Una economía por mal camino (II)

En mi anterior columna: El Ocaso Neoliberal (I), señalé algunas evidencias negativas del modelo de crecimiento. En esta explico las razones.

El centro del problema del modelo son las fallas deliberadas en su concepción que en treinta años derivó en una retirada de la agricultura y de la industria en el PIB: del 12 al 6% y del 24 al 12% aproximadamente. Considerando el PIB del 2019 a precios corrientes, esto significa US$ 19.400 millones menos en agricultura y US$ 38.800 millones menos en industria. Al multiplicar estas cifras a 10 años suman el PIB del 2019. Toda esta plata se va a importaciones. Nacieron así unos poderosos carteles que aumentan la participación de los servicios en el PIB, lo cual ha servido para decir que la economía colombiana se ha terciarizado, sin embargo no son servicios encadenados con la producción primaria e industrial de alto valor agregado, sino importaciones que han sustituido producción nacional destruyendo empleo, encadenamientos productivos, exportaciones, y potencialidades de diversificación y sofisticación.

Ese cambio de menos producción nacional por importaciones no eleva de manera importante y sostenida la productividad total de los factores ni la competitividad, tampoco la innovación y el emprendimiento, ni desarrolla la educación, la ciencia y la tecnología, ni genera empleo formal de calidad y suficiente, ni reduce la inequidad ni aumenta la sostenibilidad ambiental, ni forma muchas más personas del más alto nivel. Dada la dependencia tecnológica, aumentos en la productividad solo vienen por la importación de maquinaria y equipos y mejores prácticas de distinto tipo. No obstante es una productividad menor que en las economías donde hacen investigación y desarrollo y mejoras adicionales en otros eslabones de las cadenas de producción y de servicios que a su vez también emanan de más I+D+i y de cambios en la educación. Es decir, se forman sistemas virtuosos en torno al cambio estructural con base en ciencia, tecnología e innovación (CTeI).

Así, Colombia tiene una economía donde los campesinos ponen el sudor, la sangre y la vida, y los industriales, a los cuales les encanta hacer empresa, aunque la tienen a la orden de la inversión extranjera puesto que no hay una política que preserve el aparato productivo nacional porque el modelo está dirigido a fortalecer la inversión extranjera. Por eso las privatizaciones también contribuyeron a desmantelar el Estado productivo a cambio de nada.

El neoliberalismo de Gaviria que es también el de Pastrana, Uribe, Santos y Duque, no reestructuró el sector productivo nacional, pero sí construyó plataformas (zonas francas) con mega ventajas tributarias para los importadores, algunas grandes empresas nacionales, y para una escasa inversión extranjera en plantas de producción de sectores industriales tradicionales que no hacen investigación y desarrollo en Colombia.

Políticas sin piso ni cielo

El distractor han sido las políticas de competitividad, y la mal llamada política de desarrollo productivo. Son políticas con instrumentos uniformes y transversales. Es decir, para los Ministerios de Comercio Industria y Turismo, de Hacienda, para el DNP, para otras agencias sectoriales, para los Bancos de Desarrollo, para los gremios empresariales y las universidades, es lo mismo producir y exportar servilletas que barcos, aguacates que medicamentos, o café que aviones. Bueno, ese es un absurdo teórico y contra toda evidencia de los países avanzados y de los emergentes inteligentes de Asia y Europa, donde América Latina únicamente aparece con Brasil.

Colombia tiene instrumentos para todas las actividades, pero no instrumentos específicos para los sectores que pueden transformar y desarrollar la economía. Por eso una cantidad de bien intencionados programas no han producido el efecto esperado.

Otra equivocación ha sido que la selección de la especialización se han dejado a las regiones, mientras el nivel nacional no asume ninguna responsabilidad al no haber definido una estrategia sectorial que haga el cambio estructural con diferenciados y potentes instrumentos. Entonces, el nivel central y el nivel regional nunca se encuentran, y el fomento a las exportaciones poco prospera.

El Conpes que autorizó en 2015 la política de desarrollo productivo, dice que una vez las regiones definan sus especializaciones, la nación definirá las suyas y unidos empujar en la misma dirección. Promesa incumplida por eso las regiones andan haciendo lo que pueden y las Comisiones Regionales de Competitividad poco o nada sirven (el Consejo Nacional de Competitividad tampoco es la maravilla) porque no tienen músculo y por ende canal de retroalimentación con el gobierno nacional. Si el nivel nacional carece de focos estratégicos las regiones difícilmente los pueden tener porque están prisioneras del centralismo. Y si éste no sabe como hacer el cambio estructural, entonces no sabe como conectar con las regiones.

Las políticas productivas correctas son las que tienen instrumentos transversales para todos los sectores: infraestructura, plataformas de información de comercio internacional, estrategias de reducción de trámites en distintas etapas de un producto que va del mercado nacional al internacional, eficiencia y transparencia tributaria, logística de alta calidad y eficiencia, entre otras, que son el soporte de sectores avanzados cercanos a la ola de la revolución tecnológica. Esos sectores luego dan paso a otros sectores emergentes que deliberadamente reciben apoyo del Estado. De esa manera la transformación productiva o cambio estructural es permanente.

En estas condiciones nacen nuevos emprendimientos de mayor complejidad, impacto en la economía (empleo de calidad), suceso en el mercado, aporte a la transformación de la producción nacional y participación en las cadenas globales de valor. Colombia tiene magros resultados en materia de emprendimiento. Rappi, Nubank y otras, se hicieron afuera, no nacieron en incubadoras de empresas nacionales.

Colombia desde hace 30 años viene en un proceso de modernización de los servicios a las empresas y al comercio internacional. Eso está bien pero aún no lo logra. Avanza lentamente por eso la brecha con otros países se amplía. Cuando se progresa se debe a una coyuntura determinada y luego se estanca o vuelve y se retrocede porque las políticas son incompletas, discontinuas, débiles de enfoque y carentes de consistencia, visión y ambición. Progresos focalizados y no sistémicos, no producen el suficiente impacto esperado.

En ese contexto, discusiones en torno a que hay un grupo de actividades que aún las amparan altos aranceles, y que la solución es aplanarlos como el resto del universo arancelario, es una equivocación en la que insisten Fedesarrollo y otros. La protección debe ser temporal acompañada de acciones para mejorar su competitividad y productividad, con plazos, condiciones y objetivos ciertos. Quitar esas protecciones porque se firmaron unos tratados comerciales adversos, y por las malas políticas de la ruina neoliberal, es absurdo. Es destruir tejido nacional y exponer la producción al apetito internacional y del narcotráfico.

Política sin neuronas

Hay un problema estructural de dimensiones incalculables contra la correcta teoría y contra la evidencia de los milagros productivos en el mundo. Es la desconexión del desarrollo productivo con la ciencia, la tecnología, la innovación (CTeI) y la educación.

Cuando se miran las estrategias y programas de las políticas de competitividad y de desarrollo productivo, desde Pastrana, aunque Gaviria destruyó centros de investigación y de desarrollo tecnológico, se evidencia la desconexión de la producción con la investigación.

Se ha avanzado en incentivos tributarios a la investigación en las empresas con la contra evidencia de la baja inversión en investigación. Se crearon los consejos regionales de CTeI que ante todo han servido para usar muchas veces mal las regalías de CTeI, y se creo el Consejo de Ciencia Tecnología Innovación y Competitividad, que pronto murió. El Ministerio de Comercio no conversa con el de Ciencia y Tecnología. Sucedió en la Cienciatón, y nada o poco se observa en los programas de fomento a las exportaciones.

Colombia tiene un atraso enorme en la aplicación de las políticas universidad – empresa – estado. No es una práctica común del sistema productivo ni de las universidades. Solo son prácticas o culturas en grandes empresas como Corona, Alpina, Alquería, Nutresa, Cotecmar, Ecopetrol, …….

¿Por qué ocurre esto? Porque en la actual política de desarrollo productivo se dice que hay unos sectores clave: son quince distribuidos entre productos primarios, industriales y de servicios, algunos están hace rato, pero no tienen incentivos estratégicos contundente para catapultarlos. Sin embargo, sirve para decir que se dispone de una política correcta, lo cual no es cierto. Entonces, el desarrollo productivo y de las exportaciones, sin ciencia y tecnología, no es posible. El presupuesto público y privado en investigación es bajo. La correlación entre producción e investigación es directa y de ahí emanan las ideas para cambios en la educación.

En Colombia el cambio estructural no es con el neoliberalismo. Creer que si a este se le aplica algo de aquel se produce el milagro, no es cierto. El neoliberalismo colombiano está demasiado contaminado y desviado de una senda correcta de desarrollo, equidad y sostenibilidad.

P.D. Próxima columna. La propuesta: la política productiva de la Colombia siguiente (III).

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