Pedro José Arenas García, exalcalde del municipio de San José del Guaviare y miembro del Observatorio de Cultivos Declarados Ilícitos, analiza para Confidencial Colombia sobre paz territorial en el departamento del Caquetá y los escenarios que se han dado en la población frente al tema de drogas ilícitas. Una mezcla de inestabilidad política, extractivismo y ganadería extensiva consumen a este territorio que fue escenario de un fallido intento de paz.
Cuando uno llega a Florencia puede observar una proliferación de endebles construcciones hacia el norte y sur de la ciudad, muchas de ellas en predios invadidos de forma desordenada, tomándose las colinas adyacentes lo mismo que las orillas de los ríos. Este crecimiento urbano aumenta a la par con la quiebra en las zonas rurales de la economía campesina. Miles de desplazados viven del rebusque, el mototaxismo abunda, lo mismo que las ventas ambulantes, y el poco espacio público es también invadido. Largas filas en procura de programas asistencialistas del estado son una constante.
Según el IDEAM, Caquetá es el departamento con mayor tasa de deforestación del país. Aporta el 19% de la tala de bosques del país. Es el segundo lugar de América Latina más deforestado después de la provincia del Chaco en Paraguay. La Universidad Nacional dice que si la tendencia se mantiene, este departamento en menos de 20 años será todo un gran potrero. A ello se suma el desorden en la ocupación del territorio con puntas de colonización activa, incluso en áreas protegidas.
Los contrabandistas de maderas finas aprovechan la pobreza de indígenas y colonos para ofrecer mercado a cambio de trozas de cedro, al tiempo que mineros están diseminados contaminando afluentes de los principales ríos. La búsqueda y acaparamiento de tierras también son pan diario, lo cual se ha visto favorecido por el conflicto armado y la guerra antidroga que saca corriendo de los campos a los colonos que primero tuvieron un cultivo de coca o maíz, luego fueron fumigados, luego convirtieron sus predios en praderas o pastos y luego los feriaron a acaparadores. Los mismos que ahora abren las puertas a las empresas extractivas, las que se ven beneficiadas con la ola minero energética que promueve el gobierno nacional.
Un departamento originalmente amazónico se ha convertido a ganadería extensiva, algunos cultivos de tardío rendimiento, así como a la explotación petrolera. San Vicente del Caguàn emplea más de dos millones de hectáreas para un hato de 1.100.000 vacas, mientras que el apartado Cartagena del Chairá ya tiene 600.000 reses. Por supuesto, ambos tienen más potreros que vacas y será titánica la empresa de revertir dicho sistema productivo. Sólo en una mirada idílica de las cosas, algunos conservacionistas podrían seguir diciendo que a Caquetá hay que “dejarlo intacto”.
En otro flanco, la violencia política sufrida por décadas ha sumado con la inestabilidad política en el departamento, la cual ha contribuido, en sectores apartados, a alimentar la idea de que aquí no hay estado. Por ejemplo, en este momento no tienen gobernador titular y la prensa local anuncia que la semana próxima su Contralor Departamental se entregará a la justicia, lo cual es indicio de graves líos administrativos. Obviamente, eso se refleja en la falta de un norte político claro del departamento. Otro ejemplo, la coordinadora de organizaciones sociales Cordosac, en 2013 pujó por el nombramiento de docentes, casi a la mitad del año!, para varias sedes a las que no les habían nombrado sus profesores siquiera en provisionalidad.
La falta de infraestructura, inversión social y funcionarios civiles ha llevado a buena parte de la población a creer que no hay Estado. Pero sí lo hay. Es una modalidad de Estado distinta a la que han querido las comunidades, algo para rediseñar en un periodo de transición. También es sabido que hay amplia presencia militar y ha mejorado la presencia policial hasta centros poblados pequeños, pero el estado social sigue concentrado en cabeceras urbanas y la mayoría de las instituciones se ubican en la capital departamental.
Mientras tanto, la gente se defiende, aun en medio de las extorsiones de grupos armados y el aumento de la delincuencia común. Centenares de campesinos agrupados en varias organizaciones periódicamente protestan, haciendo reclamos al gobierno nacional para buscar el mejoramiento de su situación, y desarrollan iniciativas de paz, como algunos gremios, la academia, Chocaguàn (premio de paz), la asociación Caguàn Vive, la Federación de ganaderos del Caquetá (que está separada de Fedegan) y la RedCaquetaPaz, entre otras. El año anterior participaron del paro agrario y han estado presentes en encuentros sociales levantando sus propuestas. Propuestas que son su prioridad desde las marchas cocaleras de 1996, muchas de las cuales se han vuelto compromisos incumplidos del gobierno nacional.
Una encuesta de Ipsos Napoleon Franco sobre percepción ciudadana realizada en departamentos amazónicos que forma parte de la tercera versión del Índice Amazonas 2030, señaló que el primer lugar de percepción negativa lo ocupan los cultivos de uso ilícito, luego el conflicto armado, seguidos por las preocupaciones sobre minería, petróleo y olvido estatal. Pero dos de cada tres encuestados está inconforme con los servicios públicos. Existe una desconfianza muy fuerte en las instituciones, lo cual es un desafío enorme si se quiere, después del Acuerdo, invitar a las comunidades a ayudar a construir la paz.
En el Encuentro Regional que se hizo los días 11 y 12 de septiembre, las personas con las que hablé, estaban contentas; acababan de liberar al carpintero de San Vicente, Jesús Ariel, quien se salvó de ser extraditado a USA por error, y porque creen que la presencia de las víctimas en La Habana dará voz a miles como ellos. Por eso, ahora que se negocia el fin del conflicto, la gente del Caquetá quiere que los beneficios posteriores, sean para todos, palpables en inversiones, en una nueva forma de ocupar su territorio y en una nueva dimensión económica, social y política que incluya a hombres y mujeres, a los viejos que dejaron su fuerza de trabajo en las selvas, lo mismo que a la entusiasta fuerza de su juventud.