Cómo escoger bien por quién votar para presidente

Sócrates criticaba las elecciones en democracia porque no todos los votantes son igualmente calificados (citado por Maldonado, 2018). No le faltaba razón y hoy sabemos que es una verdad innegable. Si fuéramos todos igualmente calificados haríamos un proceso racional para escoger por quién votar, lo que implicaría que todos dispusiéramos de la misma información sin sesgo para aplicar un método objetivo de selección. Una verdadera utopía. Gran parte de la sociedad vota irracionalmente por una de tres razones. La primera es por ignorancia, la segunda por ignorancia auto inducida y la tercera por lo que podría llamarse apatía ignorante. Aun así, la buena noticia es que los analistas políticos expertos prevén que va subiendo el voto de opinión que posiblemente sí aplica un método racional.

La ignorancia se manifiesta por no saber nada del asunto y menos de las implicaciones de algo tan importante en democracia como elegir a quien va a dirigir el país; aquí se encuentran los que venden su voto. La ignorancia auto inducida es la de aquellos que se volvieron fanáticos de algún caudillo o corriente política y se niegan a saber algo más del asunto y así votan. En la tercera se encuentran quienes no votan pero saben de la importancia de votar, y concluyen que no sacan nada con votar prefiriendo no enterarse de nada que tenga que ver con políticos.

El voto de opinión se supone que es más informado y de pronto, más analizado. Quiere decir que es mas racional, en el sentido que aplica un método para sacar sus conclusiones. Nadie es completamente irracional ni tampoco completamente racional, por lo tanto no debe considerarse que el contrario de racional es un insulto. Simplemente, la diferencia entre quien quiere enterarse lo mejor posible de la información disponible y procura que esa información provenga de diferentes fuentes, ojalá contrarias, y hace un proceso de selección lo más objetivo posible, y de quien, en el otro lado, no busca información y tampoco analiza la que le llega.

Tomando un método de análisis de decisiones (hay varios, muy usados en medios empresariales de excelencia), si la decisión que tenemos entre manos es la de elegir un presidente para el país que represente un cambio serio en la forma en que se conduce el país y su política, para abandonar la senda de resultados mediocres en torno al bienestar de los colombianos y a sus esperanzas de prosperidad y de mejora de todos en conjunto a partir de donde se encuentre cada uno, primero deberíamos definir unos criterios de selección antes de mirar a los candidatos. Esta condición es preciso cumplirla. Esos criterios se deben ordenar de más importante a menos importante e incluso darle unos pesos diferenciales para que ayuden a una clasificación más objetiva.

Haciendo mi propio ejercicio, con la mejor información que dispongo, que siempre habrá que advertir que puede ser parcial y no exenta de sesgos de las fuentes consultadas aunque fueran buscadas en todas las orillas, primero definí 15 criterios clave de igual peso (un atajo por asuntos de espacio) siendo especialmente congruente con todos los artículos que he escrito sobre política, y así poder hacer una estructura de calificación a los candidatos.

El objetivo no debe ser calificar las propuestas de los candidatos, porque todas pueden ser suficientemente bonitas e interesantes, sino lo que representan esos candidatos a juzgar por su historia, sus relaciones políticas y personales, lo que han logrado bueno y malo, y lo que potencialmente harían como presidentes teniendo en cuenta sus hechos. Es un ejercicio personal que pretende animar a que cada persona haga lo propio. Incluí a los candidatos más opcionados según la última encuesta para aplicar el método.


Usé una clasificación “verbal”, cualitativa (casi imposible lograr una cuantitativa, lo cual sería ideal) con la escala en orden: No, Tal vez, Hay esperanza y Si. En cada criterio y cada candidato, parando a reflexionar y recopilando mentalmente la información y asignando mi mejor opinión. Sería ideal mejorar este ejercicio consultando un panel de historiadores y analistas que significaran el mejoramiento de la información usada para formar una mejor opinión (repetición intencional).

Para facilitar la lectura del resultado se puede apelar a una asignación de números a la escala así: No=1, Tal vez=2, Hay esperanza=3 y Si=4. Al final se logra sumar la calificación en números comparables entre sí.

 

Aunque resulte curioso, lo de menos es cuál es el candidato específico que resulte con el mayor puntaje. Lo más importante es salir a votar en consecuencia debido a algo que advierten los neurocientíficos: el cerebro toma decisiones antes de que uno mismo sea consciente de ello (El País, 2008) y es posible que su cerebro ya tenga una decisión no analítica. Por lo tanto hay que ser juicioso y respetar el resultado del análisis. El objetivo superior que guíe esta conducta es que la mayor coherencia debe ser con un mejor futuro para nuestro país, nada más.

* @refonsecaz Ingeniero, Consultor en Competitividad

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