Por: María Andrea Nieto
Quisiera yo dejar de escribir sobre la corrupción. Para nadie es un secreto que ser reiterativo con un tema aburre a cualquiera, incluido al que le da vueltas al tema una y otra vez. Quisiera yo que en este país se acabara la corrupción. Pero, ¿cómo hacemos para dejar de hablar de algo tan delicado y que causa tanto daño?
Los corruptos actúan como los mafiosos. En gabela. Cada miembro de la mafia tiene un rol. Unos son sicarios, otros comercializan, otros hacen relaciones públicas, otros cuentan la plata, otros la esconden y todos le responden a la cabeza, al patrón.
En un país en donde tantos periodistas y políticos han muerto por las balas asesinas de los sicarios de la mafia, da miedo denunciar.
La ley del silencio impera y se vuelve cómplice porque es mejor callar que terminar en una tumba. Otros se tuercen o se esfuman para que nadie se acuerde de ellos.
Y hay unos pocos que se atreven a denunciar.
Pero, ¿cómo callarse ante las evidencias?, ¿cómo guardar silencio cuando el monstruo de la corrupción continúa tan campante?
La gran dificultad en Colombia es la inoperancia de la justicia. Ser corrupto es un buen negocio porque nunca hay culpables. Empezando porque la corrupción ni siquiera es catalogada como un delito.
Se roban las entidades del estado usando los presupuestos estatales como cajeros automáticos. Enjambres de contratistas que llegan a engrosar las filas de las nóminas de las entidades sabiendo que a muchos les toca pagar una “tajada” de sueldo al politiquero que autorizó su contratación. Y arrodillados acceden. Es un dilema que confronta la ética con la nevera desocupada de una familia.
Los enjambres se devoran todo como una plaga y cambian de entidad cuando han terminado y se trasladan a operar de la misma forma en otro lugar.
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La corrupción es una forma de muerte porque acaba con las oportunidades de las comunidades más necesitadas.
En el SENA en medio de las denuncias en el año 2017 mi gran temor era que el presupuesto de las obras, los contratos de tecnología, formación y construcción iban a hacer un hueco financiero en la entidad y que sería el millón de aprendices y los instructores los que sufrirían. Y vendría el impacto social a afectar la economía nacional, de lo que implica dejar de formar a los jóvenes en una carrera técnica.
Pues bien, hoy la entidad sufre las consecuencias de los abusos a lo que fue expuesta en el gobierno anterior, a pesar de los esfuerzos gigantescos por sacarla a flote.
Pero los enjambres se lavaron las manos y arropados en la impunidad y en la inoperancia de las investigaciones engavetadas se hicieron los de la vista gorda.
Así funciona la corrupción. Muchos me preguntan que si da miedo insistir en las denuncias. La respuesta es que sí. Pero la valentía se trata de eso, de hacer lo correcto así le tiemblen a uno las piernas.
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