De racionamiento en racionamiento

Nos encontramos en el octavo ciclo de racionamiento de agua en Bogotá, dos meses ya han pasado desde que el alcalde Carlos Fernando Galán anunció la restricción y, vale la pena preguntarse, ¿qué tanto ha servido esta medida? y ¿cuál es el impacto?

El agua no es eterna, y muchos lo sabemos. Por eso, desde que se anunció que los niveles de los embalses estaban en puntos críticos y nunca antes vistos, incorporamos en nuestros hogares estrategias como tener baldes en la ducha, bañarnos en menor tiempo (hasta con temporizador), lavar la ropa cada quince días, entre otras medidas. En definitiva, no nos quedamos de brazos cruzados.

En su balance de los primeros 45 días de racionamiento, el alcalde indicó que se habían ahorrado más de 7 millones de metros cúbicos de agua, el equivalente a 2.913 piscinas olímpicas (miden 50 metros de largo por 25 metros de ancho y tienen una profundidad de 2,7 metros).Galán, agregó que, sumado a las lluvias,la estrategia ha resultado en un aumento de 15 puntos porcentuales en el nivel de los embalses de Chuza y San Rafael, que componen el Sistema Chingaza, los cuales nos proveen el 70% del líquido que consumimos en Bogotá.

Sin embargo, expertos han señalado que el aumento en los embalses responde a la llegada de las lluvias y no necesariamente a las medidas de racionamiento adelantadas.

Un dato no menor, en este primer corte del racionamiento, en solo una ocasión la ciudad alcanzó la meta del consumo que se planteó. En ese sentido, se hace necesario repensar si las decisiones tomadas hasta la fecha han sido eficaces.

Bogotá y Colombia entera deben optar por incorporar campañas de cultura ciudadana. Y digo el país porque hoy la crisis la afrontamos en la capital, pero mañana podría llegarle el turno a otro.

Vale la pena preguntarse si estas medidas restrictivas que hasta el momento se han determinado generan una cultura del ahorro o si por el contrario lo que logran es el efecto contrario, pues motivan a la gente a la acumulación de agua. Un ejemplo claro frente a lo anterior se observa en las propiedades horizontales con los tanques de reserva. Estos son llenados el día antes de la restricción para su uso en el racionamiento y posteriormente vuelven a ser llenados, causando un gasto adicional.

También, es momento de empezar a incorporar estrategias como las incluidas en el Plan de Desarrollo. Una de ellas consiste en brindar incentivos no económicos a quienes ahorren. También, implementar mecanismos y programas de educación ambiental en los colegios, además de llevar a que la ciudad tenga un consumo diario que alcance los 15 metros cúbicos por segundo.

Según la Organización Mundial de la Salud y la Fundación Aquae gastamos en promedio 100 litros de agua en una ducha de cinco minutos; Comparativamente, es lo mismo que se puede tomar una persona en 50 días.

Y este dato no es menor, la OCDE estableció que Colombia es el país que más extrae y consume agua cada año. De forma aún más preocupante, según un informe del Centro de Educación Ambiental para el Desarrollo Sostenible de la Universidad de la Sabana, desperdiciamos cerca del 43% del agua potable. Es decir, ya va siendo hora de pensar una Política de Estado, para el ahorro de agua en el territorio nacional.


Por último, cuando las alarmas se prenden hay que escucharlas y atenderlas. Hace diez años, estando Gustavo Petro de alcalde, el estudio “Metabolismo hídrico de Bogotá, D.C.” de la Universidad Central advertía que en treinta años la pérdida del líquido había aumentado en un 60 por ciento y que para el 2025 llegaría a un 70 por ciento. ¿Qué se hizo? la respuesta está en la realidad actual. Con discursos y carreta no es cómo se soluciona ni se hace frente a las problemáticas medioambientales. En ese entonces, el alcalde y hoy presidente de Colombia, tenía  que actuar.

Andrés Barrios Bernal