Bebés: más listos de lo que creemos

Al tener un razonamiento no contaminado por la experiencia, los recién nacidos aciertan más que los adultos en los tests que les proponen. Los últimos estudios revelan que poseen capacidades insospechadas para su edad.

Son tiernos y vulnerables, requieren la atención de los mayores para alimentarse y sobrevivir pero, a pesar de su frágil apariencia, los recién nacidos son mucho más fuertes y poseen más recursos de lo que se cree.

Si tiene alguna duda haga esta prueba: mire a un bebé y procure mantenerle la vista en sus ojos. Probablemente le resulte difícil porque la mirada de los niños de pocos días o semanas posee un brillo e intensidad desconcertantes. Detrás de esa mirada brillante también hay un cerebro brillante, según estudios recientes.

Los niños de doce meses pueden pensar de manera más racional que los adultos, según ha sugerido Luca L. Bonatti, especialista en razonamiento y cognición infantil y profesor de la Universidad Pompeu Fabra, UPF, de Barcelona (España).

Para llegar a esta conclusión, este investigador del grupo del Cerebro y Conocimiento (CBC) de la UPF ha desarrollado una técnica para medir el razonamiento a edades en las que aún no se tiene capacidad de hablar, en lo que supone un avance que contribuirá a estudiar cómo se construye la percepción del mundo en la primera infancia.

Los resultados de su investigación, publicados en la revista ‘Science’, demuestran que los recién nacidos tienen un razonamiento puro, es decir que no está moldeado por experiencias previas y que tienen una gran capacidad de acertar en los tests que se les proponen.

“En cambio, como las personas adultas tenemos experiencia, actuamos como expertos y nos equivocamos”, explica Bonatti, cuyo método para medir el raciocinio de los bebés incluye mostrarles una serie de imágenes en la pantalla de un ordenador y valorar las respuestas y reacciones infantiles.

En su experimento con 60 niños de un año, en el que participaron expertos de EE.UU., Francia, Italia y Hungría, para realizar una pregunta compleja a bebés que aún no sabían hablar y obtener respuestas, Bonatti y su equipo recurrieron a un vídeo similar a la lotería “bonoloto”, en el cual se mostraban un bombo con cuatro piezas: tres del mismo color y forma, y la cuarta, diferente.

La investigación del experto en neuropsicología de la CBC-UPF rompe con la idea de que no puede haber razonamiento sin lenguaje, ya que según explica “existe una larga herencia filosófica de confundir racionalidad con verbalización y hemos demostrado que no es lo mismo”.

Lectores de labios

Asimismo, según investigadores de la Universidad del Atlántico de Florida (FAU, por sus siglas en inglés) en Estados Unidos, para aprender a hablar los bebés leen los labios de los adultos y, a partir del año de edad, se enfocan en los ojos del interlocutor para tener más pistas de lo que le están diciendo.

Para este estudio, cuyos resultados contradicen la creencia convencional de que los recién nacidos aprenden a hablar solamente escuchando a quienes les rodean, se mostró a bebés de 4, 6, 8, 10 y 12 meses unos videos de mujeres que hablaban, y se registró cuánto tiempo pasaban los bebés observando los ojos y las bocas de dichas féminas.

“Descubrimos que los bebés cambian el enfoque de su atención a la boca de la persona que les habla cuando entran en la etapa del balbuceo y siguen enfocándose en la boca durante varios meses, hasta que dominan las formas básicas del habla de su idioma natal”, ha explicado David Lewkowicz, profesor de Psicología de la FAU y un experto reconocido a nivel mundial por sus trabajos sobre el desarrollo de la percepción infantil.

De acuerdo a Lewkowicz “los bebés se vuelven lectores de labios cuando comienzan a producir sus primeros sonidos. Cuando comienzan a desarrollar habilidades de lenguaje cambian su enfoque principal a los ojos de quien les habla, porque necesitan reunir pistas socialmente relevantes a medida que van adquiriendo capacidades de comunicación más complejas”.

Otra investigación de la Universidad de Pensilvania (UoP, por sus siglas en inglés), en Estados Unidos, corrobora que los bebés podrían ser más inteligentes de lo que se supone, ya que son capaces de entender muchas palabras antes de poder decirlas.

Los expertos estadounidenses han comprobado que los recién nacidos de 6 a 9 meses de edad aprenden el significado de los nombres de ciertos alimentos y partes del cuerpo al exponerse diariamente al lenguaje.

El mundo y las palabras

“La mayoría de psicólogos piensan que este tipo de comprensión de las palabras sólo es posible cuando el niño casi tiene un año. Sorprende que se presente en los niños de una edad en la que no dicen nada, no señalan, no caminan”, ha comentado la coautora del estudio Elika Bergelson, estudiante doctoral del departamento de Psicología de UoP.

Según Bergelson “bajo la superficie, los bebés intentan emparejar las cosas del mundo con las palabras que las representan”.

Para llegar a estas conclusiones, los investigadores hicieron que 33 bebés miraran una pantalla con una imagen de un alimento y otra de una parte del cuerpo mientras sus padres les decían frases asociadas a dichos elementos como “manzana” o “nariz”. Entre tanto, un aparato electrónico rastreaba los ojos de los bebés para observar sus respuestas a las frases de sus padres.

“Algunas investigaciones anteriores han demostrado que los bebés comprenden palabras como ‘mamá’ y ‘papá’, pero este estudio es distinto, porque observa palabras más genéricas que se refieren a categorías”, ha señalado el coautor del trabajo Daniel Swingley, profesor asociado de Psicología de la UoP.

Otras investigaciones recientes revelan capacidades hasta ahora insospechadas en los bebés de más tierna edad.

Especialistas de la Facultad de Psicología de la Universidad de Washington (EE.UU.), dirigidos por la profesora Jessica Sommerville, han comprobado que los bebés tienen sentido de la justicia y el altruismo y que, con apenas quince meses de edad, muestran algunos comportamientos cooperativos.

Para finalizar, un estudio del Instituto de Tecnología de Massachusetts (EE.UU.) que ha analizado la respuesta de varios bebés de 16 meses cuando su juguete no funcionaba, ha desvelado que los niños tienen una alta capacidad racional para deducir cuál es el causante del fallo (ellos o el objeto que manipulan) y, en función de esto, pedir ayuda a los mayores o bien explorar otro juguete.