Las mayores transformaciones de la humanidad se han dado empujadas por las grandes crisis, esos momentos históricos que han hecho que salgamos de nuestra comodidad y pensemos en nuevas formas de hacer las cosas. Lo que ha traído esta enfermedad al mundo, ha sido esa necesidad de mirar nuestras vidas de una forma distinta. De esta introspección, no se ha salvado nadie.
El COVID, como lo mencionaba Sergio Díaz-Granados, actual Director Ejecutivo del BID para Colombia y Perú, en el foro “Retos para América Latina después de la pandemia”, lo que hizo fue dejar totalmente al desnudo los problemas de nuestro país y de la región en general. Las desigualdades que, eran ya evidentes, son hoy una gran herida abierta. Pensemos por un momento en el gigantesco reto que representa la educación virtual en nuestro país, donde, según datos entregados por la Ministra TIC, Karen Abudinen, se ha logrado conectar a internet el 53% de los hogares del país.
Medio país está desconectado, esto implica que la mitad de los niños estarán por fuera del sistema educativo hoy. La implementación de una educación virtual en los colegios públicos de Colombia es otra de las grandes preocupaciones, en donde las alternativas y tecnologías están aún lejos de permitir este desarrollo. ¿Qué tipo de rezagos estamos creando para los próximos años?
Pero si por acá llueve en otros países más desarrollados no escampa. Cristina Garmendia, exministra de Ciencia e Innovación de España, comentaba con mucha preocupación, en la conversación con Díaz-Granados, que luego de haber medido los resultados escolares, el desempeño no es alentador. Lo resumía en tres tipos de brechas: de acceso, de uso y de escolaridad, esta última refiriéndose a qué tan preparadas estaban las instituciones educativas para acometer este esfuerzo de conexión y ejecución de sus programas académicos en el mundo virtual.
En medio de este panorama, desolador para muchos y repleto de oportunidades para otros, es claro que el trabajo en conjunto es la única alternativa para avanzar. ¿Cómo vamos a superar lo que el Banco Mundial está estimando en una pérdida de más de 25 millones de empleos en América Latina y el Caribe para este 2020? Una cifra que podría empeorar, dependiendo del comportamiento que tengan los próximos meses.
En este momento debemos hacer el esfuerzo por dejar de mirar con recelo al otro y unirnos, para que juntos podamos hacerle frente a lo que nos está demandando nuestra propia vida. El reto es indelegable, debemos asumirlo personalmente, porque aquí no se trata de las futuras generaciones, hablamos de nosotros, los de hoy, los de ahora, en un corto horizonte de tiempo. El nuevo discurso de unidad es el que debe reinar tanto en lo público como en lo privado, curiosamente, lo percibo más en lo segundo que en lo primero.
El mundo político nacional tiene que reactivarse con un pensamiento de colaboración. ¿Dónde estarán esos políticos que, independientemente de su partido, mujeres y hombres, representantes de todas las regiones del país y de todas las etnias de nuestra geografía, estarán a la altura de la situación, dejando de lado sus diferencias para pensar en la unidad, el beneficio común y el trabajo propositivo? Imposible no es, pero requiere voluntad, algo que siempre ha sido escaso en nuestra querida Colombia, de ahí que se tengan tantos terribles ejemplos de falta de desarrollo y creación de oportunidades, en casi todos los frentes: educación, salud, infraestructura, seguridad, etc. Si seguimos sumidos en las diferencias, nunca avanzaremos y la pandemia, solamente habrá servido para demostrarnos que estamos lejos de funcionar como una sociedad articulada, que construye un futuro y no un subsistir permanente.
Lo decía de forma genial la exministra Garmendia, en su intervención de hace uno días: “hay que apelar para que la política dé lo mejor de sí misma, y esto no pasa por los partidos, pasa por las personas”. Nos necesitamos unos a otros para no contagiarnos de una enfermedad que aún no conocemos del todo, así mismo nos debemos unir para combatir los males que ya conocemos y hemos caracterizado perfectamente: apatía, individualismo y falta de corresponsabilidad.
Todos queremos volver a tener planes más allá de 15 días, por eso nuestro trabajo debe estar enfocado en construir una sociedad que pueda superar mayores desafíos de manera conjunta.