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UEFA lleva al Barcelona de la mano a cuartos


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El árbitro fue el mejor arma del Barcelona en la milagrosa remontada. Concedió dos penaltis inexistentes y alargó el tiempo de descuento hasta cinco minutos para que los culés anotaran el gol que les da el pase a cuartos.

El árbitro fue el héroe de la noche en un partido en el que se esperaba la actuación brillante de Messi, Neymar o Suárez. Los tres de la MSN anotaron en la goleada que le dio el pase a cuartos, pero no lo hubieran podido lograr sin la ayuda que les brindó el colegiado.

Los culés cumplieron con su cuota para la remontada. Desde el minutos 2 ya habían hecho el cuarto del trabajo necesario. Suárez, un animal del área, leyó como solo él sabe hacerlo el barullo en la zona chica y se adelantó a todos los marcadores parisinos para subir el primero de cabeza.

En el Camp Nou sonaban las cornetas de la heroica y los azulgrana siguieron su discurso, meter al PSG en su área. Los franceses ayudaron con su versión más tímida. Ni Verratti, ni Draxler, ni Lucas Moura aparecieron sobre el césped. Los de Emery se confiaron en la oportunidad que les dejarían los espacios atrás del Barça. Sabían que en alguna la tendrían y no hacían mal pensado esto.

El Barça logró su segundo también antes del descanso. Otro barullo en el área acabó en un rebote que dio en Kurzawa y se fue para dentro. Los dos tantos definían el juego culé. Volcados en ataque pero atropellados en la circulación por las ansias.

En el segundo tiempo se agarraban a la mística de la remontada. Ahí apareció el árbitro para ponerles un camino de rosas. Señaló un penalti que él mismo le había negado a Neymar pero si acabó concediendo por consejo de su asistente tras la portería. Mal hecho, el central tenía mejor visión de la infracción desde su posición pero prefirió hacerle caso a este. Desde los once metros, Messi no falló.

El tanto dio vitaminas a los parisinos más que a los locales y comenzaron los mejores minutos del PSG. El Barça se durmió viendo la remontada tan cercana y recibieron un duro golpe con el gol de Cavani. El uruguayo remató una gran incorporación de Meunier por la banda. El Camp Nou se quedaba helado.

El PSG tuvo en sus manos entonces la sentencia. Cavani desperdició un mano a mano con Ter Stegen. Y Mascherano le birló una ocasión clara de Di María también solo ante el alemán, tocando antes su pie el remate y cometiendo otro penalti que no cobró el árbitro. Tampoco hubo reproches. Nadie creía en que los culés pudieran dar ya vuelta al resultado. Ni siquiera ellos mismos. Tras el golazo de falta de Neymar a falta de tres minutos, seguían las cabezas cabizbajas. Pero este Barcelona goza de un arma de destrucción masiva de la que nadie dispone: el árbitro.

El colegiado alemán volvió a inventarse una falta inexistente de Marquinhos sobre Suárez. El uruguayo se dejó caer descaradamente y el árbitro le siguió el cuento. Esta vez fue Neymar el que se sintió inspirado para empujarlo a la red. El brasileño no falló.

Con todo lo que habían pasado, el Barça se ponía a un gol de obrar el milagro. Y si les faltaba el tiempo, ahí estaba de nuevo el árbitro para darles el necesario. Concedió cinco minutos de alargue que solo él vio, porque no existieron interrupciones para extender tanto el crono. Con un minuto para el final, Sergi Roberto anotó el esperado y estalló el Camp Nou de júbilo.

Los culés celebraban. Les daba igual pasar de esta manera que cualquier otra. Están en cuartos, guiados de la mano por la UEFA y el árbitro. Denis Aytekin hizo ver el espectáculo de Obrevo en Stamford Bridge de hace unos años como si de un aprendiz se tratara. Del robo del Camp Nou se hablará por mucho tiempo.

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