La Canciller, Claudia López, Iván Duque y Carrasquilla tienen Huevo

En este país estamos en el mundo al revés. Nos están acostumbrando a una normalidad anormal, en dónde la responsabilidad que deben asumir los funcionarios públicos la vuelcan sobre otros. Esta costumbre mediática de los gobiernos, de crear cortinas de humo para desviar la atención de la verdadera responsabilidad y rendición de cuentas, no puede seguir haciendo carrera. Parte de nuestro ejercicio de control político es precisamente develar la realidad cruda detrás de las fachadas. Esta semana hubo tres ejemplos aberrantes, que deben ser denunciados en aras de un debate democrático transparente.

La primera perla vino por cuenta de la Canciller Claudia Blum frente al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. En semejante instancia internacional, que ha sido aliada del acuerdo de paz en Colombia, la Canciller, representante oficial del gobierno para las relaciones internacionales, afirmó que: “las disidencias de las FARC deben considerarse un incumplimiento al acuerdo de paz.”

La afirmación es de un cinismo mayúsculo, por parte de un gobierno que solo ha buscado torpedear la implementación de mecanismos del acuerdo, como el avance de la memoria histórica y la Justicia Especial para la Paz. Era claro que el gobierno, una vez replegada la guerrilla de las FARC, debía ocupar, con el estado social de derecho, los territorios en dónde la guerrilla operaba. No hacerlo, significaba la ocupación de estos por intereses adscritos a las economías ilícitas. Esta situación es la que se presenta hoy de forma dramática en el Pacífico colombiano, el Cauca y otros lugares. Este incumplimiento del estado ha significado 904 líderes sociales asesinados en Colombia y ya 270 asesinatos de firmantes de la paz. Por ello la Corte Constitucional está estudiando declarar una vulneración masiva frente al proceso de paz.

Por lo tanto, la canciller busca desviar la atención frente a los verdaderos intereses políticos de este gobierno, el cual busca mantener la impunidad de intereses afiliados a sus toldas políticas y además pretende crear una ‘cortina de humo’ que tape su falta de capacidad para la implementación de los acuerdos. Como todo lo de este gobierno, en la paz, también es inminente su incapacidad. Además, el cinismo es mayúsculo al reportar esto frente a la comunidad internacional como un incumplimiento de las antiguas FARC, comunidad que no solo fue garante de la firma de los acuerdos, sino que ha sido un donante importante para su implementación y por lo tanto conoce de primera mano lo que pasa en Colombia. No tardó el jefe de la misión de verificación de la ONU, en Colombia, en pedir que la Canciller aclarara sus declaraciones y en solicitar, al gobierno, proteger la vida de líderes sociales, así como de excombatientes de las FARC. La movida del gobierno es clara, buscar acabar con el proceso de paz, culpando al hoy partido Comunes de incumplirlo.

La segunda perla vino por cuenta de la alcaldesa Claudia López, quien en Caracol Radio manifiesta: “Estamos en el peor momento de la pandemia… estamos en la tormenta perfecta: la indisciplina de la gente, no hay vacunas, ocupación de UCI…vamos a vivir las dos peores semanas de nuestras vidas”. Las cifras no mienten. En Bogotá, en enero de este año, en pleno segundo pico, se hacían 18,100 pruebas diarias promedio. Apenas pasó el segundo pico bajaron la guardia y a finales de marzo teníamos un promedio de 9,500 pruebas. La dificultad que vivimos con más del 90% de ocupación UCIS y en ascenso, se explica porque la prevención y el rastreo no está en la ecuación de manejo de la pandemia por parte del presidente Iván Duque ni de la alcaldesa Claudia López. Denunciamos quince concejales, en enero, de todos los espectros políticos: derecha, izquierda y centro; que la alcaldía no tenía una visión previsiva frente al manejo del virus, que no hacían un rastreo proactivo para identificar los focos de contagio y en consecuencia aislar barrios o poblaciones segmentadas generando una adecuada mitigación social para sostener las cuarentenas.

La decisión, por el contrario, desde Presidencia, fue mantener el puente de Semana Santa, sin restringir la movilidad a nivel nacional. El domingo de resurrección entraron 3 millones de carros a Bogotá provenientes de todo el país. Ya se sabía que la tercera ola iba a ser más fuerte, no porque tuviésemos una bola de cristal, sino porque en Europa estaba demostrado que las nuevas variantes ya habían hecho su efecto y lo que pasó allá es lo mismo que ha pasado acá, sistemáticamente.

Una semana después de Semana Santa la alcaldesa anunció el refuerzo del programa de rastreo. Pero no lo hicieron realmente como debía hacerse, en micro-territorios, de forma sistemática, regular y masiva. También se anunció un semáforo que mediría el estado de la pandemia por cada territorio, nunca lo lanzaron. El momento, que expone la alcaldesa, se explica en gran medida, en que al dejarle la prevención a las EPS no hay una visión de salud pública del problema y se empoderó un sistema que ya tenía muchos problemas antes de la pandemia. Sistemáticamente la alcaldesa se negó a implementar el programa de Territorios Saludables, por lo demás promesa de campaña, para manejar desde la Secretaría de Salud la prevención y el rastreo.

Hoy la consecuencia es que el tercer pico empieza a desnudar la mediocridad asumida por parte del gobierno nacional y distrital. Y nuevamente la alcaldesa en vez de reconocer esta falla sistemática y su falta de voluntad política, le está echando la culpa a la indisciplina de la gente.

La tercera píldora es el reconocimiento público del ministro de Hacienda de no conocer cuánto cuesta una docena de huevos. La insensibilidad frente a lo que deben padecer la mayoría de los colombianos, cuyos ingresos máximos son de un millón de pesos o menos, no solo causó indignación sino dolor. Hablaron de poner IVA a la canasta familiar y no sabían realmente de lo que estaban hablando. Es ridículo y sería hasta risible, sino tuviéramos en cuenta lo que significa, que Duque salga a decir que no sabe por qué quedaron los servicios funerarios en la propuesta que pasa el gobierno. Reconoció el ministro que el medio de Ingresos de la población en Colombia es, apenas, de un millón cien mil pesos y aun así a esa población se le carga un gran peso de la reforma tributaria. Es evidente que se requieren más ingresos fiscales como producto de la pandemia, pero la ortodoxia neoliberal, para sostener la confianza de los mercados y por lo tanto las condiciones económicas a los oligopolios de este país, no permiten pensar en otra solución diferente que la de plantear más impuestos a la población empobrecida.

Colombia se ha endeudado en 4.4% del PIB para atender la pandemia, mientras países como Brasil lo han hecho por el 8.8%, Chile al 8,2%, Perú al 7,3%, Bolivia al 5,1%, esto sin contar las cifras de Estados Unidos e Inglaterra, quienes han generado un abultado endeudamiento público sin importar el riesgo, esto con el fin de hacerle frente a la peor crisis social, sanitaria y económica en un siglo. Aquí, por el contrario, se les carga a los ciudadanos, a los consumidores, el peso de la situación, en una medida ciega desde la perspectiva económica, pues al retraer su capacidad de ingreso, también se disminuirá su capacidad de consumo y por lo tanto la reactivación económica será más lenta.

Ni las disidencias de las FARC son un incumplimiento del acuerdo, pues el 90% de los reinsertados se mantienen en él, ni el tercer pico en Bogotá es responsabilidad de la falta de autocuidado per se, pues este gobierno renunció a la salud pública, ni una docena de huevos cuesta 1,800 pesos, ni la gente de a pie tiene que cargar con el déficit del Estado causado por la pandemia.

¡Por no enfrentar la escala de los problemas en su dimensión ni tomar medidas audaces ni a tiempo y peor aún, no asumir responsabilidad por las consecuencias, la canciller Claudia Blum, la alcaldesa Claudia López, el presidente Iván Duque y el ministro Carrasquilla, tienen huevo!

 

 

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