Por primera vez en Argentina, los amantes de la pintura podrán disfrutar desde hoy la obra de Caravaggio, maestro del barroco italiano, y del trabajo de una decena de sus seguidores en el Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires.
La exposición “Caravaggio y sus seguidores” es la primera muestra de pinturas del artista lombardo (1571-1610), de quien sólo se han exhibido en Argentina dos naturalezas muertas, propiedad de coleccionistas locales, en los años sesenta.
“Se ha generado una gran expectación. El público argentino no puede dejar de acercarse a esta muestra”, explica a Efe Florencia Galesio, del Área de Investigación del Museo Nacional de Bellas Artes.
Entre las siete piezas llegadas desde distintas pinacotecas italianas figuran la “Medusa Murtola”, recientemente identificada como obra del pintor, “San Jerónimo escribiendo” o “San Francisco meditando”, acompañadas de lienzos de catorce de sus seguidores, los llamados “caravaggistas”.
La muestra, concebida en Italia y llegada a la capital argentina tras su paso por el Museo de Arte de Sao Paulo (Brasil), permite encontrar las principales características del autor: “el tratamiento de la luz y el realismo”, comenta Galesio.
“La gran innovación de Caravaggio fue dejar de lado la idealización de las imágenes en representaciones de tipo religioso para tomar como modelo a la gente común, con lo cual hay una cuota muy grande de realismo”, añade la especialista, que encuadra este rasgo en el ámbito de la Contrarreforma católica, en el siglo XVI.
Este “realismo”, apoyado por la Iglesia católica en un momento de lucha contra la Reforma protestante de Martín Lutero, el “claroscuro” y el uso de la “luz dirigida” son claves para comprender a Caravaggio a partir de las obras expuestas en Buenos Aires, entre las que Galesio destaca a la “Medusa Murtola”.
“Es una obra de carácter absolutamente singular (…) la ‘Medusa’ que se exhibe en Buenos Aires es un trabajo previo a la ‘Medusa’ de la Galería de los Uffizi”, apunta la experta.
La “Medusa” que se podrá ver en Buenos Aires, propiedad de un particular italiano y descubierta en 1997 como obra de Caravaggio, se considera un antecedente de la que pintó para la familia noble italiana Medicci.
“Caravaggio era muy rápido para pintar, realizando dibujos y grabando la superficie con el pincel. Sobre ello daba trazos muy rápidos y ágiles marcando las masas de color, y luego trabajaba la pintura por detalles”, afirma la investigadora, que destaca la gran cantidad de obras que pintó el artista en sus 39 años de vida.
Catorce seguidores, pintores que tomaron rasgos de su estilo aunque no eran discípulos directos, acompañan a Caravaggio en esta exposición, entre quienes destacan Orazio Gentileschi (“María Magdalena”) y su hija Artemisa (“Magdalena desvanecida”), así como Giovanni Baglione (“Ecce Homo”) y Orazio Borgianni (“Autorretrato”).
“Hay algunos próximos en el tiempo, y otros que lo siguieron mucho después, como por ejemplo Mattia Pretti (“Negación de Pedro”), un artista bastante posterior (siglo XVII) y que sin ninguna duda tomó los elementos más representativos de Caravaggio, como el claroscuro”, agrega Galesio.
Las obras, llegadas desde pinacotecas italianas como la Galería Borghese y el Palacio Barberini de Roma, o de la Galería de los Uffizi en Florencia, y de colecciones privadas de Italia, Malta e Inglaterra, se podrán ver en el museo porteño desde hoy y hasta el 15 de diciembre.