Unión Europea no se fía de Turquía

La UE necesita la cooperación de Ankara en asuntos como la crisis de refugiados, pero no confía en su buena voluntad. Bruselas se resiste a desembolsar los 3.000 millones de euros prometidos.

“Nadie se fía de Turquía”. La afirmación pertenece a un alto diplomático europeo, y fue pronunciada hace apenas unos días ante las continuas reuniones en Bruselas sobre la crisis de los refugiados y la coordinación de las políticas antiterroristas en el continente.

Hay desconfianza por parte de varias delegaciones nacionales hacia Turquía, y también críticas por las incongruencias del acercamiento europeo. Aunque no se tratan públicamente las peligrosas relaciones que Ankara tiene en Oriente Medio, en la capital comunitaria hay quienes dan credibilidad a las acusaciones rusas de que Turquía es uno de los principales compradores del petróleo que producen los terroristas del Estado Islámico en zonas de Siria e Irak. O un facilitador para su exportación.

Recelos que no frenan a la Comisión, obligada a reabrir el proceso de adhesión de Turquía y buscar su colaboración antiterrorista. Además, el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, ha conseguido 3.000 millones de euros de Bruselas para afrontar la crisis de los refugiados que también viven en su país.

Las sospechas, al menos, estaban muy presentes entre funcionarios nacionales encargados de coordinar las políticas de seguridad, porque había muy pocas opciones en la región y las informaciones aparecían desde hacía meses. “¿Quién iba a ser si no? ¿Irán, que ya tiene petróleo?”, se pregunta este diplomático, que destaca el beneficio para Turquía, con un petróleo un 50% más barato que en el mercado.

“A un país con problemas financieros y económicos como Turquía no le viene mal”, analizaba este diplomático. Este mismo lunes, en el almuerzo de trabajo con los turcos en el Consejo de Exteriores, un país comunitario expresó sus dudas sobre la colaboración de Ankara contra los yihadistas. La UE y Turquía se sentaban precisamente para ver cómo frenar la llegada de yihadistas europeos a Siria a través de Anatolia.

En Bruselas no quieren entrar a discutir si Erdogan y su círculo cercano se ha enriquecido con el crudo que refina el Daesh. Tampoco en el cruce de acusaciones con Rusia sobre quién apoya a quién en Siria. Pero una conclusión parece clara: como destaca el alto diplomático, “la intervención rusa en Siria ha demostrado que las operaciones europeas no estaban haciendo nada, que no se frenaba al Daesh, que no se conseguía atacar sus convoyes”.

“Especialmente la crisis de los refugiados, pero también el terrorismo, nos están mostrando algo muy claro: estamos en el mismo continente y afrontamos los mismos desafíos, así que cuanto más desarrollemos instrumentos y políticas conjuntas, mejor lo haremos, y de eso se trata”, zanjó la alta representante de Exteriores de la UE, Federica Mogherini, el mismo lunes ante el viceprimer ministro turco.

Nadie quiere pagar la factura

La UE necesita a Ankara para luchar conjuntamente contra el yihadismo del Daesh, pero también para frenar la llegada de refugiados a sus fronteras exteriores. El 29 de noviembre, en una mini-cumbre con Turquía, se pactó ofrecerle un fondo de 3.000 millones de euros para ayudar con los refugiados en su territorio. Pero la Comisión está encontrando problemas para recabar ese dinero.

La promesa de noviembre era una partida inicial de 500 millones procedentes del presupuesto de la UE y el resto de los países europeos, aunque su diseño no contentaba a los gobiernos. Así que el último pacto es que el presupuesto comunitario ponga 1.000 millones y los estados miembros el resto en un reparto por porcentajes según el PIB.

A España le tocarán exactamente 152 millones, y a Portugal cerca de 30 millones, destinados al fondo común europeo para Turquía. Todavía hay diferencias con el diseño de las contribuciones: “Hay que coordinar cómo son, si dentro de la facilidad [el fondo comunitario], si la facilidad coordinará las aportaciones…”, indica otro alto representante de un socio europeo.

Algunos estados no se plantean esta colaboración colectiva. Si hay que pagar a Erdogan para que controle a los refugiados, apuestan por préstamos bilaterales y así destacar su esfuerzo nacional. “El Reino Unido quiere que aparezca la Union Jack en la foto”, no diluir el dinero británico en una hucha común, explicaba con ironía el alto diplomático europeo citado.

Estos préstamos bilaterales serían a fondo perdido, Turquía no tendría que pagar intereses y habría unos plazos de vencimiento muy amplios. E incluso hay opciones como la chipriota, que aportará sus fondos a través de la contribución anual al presupuesto europeo. Nicosia es uno de los socios europeos más reacios a dar dinero a Ankara: son tradicionales enemigos desde que Turquía invadió el norte de la isla en 1974.

Disputas sobre las islas del Egeo

Chipre no es el único rival histórico. También lo es Grecia, aunque el primer ministro heleno, Alexis Tsipras, ha visitado recientemente Ankara para ver cómo frenar la llegada a sus costas de embarcaciones. “Derribar un avión es una cosa muy seria”, dice con sorna un miembro del Gobierno heleno. “Nuestras fuerzas aéreas tienen incidentes casi diarios con las turcas por el espacio aéreo” y no terminan como el caza ruso abatido por la aviación turca el pasado 24 de noviembre.

Problemas en el aire pero también el mar, porque parte de los roces entre guardacostas turcos y griegos surgen de la diferente interpretación sobre las aguas que bordean los islotes y pequeños archipiélagos que salpican esa parte del Egeo. “Turquía sigue sin reconocer las 12 millas territoriales en el mar y solo actúa en los límites de las seis”, explica a El Confidencial este funcionario en Bruselas.

Hasta el 9 de diciembre, los griegos aseguran haber rescatado a casi 95.000 personas en el mar, evitando su muerte. En total, más de 750.000 personas han llegado en embarcaciones desde la costa turca, el 70% de ellos sirios. Atenas denuncia ante Bruselas que Ankara claramente no está haciendo su parte de los deberes, como se le pide para poder recibir los miles de millones.

La Comisión insiste en profundizar la relación con Turquía y abrir paulatinamente capítulos de su adhesión. El último es el número 17, para la convergencia económica y monetaria con los estándares europeos, por ejemplo la independencia de su banco central. “Está bien que se abran capítulos de las negociaciones porque así tendrán que aceptar la legislación marítima internacional, algo que ya hacemos todos en la UE”, sentencia el griego.

Según el pacto del 29 de noviembre, habrá mínimo dos reuniones anuales sobre todas estas cuestiones. El funcionario heleno muestra la disposición de su país a colaborar: “Tendremos que acostumbrarnos a las visitas de sus delegados”, dice. “Parece que como estamos en Navidad ahora hay que poner siempre a un turco en nuestra mesa”, se ríe el alto diplomático para ilustrar la frecuencia con que Ankara se sienta últimamente en los consejos europeos como si fuese un Estado miembro más.