Alfredo Soderguit, director uruguayo de la película animada Anina, que aun continúa en las principales salas de cine de nuestro país, habló con Confidencial Colombia sobre su primer trabajo cinematográfico, su pasión por la ilustración y sus próximos proyectos que tendrán lugar en Colombia.
Con una gran fascinación por la narración gráfica, el cine y el dibujo animado, Soderguit ha trabajado por más de diez años como ilustrador de literatura infantil para diferentes editoriales. En 1999 sus ilustraciones fueron seleccionadas y expuestas en la bienal internacional de Bratislava en la República Checa, una de las más amplias e importantes del mundo.
Ha ilustrado más de cuarenta libros tanto en Uruguay como en Argentina y Noruega, entre los que se destacan “Los cazaventura”, una colección de seis tomos de Helen Velando; “Historias de magos y dragones” de Fernando González; y la novela infantil del escritor uruguayo Sergio López, Anina Yatay Salas, que después de más de ocho años, vuelve a ilustrar para realizar su primer opera prima “Anina”, toda una aventura de ida y vuelta.
Confidencial Colombia: ¿Qué sintió Alfredo Soderguit al volverse a reencontrar con un trabajo que había ilustrado hace 8 años y que ahora pasa al cine?
Alfredo Soderguit: De alguna manera fue como continuar un proceso. La realización de las ilustraciones que hice hace tantos años, fue como la primera parte de la película incluso. Trabajamos mucho con las ilustraciones del libro como idea para desarrollar escenas para la película.
El hecho de convertirlo en una película y verla finalmente realizada fue un orgullo y un placer sobre todo por lo bueno que le aporto cada miembro del equipo: ver cómo se conjugo la música, las voces de los actores, todo sobre la misma idea.
C.C.: ¿Qué tiene Anina de Alfredo y qué tiene Alfredo de Anina?
A.S.: Anina tiene mucho de Alfredo porque de alguna manera a mi me transporto directamente a mis 10 años cuando cualquier problemática era de dimensiones increíbles. El punto de vista de los niños, en esa edad sobre todo, es como cuando te estás enfrentando a nuevas cosas en la vida, la relación con los demás, etc. Muchas veces los problemas son lo bueno y lo malo, todo se vuelve gigantesco y cobra una importancia muy grande.
En el momento que leí el libro esa fue una de las cosas que más me hizo sentir a Anina en relación a mi niñez. Cuando yo tenía 9 años pensaba que a los 10 iba a estar casado y con hijos, o sea, tan lejos estaban los 10 años de los 9 y de alguna manera Anina tiene eso también, esa manera de ver el mundo como tan inconmensurable.
C.C.: ¿Cuál es el mayor reto cuando se traslada un proyecto del lenguaje literario al lenguaje cinematográfico?
A.S.: El lenguaje cinematográfico es un lenguaje muy sofisticado. Yo muchas veces digo que ilustrar un libro es interpretar la historia a través de las artes visuales. Es algo similar hacer una película pero con muchos más engranajes de por medio.
Los libros tienen una estructura. La lectura es algo muy íntimo donde siempre es el lector y el que propone el libro. Generalmente es como una especie de acuerdo entre dos o tres personas. El escritor y el lector de alguna manera establecen un dialogo muy intimo.
En el caso de una película hay una confluencia de elementos y de técnicas como la actuación, la música, la ambientación, la iluminación, las artes plásticas, todo tiene que estar al servicio de la misma historia para contar lo mismo y transmitir la misma idea. Esto significa que hay una vivencia muy intensa y muy social que implica sobre todo una coordinación en lo técnico.
Ese es el desafío más grande, lograr combinar todos esos elementos y seguir manteniéndose fiel a la esencia.
C.C.: A la hora de hacer esta traducción al lenguaje cinematográfico, ¿Cómo saber que depurar, qué debe dejarse y qué no pasa a la película?
A.S.: Es algo que se va viendo también sobre el proceso. Yo trabaje con Federico Ibáñez, un guionista con mucho oficio, uruguayo también, que en la primera lectura del libro ya tenía claro que a nivel estructural tenía que hacer muchos cambios.
La literatura se propone de una manera distinta con un manejo de tiempos diferentes. Uno ya sabe desde el principio que una película se ve de principio a fin en una hora inclusive hasta tres horas en la que la se invita a subirse en un viaje, a montarse en una historia y recorrerla durante un tiempo determinado.
Federico encontró que la estructura de Anina en particular tampoco es una estructura literaria convencional. Es un libro que está formado por muchos fragmentos y eso no resultaba tan adecuado porque nosotros sí queríamos que el lenguaje cinematográfico fuera comprensible, claro, bastante directo y convencional también.
Queríamos concentrarnos más en el sentimiento de la historia. A partir de ahí iniciamos una reestructura de la historia, también en el proceso se tiene que ver cuales escenas pueden conectarse entre sí.
Hay muchas cosas del libro que van quedando por fuera, por eso también proponemos que lean el libro, estamos tratando que llegue a Colombia porque es muy rico.
Hay cosas nuevas que se agregan a la película pero también hay cosas que se piensan o hacen para la misma y luego quedan fuera del montaje, se dejan de usar porque no funcionan realmente o porque se empieza a depurar la película. No solo se depura el libro cuando se adapta sino que se depura el guion cuando se empieza a trabajar en la realización. También se depura la película completa una vez se empieza a trabajar con el montaje. Hay muchos procesos de ir afinando y encaminando.
C.C.: ¿Después de hacer esta película, Alfredo mira sus proyectos anteriores y siente que algún otro valdría la pena llevarlo al cine?
A.S.: Si, en general una cosa que me gusta mucho decir es que en casi todas partes del mundo la literatura infantil es tan bien intencionada que nunca es mala. Puede haber libros mal escritos pero en general las intensiones y las propuestas son muy buenas.
De las cosas que más me gustan de mis trabajos anteriores no serían para largometrajes aunque se podría hacer una recopilación porque de las cosas con las que más me siento identificado de repente son libros de poesía con ilustraciones que son una interpretación totalmente distinta.
Estoy como un poco más motivado para llevar adelante historias también inspiradas en literatura pero no necesariamente libros que a mí me toco ilustrar. Me gustaría pensar en enfrentar el desafío de hacer dibujos animados para adultos por ejemplo.
C.C.: En sus comienzos arrancó con ilustraciones para cuentos infantiles, ¿Llegó a esto por casualidad o por gusto?
A.S.: Empecé un poco por estimulo de mi familia. A mi mamá le gustaba mucho dibujar y también en mi casa habían muchos libros. Yo no leía tanto, más bien mi hermano leía mucho. Siempre tuve un contacto con los libros y la imagen. Una cosa que hice mucho desde pequeño, cuando comencé en si a leer, era copiar las ilustraciones de los libros que las tenían. Me empecé a involucrar desde muy pequeño con los libros y con el dibujo en sí.
Simplemente cuando empecé a realizar trabajos que eran como obras más personales, siempre estaban inspirados en un universo literario o eran como piezas que formaban parte de historias, algunas de fantasía otras más realistas.
Fui recopilando un montón de dibujos en una carpeta, siendo bastante joven, hasta que en un momento, en un viaje por Europa cruzando Alemania en auto como pasajero, había otra pasajera que era ilustradora y ella viendo mi trabajo me recomendó que buscara, que me contactara con editoriales porque le parecía muy bueno y así fue como me acerque a editoriales en Montevideo.
En un principio Alfaguara. El día que llegue y mostré mi carpeta me fui con dos manuscritos debajo del brazo y a partir de ahí nunca deje de hacerlo.
C.C.: ¿Qué es El cuaderno de Lila?
A.S.: El cuaderno de Lila es un proyecto que en este momento estaen la etapa de desarrollo pasando a pre-producción. Es un proyecto en el que el desafío más grande y lo que más me entusiasma es la confianza que ha depositado en mí la directora, y el espacio que ella me está dando para trabajar con mucha libertad creativa sobre su historia para proponer desde lo visual el universo para esta película.
Es un trabajo en el que me he ido involucrando poco a poco y ahora estoy en un momento en el que ya aparecieron los personajes principales y ya tenemos como unas primeras propuestas de escenarios.
Me entusiasma mucho, realmente es un nuevo desafío en el que volvemos a aplicar ese criterio de hacer algo muy rico visualmente y con mucho sentido, con mucho significado. Cuenta con un trabajo muy intenso que ha hecho la directora sobre el guion. El desafío también para mi es trabajar en una película que se va a contextualizar en un universo mucho más colombiano que en el caso de Anina.
Con tantos viajes a Colombia me animo a asumirlo pero me obliga también a asumir con mucha responsabilidad los detalles y hacer una investigación muy profunda. Es una historia que creo que va a quedar muy bien, falta un par de años para que se pueda ver pero es una historia que me ha logrado entusiasmar bastante.
C.C: ¿Qué anécdota recuerda del trabajo durante el proceso de producción de Anian?
A.S.: Voy a contar una anécdota que involucra a las personas del proceso, que tiene que ver con estar envueltos en ese momento pero que no tiene que ver con la oficina o el trabajo como tal.
A Germán, uno de los productores y a mí nos gustaba decir que Sergio López, el escritor de la novela, es “el hombre más bueno del mundo”, así fue como German lo bautizo. Es una persona muy generosa no solo por todo lo que él volcó en la novela Anina Yatay Salas sino también la manera en que él nos motivo.
Cuando le dijimos que queríamos hacer una película con su novela, lejos de poner trabas, se dedico durante cuatro años a motivarnos y a estimularnos para que siguiéramos adelante y para que hiciéramos lo que quisiéramos. Lo vivió con mucha felicidad.
Siempre hacíamos un poco este chiste, a todo mundo le decíamos él es “el hombre más bueno del mundo”. Un día salimos a caminar con Germán un poco para charlar de cosas de la película y nos acercamos a tomar un café en un bar en Montevideo que se llama Los Girasoles, al que vamos habitualmente.
Nos sentamos a charlar de proyectos y cosas y el dueño del bar, Danilo, que es mi amigo, nos saludó y nos preguntó en qué estábamos, qué están haciendo. Y Germán le dice: “Estamos empezando a trabajar con una película de dibujos animados”. Seguido nos preguntó “¿ustedes escribieron la historia?”, y Germán le responde: “No, es una adaptación de una novela que escribió ‘el hombre más bueno del mundo’”
Y el dueño del bar nos mira con cara seria y nos dice: “¿Están hablando de Sergio López?” Y ahí quedamos como “hay más personas que lo saben”
Luego montamos un encuentro medio sorpresa y nos enteramos de cómo había sido su estadía en Montevideo, que es muy pequeño. Sergio y Danilo habían sido compañeros de trabajo en el Consejo de Educación Primaria, era gente que se quería mucho y que hacía tiempo que no se veían como pasa a veces. Fue un encuentro muy lindo entre estas personas.