En Puerto Salgar se celebró la primera década del Programa de Desarrollo y Paz del Magdalena Centro. El evento sirvió para hablar de los problemas actuales de la región y de los retos para construir una paz territorial que garantice la no repetición de las condiciones que alientan el conflicto armado y social que sufre Colombia.
En pleno corazón del país, en un territorio compartido por Caldas, Cundinamarca, Antioquia, Boyacá y Tolima, el Magdalena Centro lleva diez años contando con la presencia del Programa de Desarrollo y Paz de esa región.
En el marco de la celebración de esa primera década se habló sobre los retos que enfrenta la región y las posibilidades de desarrollo alrededor de esa cuenca.
El PDP-MC, como es conocido el programa, ha permitido que muchas de las comunidades de ese zona hayan tenido la oportunidad de salirle al paso al conflicto armado y social que sufre el país y a las condiciones que lo incuban.
Para comprender la urgencia y pertinencia de estas instancias alternativas de desarrollo hay que recordar lo oscuros años en los que el paramilitarismo y la violencia guerrillera entintaron de sangre las décadas de los 80 y los 90. Nombres como Puerto Salgar o Puerto Boyacá se convirtieron en sinónimo de guerra.
El Magdalena Centro de cara al futuro y amparado en los cambios, que en materia de desarrollo se han ido logrando, tiene ante sí varios retos. El primero de ellos es el aumento de la población permanente y flotante de la región. Este fenómeno, según varios invitados a la celebración de esa primera década, se daría por cuenta de la construcción del Puerto Fluvial sobre el Magdalena en La Dorada-Puerto Salgar.
A lo anterior se suma la posibilidad de construcción varios proyectos hidroeléctricos y las llamadas autopistas 4G. Estos retos implican no solo la atención de la población a emplear sino los impactos ambientales y socioeconómicos en los municipios en los que se lleven a cabo.
La falta de empleo y la constante falta de inversión de las gobernaciones en esa región hacen que la gestión de proyectos productivos locales sea una de las mejores maneras de superar la raíz del conflicto. Sin embargo, no es suficiente.
Como lo señala Julia Rodríguez, de la vereda El Pescado de Puerto Boyacá “uno de los grandes problemas que tenemos ahora es que casi no hay jóvenes. No hay empleo y deben migrar”. Para ella, que es líder del comité de salud de su vereda “La violencia paramilitar y guerrillera anularon el derecho a expresarse pero hoy en día eso ya no sucede. Hoy el gran problema es que el futuro se ve negro. El agua se está acabando y debemos cuidarla para que los jóvenes no tengan que irse y que solo quedemos los viejos”.
La firma de la paz con las FARC también plantea profundos retos por cuenta de la manera en que esta región con baja inversión estatal y profundos problemas de ocupación tendría que ofrecer alternativas a los excombatientes.
A pesar de los retos consignados el panorama no es tan sombrío como podría pensarse ya que los liderazgos que se han ido facilitando y forjando entre las comunidades son garantía de que el trabajo en aras de un desarrollo enfocado en la construcción de paz desde el territorio es una realidad que debe materializarse con la participación de los sectores privados y del Gobierno Nacional.