Por: Guillermo Federico Llinás Angulo, Director Ejecutivo Colectivo Vivirsanamente
La correspondencia entre estas tres tradiciones indica que la espiritualidad es mucho más que una necesidad psíquica y emocional: es una necesidad biológica innata. Nuestro espíritu, nuestra energía y nuestro poder personal son una sola y única fuerza.
Las siete verdades sagradas que comparten estas tradiciones están en el núcleo de nuestro poder espiritual.
Las Verdades Sagradas nos enseñan la forma de orientar el poder o fuerza vital, que circula por nuestro organismo. En efecto, encarnamos esas verdades en nuestros siete centros de poder; forman parte de nuestro sistema interno de orientación física y espiritual, y al mismo tiempo son un sistema externo de orientación para nuestro comportamiento espiritual y para la creación de salud.
Las primeras culturas que crearon estas mitologías divinas exploraron así su naturaleza emocional y psíquica y los poderes intrínsecos del espíritu humano. Cada cultura expresaba así sus ideas respecto a las transformaciones y los tránsitos del viaje espiritual universal, el viaje del héroe, en palabras de Joseph Campbell.
Ver el problema dentro de un marco espiritual acelera el proceso de curación, porque añade una dimensión de sentido y finalidad a sus crisis y las capacita para contribuir a curarse a sí mismos; co-crean su salud y re-crean su vida.
Puesto que el estrés humano siempre corresponde a una crisis espiritual y es una oportunidad de aprendizaje espiritual, casi cualquier enfermedad permite una nueva percepción respecto al uso, mal uso o mala dirección del espíritu o poder personal.
Estas enseñanzas literales y simbólicas redefinen la salud espiritual y biológica y nos sirven para entender lo que nos mantiene sanos, lo que nos hace enfermar y lo que contribuye a sanarnos.
Las tres tradiciones han creado siete verdades espirituales: Sacramentos, Chakras, Sefirot, que trascienden las fronteras culturales, y en el plano simbólico constituyen un mapa de carreteras para nuestro viaje por la vida, un mapa de carreteras impreso en nuestro diseño biológico. Una y otra vez los textos sagrados nos dicen que la finalidad de la vida es comprender y desarrollar el poder del espíritu, poder que es esencial para nuestro bienestar mental y físico.
Abusar de este poder agota el espíritu y arrebata fuerza vital al cuerpo físico. Dado que la energía divina es inherente a nuestro organismo biológico, todo pensamiento que nos pasa por la mente, toda creencia que alimentamos, todo recuerdo al que nos aferramos, se traduce en una orden positiva o negativa a nuestro cuerpo y espíritu.
Estas siete enseñanzas de vida nos dirigen hacia una conciencia mayor. Pero si hacemos caso omiso de nuestra responsabilidad y necesidad de aplicarnos conscientemente a aprender estas lecciones espirituales, la energía que contienen se puede manifestar en forma de enfermedad.
La Fe Bahá’í, comunidad mundial, sostiene que “Todas las grandes religiones del mundo son divinas en su origen; que sus principios básicos están en completa armonía; que sus finalidades y propósitos son idénticos; que sus enseñanzas no son sino distintas facetas de una sola verdad; que sus funciones se complementan; que estas distintas religiones difieren solamente en los aspectos no esenciales de sus doctrinas; y que sus misiones representan etapas sucesivas en la evolución espiritual de la sociedad humana.” (La Casa de adoración Bahá’í en Nueva Delhi, India, es conocida como Templo del Loto).
La inmortalidad y la vida del más allá son comunes para las grandes religiones:
Krishna: Así como un orfebre toma un pedazo de oro y lo reduce a otra forma nueva y más bella, así el alma separada de este cuerpo y desposeída de ignorancia se convierte en otra forma más bella y nueva. (Upánishad Brihad-Áranyaka 4, 4)
Buda: Aquel individuo que en este mundo refleja pensamientos rectos, que dice palabras discretas y que obra con justicia; el que es virtuoso en esta vida asciende a los cielos después de la disolución del cuerpo. (Ita Búttaka 71)
Zoroastro: El sabio Señor con dominio y piedad nos dará la felicidad e inmortalidad de acuerdo a la rectitud de su Espíritu Santo y por los mejores pensamientos, hechos y palabras. (Yasna 27, 1)
Moisés: Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno; porque tú estarás conmigo… Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa de Jehová moraré por largos días. (Salmos 23, 4 – 6)
Jesucristo: Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. (San Juan 10, 27 – 28)
Muhammad: A quien anhele la recompensa de la otra vida, se lo acrecentaremos; en cambio, quien prefiera la de la vida mundanal, también le concederemos algo de ella, pero no participará de la otra vida. (Corán, Sura 42, 20)
Bahá’u’lláh: No os apenéis si, en estos días y en este plano terrenal, cosas contrarias a vuestros deseos han sido ordenadas y manifiestas por Dios, porque días de inmensa alegría, de delicia celestial, hay de seguro en abundancia para vosotros. Mundos, santos y espiritualmente gloriosos, serán descubiertos a vuestros ojos. (Pasajes de los escritos de Bahá’u’lláh, ClIII)
Los chakras, los sacramentos y las sefirot son idénticos. Si logra sentir y comprender el poder simbólico contenido en todas estas tradiciones, habrá comenzado a utilizar el poder de la visión simbólica. Comprenderá la teología como una ciencia de la curación del cuerpo, la mente y el espíritu.
Combinar la sabiduría del sistema de chakras con el poder sagrado inherente a los sacramentos cristianos y las características divinas expresadas por las sefirot; nos da una visión profunda de las necesidades del espíritu y cuerpo. Aquello que sirve al espíritu enaltece al cuerpo. Aquello que mengua al espíritu mengua el cuerpo.
En estas tres tradiciones espirituales, el mundo físico proporciona el aprendizaje a nuestro espíritu, y las «pruebas» que en él encontramos siguen una pauta bien ordenada.
En el sistema de chakras cada centro de energía almacena determinado poder. Estos poderes ascienden desde el poder físico más denso hacia el poder más eterico o espiritual.
Es extraordinario cómo las dificultades o los retos con que nos enfrentamos en la vida siguen también esta pauta.
Los chakras uno, dos y tres están calibrados para los asuntos o problemas que nos exigen poder físico o exterior. Los chakras cuatro, cinco, seis y siete están calibrados para el poder no físico o interior.
Sí los emparejamos con los sacramentos y las sefirot, no sólo disponemos de un programa para el desarrollo de nuestra conciencia sino también de un lenguaje espiritual de curación, a modo de mapa simbólico vital de los inevitables desafíos que encontramos en el proceso de curación.