Ningún presidente había detenido a tantos capos como Enrique Peña Nieto, y sin embargo nunca México se había enfrentado a un mapa del crimen organizado tan caótico y violento.
Es como el mito de la Hidra, por cada cártel que descabeza el Gobierno mexicano, otros grupos, más pequeños e incontrolables, surgen del cuerpo del monstruo. Ningún presidente había detenido a tantos capos como Enrique Peña Nieto, y sin embargo nunca México se había enfrentado a un mapa del crimen organizado tan caótico y violento, plagado de grupos escindidos de los grandes sindicatos del crimen. Todos quieren su parte del pastel. Antes, los cárteles eran pocos y se dedicaban principalmente al narcotráfico, dejando a la sociedad relativamente al margen; hoy son muchos y no dudan enextorsionar, secuestrar y asesinar a cualquier ciudadano para obtener losingresos que el negocio de la droga, cada vez más disputado, les niega.
Mientras el Gobierno se obsesiona en podar las ramas más altas de los cárteles, olvida impulsar medidas para arrancar las raíces de la delincuencia, esos oscuros rincones bajo tierra donde con tanto descaro se mueven alcaldes, policías municipales y otros cientos de funcionarios corrompidos por el crimen organizado. Así, cada vez que el Ejecutivo detiene a un gran capo y lo exhibe como un trofeo ante la opinión pública, otro miembro del cártel ocupa la silla vacante y continua el negocio. O forma una nueva banda aprovechando el desconcierto.
La detención en apenas cinco días de Servando Gómez “la Tuta”, líder de Los Caballeros Templarios, y de Omar Treviño Morales, alias Z-40 y cabeza visible de Los Zetas, vuelve a poner sobre la mesa las contradicciones de la lucha contra el narcotráfico en México, una política basada en grandes golpes puntuales que casi nunca vienen acompañados de operaciones de limpieza más profunda. Analistas como Mike Vigil, exjefe de operaciones internacionales de la DEA, ya advirtieron que la caída de Omar Treviño contribuirá a agitar el panal de Los Zetas, tal vez originando una guerra interna por hacerse con el mando. Si el ganador no impone su autoridad, posiblemente surjan nuevas escisiones, como lo fueron en su día cárteles hoy célebres como el de los Beltrán Leyva o los Arellano Félix.
Por no hablar de los mismos Zetas, un cuerpo de paracaidistas de élite del ejército mexicano que se pasó al crimen organizado como guardia de corpsdel cártel del Golfo, y que poco después se independizó para disputarle el negocio a sus antiguos jefes, provocando una de las escaladas de terror y sangre más brutales de la historia del narcotráfico en México. Lo mismo ocurre con “la Tuta”, quien optó por abandonar La Familia Michoacana y crear por su cuenta una banda de inspiración seudorreligiosa que propagó el terror por todo Michoacán, en una guerra por el territorio contra La Familia Michoacana y Jalisco Nueva Generación que hundió la región en un infierno de extorsiones, secuestros y mutilaciones.
La atomización del crimen organizado en México quedó patente en el caso de los 43 estudiantes desaparecidos en Iguala: fue la guerra entre dos pequeños grupos criminales, Guerreros Unidos y Los Rojos, lo que llevó al jefe de policía municipal y al alcalde de Iguala a ordenar el secuestro y asesinato de los estudiantes, al confundirlos presuntamente con sicarios rivales. Cada banda quiere proteger su plaza, ya sea porque es un punto de producción de amapola y metanfetaminas, como Guerrero y Michoacán, o porque es un punto logístico clave para el trasiego de droga hacia Estados Unidos, como son los estados de frontera que dominan Los Zetas y la Federación de Sinaloa, las dos grandes corporaciones del crimen en México en la actualidad.
‘Multinacionales’ contra redes de franquicias
Sinaloa y Los Zetas ejemplifican el viejo y el nuevo panorama del crimen organizado en el país azteca. Sinaloa mantiene la clásica estructura de alianza de familias dedicada principalmente al narcotráfico y con un trato paternalista hacia la sociedad en la que vive incrustada: trata de no ponerse a la ciudadanía en contra (o no demasiado), crea empresas para lavar dinero, mantiene a los funcionarios bien sobornados y ejerce, a fin de cuentas, como una gran multinacional. Cuando cae un líder, como cayó Joaquín “El Chapo” Guzmán en febrero de 2014, otro miembro de la “mesa directiva” toma el relevo. En el caso de Sinaloa fue la dupla formada por Ismael “el Mayo” Zambada y Juan José Esparragoza “el Azul”, este último presuntamente fallecido por causas naturales. Fieles a la vieja escuela, en Sinaloa prefieren la negociación y el soborno al baño de sangre.
Por el contrario, Los Zetas son el signo de los nuevos tiempos, o más bien fueron ellos quienes crearon ese nuevo signo. No establecen un sindicato con mando centralizado, sino que conforman un red de franquicias bajo el paraguas “Zeta”, pero casi independientes entre sí, poco organizadas y extremadamente violentas. En su caso, las balas, las decapitaciones y la sangre son la tarjeta de presentación para ganar territorios y cerrar negocios. No se centran en el narcotráfico a gran escala, sino en cualquier acto delictivo que les reporte beneficios. Heriberto Lazcano, alias Z-3 o “el Verdugo”, fue el sanguinario líder del cártel hasta que presuntamente cayó abatido a finales de 2012 (el cuerpo desapareció misteriosamente); luego fue Miguel Ángel Treviño, el Z-40, quien tomó el relevo, dejando paso tras su detención en 2013 a su hermano ahora apresado Omar Treviño, quien no gozaba del respeto interno de sus predecesores.
“Es una detención que por ahora trastoca el rompecabezas de la estructura operativa, pero no la estructura financiera, ni la estructura de lavado de dinero, ni la política, que se han mantenido impunes”, analizó Rafael Ravelo, director de la revista Variopinto y experto en crimen organizado. “No se sabe por ahora quién pueda ser, pero sin duda habrá relevo. Aquí opera la lógica de que se eliminan figuras, se eliminan cabezas, pero jamás se golpea el negocio”, prosiguió.
Cambio de cromos para seguir como siempre, eso es lo que también ocurrirá en el seno de Los Caballeros Templarios con la caída de “La Tuta”, según indicó el investigador José Gil Olmos en entrevista a Noticias MVS: “Ya se está formando la nueva línea. Los templarios que salieron de Michoacán a esconderse están regresando, y los que se quedaron ahora forman parte de otros grupos pequeños que se han ido ampliando, como los Viagras o el H3, y seguirá (el crimen organizado) esta nueva generación y otros grupos que se están organizando en Michoacán”.
A lo que el experto añade: “No vemos grandes decomisos en Michoacán, ni de marihuana ni de amapola y menos de metanfetaminas o drogas sintéticas. Me parece muy bien que hayan agarrado a “la Tuta”, que hayan quitado la estructura de mando y el territorio que tenían bajo su control a los Caballeros Templarios, pero yo no veo que la estrategia del Gobierno vaya hacia las bases, vaya hacia los pueblos, comunidades, donde realmente hasta es aspiracional ser Caballero Templario”.
Los tratos entre grandes capos y autoridades
El mayor trofeo para Enrique Peña Nieto es sin duda la cabeza de Joaquín “el Chapo” Guzmán, líder del cártel de Sinaloa y oficialmente el narcotraficante más buscado del mundo. Pero también en el último año han ido cayendo en un incesante goteo Fernando Sánchez Arellano, líder del cártel de Tijuana (junio de 2014); Héctor Beltrán Leyva, último líder del cártel familiar que lleva su nombre (septiembre de 2014); Vicente Carrillo Fuentes “el Viceroy”, cabeza del cártel de Juárez (octubre de 2014). Junto a ellos han ido cayendo multitud de segundas espadas, como jefes de plaza u operadores regionales.
Cada vez que el Gobierno detiene a un capo de la droga, parte de la población lo toma con suspicacia. Es sabido que los grandes capos suelen negociar los términos de su entrega con las autoridades, rara es la vez que un líder es realmente sorprendido sin tener idea alguna de que iba a caer. Por eso, el hecho de que las detenciones de “La Tuta” y el “Z-42” se hayan producido con solo cinco días de diferencia ha originado una oleada de escepticismo. EnriquePeña Nieto está atravesando el peor momento de popularidad justo cuando se avecinan elecciones legislativas en junio, y no menos relevante es el hecho de que el Gobierno acaba de nombrar a un nuevo procurador (fiscal general), la exsenadora Arely Gómez, y este es un excelente momento para ungirla de autoridad. “Les viene a dar una bocanada de aire fresco ante una situación que los estaba agobiando, sobre todo con las críticas a nivel internacional en materia de derechos humanos. El Gobierno está siendo muy criticado”, indicó Gil Olmos.
A favor de los escépticos juegan las declaraciones grabadas en vídeo a “La Tuta” en el interior del helicóptero que lo trasladaba a dependencias judiciales tras ser detenido. “A mí también me sorprendieron”, admitió el líder Templario a su hermano, también arrestado en el asiento contiguo. Declaraciones sin precedentes en una detención de este nivel que han hecho torcer el gesto a la ciudadanía, en lo que entienden un guiño pactado a la estrategia de seguridad de Peña Nieto. “Seguramente las del Z-42 y ‘la Tuta’ eran operaciones ya realizadas. Normalmente las detenciones se hacen pero no se anuncian: se interroga a los personajes, se les saca la información y se espera el momento propicio políticamente para presentar estas detenciones. Aun siendo golpes importantes son golpes mediáticos, porque finalmente el negocio continúa”, consideró por su parte Ravena.
Mientras las capturas de peces gordos con puesta en escena cinematográfica se suceden, el mapa del crimen organizado en México se fragmenta, grupos de nuevo cuño surgen fuera del radar de las autoridades y millones de personas en los puntos calientes del país continúan siendo el blanco de extorsiones, secuestros y asesinatos por parte de las nuevas generaciones del narcotráfico.