El Real Madrid tuvo que tirar de orgullo para superar un buen planteamiento de los de Valverde. Los blancos nunca pudieron encontrar su juego, con James postergado en el banquillo. (2-1)
Hay una ley no escrita en el Bernabéu. De cada tres partidos, el Real Madrid saltará al campo en uno de ellos -sino dos- con un guayabo monumental. No por excesos de la noche anterior. La causa de todo esto solo es consecuencia del confort y las comodidades que brinda el estadio. Un teatro más que la caldera que se exige. Los jugadores, contagiados por este ambiente y habituados al relax de sus altares, salen al césped con la creencia de que el deber ya está hecho. Errónea apreciación que se repite en numerosas jornadas de la Liga y que acaba suponiendo un pecado a la hora de verdad. “Estos puntos valen Ligas”, se suele decir. Y contra el Athletic, el Madrid salvó tres puntos vitales que en varios momentos del encuentro parecieron estar perdidos.
Normalmente los ‘leones’ del Athletic se vuelven unos ‘gatitos’ en el Bernabéu. Pero en la noche lluviosa de Madrid, los de Valverde recordaron el valor de su escudo. El planteamiento agresivo del Txingurri fue una pesadilla para los blancos. La presión alta, un quebradero de cabeza para Zidane. El Athletic probó a desconectar al cerebro madridista, Kroos, y acertó. El Madrid solo funcionaba cuando encontraba al alemán y, gracias a la buena labor de los atacantes bilbaínos en la presión, esto ocurría con cuentagotas. Kovacic no fue el aliado del teutón como el del día del Betis. Contra los rojiblancos se pareció mas al de la empanada mental que refleja su rostro. Tampoco Isco, el cual estaba en cuerpo pero no en alma -ésta se quedo en tierras andaluzas-. Con el alemán sin socios, la BBC se encontraba en otro mundo.
El gol inicial de Benzemá invitaba a una noche placentera. El Madrid se gustó durante los primeros veinte minutos. Fue un espejismo. El posterior relax dejó en evidencia los agujeros. Marcelo corregía algunos con su aportación en ataque, pero Lekue tenía una autopista a sus espaldas. En una de esas arrancadas sirvió un balón a Eraso, que aprovechó la siesta de los defensas blancos para servir en bandeja el gol a Sabin Merino.
¿James como solución? Con errores en el software blanco cualquier medio entendido habría tirado de su ingeniero para arreglar el sistema. No pensó lo mismo Zidane, que parece estar cobrándole al colombiano su viaje con la Selección y sus minutos contra el Legia. Contra los ‘leones’ optó por meter dos guerreros en lugar de la magia -Lucas Vázquez y Morata-. Al menos con uno de ellos acertó. El canterano aprovechó su maestría en el fútbol italiano para aparecer como un auténtico ‘nueve’ de área. Su segundo gol en el campeonato y decisivo, como el anterior, para darle tres puntos que pocos recordarán, pero que valen títulos. Y que junto con que el pinchazo del Atlético también valen el liderato. Quien no recibió la noticia del mismo agrado fue Cristiano. Aún muchos se preguntan qué pidió en la jugada de Morata levantando la mano al asistente. Quizá reclamaba su protagonismo en el partido. Contra el Athletic el ‘Bicho’ fue ‘Bichito’.
