Lo del presidente de la República, Gustavo Petro, no es algo nuevo. Toda su vida en la política la ha hecho bajo la premisa de la victimización, en la que, según él, siempre quieren atacarlo. No es para menos, pues estuvo alzado en armas con el M-19 y, seguramente, la sombra de la ofensiva, siempre lo persigue.
Esta semana cobró mayor fuerza su discurso del golpe de Estado y todo por cuenta de la decisión del Concejo Nacional Electoral de formular cargos y abrir investigación a su campaña a la Presidencia de Colombia, en primera y segunda vuelta, por la presunta vulneración al régimen de financiación.
Sin embargo, no es la primera vez que el CNE adopta una decisión similar. En el pasado les abrió expedientes a las campañas presidenciales de Iván Duque, Juan Manuel Santos y en la década de los noventa a Ernesto Samper. Aunque las investigaciones de los dos primeros mencionados fueron archivadas, en el caso de Samper, implicado en el Proceso 8.000, el organismo determinó que habían sido superados los topes. Sin embargo, tras decisión del Consejo de Estado de anular dos resoluciones de la época, la historia fue otra. Samper es hoy defensor y aliado de Petro.
Ahora bien, volviendo al presidente y a las implicaciones de su campaña, es de precisarle al jefe del Estado que nadie, absolutamente nadie, está por encima de la ley. Él, como gobernante, debe dar ejemplo de respeto a la institucionalidad, así no le guste o no sepa.
No es posible que cuando las decisiones le desfavorecen, entonces haya una “persecución en su contra”, una intención de “querer tumbarlo” o de “inicio del golpe” como dijo sin ruborizarse en sus redes sociales y en alocución televisada ante todo un país. Lo anterior es infundado y exagerado, por decir lo menos.
Pero ese es Petro, el incendiario, el que para surgir o defender su nombre, debe enlodar el de otros. Por eso, inmediatamente, se fue lanza en ristre contra sus detractores y también contra los magistrados del CNE; señaló a algunos de tener investigaciones, de presunto asesinato, de supuesta compra de testigos, y de aparentes vínculos con paramilitares, entre otros comentarios.
Ahora bien, no es cierto que el presidente vaya a salir de su cargo y él lo sabe perfectamente. Conoce bien que la sanción, en caso de darse, será de tipo administrativo y a su campaña. El CNE lo que deberá evaluar es la compulsa de copias a la Comisión de Acusaciones de la Cámara de Representantes, que sí lo puede investigar.
Sin embargo, y en medio de esta tormenta política suscitada, el discurso del golpe, que pasó de ser “blando” a de “Estado”, seguramente marcará el rumbo de los dos años que quedan de su gobierno. De ahora en adelante ese será el caballito de batalla y la principal motivación para sacar a la gente a las calles. Así lo hizo el pasado viernes 11 de octubre en Bogotá, pero el mandatario nunca llegó a la Plaza de Bolívar por un aparente cuadro gripal y seguramente impactado por la baja asistencia y poco poder de convocatoria que tuvo.
De aquí en adelante, Petro seguirá moviendo sus bases por todo el país (aunque pocos ya le creen) y obligando a su gabinete y funcionarios a que lo apoyen, en muestra de solidaridad y victimización. Así lo hizo cuando fue alcalde de Bogotá y resultó destituido e inhabilitado por la Procuraduría.
El discurso de clase, estará más potente que nunca. Debemos tener cuidado porque esta victimización pude ser el abono a un camino de reelección que han reconocido querer desde su movimiento político.