Mateo 6:14-15. Si ustedes perdonan a los otros sus ofensas, también su Padre celestial los perdonará a ustedes. Pero si ustedes no perdonan a los otros sus ofensas, su Padre tampoco les perdonará sus ofensas (Mt 6:14-15).
Más bien, sean bondadosos y compasivos unos con otros, y perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes (Efesios 4:32)
Estos son algunos de los muchos versículos que tiene la biblia sobre el perdón, nada mejor que volver a estos, en plena semana santa. Pero no es de la semana mayor y sus mensajes que quiero reflexionar hoy. Quiero reflexionar sobre el perdón social que nombró Gustavo Petro, y que como casi siempre lo hace, tuvo que salir a rectificar días después.
Caracol Radio informa la noticia así: Gustavo Petro, el candidato presidencial por el Pacto Histórico, generó una nueva discusión en el marco de las elecciones presidenciales, luego de proponer “perdón social” a políticos condenados por corrupción, esto después de que se conociera la visita que su hermano, Juan Fernando Petro, le hizo al condenado excongresista Iván Moreno en la Picota.
Muchos quedamos atónitos cuando el candidato presidencial de la Colombia Humana afirmaba que el concepto de perdón social lo nombraba después que un familiar visitara a Iván Moreno en la cárcel. El Sr. Moreno ha sido condenado junto con su hermano por corrupción por el “Carrusel de la Contratación”, el cual ha sido uno de los capítulos más negros que han tenido los manzanillos en la capital.
Como se menciona en los medios, en las redes sociales, y en las reuniones familiares o de amigos, me sumo a la indignación que causa nada más mencionar la idea de perdón social a quienes fomentan uno de los peores males que aquejan a Colombia. Los corruptos en lugar de perdón social deben recibir toda la sanción social posible.
Pero me quiero detener en el concepto de perdón y si realmente Colombia está preparada para un “perdón social”, sin relacionarlo con corruptos ni ninguna otra clase de especímenes en la fauna nacional. El perdón es un concepto tan noble como amplio, y no sé si los colombianos estemos listos para aplicarlo, o siquiera para tener esa conversación.
Lo primero que me pregunto es que pasa, si un corrupto se encuentra sincera y genuinamente arrepentido. ¿Le seguimos aplicando la sanción social? No estoy hablando de las sanciones jurídicas, hablo exclusivamente del dedo acusador de la sociedad a quienes roban el erario. ¿Nosotros como sociedad, debemos seguir sancionándolo?
Si miramos nuestra historia, los corruptos no reciben ninguna sanción social. Al contrario, son premiados con grandes honores en el Estado como senadores, ministros, o superintendentes. Por ejemplo, el exsenador Juan Carlos Martínez, vinculado a la parapolítica, sigue manejando hilos electorales en el Valle. Con esto, parece que el perdón social de Petro en Colombia ya existe, es una práctica socialmente aceptada, y desde hace mucho tiempo.
Entonces en Colombia la pregunta no es ¿le seguimos aplicando la sanción social a los corruptos?, sino ¿somos capaces de una sanción social a los corruptos?
Otro aspecto del perdón social propuesto por Petro es: ¿somos capaces de perdonar?, pero antes de eso, quisiera dar una definición más amplia del perdón. Hannah Arendt, entre sus muchos objetivos buscó devolver la nobleza perdida a la política (no se si alguna vez la tuvo), y encuentra en el perdón la única forma de cambiar las consecuencias de la acción y del discurso. Esto significa, que el perdón modifica los resultados e impactos de las acciones y las palabras en la política.
Por otro lado, Nietzche con su idea del perdón, busca liberar al hombre de la pesada carga de la dupla culpa – pasado. Lo que deja de tarea a la justicia la eliminación del pasado, para depurar el futuro. Lo cual es una tarea imposible. Por ende, el perdón es una labor sin solución, pues si existe perdón, es porque ya se cometió el acto, por ende es imposible borrar la culpa.
Creo que en Colombia tenemos un concepto muy Nietzscheano del perdón. Donde el perdón busca resarcir un hecho ya cometido, y este produce culpa (aunque dudo de la culpa que puedan sentir los corruptos de sus hechos, creo que lo que les pesa es estar en la cárcel, como es el caso de Iván Moreno). Como es imposible volver al pasado y borrar esa culpa, nos quedamos en la “sanción”, el “dedo acusador” de la sociedad.
Sin embargo, esta es una de las tantas muestras de lo retorcidos de nuestros valores. No señalamos al corrupto. Por el contrario, lo premiamos con la perpetuidad en el Congreso, mientras seguimos atacando a quienes firmaron los acuerdos de paz. Me refiero a los reclutas (no a los comandantes) quienes son estigmatizados por su pasado, a pesar de que dejaron las armas, y decidieron trabajar por el país desde la civilidad. El perdón social para ellos no ha sido posible.
Cuando hablamos de los desmovilizados, de las personas que pagaron su pena y merecen una segunda oportunidad (gracias Johana Bahamón y a su Fundación Acción Interna), o incluso de colegas/amigos que cometieron un error, preferimos seguir a Nietzsche, en lugar de a Arendt, quien encuentra en el perdón, la única forma de cambiar las consecuencias de nuestras palabras y acciones.
El perdón social de Petro en Colombia no es posible, no sabemos aplicarlo, ni estamos preparados para siquiera discutirlo, es un globo más del candidato presidencial. Somos demasiado revanchistas y tenemos una adoración por ver al vecino pagar por sus penas, siempre y cuando ese vecino no sea el privilegiado por el que hay que votar.