En esta semana en especial, hemos estado bombardeados y abrumados por las publicaciones de los extremistas de izquierda y de derecha, en las sofocantes redes o mediante la peligrosa sutileza de las noticias y de los periodistas de “opinión” en medios sesgados. Este país tiene dos minorías claras, las de los extremos, y una mayoría que no es extremista y por ende no activista y moderada. Esa moderación, en su mayoría insulsa, ha permitido que el país sea el poco esperanzador lugar para vivir y ver crecer los hijos que tenemos hoy. No es una opinión, son los hechos y lo muestran los indicadores que están disponibles por todo lado. No solo es que los pobres, la enorme mayoría, la pasen muy mal y sufran mucho para alcanzar algo de dignidad en sus vidas. Los ricos viven en zozobra y con miedo, y cualquiera de todas las formas de inseguridad que tenemos hacen que su vida no sea lo placentera que podría ser. No hay esperanza de prosperidad en los pobres, y los ricos no viven la prosperidad que pudieran, si el país fuera otro.
Artículos, memes y demás publicaciones que los extremistas de derecha obligan a publicar a los activistas de derecha so pena de no identificarse furiosamente con su ideología, tienen frases que exactamente se aplican en sentido inverso y que se han encontrado en artículos, memes y demás publicaciones que los extremistas de izquierda obligan a publicar a los activistas de izquierda so pena de no identificarse furiosamente con su ideología. Se ilustra con un ejemplo que merece un premio (para no jugar a lo mismo que hacen ellos apelando a falsedades), sacado de un texto derechista muy difundido esta semana, de un exmagistrado: “Los populismos de cualquier estirpe acuden a la relación amigo-enemigo para crear una lucha de clases entre sus seguidores y los que no lo son. Su ideal es que solo quepa su partido de gobierno. Por ahora, no les interesa administrar bien, sino lo contrario: destruir lo que funciona legalmente. Eso les da protagonismo y los legitima como líderes políticos. Si no tienen enemigos, los inventan.” Así como aplica contra la extrema izquierda a la que el texto pretende atacar, aplica con sorprendente precisión contra la extrema derecha, incluso con ejemplo y todo, ampliamente vivido por todos los colombianos.
El asesinato salvaje y atroz de un ciudadano a manos de unos policías, despertó del letargo inducido por la pandemia las potestas salvajes y atroces que se vivieron a finales del año pasado. Generaron la publicación una y otra vez de policías reprimiendo con fiereza y disparando contra la muchedumbre, que dejó 9 asesinatos más, para generar indignación creciente. Yo sentí indignación. Lo mismo, que la publicación una y otra vez de muchedumbres prácticamente linchando a policías, vandalizando los CAIs y quemando Transmilenios. Todo para generar indignación creciente. Yo sentí indignación también.
En la medida en que minimicemos los hechos terribles, nos alejamos de la posibilidad de erradicarlos. De lado y lado. Minimizarlos tiene varias formas de expresarse: justificarlos, invisibilizarlos, negarlos. De todo eso son expertos los extremistas. Arengan miles de veces contra las masacres de los paramilitares “haciéndose los locos” con las masacres de los guerrilleros. Y los contrarios, arengan miles de veces contra las masacres de los guerrilleros, “haciéndose los locos” con las masacres de los paramilitares.
La ecuación original comienza por pobreza mas inequidad para la mayoría de los ciudadanos, ambas estrechamente relacionadas en forma proporcionalmente inversa con la concentración de la riqueza en unos pocos, tienen como resultado desesperanza, inconformismo y protesta. Quienes tienen respuestas están del lado de la dirigencia, es decir, el poder económico y quien ostenta el gobierno de turno, resultado del poder político dominado por el primero y cuyo objetivo es mantener las cosas como están, agregan un nuevo miembro a la ecuación, reclamando que desesperanza, inconformismo y protesta deben tener como resultado represión. Si protesta violenta, entonces represión violenta, o más preventiva la fórmula: represión violenta para que no haya protesta violenta. La historia de esta secuencia está tan repetida que ya hasta parece que la estupidez ha hecho presa de todos sus componentes. El problema no se soluciona así.
Hay pocas voces que clamen por aplicar la lógica ética que debería primar para solucionar el problema y que descendieran los niveles de miedos y odios generalizados. El problema es que no se quiere solucionar el problema. Si tanto miedo nos causa que la izquierda extrema tenga un plan para tomarse el poder, lo que hay que hacer es que la izquierda extrema no tenga motivos para tener audiencia entre la gente, y eso se logra si los gobiernos de derecha funcionaran bien. Si tanto odio y resentimiento genera la falta de buenos gobiernos, la única forma de darles la razón es protestar violentamente acabando con los bienes comunes que nos sirven a todos.
No quiero ver una advertencia más del peligro de caer en otra Venezuela, quiero a muchas voces indicándonos como ser otra Australia. No quiero ni una voz más diciéndome que estamos en las garras del imperialismo, quiero a muchas voces explicando qué es lo que debemos estudiar y aprender para no ser ignorantes y a través de la ignorancia ser presas fáciles de los colonialismos mentales. Quiero más voces reflexivas como la del concejal Calvalho de Medellín con su equilibrado análisis provocando una nueva visión en la policía (video en redes), o la del amigo Juan Solórzano clamando por unir fuerzas en lo que realmente importa (la generación urgente de empleo) y no por la novela politiquera de temporada (en Facebook), o la explicación tan clara que hace Gabriel Cifuentes sobre la metodología que representa el Centro, absolutamente diferente a la alienante ideologización que se esconde detrás de la furiosa polarización de los extremistas de derecha y de izquierda (en El Tiempo).
De las reflexiones de quienes estamos atrapados entre estos extremistas de izquierda y de derecha está la promesa de buscar la solución al problema. Aunque nuestra democracia sea solo de nombre en la práctica, aún tenemos mecanismos democráticos para establecer gobiernos y representantes en el Estado que sí busquen solucionar el problema en nombre de todos. Eso empieza por tener pensamiento crítico, no dejarnos contaminar por la estupidez colectiva de los extremistas y combatir la corrupción, en todos los ámbitos en que tengamos influencia.
¡Tenemos mucho trabajo por hacer!
*@refonsecaz Consultor en competitividad