"El acuerdo no es de las FARC, es para los colombianos"

Pastor Alape, uno de los miembros de la comisión negociadora de las Farc en la Mesa de Diálogos de La Habana, habló con Confidencial Colombia sobre los retos del desescalamiento del conflicto armado y lo que le espera al país de llegarse al final del conflicto armado.

Uno de los comandantes de las Farc que más relevancia ha ido cobrando a medida que avanzan las negociaciones es Pastor Alape. Él es parte del Secretariado Mayor de ese grupo guerrillero desde la muerte del Mono Jojoy, y estuvo a cargo de los frentes 20 y 24, en el sur de Bolívar.

Alape fue uno de los encargados de resistir la ofensiva paramilitar de finales de los 90 en el Magdalena Medio, convirtiéndose con esta tarea en uno de los hombres más cercanos a Timochenko, hoy máximo comandante de ese grupo guerrillero.

El protagonismo que ha ido cobrando su figura dentro del proceso de paz, comenzó cuando vino a Colombia para recibir al Brigadier General Rubén Darío Alzate, capturado por las Farc en confusos hechos en el Chocó, en noviembre de 2014.

Muchas voces coinciden al señalar que será una de las figuras claves de esa agrupación guerrillera de cara al futuro de la refrendación de los acuerdos que se logren en La Habana y a la implementación de los mismos.

Desde La Habana, y en medio del ajetreo de las reuniones generadas por los anuncios para desescalar el conflicto armado, Alape habló con Confidencial Colombia sobre lo que significa ese nuevo paso adelante dado por las partes en la Mesa de Diálogos de La Habana.

Confidencial Colombia: ¿Cómo reciben el anuncio del presidente Juan Manuel Santos de cesar los bombardeos sobre los campamentos de las Farc?

Pastor Alape: El anuncio del presidente Juan Manuel Santos lo recibimos como un gesto consecuente con el acuerdo de desescalar el conflicto armado. Es una respuesta positiva a pesar de que lleva ese tufo de amenaza que no facilita ni ayuda a generar el ambiente que se requiere.

Lo que se debe evitar son los hechos que entorpecen este proceso y que pueden enviar señales equivocadas a los colombianos. De esa manera se puede avanzar en un camino que permita una mayor confianza del pueblo colombiano hacia las negociaciones. El ambiente que está esperando el país es una respuesta positiva en dirección a avanzar en medidas de desescalamiento que nos llevan al cese bilateral del fuego.

C.C.: El presidente anunció que en el próximo mes de noviembre evaluará la conveniencia de continuar o no el proceso de paz, en la medida en que la tregua unilateral anunciada por ustedes se cumpla. ¿Qué puede decir al respecto?

P.A.: La evaluación de los cuatro meses no debe ser solo del Presidente, nosotros también evaluamos que lo acordado para el desescalamiento sea una realidad.

Acá hay una premisa que se debe tener en cuenta y es que los tiempos de la guerra deben ser cortos pero los tiempos de la paz son infinitos. Lo que debe suceder es que nosotros tenemos la responsabilidad de trabajar conjuntamente para buscar el cese de esta guerra y tenemos que ir buscando un cese de hostilidades conjunto. Además, en la medida en que se avance en ese sentido se van asumiendo las responsabilidades comunes a que haya lugar.

C.C.: ¿De qué forma se puede aumentar la confianza de los colombianos en los diálogos de paz?

P.A.: La manera de aumentar la confianza en los diálogos es que se actúe consecuentemente con lo que se negocia. Es un contrasentido que existan unos preacuerdos y que no se vean reflejados en la legislación nacional. Ese es un mensaje que confunde. No es posible que se hagan anuncios acerca de política antidrogas y se esté anunciando en el Catatumbo la reanudación de las fumigaciones con glifosato, eso hace que las comunidades empiecen a movilizarse.

De la misma manera, el avance en desescalamiento genera confianza y envía un mensaje de compromiso con el proceso.

C.C.: A propósito de esa legislación, ¿qué piensa de las voces que señalan la contradicción entre lo que se ha acordado en La Habana y el Plan Nacional de Desarrollo 2014-2018?

P.A.: La legislación que se está haciendo en contra del proceso es preocupante, va en contravía de lo que se esta acordando en La Habana. Los tres acuerdos parciales van quedando relegados con lo que se proyecta en el PND donde a la tierra se le da una importancia capital para abrirle el espacio a multinacionales, a capitales extranjeros que vienen a generar mas desplazamiento en la práctica. Esas preocupaciones las compartimos con grandes regiones del país y necesariamente tendremos que entrar a discutirlas.

C.C.: ¿La que se está negociando es la paz de las FARC?

P.A.: No. El proceso no depende de lo que planteemos aquí porque el acuerdo no es de las FARC, es para los colombianos; eso implica que los colombianos deben movilizarse para que se comprenda que el país tiene que direccionarse en unas condiciones que beneficien no solo a los ricos sino a la mayoría de la nación. Una tarea que exige construcción de una cultura política y democrática que busque cambios profundos.

C.C.: Después de firmado el fin del conflicto ¿qué sigue para usted?

P.A.: Nosotros debemos ser conscientes de que la construcción de la paz exige un trabajo político profundo en aras de ampliar la democracia. De que exista una mayor participación de la sociedad en el ejercicio democrático, que termine la persecución y se pueda lograr que lo acordado sea una realidad para los colombianos. Es una labor de trabajo político ampliado y cercano a la gente.

C.C.: ¿Cómo ha sido la experiencia del Orejón? ¿Cuál es su balance?

P.A.: El balance ha sido muy bueno. Ha sido una experiencia positiva a pesar del accidente ocurrido en días pasados. La limpieza de ese territorio ha demostrado que la del Orejón es una experiencia piloto para ser implementada en el país.

Además de las actividades de desminado, se ha avanzado en la caracterización sicosocial de la población y del conocimiento de las inquietudes de las comunidades que buscan ser reparadas después de lo que implicó el megaproyecto hidroeléctrico de Ituango que les robó los ríos de los que se abastecían.

También se ha hablado de un plan de sustitución de cultivos y de afianzamiento de las actividades productivas locales que permitan transformar la vida de quienes habitan en esa zona.

Otro de los hechos positivos es poder ver como colombianos que han tenido que tomar las armas, bien sea en las filas del ejército o en las de la insurgencia, están trabajando de manera conjunta anticipando lo que podría ser la reconciliación del país.

C.C.: A propósito de eso que usted menciona, ¿cuál es la clave de la reconciliación de Colombia?

P.A.: La clave de la reconciliación en Colombia tiene que ser la ampliación de la democracia para que podamos tener un país en el que no existan las condiciones que generaron la guerra actual.

C.C.: ¿Cómo ve usted a Colombia en diez años?

P.A.: Es muy complicado hacer de pitoniso, hacer de adivino. De lo que partiríamos es que si se da un proceso de paz, la esperanza es que como fuerzas que estamos vinculadas y comprometidas con las transformaciones del país, vamos a estar generando espacios de transformación en toda Colombia.

El sueño es que estemos en plena construcción y profundización de la democracia, que no se persiga ni se estigmatice a nadie por un corte de cabello, por ponerse un tatuaje, por sus opciones sexuales o por la música que le gusta y por querer expresarlo en la esquina del barrio.

Lo que quisiera es un país incluyente de verdad. Ese es el sueño de muchos colombianos. Además, ese es el mensaje que recibimos en La Habana permanentemente: una Colombia en paz y en reconciliación.