La muerte del primer ministro Meles Zenawi sume a Etiopía en la incertidumbre

La muerte del primer ministro etíope, a la cabeza del país desde 1991, provocó hoy una sensación de incertidumbre en Etiopía, que ha declarado luto nacional.

El país africano, potencia económica regional pero con un cuestionable historial en materia de derechos humanos, tampoco sabe aún la fecha del funeral por el primer ministro, que acumulaba poderes propios de un jefe de Estado.

Por el momento, el viceprimer ministro y titular de Exteriores, Hailemariam Desalegn, ejercerá como primer ministro en funciones hasta el final del mandato del difunto, que debe concluir en 2015.

Zenawi, que murió el lunes por la noche en un hospital de Bruselas tras una larga enfermedad aún no especificada, deja un gran vacío en África con su fallecimiento, ya que era uno de los líderes africanos que más alto habló por los intereses del continente en el mundo.

Aliado de Occidente, el mandatario participó en la lucha global contra el terrorismo con el beneplácito de Estados Unidos, que le apoyó en 2006 contra la supuesta amenaza fundamentalista de la Unión de Tribunales Islámicos en Somalia, y en su actual incursión en territorio somalí contra los radicales islámicos de Al Shabab.

Está previsto que los restos del fallecido líder lleguen hoy al Aeropuerto Internacional de Bole, en Adis Abeba, trasladados por un avión de la aerolínea nacional etíope desde Bruselas.

Según la prensa local, el cuerpo será llevado al Palacio Nacional escoltado por generales del Ejército etíope.

Mientras tanto, el Gobierno trabaja para convocar al Parlamento, encargado de investir a Hailemariam. “De acuerdo con la Constitución de Etiopía, el viceprimer ministro jurará el cargo ante el Parlamento pronto (…) y empezará como primer ministro en plenitud”, dijo el portavoz gubernamental, Bereket Simon.

Precisamente, Simon ya indicó el pasado julio que Zenawi se recuperaba de una enfermedad provocada por el “agotamiento”.
El portavoz del Gobierno compareció entonces ante los medios después de que circularan informaciones que apuntaban a que el primer ministro estaba ingresado en situación crítica en un hospital de Bruselas.

Los rumores sobre la salud de Zenawi se desataron a raíz de su ausencia en las reuniones de la XIX Sesión Ordinaria de la Asamblea de jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Africana (UA), de la que era anfitrión en Adis Abeba, el mes pasado.

Numerosos líderes, africanos y occidentales, lamentaron la muerte de quien ha sido denominado como “hijo predilecto de África” por el presidente de la Comisión de la UA, Jean Ping.

Además, sus aliados destacaron la labor que Zenawi desempeñó en el crecimiento económico de Etiopía, hasta convertirlo en una de las potencias regionales, a pesar de las abismales diferencias sociales y económicas dentro de sus fronteras.

Pero el jefe del Gobierno contaba con un número similar de seguidores y de detractores.
Así, sus opositores lo recordaron hoy como un líder autoritario y opresor, y pidieron que el fallecimiento del primer ministro etíope sirva para cambiar el futuro del país.

“Su gobierno apartó a las voces disidentes, desmanteló la prensa independiente, obstruyó a las organizaciones de defensa de los derechos humanos y asfixió a la oposición política”, aseguró Amnistía Internacional (AI) en un comunicado firmado por Claire Beston, investigadora para Etiopía.

En un punto intermedio se manifestó el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, quien, a pesar de enviar sus condolencias y prometer ayuda al país aliado en el futuro, conminó a las autoridades a “aumentar su apoyo al desarrollo, la democracia, la seguridad, los derechos humanos y la prosperidad de su pueblo”.

Zenawi dirigió Etiopía desde 1991 (hasta 1995 como presidente, después como primer ministro), cuando derrocó al gobierno de Mengistu Haile Mariam, líder de la Junta Militar que controló el país desde la muerte del emperador Haile Selasie, en 1974, a 1987.
El deceso de Meles Zenawi deja abierto un interrogante sobre el futuro de Etiopía, una economía que emerge con fuerza pero cuya población vive en condiciones precarias y ha sido muchas veces silenciada.