Jerzy Janowicz se convirtióen el primer finalista del torneo de Bercy, el primer jugador procedente de una fase previa que llega a la final del último Másters 1.000 del año, tras una semana de juego excepcional que ha hipnotizado al omnisport parisiense.
El joven jugador, que en diez días cumplirá 22 años, dominó en semifinales con maestría al ídolo local, el francés Gilles Simon, que sucumbió en dos mangas, 6-4, 7-5 en casi hora y media de partido.
Se convirtió así en el primer jugador procedente de la fase previa que llega a la final de un Másters 1.000 desde que lo hiciera el argentino Guillermo Cañas en Miami en 2000. Y mañana disputará el trofeo ante el vencedor del duelo entre el español David Ferrer, cuarto cabeza de serie, y el francés Michaël Llodra, invitado por los organizadores.
Su grito liberador tras el triunfo, sus lágrimas y su gesto incrédulo en el centro de la moqueta de Bercy mostraron la talla de la proeza que acababa de realizar, la que le da derecho a jugar la final de uno de los nueve Másters 1.000 que, hasta este de París se habían repartido entre Roger Federer, Novak Djokovic y Rafa Nadal.
Parece prematuro situar entre esos nombres a un jugador que hasta la semana pasada era el 69 del mundo, aunque tras su buena semana parisiense, puede avanzar 30 puestos.
Pero su proeza es ya digna de entrar en los libros de historia y deja entrever que su nombre, hasta ahora apenas conocido como el de un prometedor -ganó los torneos júnior de Roland Garros y Wimbledon-, va a dar guerra en el circuito.
Oriundo de Polonia, donde el tenis no es un deporte muy popular, Janowicz se ha encaramado a la final de un grande apoyado en su juego y, quizá también, en la ausencia de algunos de los grandes, que han pasado de puntillas por París pensando más en la Copa de Maestro de Londres.
Pero el espigado jugador habrá dejado ya su impronta en el torneo, que a falta de los capos del circuito, ha vibrado con su juego.
Su lista de presas es impresionante: el número 3 del mundo, el escocés Andy Murray, al que derrotó en octavos; el número 9, el serbio Janko Tipsarevic, su víctima en cuartos; o el croata Marin Cilic, del que se deshizo en segunda ronda.
Antes había superado la fase previa y había derrotado al alemán Philipp Kohlschreiber en primera ronda, todo un maratón que no pareció hacer mella en este bigardo de 203 centímetros habituado a sacar a más de 230 por hora, pero que en Bercy, su primer torneo de entidad, ha demostrado que es algo más que un cañonero.
Tiene un juego rico, con una paleta de golpes nutrida, se mueve bien desde el fondo de la pista, volea con mucha solvencia y su derechazo hace temblar la pelota.
Un abanico de juego que cobró su máxima expresión contra Simon, el rival que menos problemas le causó, el único que cayó en dos mangas.
Los doce puntos directos de saque que logró el polaco, pueden hacer pensar que ganó el partido con su servicio. Pero Janowicz hizo mucho más que sacar fuerte, completó el juego con golpes magistrales, constantes dejadas en la red y una variación permanente de raquetazos que acabaron por desesperar a Simon.
Le bastó con romper el saque del francés en el quinto juego para anotarse la primera manga, ya que su servicio fue inaccesible para el galo, que no gozó de ninguna bola para arrebatárselo.
Se repitió el guión en la segunda, aunque esta vez fue en el undécimo cuando la fruta cayó del árbol.
Janowicz recibió la ovación del público, pese a que había acabado con un francés. “Les veo mañana. Hoy he sacado fuerte, pero mañana quiero sacar a 250 por hora”, advirtió. Un aviso para navegantes.