Lo que deja la debacle uribista
Desde el gobierno de César Gaviria, el uribismo, los trimillonarios legales e ilegales, los partidos políticos tradicionales y sus derivados, las poderosas mafias de contratistas expertos en robar recursos públicos, y una horda de testaferros del narcotráfico y de las demás economías ilegales, hicieron del estado colombiano un fallido sistema de organismos públicos y de organizaciones privadas.
Las leyes, la economía del mercado, los favores cruzados entre los tres poderes donde solo participan viejos y malos partidos; una fuerza pública y militar a su servicio con visa para enriquecerse, libertad para hacer barbaridades y destrozar todo intento de una paz duradera; grandes medios sin ética y sin vergüenza; una pobreza inmensa controlada por una ignorancia ciudadana milimétricamente administrada; y una comunidad de analistas en su nómina, emergieron de la oscuridad para tomarse el Estado.
Por esto y más, Colombia es un país con unas instituciones funcionales a todo lo malo que puede imaginar una sociedad cuya psicología es cualquier cosa menos la de una sana mentalidad colectiva, porque incluso los normales se volvieron indiferentes y nunca lograron superar el primitivo conservatismo que ha frenado el desarrollo de Colombia, un país que tiene las condiciones para convertirse en una gran nación: gente inteligente, alegre, diversidad étnica, dos océanos e incomparable biodiversidad.
La Colombia premoderna, corrupta y violenta, la que representa Fico, perfeccionó la captura del Estado en los cuatro años del gobierno del presidente más malo en la extensión infinita del término, por eso el segundo más despreciado desde que la memoria da cuenta.
Gota a gota le quita la vida a la nación: hizo todo para volver trizas la paz, casi lo logra; se tomó todos los entes de control y generó las condiciones para un relevo de inescrupulosos y corruptos funcionarios que sin embargo no alcanzaron a robarse las elecciones del 13 de marzo; puso los magistrados que le dio la gana; controla el congreso con los recursos públicos que los políticos se roban por billones para enriquecerse y ganar elecciones; y entregado al gran empresariado que sabe manejar al ejecutivo y al legislativo para consolidar una economía feudalista, especuladora, maquiladora y de supermercados, cuya mayor fuente de ingresos son el narcotráfico y la corrupción.
Gutiérrez es el perfecto personaje para representar la decadencia y atrocidad de tres largas décadas de descomposición, atraso, inequidad y violencia. Ni la vieja ni la nueva dirigencia tienen a nadie más. Duque era el presagio del final, su estrategia: más violencia, más corrupción y la economía de las naranjas podridas.
A la comunidad internacional le repugna Duque: lo consideran un mentiroso y traidor a los acuerdos de paz, a los acuerdos internacionales por el calentamiento global, y por chambones experimentos de integración entre países de América Latina.
Fico sería peor, porque no tiene talante, inteligencia y conocimiento: es un ignorante funcional de ultra derecha, un tipo elemental que no tiene como discutirle a los más poderosos y a los que más saben porque poco sabe: el perfecto inútil útil para hacer lo que le digan que debe hacer. Por eso el decadente poder quiere ganar con encuestas ordenadas por ellos. Encuestas mentirosas que engañan a millones de analfabetos funcionales que son la mayoría de la población.
Un pacto por la esperanza
En medio de las condiciones más adversas emergieron unas fuerzas políticas que supieron esquivar las balas, las trampas y la podredumbre del poder. No es el momento de hacer el análisis de que han hecho la Coalición Centro Esperanza de Fajardo y el Pacto Histórico de Petro. Lo único sensato es resaltar lo bueno que tienen, lo que significan para desatar un proceso de cambio y de esa manera avanzar hasta alcanzar la victoria: tienen los mejores planes de gobierno (sobre todo Fajardo), para adelantar los cambios estructurales que Colombia necesita.
Petro ha sabido superar las trampas que le ha tendido el uribismo, incluso la de las encuestas. Fajardo, lleva a cuestas errores de su coalición, por eso las amañadas encuestas lo han triturado para inflar a Fico.
Pero, si se trata de pensar quien sería el mejor para hacer una transición menos traumática hacia una Colombia distinta, ese es Fajardo. Sin embargo, a pocos días de la primera vuelta lo único sensato, patriótico, responsable e inteligente, es proponer un frente entre el Centro Esperanza y el Pacto Histórico, porque del ingeniero Rodolfo Hernández no sabemos cuál es su ideología. Conocemos y nos gustan las verdades que le dice a Fico, a Duque el mentiroso, al mañoso César Gaviria, y en contra de la corrupción.
A Petro pueden intentar robarle las elecciones, pero a un frente único, imposible. Fajardo debe concentrarse en Fico, es el opositor a vencer y el mayor enemigo para un cambio. Fajardo y Petro no solo son ellos, tienen dos enormes compañeros de fórmula, con características distintas, que los une la raza y propósitos comunes. Francia es una líder social brillante, carismática y víctima de la violencia. Murillo tiene estructura intelectual, es hombre de estado, e igualmente con carisma.
Colombia tiene con quien cerrar el libro del atraso y de la violencia que entraña el uribismo. Mi favorito es Fajardo, votaré por él y quiero que gane porque creo que es lo que Colombia hoy necesita. Y en cualquier circunstancia, prefiero a Petro que al vergonzante uribista que se autodenomina el candidato de la gente a la cual pretende engañar con miles de millones de pesos sumando recursos que no sabemos de dónde vienen y los que se han robado del erario público por decisión de Duque, torciendo la ley de garantías.
Colombia tiene la oportunidad de no volver al cementerio y a las fábricas de la corrupción. Votar por Fajardo o por Petro es una razón de patria, de amor por la vida y de sueños para una gran nación. Es la segunda vuelta que Colombia necesita, porque en la primera hay que derrotar al uribismo y a los demás partidos de la descomposición.