El Madrid volvió a hacer precisamente lo que Benítez no quiere que haga, es decir, desconectarse, y se dejó empatar dos veces por el Valencia, la segunda cuando ya estaba con 10 por la roja a Kovacic.
Hay una generación de aficionados al fútbol que roza o supera los 30 años de edad y que durante su juventud vivió una época en que la Liga la podían ganar otros equipos que no fueran Real Madrid o Barcelona. Uno de esos clubes candidatos al título era el Valencia primero de Héctor Cúper y luego de Rafa Benítez. Era un grande con todas las letras.
Si ganaba (o goleaba) a Madrid o Barça, no era del todo escandaloso, sino un hecho que se podía dar sin sorpresa. Pero esa generación convive con otra que ahora considera al Valencia un equipo que apenas lucha por ser cuarto. Y eso es obviar los hechos históricos que hacen del Valencia uno de los mejores equipos de la historia de la Liga.
Pero como hecho histórico que es, no les falta del todo razón. Para Madrid o Barça, dejarse puntos hoy en día en Mestalla es extraño y negativo. Y este puntito que han sacado los blancos de la acequia no sirve, de hecho, para saber si Benítez seguirá o no siendo entrenador del Madrid.
Este era un Valencia-Madrid muy raro. Primero porque el Valencia, además de ser de verdad un equipo que solo lucha por meterse en Champions, vive en unacrisis deportiva permanente desde hace meses y todavía no ha encontrado la estabilidad que se prometía con Gary Neville, aunque el inglés lleva poco por Paterna como para valorar en absoluto su trabajo.
Y por otro lado, porque el Madrid tiene a su entrenador sobre un cadalso constante. Benítez parece que tiene un ultimátum cada vez que juega su equipo. ¿Qué pasa tras un empate como el de hoy? ¿Será despedido? Por ahora, lo que se sabe es que Butragueño pide “tranquilidad”.
Pero Benítez tiene motivos para estar contento y para estar preocupado por su futuro. Empecemos por esto último: precisamente en estas últimas ruedas de prensa, el de Parla ha hablado varias veces de la falta de constancia de sus jugadores, que se muestran incapaces de mantener cierta continuidad en el juego.
Por ahora, tras casi media Liga transcurrida, es difícil recordar un partido en el que el Madrid haya jugado bien los 90 minutos completos de un partido. Y Mestalla no fue la excepción y no confirmó la regla. De hecho, se pareció demasiado a lo sucedido en el Pizjuán contra el Sevilla y estuvo cerca de tener el mismo resultado.
Aquel día, el Madrid jugó una primera media hora sensacional y decayó abruptamente hasta perder por 3-2. El Valencia disfrutó de lo mismo. Como partido importante que era, los dos equipos salieron con una tensión palpable desde el inicio, pero rápidamente los que vestían de azul (la equipación gris parece haber sido desterrada, pese a ser la segunda, en teoría) tomaron el control posicional del encuentro, teniendo más la pelota, gestionándola bien y moviéndose con buen criterio en la presión cuando se perdía la posesión.
Todo esto se confirmó con un gol excelente, de ‘Play Station’, como dirían los de la primera y la segunda generación de las que hablábamos al principio. Y lo más significativo de ello es que fue obra de los tres de arriba, que desde hace meses tienen una barrera psicológica para conectar entre ellos.
Habría que echarle la culpa primero a Santos por perder el balón y, después, alabar a Balepor su taconazo, a Cristiano por su visión de juego y a Benzema por su definición. Este gol es la prueba empírica de que pueden asociarse y muy bien, porque son muy buenos jugadores. Pero necesitan que alguien les active, les enseñe a calibrar sus movimientos, a convertirlos en naturales, a conocerse, a buscarse, a quererse…
Mientras todo eso pasaba, el Valencia sobrevivía como buenamente podía. Lo primero que se inventó Neville al llegar al Valencia fue el cambio de posición deParejo de interior a pivote creativo. Ya contamos en este periódico que el asistente de la selección inglesa no venía al Turia a jugar mal, sino a intentar divertir con el balón, y en su equipo el que mejor se lleva con el esférico es el ’10’.
Lo situó como ‘5’ argentino y aunque todavía no ha ganado, sí que ha mostrado mimbres de poder funcionar. Pero, claro, ante un Madrid bien posicionado, Parejo sufrió y la única vía de escape che era la enorme calidad individual de André Gomes.
Si el portugués no destaca en un partido del Valencia, es que el Valencia está haciendo algo mal, porque es su mejor jugador. A partir de él, de su verticalidad y personalidad, el conjunto albinegro fue creciendo, creyéndoselo.
El Madrid, como siempre, se despelotó en el mediocampo, y entonces a Gomes se unió Parejo y la balanza empezó a caer del lado valencianista, hasta equilibrarse con el penalti muy torpe que le hizo Pepe a Gomes en el último minuto del primer tiempo. Después del descanso, se acrecentó Parejo, se desdibujó Kroos y el partido se volvió un despiporre sin control que tenía siempre más pinta de che que de merengue.
¿Tanto cambió el partido con la roja a Kovacic? En realidad no. Después de que el croata se fuera a la calle por una entrada fea y a destiempo (sin mala intención, pero desafortunada, es lo que tiene un mediapunta en proceso de reconversión a pivote, que hace cosas como esta a la Juve el año pasado), el partido siguió sin que lo controlase ninguno de los dos equipos. Los dos buscaban la victoria con el mismo ahínco.
El Madrid no se echó atrás por jugar con 10, ni el Valencia se volvió loco. El gol de Bale bien podía haber llegado con paridad numérica, y la respuesta de Alcácer tres cuartos de lo mismo. Se notó, si acaso, en la penúltima jugada del partido, cuando pudo ganar cualquiera de los dos con las ocasiones de Negredo y Bale: ahí estaba todo rotísimo.
Y esa roja es una pena para el bueno de Kovacic. Porque fue elegido por Benítez para crear un once más a su propio estilo, más táctico y menos virtuoso. Dejó en el banquillo a James (¿castigado?) y a Isco (ninguneado, sin interrogaciones), y prefirió al joven croata, que jugó un partido completísimo en todos los sentidos, haciendo exactamente lo que se le pedía, que era un trabajo físico en el medio y una colaboración más para la creación de juego. Esta expulsión le deja muy marcado, porque la generación más reciente solo juzga por detalles.