El sesgo de confirmación: tan conocido, tan actual, tan funesto

El sesgo de confirmación explica el fenómeno de las tribus en internet, multiplicado con las crecientes capacidades de comunicaciones, de la exacerbación de grupos de extremas, la adopción de dogmas, la polarización y en general, de la incapacidad de la sociedad moderna de aprender ilimitadamente desperdiciando la enorme cantidad de información ahora más disponible que nunca. En una época en la que pocos quieren profundizar algo y que su atención se captura por tan solo un minuto o menos, el sesgo de confirmación acaba con las posibilidades de formación de criterio a través de algún debate, dando paso a que lo que guía a las personas sean pseudo certezas implantadas en pequeños instantes. Una amenaza de la mayor trascendencia para la humanidad.

Pero el sesgo de confirmación no es ni mucho menos moderno. Muchos escritores a través de la historia lo retrataron a través de sus personajes de la misma manera que hoy lo entendemos. El nombre se lo dio el psicólogo inglés Wason en la década de los 60 (en el University College de Londres), refiriéndose a la tendencia natural de ignorar nueva información que fuera contraria a las creencias previas que ya el individuo se hubiera formado. Y esto se extiende de manera profusa a muchas explicaciones de comportamientos que observamos a diario en los demás y en nosotros mismos si fuésemos auto críticos, como el sesgo en la búsqueda de pruebas, la interpretación sesgada de los hechos, la memoria selectiva, la preferencia por la información primaria (que primero se recibió y sobre la cual se hizo la imagen mental sobre algo o alguien), o hasta la correlación ilusoria, que es la tendencia a ver correlaciones inexistentes en conjuntos de datos o hechos pero que resulten afines al sesgo que se tenga. Desde mediados del siglo pasado los profesionales estudiosos de la psiquis han adelantado muchas investigaciones sobre el comportamiento de las personas, incluyendo sus respuestas a las disonancias cognitivas, que son parte de este crucial tema.

Dicho en términos mas sencillos, el sesgo de confirmación es nuestra forma inconsciente de oponernos a todo lo que difiera de las creencias que ya tenemos, que hace que sólo valoremos lo que confirma esas creencias y pasemos por alto todo lo que no coincide o se opone a ellas, así sea la misma realidad. Cualquier asunto por minúsculo e irrelevante que sea, pero que confirme en algo lo que creemos previamente se toma como una confirmación muy válida, al mismo tiempo que cualquier hecho o dato, incluso contundente, que esté en contra de esa creencia es ignorado. Es sorprendente que siendo potencialmente inteligentes tengamos un mecanismo natural, inconsciente, para no serlo.

Una de sus formas más frecuentes es en la búsqueda de pruebas, que lleva a gente inteligente y con muchos conocimientos adquiridos en su proceso educativo, a validar o incluso enunciar una regla general con base en una o dos observaciones que cuadran con lo que pensaba antes del asunto y que se toman como pruebas suficientes. Por ejemplo, la persona (adulta, profesional, con postgrados) que argumenta sonoramente que no se vacunará de Covid19 porque ya sabe cual es el tratamiento efectivo del virus a punta de plantas medicinales, ya que dos personas cercanas se curaron así. ¡Dos observaciones precarias para asegurar una conclusión de tamaño universal! Una inexplicable forma de olvidarse de todo el sistema argumentativo que debería ser parte del uso de la inteligencia humana en todos sus procesos.

No es lo mismo ser potencialmente inteligentes a actuar inteligentemente, es decir usando la inteligencia efectivamente. Tenemos una gran cantidad de información a nuestra disposición pero que por el sesgo de confirmación preferimos desechar, empezando por no buscarla o ignorarla cuando nos vemos expuestos a su búsqueda. La peor ignorancia es la de aquel que teniendo la información toma la decisión de no usarla. Es probable que esto sea parte de los mecanismos de eficiencia instantánea del cerebro que busca repetir las conexiones existentes en vez de tener que hacer el gasto energético de crear nuevas conexiones que lleven a construir nuevos pensamientos, sacrificando el pensamiento complejo necesario para la mejora de la situación existente, cualquiera que ella sea.

El tema es tan difícil y con tanta relevancia para las sociedades modernas que puede determinar la dominancia de unos pueblos sobre otros, y de unos grupos pequeños de personas sobre las demás, solo por la decisión del uso de su propia inteligencia que cada uno haga. Si aun estando decididos a encontrar la verdad y a usar la información que esté disponible, es sumamente difícil lograrlo, como lo explica Taleb (autor de El Cisne Negro) al recordar que “desconocemos lo que desconocemos” lo que significa que queriendo usar la información puede ser que no podamos encontrarla porque no sabemos qué buscar, ya podremos imaginar la distancia existente a la enorme mayoría de personas que no les interesa siquiera saber esa verdad.

La era que vivimos está caracterizada por poca información, posiblemente falsa en una gran parte, que reafirma una y otra vez creencias que alguien inventó para convertirlas en certezas de multitudes con el fin de manipularlas. Pasa en todo, desde las finanzas, la política, el derecho, lo paranormal, las religiones, y hasta en los procesos científicos en los que se supone que tienen un método que los hace inmunes a este tipo de problemas.

En el mundo científico ha pasado y pasa cuando los científicos ya se han engolosinado con una alternativa y la han vuelto su única explicación factible a un problema. Un ejemplo muy significativo ocurrió en 1854 en Londres cuando el mundo científico rechazó tajantemente las observaciones del joven médico Snow que concluyó mediante un razonado proceso que la epidemia de cólera era difundida por el agua contaminada del pozo de Broad Street en el SoHo londinense, porque los reputados científicos en ese momento estaban seguros de que se trataba de una enfermedad que se propagaba por los olores nauseabundos y las precarias condiciones de la gente pobre que habitaba aquellos vecindarios. La tenacidad del médico dio origen a la epidemiología moderna que tanto nos interesa por estos días.

El falsacionismo, que consiste en falsear las pruebas en contra, que es una técnica filosófica (Popper) y científica para asegurarse de buscar la verdad, es curiosamente muy usada como parte del sesgo de confirmación. Una de sus formas es atacar al emisario y no al mensaje que trae el emisario es un ardid suficientemente conocido por todos. Cada vez que el exministro Hommes, que dice cosas importantes todo el tiempo, pisa algún cayo de alguien o resulta ideológicamente inconveniente para alguien, de inmediato se ataca a Hommes porque fue el artífice de la apertura que en nada cumplió la bienvenida al futuro que nos dio Gaviria en aquel entonces, y no a lo expresado por Hommes, negando así la posibilidad de construir una nueva conclusión en la que se vea favorecido el país, y no simplemente la perpetuación de un grupúsculo politiquero que por dogma debe rechazar esa fuente sin preguntar nada. Es un pequeño ejemplo de lo que pasa mil veces a diario como parte de las consecuencias de la polarización que vivimos.

Al parecer es inútil luchar contra este fenómeno natural en la mente humana. Los investigadores han encontrado que cuando se expone a personas sesgadas a la información verdadera que demuestra el error en que se encuentran, no solo no cambian la creencia sino que la reafirman, independientemente de la calidad de las pruebas aportadas. Cuando son sometidas a debates sobre sus creencias, rápidamente atacan al emisario o apelan al “sesgo de desconfirmación”, mediante el cual imponen pruebas severas a lo contrario y pruebas suaves a lo afín.

Queda hacerse la reflexión personal permanente sobre en qué lado estamos en cada situación de la vida cotidiana. Caer en el sesgo de confirmación, en cualquiera de sus múltiples formas, significa la renuncia al pensamiento crítico, y con ello, la renuncia a la manifestación del intelecto humano. Para construir un mejor mañana, personal, para la familia, para el país y para la humanidad necesitamos auto exigirnos un comportamiento intelectual crítico, con apertura a nueva información, con propensión a debatir para aprender colectivamente, a dirigir nuestras acciones con criterios que pueden ir mejorando según cambie la información y las circunstancias.

@refonsecaz – Ingeniero, consultor en Competitividad.

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