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Las bellas, las duras y las maduras de Paloma


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Es uribista hasta el tuétano, no le tiembla la mano para enfrentarse a los contradictores del partido y considera incorrecto decir que por Álvaro Uribe Vélez hay idolatrías o fanatismos. La senadora da cuenta del odio y los amores que despierta el Centro Democrático y ratifica que van con criterio de aplanadora en el Congreso.

Nacida en Popayán, Paloma Valencia viene pisando fuerte en el Congreso. “Soy súper uribista”, afirma. Es uno de los referentes que más resaltan del Centro Democrático y, a pesar de ser su primera vez en el Senado, ya ha protagonizado encontronazos de alto calibre. Es abogada y filosofa, cuenta que de joven la levantaban en la noche los disparos, que viene de una generación en la que todos querían salir de Colombia y que vio en Álvaro Uribe Vélez “el mejor líder” que ha concebido este país, no obstante admite que -sólo una ves- Uribe le rompió el corazón.

Paloma asegura tenerle miedo a la privación de la libertad, a que los colombianos toquen el “fondo del abismo”. Casi no duerme, dice que aunque sufre mucho se considera una persona bastante feliz. Se ríe del ‘hacker’, de las marañas que de un lado a otro salen, le sacan canas los medios y ‘detallitos’ de la reforma al equilibrio de poderes. La senadora expuso las aristas de cómo es crecer en uno de los partidos más queridos y odiados del país.

Confidencial Colombia: Sin lugar a dudas usted ha logrado hacer eco en el Congreso. De hecho la he visto llamar la atención de varios parlamentarios, especialmente la de Roy Barreras ¿de qué hablan con tanta gracia cuando salen de plenarias?

Paloma Valencia: Él me hace chanzas de vez en cuando. A pesar de que discrepamos en muchas cosas y que en los debates hemos tenido diferencias siempre es bueno conversar y discutimos. No tengo malas relaciones con congresistas de otros partidos, aunque no puedo decir lo mismo de Vivian Morales pues me comparó con nazis, cuando no lo soy.

C.C: Entre los odios y los amores que despierta el Centro Democrático, ¿hay resentimientos por la avalancha de críticas que reciben o porque a veces se les considera como un partido hostil, nazi o perverso, por ejemplo en temas como el proceso de paz? ¿Cómo se vive bajo esa presión?

P.V: Este un país es muy polarizado, así como a Uribe lo quiere mucha gente hay otros que no lo quieren y existen unas pasiones que enceguecen a las personas. Y es que este Gobierno ha hecho cosas horribles, por ejemplo: ellos están con las Farc haciendo la paz y dicen que los enemigos de la paz son los uribistas, eso es completamente enfermo y da lugar a opiniones como la columna de Antonio Caballero, donde más o menos nos califican como si fuéramos el otro lado de la guerrilla. Nosotros no estamos armados ni matamos a nadie, somos parte de la sociedad civil y los únicos que no quieren la paz son los que sacan fusiles y matan gente.

Un país no puede creer que un partido no pueda tener ideas. Como aquí el presidencialismo siempre ha sido fuerte y la oposición resultaba inexistente, entonces se alarman porque es la primera vez en muchos años que hay una oposición tan grande y con tanta gente. Ahora, el presidente Uribe ganaba en primera vuelta sobrado pero el presidente Juan Manuel Santos es uno que la gente no quiere, que depende de la politiquería y que no tiene un liderazgo como el de Uribe. Lo que ha hecho el Gobierno para tratar de compensar esa falta de liderazgo es darle en la cabeza al Centro Democrático exageradamente, eso es una situación muy atípica.

C.C: ¿Y por qué no medir ese pulso en escenarios como el debate de presuntos vínculos del expresidente con el paramilitarismo citado por Iván Cepeda? ¿El país necesita ese encuentro?

P.V: Uribe no ha estado con paramilitares, con esas ganas que le tiene todo el mundo si lo hubiera estado ya lo habrían agarrado. El problema es que Colombia tiene una autoestima baja y siempre destruye lo bueno que tiene. Entonces, tratar de destruir los símbolos, porque Uribe es un símbolo, resulta un acto atroz

Por ejemplo, si se encontrara algo terrible de James Rodríguez es mejor no decirlo porque es mejor cuidar el símbolo del jugador que destruirlo. Pasa igual con el senador,

En todo caso él no tiene nada que ocultar. Uribe es la antítesis del paramilitarismo, de eso no hay duda, la oposición no lo ha querido reconocer. Durante su gobierno todas las entidades públicas mejoraron y es ruin que Cepeda diga que él es un para’, ahí sólo se ven conflictos de intereses del senador del Polo y eso atenta contra el reglamento.

C.C:¿Cómo están los ánimos del Centro Democrático en lo corrido de la agenda legislativa tras el escándalo del ‘hacker’?

P.V: El ambiente es hostil sin embargo nosotros ya veníamos de unas elecciones muy hostiles. Tenemos a los medios de comunicación encima y con una persecución constante desde muchos lados. En todo caso estamos contentos

Siempre he sido ajena a la teoría de la persecución porque eso me parece que muestra algún tipo de locura, pero la verdad uno sí la empieza a sentir. Los medios te golpean, he sentido que uno juega a una cosa y los otros a otra. Por ejemplo en todo lo de la campaña negra (la guerra sucia) me sorprende que el Centro Democrático figure como el que hizo eso, cuando les genios del tema fueron todos del Gobierno con casos como el candidato de la guerra o la de difusión de imágenes de Óscar Iván diciendo cosas que no eran, sacándolo de contexto. Ellos no presentaron una sola propuesta al país, nosotros presentamos iniciativas sobre todo y ¿terminamos siendo los de la campaña negra?

C.C: ¿Conoció al ‘hacker’ Sepúlveda?

P.V: No, jamás. Vi a Lina Luna una vez, la esposa, ella echó un discurso sobre las redes sociales. En efecto había muchas críticas sobre el manejo de redes que tenía Óscar Iván Zuluaga porque lo estaban volviendo pedazos todos los días, algo gravísimo estaba pasando y todos habíamos pedido mayor atención a las redes de la campaña. Por esa razón me invitaron a una reunión con Lina, ella nos dijo que JJ Rendón tenía una estrategia negra y que iban a trabajar para mejorar la imagen de Zuluaga. La verdad fue un poco de cháchara lo de Lina, yo me fui porque estaba haciendo mi campaña todo el tiempo y nunca estuve en otra reunión más sobre ese tema.

A mi juicio creo que se contrató al ‘hacker’ para que manejara la seguridad y las redes, pero conociendo a Óscar Iván y a David (su hijo) estoy totalmente segura de que jamás lo contrataron para nada ilegal –entre otras cosas- porque lo que ha dicho Sepúlveda es totalmente absurdo. Por un lado dice que nosotros necesitábamos una estrategia para desbalancear el Gobierno, pero no creo que las redes sociales tengan tanto poder.

Él dice que en tres meses más habría acabado con el proceso de paz (…) pero que risa me da. No puede Uribe y sí va a poder Andrés Sepúlveda. Ese señor de ‘hacker’ no tiene nada, es realmente un tipo que habla paja. Ahora, dice que necesitamos labor de inteligencia para dañar el proceso de paz, uno no necesita de eso para damnificar las negociaciones porque los primeros destructores son las Farc. Me cuesta trabajo entender que Sepúlveda diga eso, por ejemplo, la gente vio de primera mano cómo en el Cauca sus habitantes oyeron los gritos del policía que se estaba quemando vivo y para eso no se necesitan labores de inteligencia. El país sabe quiénes son las Farc.

Pero lo más importante es que si fuera cierto que se contrató al ‘hacker’ para hacer campañas negras -de eso no tengo ni idea porque no conozco el contrato- igual no habría ningún delito. Uno puede poner gente en Twitter a decir que lo que pasa en La Habana es malísimo pero eso no es delito. Si estuviera prohibido insultar en las redes desde el uribismo tendríamos que pedir meter a la cárcel a miles de personas. A mí me insultan todos los días y bloqueo 30 cuentas diarias, pero como oposición tenemos todo el derecho de oponernos al proceso de paz por las vías disponibles,

“La única vez que Uribe me rompió el corazón fue cuando apoyó a Horacio Serpa”

P.V: Votamos por Andrés Pastrana con mucha ilusión pero fue evidente que las Farc nos mamaron gallo y utilizaron la fe de los colombianos. Uribe nos devolvió el sentimiento de que sí se puede salir adelante y ese sentimiento lo tuvo todo el país, por eso a él lo quieren tanto. Su modelo de gobierno quiere a los ciudadanos pero ahora hemos llegado al extremo de decir que es guerra aplicar la ley.

C.C: No obstante también se ha llegado al extremo de escuchar que algunos sienten por él una especie de idolatría, un fanatismo o incluso una obsesión que en últimas puede ser dañina…

P.V: No, eso es mentira. Esa idea que tienen los que no son uribistas de que cuando Uribe entra a un salón todos nos tiramos al piso para alabarlo es errónea. Adoro a Uribe, lo admiro, es un hombre superior en mil sentidos pero en muchas ocasiones le digo lo que no me parece. Hay una idea en la calle de que él dice “todos hagan esto”, y eso nunca ha pasado. Él es receptivo, oye mucho, si lo tuviera que definir en una sola palabra sería “oír”. Tiene una mente poderosa que le permite entender la complejidad de las cosas como ningún otro colombiano, eso completamente mágico.

Y por supuesto que hay un sentimiento de protección con él muy grande porque le dan muy duro. Cuando la gente siente que lo van agredir se cierran las filas y lo defienden.

Sumando todo lo que atravesamos día a día pues claro que vamos a estar a la defensiva. Cualquier partido al que le hicieran lo que le hacen al Centro Democrático respondería así. Somos agresivos porque cuando eres chiquito tienes que ladrar y bien duro.

C.C: ¿Lo que dice Uribe se hace y punto, o es verdad que le bajó la fama de regañón?

P.V: Todo lo contrario, la gente piensa que si no se hace lo que diga se le arma un lío, pero el presidente nunca manda, por eso el liderazgo no lo gasta. A él le gusta que la gente haga y les hace seguimiento, siempre muy tranquilo. De hecho si se le ha bajado el genio, me la paso más brava yo que él.

“La pregunta es cuánto se está dispuesto a pagar por la firma de la paz de las Farc”

P.V: Los diálogos en La Habana tratan un tema de precios. Uno tiene mirar con lupa cuanto les va a dar a las Farc y el presidente Juan Manuel Santos se está excediendo. Cuando él habló de un proceso de meses sin cese al fuego me pareció una locura, llevamos dos años de negociación a la vista y otros dos de negociación escondida; cuatro años donde siguen matando colombianos y ya se sabe que por esos crímenes no van a pagar cárcel. Ese incentivo es perverso, si los colombianos no ven voluntad de paz ese proceso será imposible de aprobar.

Las farc vivían en la fantasía de que iban a derrotar al Estado y llegar al poder por las armas. Poco a poco se dieron cuenta de que no podrían y entonces viene la pregunta de si van a actuar por otros medios. Pero lo hecho, hecho está, ya violaron la ley internacional y no la pueden desconocer

C.C: ¿Si las Farc viven esa fantasía, cuál vive Santos?

P.V: El gobierno de Santos es muy lejano a la realidad. Este es un país que sufre como un verraco y Santos no entiende que está pasando afuera porque siempre ha vivido en Bogotá.

C.C: Y ahora que le da los últimos retoques a la visión del partido de la reforma al equilibrio de poderes ¿siente que el Gobierno la tendrá en cuenta?

P.V: Hay que quitarle las funciones nominadoras a las cortes y acabar con el Consejo Superior de la Judicatura. Luego en la rama jurisdiccional también se evidencia el fraccionamiento entre la Corte Constitucional, la Corte Suprema de Justicia y el Consejo de Estado. Ya no hay una sola rama sino tres. Consideramos importante unirlas y fortalecerlas para que vuelva a construirse una rama del poder público poderosa. Por eso se planea meterlas todas en el tribunal constitucional supremo sobre la siguiente base: no debe ser un tribunal de instancias sino de revisión de sentencias. Aquí se atienden todas las tutelas contra las sentencias de toda la estructura y unifica la jurisprudencia haciéndola obligatoria para toda la rama.

En Colombia hemos llegado a lo absurdo de que a casos iguales se les aplica soluciones distintas por concepto de cada una de las cortes. Por eso hay que hacer un gran tribunal en el que los magistrados tengan que tener mínimo 50 años para entrar a la magistratura, 20 años de servicio y con un régimen de inhabilidad muy fuerte que cierre la puerta giratoria entre la justicia y la política para que se pueda construir una rama jurisdiccional en todo el sentido de la palabra que merezca respecto y admiración.


C.C: ¿Qué tipo de magistrados se requieren para ese tribunal?

P.V: La idea que tenemos es súper chévere. Son tres las características que se necesitan: una parte de los magistrados vendrá de la academia, otra de la carrera y una última por mérito. Esto garantiza diferencia de criterios en la manera en que se tome la justicia y asimismo hace que la academia empiece a preocuparse por la rama jurisdiccional. También se abre la entrada un ciudadano que sea un buen abogado y que tenga los méritos para entrar a la corte.

Por ejemplo, lo que queremos es que no entren todos al mismo tiempo sino que haya un periodo de dos años entre cada magistrado que va ingresando -esto aún no está reglamentado- para que cuando el primero que entre cumpla sus ocho años de servicio, el segundo, que entró dos años después, alargue las funciones a 10 años y así sucesivamente.

C.C: ¿Y quién vigilaría el organismo?

P.V: Primero se tiene que cambiar el Consejo Superior de la Judicatura por una junta de administración que va a estar, entre otras cosas, llevando las estadísticas, no solamente de cuándo se resuelven sentencias sino de la calidad de los fallos con el fin de hacer una buena vigilancia y ahí escoger los mejores.

C.C: ¿Qué le ha dicho el ministro Juan Fernando Cristo al respecto?

P.V: Le conté de qué se trata el proyecto en ámbitos generales, ya se dará la oportunidad de ahondar, Él me dijo: “voy a revisarlo para ver qué me sirve”, le respondí que bueno, pero nosotros tenemos muy claro que el Centro Democrático no tiene las mayorías para aprobar este proyecto, no obstante sí creemos que podemos aportarle a la reforma con elementos importantes que tendrán que ser considerados, porque están bien pensados. La idea es socializarlos con la academia, las otras fuerzas políticas, las cortes y la gente para que se vayan conociendo.

C.C: En la reforma presentada por el Gobierno, uno de los puntos que genera mayor controversia es el de la elección del procurador, según el escrito estaría en manos del Presidente ¿el uribismo está de acuerdo?

P.V: Este punto me ha sacado canas, es en donde más dificultades hemos tenido en el partido (…) nos ha costado trabajo. La teoría dice que el procurador debe estar cerca del Presidente para poder disciplinar a sus funcionarios. Esto es complicado, pero una de las alternativas que tenemos es crear un nuevo Consejo de Estado, a parte del tribunal supremo, que asesore al Gobierno y le de tips sobre cómo actuar. Este organismo hace la terna, el Presidente elige y pasa al Congreso para una ratificación o veto.

Una segunda opción es que a la Procuraduría la postule la oposición. Es decir: aquel que quedó de segundo en las elecciones presidenciales será quién nomine al procurador. Por ejemplo, si estuviera vigente este decreto Óscar Iván Zuluaga habría postulado al jefe del ministerio Público. El problema es que si la oposición es muy radical se empezarían a destituir ministros y no se dejaría gobernar.

La tercera es que la corte presente la terna, pero sigue el problema de cortes politizadas; esto supone dejar el tema tal y como esta. Otro camino es hacer un concurso de méritos, pero en eso poco creo.

C.C: ¿Y cuál cree que sea la opción más viable?

P.V: En el partido hay muchísima resistencia por permitir que el jefe de Estado escoja al procurador. La opción de la oposición, que es la que más gusta, tiene obstrucción de la academia. Por último si se queda igual el sistema no logramos nada porque las cortes seguirían politizadas. El partido no tiene acuerdo, es muy difícil.