En enero de 2010 la República más pobre del continente vivió una de las peores catástrofes que se hayan registrado, la furia de la naturaleza acabó con la vida de más de 200mil haitianos. Hoy, cinco años después del terremoto, 80mil personas aún viven en los campos de refugiados mientras Haití atraviesa una fuerte crisis humanitaria y política que ha dejado meses de violentas manifestaciones. Confidencial Colombia habló con Clifton Macenat, uno de los sobrevivientes a la tragedia que hoy impulsa la restauración de su país.
Macenat tenía 20 años cuando el terremoto que sacudió a Puerto Príncipe lo obligó a vivir en una carpa en las más adversas condiciones; esta experiencia lo motivó para entrar, en 2011, a formar parte del equipo de voluntarios para la construcción de viviendas de emergencia. Su dedicación y constancia lo llevaron a ser hoy el encargado del equipo de Gestión de Voluntariado de la organización TECHO.
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Confidencial Colombia: ¿Cómo vivió el terremoto del 12 de enero de 2010?
Clifton Macenat: Yo estaba en mi casa con mi familia. Eran cerca de las 4:45 y yo me estaba bañando para ir a la casa de unos amigos. Así de repente sentí que la casa empezó a moverse y me dio pánico porque nunca antes había sentido una vibración así. Mi casa resistió, así que me quedé sentado esperando en silencio en la ducha, porque realmente no sabía lo que estaba pasando afuera, solo escuché mucho ruido, gente que lloraba, que gritaban auxilio. Pero unos minutos después, cuando pude salir me di cuenta de que era un terremoto, porque la casa del vecino se había caído y toda la zona estaba inmersa es una gran nube de polvo.
Era muy difícil tener comunicación con el resto de la familia y con mis amigos porque no había señal de teléfono. Me vi obligado a dejar mi casa después de la primera réplica para bajar al centro de la ciudad donde vivía la mayoría de mi familia y amigos, ahí fue cuando yendo por la calle vi en qué estado estaba Puerto Príncipe, con cadáveres por todos lados, casas caídas.
Llegué a sentirme acostumbrado a los cadáveres y llegué a tomar riesgos para salvar a la gente que estaba en dificultad, heridos o atrapados en sus casas destruidas.
CC: Una vez acabó el día ¿cómo siguió la vida?
CM: Todo cambió inmediatamente después del terremoto. Personalmente, cambió toda mi forma de ver la vida, la vida se volvió difícil sabiendo toda la gente que había muerto. Yo tenía planes de crecer económicamente en los años que venían, pero después de eso mi familia y yo tuvimos que recomenzar todos los esfuerzos que habíamos hecho para mejorar nuestras vidas. Fue como verme en un mundo o un sueño que nunca pasó mientras dormía.
Tenía que comenzar una nueva etapa pensando cómo, con las posibilidades que quedaban, retomar mi vida en la ciudad donde había crecido por más de 20 años. Había mucho estrés todos los días por la gente que seguía muriendo porque no encontraban un sistema de salud capaz de mejorar sus estados.
Además la juventud se vio en un momento muy complicado porque no tenía los medios para salir de la situación que siguió, donde costaba pensar en un futuro y no podías esperar nada más que la muerte o viajar para salir de aquí.
CC: Después de perder su hogar, ¿cómo describe los días vividos en una carpa?
CM: Vivir en una carpa con tu familia no es una cosa que fue fácil, porque la forma de vida no es lo mismo. La carpa no correspondía a la cantidad de gente que éramos y además era una estructura de plástico. De un día para el otro, ya no se podía estar dentro de la “casa” cuando salía el sol. Por eso la situación de la familia era muy complicada. Había que despertarse temprano para que no te quemara el sol en la cama y esperar que no cayera la lluvia para tratar de dormir bien.
Era un verdadero sufrimiento que no parecía tener fin. A mí me rondaba la pregunta ¿cuándo va a cambiar eso? ¿Cuándo la gente va a poder vivir en una casa de concreto, que te facilite retomar la vida que traías y perdiste en un solo día de catástrofe?
Para la gente que vivía en carpas en la capital por más de 1 año, la situación se volvió peor cuando faltaban los padres para ver a sus hijos. Muchos jóvenes empezaron a usar de más su “libertad” y surgieron muchas historias de embarazos. Eso sumado a los padres muertos en el terremoto hizo crecer la cantidad de niños en la calle y orfanatos. Así que la situación era compleja, más allá de la infraestructura, acostumbrarse a la nueva estructura de las familias mismas.
CC: ¿Por qué decide apuntarse como voluntario en 2011?
CM: Yo decidí comenzar a trabajar para colaborar como voluntario porque quería dejar de preguntarme sobre cómo lograr un cambio, quería encontrar esa respuesta y tener una actividad que me permitiera dejar de pensar en el terremoto.
Yo me preguntaba por qué eran los extranjeros los que estaban viniendo a ayudar a los haitianos como yo, si luego yo tenía la misma disposición ¿por qué no ayudar también? Con un poquito de curiosidad, me fui a ver cuando escuché que la iniciativa TECHO pasó por la universidad. Yo mismo no tenía idea del impacto positivo que el voluntariado podía tener en nuestra sociedad.
TECHO se convirtió incluso en un espacio para compartir con más jóvenes, volver a tener un momento agradable con nuevos amigos después de haber perdido tantos con el terremoto. Lo encontré también como un lugar para crecer con las responsabilidades que iba adquiriendo.
CC: ¿Cuál fue el mayor logro en ese voluntariado?
CM: El logro más grande fue ver cómo mi participación se convertía en algo concreto, en un espacio donde valoraban mucho mis opiniones. Con respecto a mi experiencia, tengo mi corazón joven capaz de crecer más en el tema del voluntariado en Haití, quiero ser referencia y un modelo también para todos los demás jóvenes que quieren colaborar para mejorar la situación en las comunidades que viven en condición de pobreza extrema.
CC: ¿Qué tan interesados están los residentes en prestar servicios voluntarios sin retribución económica alguna?
CM: Prestar ese servicio y voluntad no necesita una remuneración. Mientras se cubran los medios necesarios para hacerlo, la recompensa es ver el resultado de los proyectos.
Uno crece en el voluntariado, tanto jóvenes universitarios como habitantes de la comunidad. Se crea una familia, donde si uno está enfermo, todos los demás también y se unen “tètansanm” para buscar soluciones a cada problema con creatividad y desarrollo de capacidades, que te dejan ver cómo se puede remplazar el dinero por resultados.
Dar servicio gratuito por un objetivo que te afecta directamente te permite preparar un futuro basado en la experiencia, iniciativa, competencias y acciones concretas en el cambio real del ambiente donde se vive. Uno sueña con un futuro más real, que no deja de ser un sueño que necesita trabajo para ser alcanzado.
CC: Ya han pasado cinco años de la catástrofe, ¿usted cree que el Gobierno ha sido diligente a la hora de tratar las secuelas?
CM: Durante estos 5 años yo pienso que hay cierto trabajo que se ha estado haciendo, pero en realidad no es lo que la mayoría de gente esperaba como resultados. Se esperaba más esfuerzo en el área de la salud, ambiente y educación; porque después del terremoto hubo tanto problema por las fragilidades en esos tres aspectos. Ya habían quedado en evidencia antes, con el cólera o las inundaciones, pero ningún gobierno tomó realmente en serio la idea, diagnosticar y establecer un plan para fortalecernos incluso hoy día, 5 años después del golpe más fuerte que recibió Haití.
Hace falta más esfuerzo para continuar trabajando con familias que después de tanto tiempo aún siguen viviendo en carpas. Hay que crear más escuelas para los niños que están en la calle, nos quedan mucho en qué trabajar y esto no puede ser responsabilidad de las ONG o la cooperación extranjera, toca ser gestionado por haitianos y para eso existe un gobierno.
CC: ¿Cree que hay voluntad de los diferentes gobernantes para que la situación de país mejore?
CM: Creo que a como se ven las cosas, es evidente que en varias estructuras del Estado falta voluntad y compromiso para mejorar la situación. Todavía hay mucha corrupción en Haití, y una crisis política que se queda con la prioridad para los gobiernos. Esta crisis influye en todo lo social, directamente en toda la sociedad. Personalmente pienso que hay muchas cosas que no son tan difíciles de cambiar. No digo que se tiene la capacidad para en 5 años convertir en un país mejor del que era antes del terremoto, pero pudo haber un avance que no se ha visto.
CC: ¿Cuál ha sido el papel de las entidades sin fines de lucro para potenciar la restauración del país?
CM: El rol que se supone que tienen es el de promover el cambio a nivel organizacional, con la experiencia técnica que se trae de afuera, y así influir directamente en la restauración del país, promoviendo la transparencia en el dominio público y privado, promover la priorización de la educación, formación y desarrollo de la juventud.
El problema ha sido que no siempre se asume ese rol, muchas organizaciones han dejado un nivel fuerte de desconfianza de las comunidades hacia las ONG, porque después del terremoto fueron muchas, aunque ahora quedan menos, en general quedan las que realmente están trabajando con los haitianos y no imponiendo lo que necesitan para sus informes.
CC: Frente a la crítica situación de Haití ¿cuál sigue siendo el mayor reto?
CM: El mayor reto es encontrar un punto común que atienda a la crisis política pero al mismo tiempo pueda desarrollar la parte social y económica del país. Necesitamos estabilidad política para que todos los actores de la sociedad civil puedan ponerse de acuerdo y trabajar por la situación a nivel local e internacional.
CC: ¿Qué le han dejado estos cinco años trabajando por la reconstrucción de su país?
CM: Me quedan muchos recuerdos de cosas buenas y de dificultades que fui superando con todo mi equipo que ha variado durante estos 5 años. Me marcan los ánimos de los jóvenes extranjeros y haitianos que metían mucho esfuerzo al trabajo en un contexto difícil para lograr un cambio que soñábamos.
Hubo buenos y malos momentos, pero sobre todo la valiosa experiencia de haber transformado muchas cosas negativas en oportunidades. Me siento orgulloso siempre, y me veo en un futuro próximo y lejano trabajando para seguir colaborando para que sople ese viento de cambio en las casas de las familias que viven en pobreza extrema.
Estos 5 años me trajeron mucha experiencia y madurez. Todos los días reflexiono sobre la vida de la sociedad de la que soy parte, todos los demás me enseñan a vivir la realidad de otra forma y dar una respuesta rápida, aun cuando no se me pide, y eso no me lo imaginaba antes. Soy un joven que va a promover siempre el voluntariado como motor de cambio en la sociedad, y por eso me siento más valioso, hablo menos e intento proponer más acciones concretas.