Ahora que el ministro de cultura español, Ernest Urtasun, quiere politizar aún más la cultura y meter mano a los museos por aquello que él llama colonialismo español, me ronda en la cabeza algo que creo que no debe de ser tan descabellado; esta izquierda que desgobierna España no sólo ha leído poco, es que se ha tragado las mentiras anglosajonas sobre el imperialismo español, haciéndolas propias, y aplaude (sin gracia) las teorías que sitúan a España como expoliador del continente nuevo, de Asia y extremo Oriente, con Filipinas a la cabeza. Además, estos desgobernantes deben de haber viajado poco, muy poco, o lo que es peor, han ido de turistas, sin mezclarse, y así, así no se puede conocer nada.
Seguro que el ministro es de los que jugaban a moros y cristianos, y si de pequeño molaba ser cristiano, hoy a Urtasun le molaría estar en el lado de los moros. Se tragó, como todos, el western de indios y vaqueros, y sin juzgar hoy la Historia, sé que el ministro hoy sería moro, indio y nunca un vaquero o cristiano; porque lo de defender unas ideas que permanecen y edificar una sociedad basada en ellas es precisamente la lucha cultural de la izquierda más radical.
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Señor Urtasun, la Historia es la que es, no quiera modificarla, cambiarla o acomodarla a su discurso. Como ministro de cultura déjese acariciar por el alma de las civilizaciones pasadas, que aún hoy siguen presentes entre nosotros, en forma de folclore, de sonidos, de pinturas, de artesanía, literatura en todas sus versiones… Mézclese, viva con otros y salga del discurso aniñado del colonialismo español es malo, tal vez ahí encuentre Cultura que tanto anhela.
Alma mediterránea
Dejen que les cuente que fui a lavar el coche. Un túnel de lavado. Cientos de autos antes que el mío esperaban en esa ratonera. Cuando por fin llegué a la caja y la cajera me explicó que había una oferta que no podía rechazar, entre risas y sonrisas inmensas, se me olvidó el tiempo que había perdido. Acepté. Pagué y aún me dio tiempo a intimar: italiana, afincada en Alemania. “Grachias”, me dijo, “prego”, contesté. El túnel da para pensar… Bajo los chorros de espuma y partículas nano mega ultra brillantes, pensé que hay un alma común que va desde el Oriente turco hasta las playas del Pacífico que tienen la cordillera de los Andes como guardianes.
Un alma mediterránea, cristiana, católica u ortodoxa, un alma alegre que, durante siglos, como las mareas del Mediterráneo, ha bañado a los pobladores y se les ha metido por la piel hasta llegar a lo más profundo de su ADN, ocho siglos de cristianismo fueron suficientes para templar esa franja geográfica extensa del norte de África, pues aunque hoy haya mayoría musulmana, el alma, sin radicalismos, sigue siendo mediterránea.
Lo vengo sospechando desde hace tiempo… Mis amigas me lo corroboran; exigencia, superación, familia, tradición, respeto al anciano, amistad, trabajo, hermandad, pero también picaresca y gracia para ejercerla… Da igual que sean de Siria, de Armenia, de Turquía, de Croacia, de Italia, de Argentina o de Venezuela, a todas nos une ese algo que nos acerca. Les pongo ejemplos; la familia es el del árbol que crece con cada una de sus ramas, el que da sombra cuando se necesita y aporta frutos para todos. La alegría es intrínseca y la sonrisa es la puerta de entrada para la amistad, el espíritu de servicio, el afán por ser útil, la amistad como apoyo al otro basado en el amor. ¡Si hasta nuestra dieta es similar! Y lo mismo da un puchero, que un cocido, que un sancocho y, los bailes y los cantes, y las alegrías se celebran con toda la pompa, según el estilo de cada uno y las penas se pasan en familia, en esa que por extensa parece más bien una tribu.
Nada de esto he encontrado ni en la América del norte, ni en la Europa central, ni en la anglosajona. Allí tienen otras cosas, otras virtudes, pero ninguna te sonríe y te calienta el alma. Ninguna tiene esa Cultura, ese alma.
Y señor Urtasun, la cultura no es patrimonio de la izquierda, ni está sólo en los museos, en los libros, en el cine, o en la Universidades. La cultura es el alma de una sociedad civilizada. Podemos dejar constancia de ella, puede conservarse y preservarse, pero no caiga en el error de pensar que sólo es lo material. Le animo a que se rodee de historiadores serios, especializados a que viva la riqueza material e inmaterial que España dejó en el Nuevo Mundo; viaje, mézclese y experimente esa alma mediterránea allí, y goce de la hermandad con América, la nuestra.
Anote, la primera universidad del continente americano fue fundada en 1551 es la “Real Universidad de Lima” y a esta le seguirían muchas otras. Su colonialismo, ese que tanto le gusta, fundó la primera Universidad en la zona norte del continente cien años después.
Un mundo entero, un mismo sentir
Sin esa alma mediterránea, tan alegre, tan cristiana, tal vez el colonialismo español, el Imperialismo, habría sido más al estilo anglosajón; de profundas diferencias entre colonos y colonizados.
Es ese colonialismo el que tanto le gusta a la izquierda española, a Urtasun, desconoce a Juan Latino; el primer catedrático negro, sí, negro, de la Universidad de Granada, en el siglo XVI; a don Alonso de Arenas Florencia, un mestizo de madre Atahualpa y padre español, que llegó a mediador entre el rey español y los indios, uno de los puestos más altos de la sociedad de entonces. Olvidan al Inca Garcilaso de la Vega, el primero en dejar escrito que no es incompatible el patriotismo inca y el patriotismo español (ahora que está tan en boga ese sentir nacionalista español que sólo sirve para ordeñar al estado, como un hijo vago, y marcar diferencias entre españoles). A la izquierda le gustaría ser tan progresista como los cristianos del norte, protestantes, acomodados en la abundancia económica de sus iglesias, y menosprecian todo lo que España o el Imperio Español hizo en las tierras que descubrió, conquistó, colonizó, prosperó, fundó, en definitiva, amó. Y aunque seguro que hubo abusos, segurísimo, la Reina Católica fue la primera y mujer en preocuparse por los derechos de los indios; en 1500 se prohibió por ley la esclavitud, en 1503; se aprobaron los matrimonios mixtos entre españoles e indígenas, y en 1504 dejó en su testamento escrito que; los indígenas seguirían siendo los propietarios de las tierras que les pertenecían con anterioridad a llegada de los españoles. Isabel, y Fernando (tanto monta monta tanto), tenía claro que todos los hombres y cada uno en su particularidad, tenían la misma dignidad; con inteligencia, voluntad y libertad. Y ahí radica la diferencia fundamental entre el colonialismo, o imperialismo, español y el resto de colonialismos que tanto le gustan a la izquierda.