Vidas que se convierten en cifras

Ayotzinapa es el hecho que conmociona al mundo entero y que deja en evidencia como desde hace años el crimen organizado en México ha venido ejecutando y despareciendo gente sistemáticamente. Esto estalló cuando se le declaró la guerra al narcotráfico.

De confirmarse que los restos enviados a Austria son los de los estudiantes desaparecidos el pasado 26 de septiembre, la tragedia sumaría 43 más a el ya escandaloso número de desapariciones, homicidios, secuestros, decapitaciones y crímenes que han quedado en la impunidad.

La terrible crisis se origina en el 2006 bajo el Gobierno de Felipe Calderón. Cuando levaba tan solo diez días en el poder el operativo conjunto Michoacán inaugura las acciones de “batalla” contra la delincuencia organizada por parte del Gobierno.

Fue entonces este el año que marcó el inicio de una guerra contra el narcotráfico que hoy ha cobrado un sin fin de vidas inocentes. Desde ese momento los carteles de narcotráfico en México han crecido de una forma tan rápida que asusta. Según el diario ABC el del año pasado ya envejeció y este no tardará mucho en hacerlo. En aquel no figuraban, por ejemplo, los «Guerreros Unidos», acusados de la desaparición de los 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa tras los ataques de Iguala del pasado 26 de septiembre, que se cobraron seis vidas. El crimen organizado en México es una hidra de Lerna que multiplica sus cabezas cuando se le corta una.


Eduardo Guerrero, doctor en ciencias políticas y especialista en violencia y seguridad explica cómo la detención de numerosos capos en la administración del presidente Felipe Calderón –el logro pírrico de seis años de «guerra contra el narco», a la que muchos analistas responsabilizan del descontrol de la violencia– había tenido un efecto perverso: la deserción de mandos medios en las grandes organizaciones, que a su vez se convertían en capos de nuevas células del terror. Un cáncer metastásico.


“Lo que ha sucedido de ese entonces para acá –dice Guerrero– es que las organizaciones se han ido fragmentando aún más. Todavía tenemos grandes cárteles, sobre todo el de Sinaloa, y tenemos una gran gama de mafias, que se dedican sobre todo a la extorsión y al secuestro. Dependiendo de su ubicación geográfica, tienen otros negocios, como el tráfico de personas o la trata, la extracción ilegal de combustible, etcétera. Con todas las intervenciones militares y policiales que ha habido en los últimos dos años en los centros urbanos más violentos,muchas células se han trasladado a zonas rurales, donde se dedican a extorsionar a empresarios agrícolas o a ganaderos, lo cual ha propiciado la aparición de grupos de autodefensa, muchos de ellos financiados por estos mismos empresarios”.


Según el Instituto Nacional de Estadísticas de México estas son algunas de las cifras que dejan sin aire al mundo, publicadas en el más reciente informe de 2013.

22.322 han sido los desaparecidos desde el 2006 cuando empezó la guerra en contra del narcotráfico.

123.470 son las desapariciones forzosas que se registran sólo en el 2013.

93,8 porcentaje de delitos no denunciados y no investigados en 2013.

10,7 millones de hogares con al menos una víctima del delito.

62 cuerpos encontrados en fosas comunes que fueron encontrados en la investigación del caso de Ayotzinapa. Fue confirmado que ninguno de esos cuerpos pertenece a alguno de los normalistas.

Los seis muertos y 43 desaparecidos de Iguala pusieron sobre la mesa que el mundo criminal está infiltrado de manera alarmante en las instituciones públicas municipales. “Para ser eficientes en su operación –explica Eduardo– estas mafias pequeñas generalmente trabajan de la mano de las autoridades locales. A veces bajo un acuerdo de beneficio mutuo, repartiéndose las ‘utilidades’ de los negocios criminales; otras, por intimidación o sometimiento”.