las imágenes médicas de sus miembros reconstruidos.
El negocio fue un éxito. En 2011, Cortell voló a Nueva York para abrir la subsidiaria de Estados Unidos, y ahí conoció a Stephanie. Originaria del norte de Nueva York, ella volaba de regreso al país al mismo tiempo. Se convirtió en agente de viajes y comenzaron a salir.
Un millón de líneas de código computacional después, Kanteron creó el Servidor Translacional de Información Médica (TMIS, por sus siglas en inglés), el primer y único sistema integrado personalizado de medicina en el mundo. TMIS ha conseguido desde entonces, bastantes reconocimientos internacionales, entre ellos el Premio de la Asociación Digital Patológica.
El trabajo fue completado mientras Stephanie entraba a un largo y duro programa de tratamiento que involucraba una cirugía. Ella luchó, se recuperó y se ha mantenido libre de cáncer por dos años.
A pesar de su alivio y satisfacción, Cortell sentía que su trabajo no había terminado. Él quería ayudar a más gente como Stephanie, “el objetivo es ser global”, comenta.
En una apuesta para asegurarse que la mayor parte de los expertos e instituciones médicas adopten el programa, Kanteron hizo a TMIS con código abierto en Azure, la solución de nube de Microsoft, “tenemos todos los datos y las pruebas de que es seguro y también de todas sus ventajas”.
Kanteron ahora tiene clientes en cuatro continentes, mientras que los pedidos se mantienen en cientos de millones de dólares y van en aumento. “Duplicamos las ganancias el año pasado y las triplicamos este año y apenas vamos a mitad del camino”, agrega Cortell.