Una app millonaria, un caché que se dispara sólo por pisar la calle… La marca de Kim Kardashian es ella misma, y cuanto toca se convierte en oro. Si 2015 fue un buen año, 2016 la propulsará al Olimpo.
Cuando Kim Kardashian protagonizó la portada de Vogue América junto a Kanye West, la historia del periodismo de moda vivió un punto de inflexión. Era la primera vez que la influyente revista no proyectaba tendencias que hicieran soñar a sus lectoras, sino que plasmaba la moda que una celebrity había traído consigo. La era del ‘big booty’ triunfaba y convertía en un icono de moda a una mujer cuya popularidad se vio propulsada por un ‘sex tape’ –de cuya filtración hizo negocio al llegar a un acuerdo de 5 millones de dólares con Vivid Entertainment- y que se rumorea fue vetada por Anna Wintour en el MET. El número vendió 500.000 ejemplares. La portada de Beyoncé vendió 350.000 copias y la de Michelle Obama 300.000 unidades. Just saying.
Kim no solo ha conseguido ser un ‘fashion icon’ gracias a una potente cuenta corriente, sino al ‘fashion expertice’ de su marido, a su amistad con los directores creativos más relevantes y a una mente empresarial que descubrió en plena adolescencia al encontrar el potencial económico de eBay. Captadora de tendencias por naturaleza, supo hacerse con unos Manolo Blahnik de 700 dólares antes de que se convirtieran en un ‘must have’. Se hizo con cinco pares y vendió cada uno por 2.500 euros. Fue entonces cuando la mentalidad empresarial de tono fashionista hizo click.
Kim no solo sigue las tendencias, sino que las crea, y no únicamente en moda.El boom por los corsés en los gimnasios se lo debemos a ella, que se ha convertido en embajadora no oficial de los corsés fitness pre-madonna.
A ella, y no a Mario Vaquerizo, le debemos el amor por el ‘contouring’, esa técnica de maquillaje que dibuja marcadas facciones a golpe de polvos bronceadores y pinceladas casi matemáticas.
La reina de Instagram no promueve productos sin llenar su cartera. Así lo demuestra la filtración de emails entre un representante de la ‘socialité’ y una firma interesada en que promocionara sus productos. “El precio por el que Kim Kardashian promoverá su material oscila entre los 750.000 dólares y el millón de dólares”, aseguraba. No es de extrañar: le ha arrebatado el trono en redes sociales a la mismísma Beyoncé. Su presencia en cualquier evento asegura que este sea noticiable, pero su aparición tiene un precio. Kim cobró 50.000 dólares por apoyar la apertura de Topshop en Los Angeles –se dice que ese es el ‘fee’ por el que acude a un ‘front row’- y 300.000 dólares por celebrar Nochevieja en ’10ax’.
Kim se embolsa 40.000 dólares por cada capítulo de ‘Keeping up with the Kardashians’ y sigue recibiendo beneficios de sus cosméticos Kardashian Beauty y de DASH, una cadena de boutiques que vende los vestidos que tanto ella como sus hermanas visten en diversas imágenes capturadas por los paparazzi.
La compañía Hotei Media estima que Kim Kardashian podría ganar hasta 200.000 dólares por tweet acorde a su ingente número de seguidores. Las 500 unidades de la edición limitada de su libro de selfies, ‘Selfish’, se agotaron en menos de un minuto, y su recién lanzado Kimoji, desarrollado por la compañía responsable de su app –que, según CNN, se hace con 700.000 dólares al día y en la que aparece Karl Lagerfeld y diseños de Olivier Rousteing para Balmain-, colapsó App Store.
Cuenta con siete fragancias bajo su nombre, productos bronceadores, colecciones para niños y la productora The Spin Crowd. Ricardo Tissci, el primer diseñador en apostar por ella, la adora. Olivier Rousteing es otro de sus mayores fans (el fanatismo es recíproco) y Lagerfeld, Wintour, André Leon y Carine Roitfeld son solo algunos de los tótems de la moda que no dudan en alabarla. Los expertos en marketing también lo hacen. “La marca de Kim Kardashian es ella misma”, afirma Jason Lynch, colaborador de Quartz. “Se ha convertido en una experta en dar noticias. Es un nuevo tipo de celebrity, y eso trae consigo la posibilidad de terminar con la forma en la que las ‘celebs’ actúan al encontrar un nuevo camino por el que convertirse en noticia”, asegura Lisette Sandfreedman, responsable de Shadow PR. “Es una maestra a la hora de estar omnipresente en los titulares, pero siempre para dar mayor peso a su propia imagen, al margen de controversia”, explica Megan Hartman, de la agencia de ‘branding’ Red Peek Young a Daily News.
Kim cerró el año con una recién estrenada maternidad, una app millonaria y unos emoticonos propios que, en realidad, son imágenes de dudosa calidad que suponen el consumo de datos cada vez que se incorporan en una conversación.
Aunque internet está llena de reseñas negativas, los fans de Kardashian siguen bajándose los emojis de su diva. Los gimnasios comprueban cómo las sentadillas son el ejercicio preferido por las mujeres, las ‘make up artists’ aseguran que jamás habían dado semejante uso a los polvos bronceadores y poner ‘duck faces’ en los ‘selfies’ ya no es motivo de mofa, sino de admiración. Y todo ello, señoras y señores, se lo debemos a Kim Kardashian, una mujer que lloró al verse desnuda en una portada para la que posó… desnuda.