Me pilla el toro

Lo sé, sé que me iba a pasar. Sabía que tarde o temprano me vería desbordada por la cantidad de temas de los que hablar y que no podría comentarles mucho. No por no estar al día, sino porque la vida me sobrevendría y no tendría tiempo de poner en claro mis ideas.

Sé que toca tener artículos de ‘nevera’, de esos atemporales que te sirven para un momento crítico como este de ahora. Debería haberlo hecho, pero la vida transcurre entre el deseo y el hecho. Y el hecho es que esta semana mi mundo se ha vuelto del revés y no he tenido tiempo ni de pensar.

Déjenme que les cuente. Hace un mes que vivo con una tubería rota. Desde el primer momento pensé que era cosa de la calefacción y no le di la importancia que debía. La realidad es que ha sido peor. La tubería rota ha sido la que lleva las aguas sucias de casa a la calle. Imaginen cuál es el agua sucia, no quiero darles más detalles. Se rompió por la zona que recorre en el cuarto de invitados.

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Es una habitación ideal, tapizada en papel textil beis, con dos camitas de madera blancas, pintadas a la tiza, cubiertas con dos edredones muy mullidos de flores pequeñitas que gracias a este percance se parecía más la versión japonesa de Dark Water, que a la habitación de aire inglés que tan amorosamente había decorado en su día. Miedo y terror de entrar y ver la mancha oscura de humedad cada vez más grande. ¡Ansiedad!, como diría @nachter si yo fuera millenial.
La realidad es que la ansiedad viene por lidiar con el seguro, con los fontaneros, con el pintor en alemán, mi idioma escogido a la fuerza.

Emigrantes así, sí

La suerte que tengo, y esto yo se lo adjudico a la fe que deposito en mis oraciones al cielo, es que he dado con La Empresa. La única de fontanería que hay en mi pueblo. La única con un español al frente. ¿Es o no es regalo del cielo? Un hombre servicial, simpático y bueno, que me ha resuelto el tema del seguro, el pintor y el fontanero. Ansiedad fuera.

Un hombre como Ilia Topuria, el campeón de peso pluma; adaptado a su cultura de acogida, agradecido y normal. Hijo de emigrantes, integrado, trabajador, que ha tomado las riendas de un negocio y de momento lo hace bien. Así, como él, son la mayoría de los emigrantes que conozco. Gente que con esfuerzo y educación sale adelante y saca adelante a su familia, y a otras familias que contratan en sus negocios. Ejemplos de esfuerzo, de superación, de mejora social, de integración completa.

Nada de parásitos que reclaman ayudas y esperan que el estado les resuelva sus problemas. Lo que esperan es que sus impuestos se distribuyan bien, de manera que, si hay problemas, ellos, como generadores de empleo, creadores de riqueza, tengan ayudas en caso de necesitarlo.

Yo quiero más gente como Topuria, como mi fontanero y como todos los que hemos venido a otro país a ganarnos la vida. Nadie puede tener queja -salvo el envidioso – del bien que deja el trabajo de otro.

Romper la tranquilidad

En medio del caos de la semana, la gripe quiso dejar alguien postrado toda la semana en cama. Ha paralizado mi mundo, porque nada me duele más que ver padecer al que quiero. Los quehaceres se me se han acumulado porque me pillan con menos brío y me han pillado con los deberes sin hacer. Ni la plancha siquiera.

Sólo he alcanzado a ver un par de noticias. Aquí en Alemania crece el descontento, el recelo al inmigrante, al que llega de fuera. La verdad, no es que haya que temer por el auge de la AfD, yo no temo en absoluto. Temo más por los que no piensan y cancelan al diferente. Temo por los que para acoger al refugiado que viene de fuera son capaces de expulsar a 40 ancianos de sus residencias, como ya ha pasado en Berlín. Supongo que porque el estado paga más por un refugiado que por un anciano. Temo porque mientras el canciller Olaf Scholz dice que no va a permitir la llegada de más inmigrantes ilegales y que va a poner medidas más duras, pide y se manifiesta contra un partido que de momento es absolutamente legal y que tendrá que encontrar la oposición en las urnas, que es en democracia, donde las ideas encuentran o no refrendo.

Alemania necesita trabajadores, gente cualificada y trabajadores preparados. No son ellos, los que vienen a aportar, a los que la AfD quiere expulsar de sus pueblos y ciudades, sino los que lejos de integrarse, delinquen y causan el caos en sus tranquilas vidas, amparados por los que los defienden, los mismos que se manifiestan a favor de cancelar al que piensa diferente.

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